miércoles, 18 de enero de 2017

LA MUERTE Y EL ARTE: ESPEJO DE LA VIDA / Alfredo ALEGRÍA ALEGRÍA



No es fácil hablar de la muerte. Es un hecho tan misterioso. Se presta a tantas disquisiciones. Es tan lejana y tan cercana a la vez. Cada cultura le ha otorgado un significado que asume valores especiales al tratarse del arte. En todas las artes, sin excepción. Su carácter de enigma sin resolver, de tema de reflexión sobre la vida, de posibilidad de expresión para una angustia existencial, son razones que han llevado a pintores, músicos, dramaturgos, arquitectos, cineastas a crear obras maestras sobre el tema de la muerte para intentar de explicarla y, al hacerlo, explicar las razones de la vida. Comprender a la muerte es entender la importancia de la existencia. Es un cierre al que necesitamos desesperadamente otorgarle un propósito. Inermes ante el misterio insondable, nos aferramos a la esperanza en un más allá.






            Un cuadro del español  Valdés Leal expresa la fugacidad de la vida y de las grandezas. Como señalan las Coplas, de Jorge Manrique: “nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir”. Partimos cuando nacemos, andamos mientras vivimos y llegamos al tiempo que fenecemos, así que cuando morimos, descansamos”. Visión que asume  nuestro entrañable Javier Heraud, en su poema “El Río”.

            “El Triunfo de la Muerte” de Pieter Brueghel, la presenta como una visión trágica y desesperada de las consecuencias de la guerra por un lado y del desorden de la vida por otro.  Como todas sus obras, compuesta en gran panorama, sus personajes gesticulan angustiados en un espacio de desolación. Una corte de esqueletos preside el espectáculo. Esta desesperanza, propia del sigo XVI contrasta con las Danzas de la Muerte y las “moralidades” medievales, que poseen la perspectiva de la fe.  Calderón de la Barca eleva conceptualmente ese sentido en su auto sacramental “El Gran Teatro del Mundo”: cada cual tiene un rol en el espectáculo de la vida, el que debemos representar adecuadamente. Según ello, mereceremos o no  una recompensa. Idea propio del barroco español. Una visión desesperada de la muerte es la de Hamlet, hombre del Renacimiento, sin otra fe que la de un destino ciego. No soporta la vida, quisiera evadirse el sueño de la muerte pero reflexiona: “Morir… dormir…Tal vez sonar…”. Y al pensar lo que vendría después, retrocede: ¿qué sueños pueden entonces, sobrevenir? Es ese temor –señala el personaje –lo que determina que el hombre soporte una existencia sin lógica, sin posibilidades de objetivos y realización.

            Los griegos entendieron la muerte desde varias vertientes: La muerte como protesta muda hacia un estado tiránico en Antígona; como una salida ante la vergüenza, en Ayax; como un hecho de venganza en la Orestíada; como un sacrificio, en Ifigenia… En las tragedias del romano Séneca, la vida es una ruta en sombras. La muerte se torna una vida de escape

            La muerte es tan paradójica, sus situaciones son tan disímiles… Se muere como una luz que se apaga. Se muere intempestivamente: “aquellos a quienes aman los dioses, mueren jóvenes”. Se muere para acabar con sufrimientos imposibles de soportar. La muerte de la guerra, la muerte por la miseria, la muerte por el amor, la muerte del alma…
           
            La muerte de Cristo o de la Virgen fueron pretextos para tratare el cuerpo humano, la composición artística o el estilo: Mantegna trabaja ambos como estudio de perspectiva; Caravaggio busca la complejidad compositiva en un extremo naturalismo y provoca un escándalo con su virgen muerta vestida de rojo. Holbein busca el efecto descarnado en su cadáver de Cristo en la tumba; Rembrandt  la asume como posibilidad de contraste lumínico que proyecta el sentido místico; Velásquez plasma la perfección anatómica en su Cristo Crucificado. Bernini realizó una especie de sarcasmo en su estatua de la Beata Ludovica Albertoni, de paradójico erotismo. El espiritualismo del gran arte siempre resulta de un propósito formal y técnico.

            El Romanticismo reflexiona de modo diverso: los horrores de la guerra de Goya; el sentimentalismo de la muerte de Ofelia, de Millais; las pesadillas de Fuseli; las cabezas degolladas de Gericault. La muerte como belleza. Por eso los cielos tempestuosos de la crucifixión de Delacroix. Por eso es tan romántica la tuberculosis de María, de Jorge Isaac, o la de Margarita Gautier en la “Dama de las Camelias”. Goethe hace morir a Fausto cuando se da cuenta que su vida realmente puede tener un sentido y por eso se salva. Sin embargo, el siglo XIX nos devuelve a una realidad más prosaica. Ahí están la espantosa muerte de Madame Bovary y Naná, de Flaubert; o los dramas deterministas de Ibsen y Strindberg. No hay salvación, sólo desesperanza.  Triunfa el sicoanálisis freudiano y su angustia erótica, que transmiten las sensuales imágenes de Klimt, donde se enfrentan eros y thanatos.

            Edvard Munch muestra cuadros expresionistas en estados de dolor, resignación, luto. En “Bodas de Sangre” de García Lorca, la muerte toma un tono simbólico o es una acción desesperada, en “Yerma”. Una mujer desconocida que espera su momento es la muerte en  “La Dama del Alba”, de Casona. El teatro de Mauricio Maeterlink la presenta como una “intrusa” que rompe la estabilidad. Puede ser también sujeto de sarcástico humor: las calaveras en los grabados del mexicano José Guadalupe Posada tan relacionados con el Día de los Difuntos, extremadamente singular en ese país. En el Perú, Vallejo es puntual al respecto: sus versos se refieren  a la muerte del espíritu y a la vez poseen un carácter premonitorio. Arguedas traduce una poesía popular quechua sobre un hombre muerto en la nieve: “En sus tristes ojos acabaron ya las lágrimas/ en su corazón se acabó el sufrimiento/ como los vientos fúnebres van viajando sin saber adónde”.

            Este no saber, esta angustia, resume el estado espiritual proyectado por la idea de la muerte. Pero vale también esta reflexión de Octavio Paz: “La muerte es un espejo que refleja las vanas gesticulaciones de la vida…Una sociedad que niega la muerte, niega también la vida”.

"LUNDERO"

DE MI ÁLBUM


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