Salpo, verde
DE: "ORACIONES DEL SIGLO XX
“LUZ DE ORIENTE”
Señor: En este día de tu Epifanía, de tu manifestación a
los pueblos paganos, representados en los tres Magos del Oriente, permíteme
rezarte la oración del Cardenal Newman, para ser epifanía tuya, irradiación de
Ti para todos aquellos que se sitúen en el radio de acción de mi vida.
Jesús mío, ayúdame a esparcir tu fragancia dondequiera
que vaya. Inunda mi alma con tu espíritu y tu vida. Penetra todo mi ser y toma
posesión de él de tal manera, que mi vida no sea en adelante sino una irradiación
de la tuya.
Quédate en mi corazón con una unión tan íntima, que las almas
que tengan contacto conmigo puedan sentir en mí tu presencia, y que al mirarme
olviden que yo existo y no piensen sino en Ti.
Quédate conmigo. Así
podré convertirme en luz para los otros. Esa luz, oh Jesús, vendrá toda de Ti.
Ni uno solo de sus rayos será mío. Yo te serviré apenas de instrumento, para
que Tú ilumines a las almas a través de mí.
Déjame alabarte en la
forma que te sea más agradable, llevando mi lámpara encendida, para disipar las
sombras en el camino de otras almas. Déjame predicar tu nombre con palabras o
sin ellas, con mi ejemplo, con la fuerza de tu atracción, con la sobrenatural
influencia de mis obras, con la energía evidente del amor que mi corazón siente
por Ti”.
Señor, como regalo de
Reyes en el día de tu Epifanía, te pido ser luz y camino para que cuantos se
acerquen a mí sean conducidos a Ti, como los Magos de Oriente a Belén."
Rafael de Andrés
Del Oriente vienen unos Magos
“Habiendo
nacido Jesús en Belén, durante el reinado de Herodes, vinieron unos Magos de
Oriente a Jerusalén, preguntando: ¿Dónde está el rey de los judíos que ha
nacido?, porque hemos visto su estrella en Oriente y venimos a adorarlo…
Al
ver la estrella, se alegraron mucho, y habiendo entrado en la casa, hallaron al
niño que estaba con María su madre. Se postraron para adorarlo y, abriendo sus
cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
Luego
regresaron a su país por otro camino, porque se les avisó en sueños que no
volvieran donde Herodes”.
Mateo, 2, 1-12
Mago significa en Persia “grande”. En la
Biblia y en documentos antiguos es sinónimo de astrónomo, por ser el estudio de
los astros un “hobby” frecuente entre los nobles orientales. Epifanía en griego
significa aparición, manifestación.
Los datos históricos referentes a los Magos,
conservados únicamente por Mateo, son escuetos y no los presentan como reyes.
Esta denominación aparece después del siglo VI, influida probablemente por la
descripción poética que hace Isaías de la venida del Redentor: “Vendrán reyes
al esplendor de tu amanecer…”
Mateo no da el número de los Magos, sino de
los regalos que ofrecieron al Niño. Las imágenes de las catacumbas y los textos
de los Santos Padres presentan desde dos hasta doce. Desde el siglo IV se ha
venido fijando su número en tres, por analogía con el número de los regalos:
oro, incienso y mirra.
Mateo no da sus nombres. Un manuscrito del
siglo VII, conservado en la Biblioteca Nacional de Francia, los llama
Bithissarea, Melchor y Gataspa. Un mosaico de Ravena, siglo IX: Gaspar, Melchor
y Baltasar. Zacarías de Crisópolis, siglo XII, imagina sus nombres en griego:
Appellius, Fidel; Amerus, Humilde; Damascus, Misericordioso. Y en hebreo:
Magalath, Mensajero; Galgalath, Devoto; Saracin, Gracia. Entre los armenios y
sirios se les daba nombres que usted pondría con dificultad a su hijito:
Badadilma, Kakhda, Badadakharida, Zarvandad, Hormiad, Gushnasaf, etc.
Su procedencia pudo haber Persia o
Caldea --Irán e Iraq actualmente --, con notables escuelas
astronómicas. O, a juzgar por los presentes, el norte de Arabia, colindante con
Palestina. En esas regiones eran conocidas las profecías mesiánicas, difundidas
por los hebreos en sus destierros masivos y en sus largos viajes comerciales.
La estrella, que en el original evangélico
tiene una denominación indeterminada, “aster”, ha despertado diversas teorías
entre escrituristas y astrónomos: cometa, conjunción de planetas, “Stella
nova”, o un meteorito milagroso.
Todos los problemas y fantasmagorías en
torno a este suceso histórico de la infancia de Cristo se deben a sus
elementos --Oriente, magos, regalos
regios…-- y a la desesperante brevedad de Mateo que, escribiendo su evangelio
para los cristianos de Palestina y a pocos años de los hechos, no narra sino
que recuerda y simplemente alude.
De esos datos históricos, y de toda la
niebla de leyenda, queda en pie una clara y simple lección diaria: la fidelidad
a la voz de Dios, a la propia vocación, al destino personal.
El supremo destino de todos es llegar a
Dios, a través del viaje de la vida, alimentados por la oración y los
sacramentos, guiados por la Revelación, la conciencia, el entendimiento y por
las circunstancias ineludibles. Ese viaje consiste en realizarse y
perfeccionarse, como ser personal y social, desarrollando las posibilidades,
cumpliendo los destinos y deberes, afrontando los desafíos y dolores de la
vida.
Cada cual tiene su camino propio, dentro de
ese gran camino.
Camino
propio señalado por las propias capacidades y circunstancias. Camino que no es
sólo medio de vida y función en la comunidad, sino vocación, voz de Dios que
nos llama con ese nombre profundo nuestro que tratamos de descifrar sobre el
mundo.
José
M. de Romaña.
DE MI ÁLBUM
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