viernes, 31 de agosto de 2012

LA TORRE EIFFEL: EMBLEMA DE FRANCIA. Por J. BRYAN NIETO.


La célebre torre de 300 metros, que en un principio horrorizó a los parisienses, ahora ocupa un lugar bien ganado en el corazón de los franceses.
                                              LA TORRE Eiffel es indiscutiblemente la estructura más famosa del mundo.

   ¿Lo duda? Piense usted en las personas de cualquier parte del globo que confundirían el Tj Mahal, el edificio Empire State, etc, con otras estructuras análogas, y que sin embargo, reconocerían la A mayúscula alargada de la Torre Eiffel al instante y sin vacilación.

   Por otra parte, la torre posee un prestigio particular : es el emblema especial, personal, por decirlo así, de la ciudad de París. Es el símbolo de toda Francia.

   Pero no siempre se ha admirado y respetado a la Torre Eiffel. En los años de su concepción e infancia fue vilipendiada, escarnecida, detestada. En el decenio de 1881 a 1890 Francia empezaba a olvidar la humillación de la guerra franco-prusiana y a recuperar en parte su gallardía gala. Resuelta a proyectar una nueva imagen de laboriosidad en los campos de la paz, convocó a una Exposición Universelle que se celebraría en 1889, centenario de la revolución francesa. La atracción máxima sería una espectacular torre de 300 metros de altura.

   Una comisión gubernamental organizó el concurso para erigir la torre en el Campo de Marte, entre la Escuela Militar y el Sena. Se presentaron 700 proyectos ; el de Gustave Eiffel triunfó por unanimidad de votos.

   Eiffel tenía entonces 53 años y era un hombrecito alegre y vivaracho, con gran reputación de ingeniero y una fortuna igual a su reputación. Había construido una presa en Rusia, una fábrica en Bolivia, una iglesia en Manila, una estación de ferrocarril en Budapest y puentes en una docena de países, para no mencionar muelles, puertos y viaductos. Cuando el escultor Bartholdi necesitó un armazón sumamente fuerte para sostener la estatua neoyorquina de la Libertad, fue Eiffel quien la diseñó. También se deben a su ingeniería las compuertas para el Canal de Panamá, de Fernando de Lesseps. Pero fue la torre la que verdaderamente perpetuó su nombre.

   Las excavaciones para los cimientos se iniciaron el 28 de enero de 1887, pero no había pasado una semana cuando estalló el escándalo mayúsculo en París. Su causa fue un manifiesto, Protestation des Artistes (“Protesta de los Artistas”) que empezaba diciendo : “Nosotros, los escritores, pintores, escultores, arquitectos, devotos amantes de la hasta hoy intacta belleza de París, protestamos con todo el vigor y la ira de que somos capaces… por la erección, en el centro de nuestra capital, de la inútil y monstruosa torre de Eiffel…” No fueron los artistas los únicos en abominar de la torre. Los críticos acumularon vituperio tras vituperio : “Este arrogante montón de chatarra…, ignominioso esqueleto…, solitario supositorio”. Los furibundos disidentes no habían comprendido el objetivo que se perseguía. A la comisión no le interesaba gran cosa la estética; el destino de la torre era glorificar la industria pesada de la Tercera República, su destreza en la ingeniería y el haber resurgido Francia de la infamia de 1870.

   Las excavaciones para los cimientos de la torre alcanzaron una profundidad de 14 metros en el lado más próximo al Sena, o sea, cinco metros por debajo del lecho del río, y se prolongaron durante cinco meses. En los nueve meses siguientes la obra de hierro subió 57,63 metros, hasta el nivel donde la primera plataforma ligaba una con otra las cuatro patas. La operación de ensamble resultó precisa e impecable ; no hubo necesidad de volver a perforar ningún agujero para remache. La segunda plataforma, dos veces más alta, aunque más pequeña, necesitó menos de cuatro meses. Algún profesor había aseverado por ahí que la torre no podría superar los 228 metros de altura, “porque las oscilaciones la derrumbarían”. Cuando las vigas superiores alcanzaron este nivel, los aprensivos habitantes de París emprendieron peregrinaciones a la torre, con los ojos muy abiertos al menor movimiento o a la más ligera oscilación. Mientras la ciudad contenía el aliento, la torre sobrepasó el vaticinado límite y siguió ascendiendo.

   La tercera plataforma se remachó en su sitio a 276,15 m. Ésta debía de ser la más alta entre las que se destinarían al acceso del público, pero encima había una cuarta, que Eiffel se reservaba para sí : un minúsculo observatorio privado –su “salón aérien”- donde recibiría visitantes distinguidos, estudiaría aerodinámica y contemplaría la puesta del Sol (en los días claros la vista abarca 80 kilómetros). Pero en lo más alto, exactamente a la altura de 300,65 metros, habría una diminuta plataforma, totalmente desnuda, excepto un asta de bandera, un pararrayos y una barandilla. Allí se fijó en su sitio el último remache el 30 de marzo de 1889. La gran torre estaba terminada.

   Durante 40 años habría de ser la estructura más alta del mundo, hasta que el edificio Chrysler se alzó a 319 metros. Hace poco era la mayor atracción turística del planeta. Y además posee otros motivos de distinción que jamás perderá. La han pintado grandes artistas ; incluso para uno, el cubista Delaunay, fue tema predilecto. Los poetas la han adornado con guirnaldas. Es la escena de un ballet y tema de una docena de películas cinematográficas.

   El último remache exigía una ceremonia, y Eiffel invitó a unos 50 dignatarios para que el 31 de marzo lo acompañaran a escalar por primera vez a la cima. Les advirtió que tendrían que hacerlo a pie ; el calendario de construcción había sido superado al punto que los ascensores aún no estaban terminados. El grupo empezó a disminuir en número a medida que subía, pero 20 espíritus indómitos perseveraron hasta la plataforma de observación (1585 peldaños) y Eiffel encabezó a un puñado hasta la punta misma (1710 escalones). Una vez allí izó un gran lienzo tricolor. Mientras la bandera ondeaba a la brisa, se oyó en la segunda plataforma una salva de 21 cañonazos. “Francia”, dijo Eiffel victorioso, “es la única nación del mundo con un asta de bandera de 300 metros”.

   Seis semanas después se inauguró oficialmente la torre. Los ascensores seguían inconclusos, pero el público se lanzó al asalto -29.922 resistentes personas en la primera semana- subiendo y bajando quizá con la esperanza de que el ejercicio le ayudaría a digerir las formidables estadísticas con que lo había estado alimentando la prensa : 15.000 diferentes tipos de piezas componentes, 2.5000.000 remaches, etcétera.

   Con el paso del tiempo habrían de acumularse otras estadísticas. El viento más fuerte que se ha medido en la torre (unos 179 kilómetros por hora) la desvió casi 12 centímetros de la vertical. Pero el sol de agosto puede aumentar la oblicuidad hasta 18 centímetros. Una helada de enero puede reducir en 15 centímetros la altura de la torre. Cada siete años el peso de la estructura aumenta en unas 45 toneladas, o sea, el peso de los 33.753 litros de pintura que se necesitan para recubrir su superficie aproximada de 160.000 metros cuadrados. Treinta reparadores de espiras dedican ocho meses a la tarea y consumen un número astronómico de brochas.

   Cuando el primer ascensor entró en servicio, a fines de mayo de aquel año (actualmente hay cuatro), se registraron 23.202 visitantes en un solo día. Entre los primeros estuvo Tomás Edison, quien llevó un Ediphone a la plataforma de observación de Eiffel y le dio un concierto. También Charles Gounod ofreció un concierto allí, para luego inscribirse en el libro de honor, él, que había figurado entre los firmantes del manifiesto contra la torre. Lo mismo hicieron Sarah Bernhardt, el príncipe de Gales, los reyes de Noruega, Suecia, Siam y el sha de Persia.

   El número de visitantes en el resto del año fue de 1.968.287; si el dato era halagüeño para Eiffel el ingeniero, más lo era para Eiffel el empresario. Las entradas produjeron 5.919.884 francos, suma que ascendía a tres cuartos del costo total de la construcción (unos ocho millones de francos de entonces, o sea, el equivalente de 1.100.000 dólares actuales). El contrato no sólo le permitía construir la torre, sino administrarla durante 20 años.

   Pero habrían de seguir tiempos tristes. Al cerrar la exposición, las visitas a la torre se redujeron considerablemente. En 1902 apenas llegaron a 121.144. El coro de críticos, casi mudo desde 1889, empezó a resonar de nuevo; pero si antes el tema era el adjetivo “monstruosa”, empezó a ser entonces “inútil”.

   En 1903 Eiffel sugirió que Gustave Ferrié utilizara la torre como base para sus experimentos de adaptación de la nueva telegrafía sin hilos a las necesidades militares. Ferrié aceptó la idea y al instante Eiffel puso la torre a su disposición, rogándole que aceptara su ayuda financiera.

   Los experimentos de Ferrié tuvieron un éxito rotundo. En 1904 estaba en contacto con instalaciones militares a 400 kilómetros de distancia. Durante la campaña de Marruecos de 1908 proporcionó al cuartel general comunicación de ida y vuelta con el campo de batalla. Y una noche, en septiembre de 1914, su estación interceptó la orden alemana para que el ataque sobre París se desviara al sudeste. Advertido Joseph Simon de Galliéni, gobernador militar de París, pudo detenerlo en la primera batalla del Marne. Jean Jules Jusserand bautizó entonces a la torre “el centinela de Francia”.

   La concesión original de Eiffel se había ampliado ya hasta 1926 ; pero en 1919 las agradecidas autoridades se la extendieron otros 20 años. En aquella época el ingeniero tenía 87 años y estaba lleno de vida. A los 89 insistió en escoltar al príncipe heredero de Hiroito hasta la plataforma observatorio. Murió a los ocho días de haber cumplido 91 años.

   Casi desde el principio la torre había sido violada por una serie de personajes en busca de notoriedad. La habían escalado de rodillas, erguidos sobre las manos, en zancos, a lomos de otras persona y andando para atrás. Un elefante fue izado con grúa; un ciclista la bajó en su vehículo. Ciertos trapecistas dieron volteretas colgaos de los travesaños; los alpinistas la escalaron por los flancos. Un piloto a bordo de su aparato intentó atravesar los arcos, pero cometió un error mortal. Un sastre saltó de ella para demostrar una combinación de impermeable con paracaídas de su invención : otro mortal error. Un notorio estafador, el “conde” Víctor Lustig, “vendió” la torre a un comerciante de chatarra. Y naturalmente ha habido suicidios. Más de 300 hasta la fecha.

   Para muchos franceses se llegó al colmo de la indignidad cuando un fabricante de automóviles escribió su nombre en la torre con luces eléctricas. Pero no había sucedido lo peor. El 14 de junio de 1940 la torre cayó intacta en poder de los nazis ; sólo se salvó el equipo de radio, que los encargados destruyeron por propia iniciativa. Los mecánicos de mantenimiento hicieron cuanto estuvo de su parte, anunciaron que los ascensores se habían estropeado. Los alemanes, comprendiendo cabalmente el significado simbólico de la torre, arreglaron el ascensor hasta la primera plataforma, donde instalaron un club para suboficiales. Por fin, el 25 de agosto de 1944, día de la liberación, un soldado francés subió hasta la última plataforma y volvió a izar la bandera tricolor en el “asta de 300 metros”. Pero, por extraño que parezca, ninguna otra bandera ha vuelto a ondear allí después de 1957. En ese año se instaló una antena de televisión y los técnicos temían que una bandera causara interferencias en las trasmisiones.

   Durante los últimos años la torre ha gozado de una popularidad nunca vista. En 1972 atrajo a tres millones de personas, marca sin paralelo, o sea dos veces más que el Louvre, cinco veces más que el Arco del Triunfo. En enero de 1973 el número total de visitantes ascendía a 65.322.270.

  Actualmente, la “Grande Dame du Champ-de-Mars” goza de excelente salud física y económica. No ha necesitado muchas reparaciones, ni ha habido necesidad de remplazar un solo remache. Sigue siendo tan alta y esbelta como en su juventud; a los ojos de los franceses, es bella. Y parece destinada a seguir incólume para siempre.-

jueves, 30 de agosto de 2012

TCHAIKOVSKY: Michael JAMESON.


CONCIERTO PARA VIOLÍN Y ORQUESTA
En la actualidad es una de las obras más conocidas del repertorio para violín, pero no siempre ha gozado de un éxito tan resonante.
Michael Jameson nos recomienda la mejor versión.
                                                JULIO de 1877, Tchaikovsky, con 38 años, estaba atravesando uno de sus momentos más bajos. Batido por sus fracasos en sucesivos intentos de “curar” su homosexualidad mediante su desastroso matrimonio con una alumna del Conservatorio de Moscú, Antonina Milyukova, buscó en la localidad vinícola de Clarens, junto al lago Geneva, un retiro espiritual. Un permiso en el conservatorio y un complemento económico de su mecenas, Madame Nadezhda ven Meck, posibilitaron a Tchaikovsky y a su hermano menor Modest visitar Italia y Viena.    

   La cuarta sinfonía y Eugene Onegin fueron terminados durante este viaje antes de que ambos hermanos volviesen a Clarens en marzo de 1878. Todavía deprimido comenzó una nueva sonata para piano, pero la llegada del joven violinista Yosif Kotek (antiguo estudiante y discípulo de Joseph Joachin) avivó el genio creador de Tchaikovsky, haciendo de catalizador de lo que en un espacio de tiempo asombrosamente breve sería su concierto para violín, Op. 35. Se convirtió en el auténtico sucesor de las piezas de exhibición para virtuosos de violinistas-compositores como Paganini, Wieniawski y Vieuxtemps, y una obra digna de figurar junto a obras maestras tan sublimes como las de Beethoven y Brahams.

   Una gestación rápida y un parto sin incidencias.
   Con Cotek llegaron más obras nuevas, incluida la Sinfonía española Op. 21, que catapultó a Tchaikovsky de forma irreversible hacia un concierto de violín. Ardiendo de entusiasmo y espoleado por el apoyo y el consejo técnico de Kotek, Tchaikovsky comenzó su nuevo concierto el 17 de marzo. Once días después estaban esbozados los tres movimientos, y  Kotek y Tchaikovsky pudieron interpretar ese embrión de obra antes que Modest. Este compartía con Kotek ciertas dudas sobre el andante original; Tchaikovsky lo retiró (más tarde se convertiría en la “Meditación” de su Souvenir d´un lieu cher, Op. 42), y compuso en su lugar la nostálgica  canzonetta en un solo día (5 de abril de 1878). La orquestación de toda la obra estaba finalizada el 11 de abril.

   Tchaikovsky planeó dedicarla al virtuoso húngaro Leopold Auer (1845-1930), un famoso pedagogo y maestro, entre otros, de Jascha Heifetz, Mischa Elman, Efrem Zimbalist, Toscha Seidel y Nathan Milstein. Pero Auer rechazó la obra argumentando que era “antiviolinística” y ofendiendo profundamente al compositor. Kotek prometió presentar la obra en San Petersburgo el 22 de marzo de 1879, pero sus amigos le previnieron en contra, diciéndole que con su actitud sería mal interpretada por la alta sociedad de la ciudad del Zar, ya que el comportamiento reciente de Tchaikovsky era escandaloso.

   Kotek se retiró prudentemente, dejando que Adolph Brodsky, de 31 años, estrenase el concierto en su debut con la Filarmónica de Viena dirigida por Hans Richter el 4 de diciembre de 1881. Apenas estaban preparados : el ensayo en solitario encontró a los intérpretes intentando corregir errores en sus partes y acompañando el pianissimo de Brodsky para disimular sus errores. El temido crítico Eduard Hanslick, maestro de la invectiva y decano del consevadurismo brahmsiano, les destrozó. “Con el concierto para violín de Tchaikovsky nos vemos compelidos a admitir la posibilidad de que hay música que apesta en los oídos. Es una barbaridad espantosa. Los violines no son tocados, sino destrozados”. La historia ha tenido otro punto de vista : irónicamente, las cualidades por las que fue censurado en su día -- virtuosismo ardiente, invención melódica lujuriante y puro nervio-- han procurado a la obra un lugar privilegiado dentro del género.

…Y llegó el hombre.
   Incluso Leopold Auer, el primero que calificó su interpretación de imposible, cambió de opinión ante la obra : con el tiempo se convirtió en uno de sus más ardientes defensores, revisándola y haciéndola incluso más difícil. Los cambios de Auer figuran en grabaciones de Jascha Heifetz, y algunas de ellas se han convertido en adiciones normales. “El taller de San Petersburgo” del profesor Auer reinó sin discusión durante tres décadas redefiniendo los ideales del violín y tendiendo los cimientos de la escuela de violín rusa moderna, personificada en David Oistrakh, Leonid Kogan, Oleg Kagan, Gidon Kremer y otros. Dejando aparte su estructura inusual, el concierto para violín de Tchaikovsky combina proporciones épicas con economía clásica, orquestación pirotécnica y parte solista a medida de cada virtuoso. Al allegro moderato inicial comienza con una llamada de atención que, como el magno pronunciamiento que arranca su primer concierto para piano, nunca ha sido escuchada de nuevo. Tras una breve sección interpretada por toda la orquesta, el solista toca una derivación de la idea inicial que forma el primer tema. Un segundo grupo en la mayor, contrastante y de lirismo enternecedor, prepara el camino para una repetición del primer tema, que reaparece ahora como una triunfante polonesa para pleno orquestal. Tras un pasaje de desarrollo para solistas que ejerce de puente, vuelve a la polonesa, que nos lleva a una elaborada cadencia (completamente escrita) que a su vez lleva a la recapitulación (solo de flauta). A esto sigue una coda brillante. El movimiento lento, una canzonetta en sol menor, nos mete de lleno en el final, y otra breve cadencia solista introduce un material de baile con reminiscencias de danza cosaca. Un segundo episodio con un zumbido de bajo de estilo gitano característico y con un complemento nostálgico de contraste que avanza rápidamente, a través de pasajes de emoción latente hacia una conclusión explosiva.

   Con más de setenta grabaciones a su disposición, el aficionado puede fácilmente encontrar las de sus artistas favoritos. Pero el concierto de Tchaikovsky tiene la ventaja de tener  tras de sí toda una tradición interpretativa.

Los cinco elegidos por Jameson:
Perlmann : Sorprendente. Orquesta Filarmónica de Israel /Zubin Metha.
Shaham : Espléndido e impulsivo. Philharmonia Orchester /Giuseppe Sinopoli.
Kantorow : Al límite. Orquesta Filarmónica de Londres /Bryden Thompson.
Bell : Un auténtico romántico. Orquesta de Cleveland / Valdimir Ashkenazy.
Rachlin : Una interpretación brillante. Orquesta Sinfónica de la Radio de Moscú /Vladimir Fedoseyev.
AUDIOCLÁSICA.

miércoles, 29 de agosto de 2012

DE "LAS MÁS BELLAS ORACIONES DEL MUNDO": Dios, hazme abundar/ AL-GHAZZÂLI.



                    OH DIOS, que eres rico
                      y digno de alabanza,
                     que creas y restauras
                       toda forma de vida,
                    que eres misericordioso
                  y amante, hazme abundar
                en lo que es lícito a tus ojos,
                      en obediencia a Ti
                        y por tu gracia,
                  de modo que me aleje
                    de lo que es ilícito,
                   de la desobediencia
              y de todo lo que no seas Tú.

                               -- Islam, Al-GHAZZÂLI.

martes, 28 de agosto de 2012

"LA PRESENCIA DE DOÑA MARÍA JULIA": MI HUERTA "DEL CAMAL DE MOCHE".

(Condensado por el editor)
                                                                     EN UN terreno ubicado al extremo del pueblo de Moche antiguo, cruzado por una acequia denominada “Del camal”, se hallaba sembrado el huerto jardín que mi padre cuidó con mucho esmero.
   Don Cosme, como así se llamaba mi papá, siempre nos inculcó que la tierra era como una madre buena, generosa, y que debíamos amarla. Él, como buen hijo de agricultores piuranos, continuó la tradición de ser también agricultor. Es así como dedicó una de las  hectáreas de tierra que compró en Moche, a un huerto-jardín.

   El terreno escogido, denominado “La Huerta del Camal”, fue parcelada en cuatro partes:
  1. La destinada al cultivo de flores, que debería estar cuidada por las hijas, a fin de que puedan disponer de flores para el arreglo de la casa y de la parroquia; tarea cumplida por mi hermana Juliana y yo.
  2. La que debía sembrarse de verduras y hierbas de aliño para la comida, cuidada por mi mamá, doña Elisita.
  3. La zona en que se sembrarían las plantas y árboles medicinales. La encargada de esto, también era mamá.
  4. La parte más grande fue destinada para sembrar árboles frutales, bajo la orientación de papá.
   Toda la huerta era trabajada por un horticultor muy entendido, de mucha confianza de mi padre, y muy querido por nosotros, los hermanos Luna Tirado, al que llamábamos “Ramitos”.

   Las flores lindas de la huerta, eran muchas y variadas, de hermosos y vivos colores, y en lo mejor de la primavera, las flores adornaban y engalanaban e impregnaban todo el ambiente con su perfume.

   Mamá hacía sembrar hortalizas y legumbres, todo lo cual servía para la rica comida, que mamá y las empleadas Rosa o Meche, preparaban muy exquisitamente.

   Mi padre en persona sembró los árboles frutales que eran muchos y todos producían a su tiempo.

   Las cosechas se hacían de acuerdo a la estación. Como siempre éstas eran abundantes. Mamá compartía con los vecinos y sus numerosas comadres, y si sobraba, se hacía mermeladas o compotas que los ocho hermanos consumíamos alegres, cuando mamita Elisa nos repartía, y apurados, cuando las hurtábamos del aparador.

   ¡Qué bello y grande era nuestro huerto! A la muerte de mi padre en setiembre de 1963, se siguió cultivando, pero las cosechas ya no eran tan alegres. Mamá sentía pena, pero sonreía cuando nuestros hijos (los nietos de papá), gozaban de los frutos. Siempre mandaba flores a la Iglesia y al cementerio par ponerlas en la tumba de papá y los hermanos difuntos.

   Nuestro bello huerto sobrevivió once años a mi padre; hasta que vino la Reforma agraria y urbana, después del terremoto del año 70, en que fue afectado por ser grande y estar en la periferia del pueblo. Por ello, el Estado lo expropió sin pagar nada. Hoy allí, se han construido casas, y de nuestro huerto no queda nada.

   Nuestro jardín es añorado por los pocos hermanos que aún vivimos y por nietos que ya cuarentones, extrañan la Huerta del Camal de Moche. ¡Yo lo añoro! Era mi lindo huerto jardín.

   Cuando evoco mi niñez y mi juventud, me veo con la tijera de cortar flores, cogiéndolas para llevarlas en mis brazos aspirando sus exquisitos perfumes y caminando por las calles, llegando a casa para colocarlas en los floreros de la mesita de centro de fina madera tallada y mármol, así mismo en los floreros de las rinconeras, también talladas, que hacían juego con los muebles. Igualmente veo a mi padre y a mi madre sonrientes, felices de gozar con los productos del Huerto.

  -- María Julia LUNA TIRADO.

lunes, 27 de agosto de 2012

LA ÓPTICA DE LA EVOLUCIÓN CÓSMICA NOS DEVUELVE ESPERANZA: Leonardo BOFF.

24-Agosto-2012.   
                                                                       OLVIDEMOS  por un momento nuestra visión normal de las cosas e intentemos hacer una lectura de nuestra crisis actual en el marco del tiempo cósmico. Tal vez así la entendamos mejor, la relativicemos y ganemos altura en función de la esperanza.
  
     El tiempo del Cosmos
   Imaginemos que los más o menos 13 mil millones de años de historia del universo han sido condensados en un único siglo. Cada “año cósmico” sería equivalente a ciento trece millones de años terrestres.

   Desde este punto de vista, la Tierra nació en el año 70 del siglo cósmico y la vida apareció en los océanos, para nuestra sorpresa, algo después en el año 73. Durante casi dos décadas cósmicas ella quedó prácticamente limitada a bacterias unicelulares.

   En el año 93 se inició una nueva fase creativa con la aparición de la reproducción sexual de los organismos vivos. Estos, junto con otras fuerzas, fueron responsables de cambiar la faz del planeta, ya que transformaron radicalmente la atmósfera, los océanos, la geología de la Tierra. Esto permitió a nuestro planeta sustentar formas de vida más complejas. Gran parte de la biosfera es creación de esos microorganismos.

   En esta nueva fase, el proceso evolutivo se aceleró rápidamente. Dos años más tarde, en el año 95, aparecieron los primeros organismos multicelulares. Un año después, en el 96, asistimos a la aparición de los sistemas nerviosos, y en el 97 a los primeros organismos vertebrados. Los mamíferos aparecerán a mediados del año 98, o sea, dos meses después de los dinosaurios y de una inmensa variedad de flores.

   Hace cinco meses cósmicos empiezan a caer los asteroides sobre la Tierra, destruyendo muchas especies, los dinosaurios incluidos. Sin embargo, un poco después, la Tierra, como si se tomara la revancha, produjo una diversidad de vida como nunca antes.

  Fue en esta era, cuando aparecieron las flores, cuando nuestros antepasados entraron en el escenario de la evolución. Luego se hicieron bípedos (hace doce días cósmicos), y con el homo habilis comenzó a usar herramientas (hace 6 días cósmicos), mientras que el homo erectus conquistó el fuego (hace apenas un día cósmico). Hace doce horas cósmicas, surgieron los humanos modernos (homo sapiens).

   Por la tarde y durante la noche de este primer día cósmico, nosotros vivíamos en armonía con la naturaleza y atentos a sus ritmos y peligros. Hasta hace cuarenta minutos, nuestra presencia había tenido poco impacto sobre la comunidad biótica, momento en el cual comenzamos a domesticar plantas y animales y a desarrollar la agricultura. A partir de entonces, las intervenciones en la naturaleza se fueron haciendo cada vez más intensas hasta que, hace veinte minutos, empezamos a construir y a habitar ciudades.

Hace solamente dos minutos, el impacto se ha vuelto realmente amenazador. Europa se transformó en una sociedad tecnológica y expandió su poder a través de la explotación colonialista. En esta fase se formó el proyecto-mundo creando un centro con varias periferias y el foso entre ricos y pobres.

   En los últimos doce segundos (a partir de 1950) el ritmo de explotación y destrucción ecológica se ha acelerado dramáticamente. En este breve periodo de tiempo, hemos derribado casi la mitad de las grandes selvas. En los próximos veinte segundos cósmicos las temperaturas de la Tierra subirán 0,5º C y dentro de poco podrían aumentar hasta 5º C poniendo en peligro gran parte de la biosfera y a millones de personas. En los últimos cinco segundos cósmicos, la Tierra ha perdido una cantidad de suelo equivalente a toda la tierra cultivable de Francia y de China y ha sido inundada por decenas de miles de nuevos productos químicos, muchos de los cuales altamente tóxicos, que amenazan las bases de la vida.

   Ahora estamos ya destruyendo de 27 a 100 mil especies de seres vivos al año. En los próximos 7 segundos cósmicos, algunos científicos estiman que del 20 al 50 % de todas las especies van a desaparecer. ¿Cuándo va a parar esto? ¿Por qué tanta devastación?

   Respondemos: para que una pequeña porción de la Humanidad tuviese el disfrute privado o corporativo de los “beneficios” de este proyecto de civilización. El 20% de los más ricos ganan actualmente doscientas veces más que el 20% de los más pobres. Al comienzo de 2008, antes de la crisis económico-financiera actual, había 1195 mil millonarios que juntos detentaban 4,4 billones de dólares, o sea, más o menos el doble de la renta anual del 50% más pobre. En términos de renta, el 1% de los más ricos de la humanidad recibían el equivalente al 57% más pobre. 
 
    El tiempo de la Tierra
   Nuestro planeta, fruto de más de cuatro mil millones de años de evolución está siendo devorado por una relativa minoría humana. Por primera vez en la historia de la evolución de la humanidad, los problemas arriba mencionados están siendo causados por esa minoría y también, en menor proporción, por todos nosotros. Los peligros creados ponen en jaque nuestro futuro y también nuestro modo de vivir.

   Sin embargo, si por un lado insistimos en la gravedad de la crisis, por otro lado, no queremos proyectar visiones apocalípticas que sólo nos causarían parálisis y desesperación. Si estos problemas han sido creados por nosotros, también pueden ser resueltos por nosotros, aunque algunos sean ya irreversibles. Esto significa que hay esperanza de solucionarlos satisfactoriamente.

   Efectivamente, quien acompañó la Cúpula de los Pueblos en julio pasado en Río de Janeiro o participó de los Foros Sociales Mundiales se da cuenta de que hay millares y millares de personas conscientes y creativas, venidas de todo el mundo, trabajando en la formulación de alternativas prácticas que pueden permitir a la humanidad vivir con dignidad sin afectar la salud de los ecosistemas y de la Madre Tierra.

   Tenemos las informaciones y conocimientos necesarios para solucionar la crisis actual. Lo que nos falta es activar la inteligencia emocional y cordial que nos suscitan sueños salvadores, solidaridad, compasión, sentimientos de interdependencia y de responsabilidad universal.

   Es importante reconocer que todas las amenazas a las que nos enfrentamos son síntomas de una enfermedad crónica cultural y espiritual. Nos afecta a todos y más principalmente al 20% que consume la mayor parte de la riqueza del mundo. Esta crisis nos obliga a pensar en otro paradigma de civilización, porque el actual es demasiado destructivo. Es lo que venimos escribiendo con frecuencia en nuestros artículos.

   Los tiempos de crisis pueden ser también tiempos de creatividad, tiempos en los cuales aparecen nuevas visiones y  nuevas oportunidades. La palabra china para crisis, weiji, es el resultado de la combinación de los caracteres de peligro y de oportunidad. Esto no es una simple contradicción o una paradoja, los peligros reales nos fuerzan a buscar las causas profundas y a buscar alternativas para no desperdiciar las oportunidades.

   En nuestra cultura, crisis se deriva de la palabra sánscrita kri que significa purificar y acrisolar. Por lo tanto, se trata de un proceso, ciertamente doloroso, pero altamente positivo de purificación de nuestras visiones que funciona como un crisol de nuestras actitudes ético-espirituales. Ambos sentidos, el chino y el sánscrito, son iluminadores.
 
    Nuestro tiempo
   Tenemos que revisitar las fuentes de sabiduría de las muchas culturas de la humanidad. Algunas son ancestrales y llegan a nosotros a través de las más diversas tradiciones culturales y espirituales. La categoría del “vivir bien” de las culturas andinas es fundamental. Otras son más modernas como la ecología profunda, el feminismo y eco-feminismo, la psicología transpersonal y la nueva cosmología, derivada de las ciencias de la complejidad, de la astrofísica y de los nuevos saberes de la vida y de la Tierra.

   Termino con el testimonio de dos notables ecologistas y educadoras norteamericanas, Macy y Brown que afirman: «La característica más extraordinaria del actual momento histórico de la Tierra no es que estamos camino de la devastación de nuestro planeta, pues ya lo venimos haciendo desde hace mucho tiempo, es que estamos empezando a despertar de un sueño milenario a un nuevo tipo de relación con la naturaleza, con la vida, con la Tierra, con los otros y con nosotros mismos. Esta nueva comprensión hará posible la tan ansiada Gran Transformación» (Macy y Brown, Nossa vida como Gaia, 2004, 37). Ella vendrá por gracia de la evolución y de Dios.
                                                                                 -- Leonardo BOFF.

viernes, 24 de agosto de 2012

EL ORO, REY DE LOS METALES. Por Ernest HAUSER.

Este material precioso ha encendido la imaginación del hombre desde hace 6000 años.
                                                    EL ORO es un metal sui generis, feliz maridaje entre materia e idea. Como medida decisiva de los valores pecuniarios, este hermoso metal resuena en todo el mundo en una corriente interminable de barras amarillas perfectamente lisas. Su precio “oficial” por onza troy (31,1 gramos) –que fue durante mucho tiempo de 35 dólares, pasó luego a 38 y recientemente a 42,22- no tiene ninguna relación con la demanda, ni con la oferta, ni con los costos de su minería y metalurgia. En la mayoría de los países, desde hace mucho, la ley ha prohibido poseerlo a los particulares, excepto en forma de joyas. Los bancos centrales lo guardan cuidadosamente como reserva en sus bóvedas, y las naciones lo utilizan para saldar sus operaciones de comercio exterior.

   Como pilar del actual sistema monetario internacional, el oro viene a ser para todos nosotros poco menos que una abstracción. Pero también es algo más: el rey de los metales y un buen amigo del hombre. Sin él nuestra civilización no sería lo que es. Durante muchos siglos su símbolo (revelador del amor que siempre le ha profesado la humanidad) fue una representación del Sol: O; hoy es Au, abreviatura de su nombre latino aurum.

   Invulnerable a los estragos del tiempo, no lo deslustra el aire, ni el agua, ni la mayor parte de los agentes corrosivos. Lleva en sí el sello de la eternidad. Tantas veces se ha fundido, moldeado y vuelto a fundir, que no es remota la posibilidad de que el anillo que usted compra hoy contenga oro de los collares de la Reina de Saba. Son innumerables las formas de utilizar este metal; desde puntas de pluma de escribir hasta el sobredorado “cordón umbilical” que conecta al astronauta en sus paseos espaciales con la cápsula madre.

   El oro es brillante, lustroso, sumamente pesado y más maleable y dúctil que cualquier otro metal. Se han batido con martillo hojas de no más de una diezmilésima de milímetro de espesor; y 30 gramos de oro se pueden estirar, sin romperse, hasta formar un hilo de 56 km. de longitud.

   Para darle dureza se acostumbra usarlo en aleación con otros metales, y entonces cambia de aspecto: la plata lo torna pálido, mientras que el cobre lo enrojece. Es posible comunicarle tonalidades caprichosas de verde, anaranjado, rubí o morado. Cuando se compra una alhaja, veremos impreso en ella un contraste en que se declara su contenido de oro. La cantidad de metal puro en un objeto se expresa en quilates; 24 quilates son oro puro. Así pues, un anillo de 18 quilates contiene 18 partes de oro y 6 de alguna aleación.

   El orfebre moderno no conoce ninguna técnica que no hubieran explorado ya sus antecesores. En las tumbas reales de Ur se han encontrado diademas y copas dignas de exhibirse en los escaparates de las mejores joyerías actuales, y los etruscos, acaso los más hábiles joyeros de todos los tiempos, legaron al mundo una pequeña escudilla incrustada con 137,000 glóbulos microscópicos de oro que forman una pelusilla como de durazno (técnica cuyo secreto permaneció oculto hasta 1933, cuando se volvió a descubrir).

   Por ser tan compacto, el oro es un buen medio para almacenar riqueza. Un cubo de oro puro, de 30 centímetros de lado, pesa un poco más de 500 kilos, y al precio oficial actual valdría unos 740,000 dólares. Si se fundiera todo el oro que se sabe existe sobre la Tierra, y que vale unos 96.000 millones de dólares, se podría hacer un bloque del tamaño de un granero grande.

   El precioso metal se ha usado para todo: desde lo ridículo hasta lo sublime. Un zar de Rusia jugaba con una pulga de oro de tamaño natural, que saltaba como las de verdad. La orgullosa ciudad de Atenas coronó su Acrópolis con una alta estatua de Palas Atenea, cuya capa de oro pesaba más de una tonelada. La mayoría de las maravillas áureas del mundo antiguo han desaparecido, pero todavía el visitante que vaya al Museo Egipcio del Cairo puede admirar el ataúd de oro macizo, del rey Tutankamón: mide 1,88 m. de largo y pesa 1111 kg.

   El rey Gyges de Lidia, hacia el año 650 a. de J. C, fue el primero que acuñó monedas de oro. Tenían la forma aproximada de una haba, y llevaban estampado en una de sus caras el emblema del Rey, que era la efigie de un león. Aún se conservan unas cuantas de estas rudimentarias piezas, y los coleccionistas pagan ahora hasta 3800 dólares por cada una de ellas.

   Entre las muestras que Colón envió a España después de su primer viaje trasatlántico iban algunas pepitas de oro. A medida que los españoles fueron penetrando en el Nuevo Mundo, se dieron cuenta de que habían encontrado “El Dorado”. Al sentar la planta en México, Hernán Cortés pasó su casco a los indios para que se lo llenaran de oro en polvo; y en Perú, Francisco Pizarro, al frente de 180 hombres, entró en un territorio que debió de parecerle encantado, donde hasta los objetos ordinarios, como herramientas y muebles, eran de oro. Los españoles parpadearon… y se aprovecharon. Durante cien años las flotas armadas surcaron el océano en uno  y otro sentido para dejar en Sevilla su cargamento de oro y plata. Esta riqueza se difundió por toda Europa y produjo una revolución que había de remplazar el antiguo sistema del trueque por una economía industrial basada en transacciones monetarias.

   El oro se encuentra en casi todas partes. El cobre, el carbón y el subsuelo arcilloso de nuestras ciudades pueden contener vestigios del noble metal. El mar contiene seis partes de oro por cada billón de partes de agua salada.

   Sin embargo, cuando se presenta en cantidades tales que valga la pena extraerlo, lo hace en dos formas: en vetas, o suelto. Las vetas o filones son antiguas grietas en la roca viva rellenadas por cuarzos auríferos que surgieron del interior de la Tierra hace entre dos y diez millones de años. En su forma suelta, el oro estuvo primitivamente aprisionado en los mismos filones, hasta que la erosión lo arrastró. Las pepitas de oro fueron lavadas por las aguas y se depositaron en los placeres o arenales de los ríos, donde por agregación mecánica se fueron juntando para formar pepitas más grandes y palabras. Si el río cambió de curso, se quedaron en la arena esperando a que alguien fuera a recogerlas.

   Los principales yacimientos de oro se han encontrado, todos, por indicio de algunas palabras halladas al acaso. La fiebre del oro de California empezó un día de enero de 1848, cuando James Marshall metió su sombrero en el río Americano, en Coloma, y lo sacó lleno de gránulos brillantes. En el curso del año siguiente viajaron al Oeste 80,000 hombres, y algunos ganaban hasta 50 dólares diarios lavando arenas auríferas.

   Las profundas y ricas minas Rand, en Sudáfrica, abiertas hace más de 80 años, producen casi la mitad del oro del mundo, o sea cerca de 2000 toneladas anuales. Rusia va en segundo lugar en la producción mundial, con un veinticinco por ciento. Los Estados Unidos, que en un tiempo fueron el mayor productor, contribuyen ahora con un cuatro por ciento.

   El oro se funde a una temperatura de 1063º C. y no cambia de color en su estado líquido. Es emocionante verlo fluir en una refinería. El metal fundido se transporta en unas jarritas que se manejan con largas tenazas de hierro, y se vierte en moldes. El operario debe tener buen pulso, pues cualquier gotita que se pierda representa varios gramos y vale dinero. En los moldes, al enfriarse, van quedando las barras o lingotes, marcados con un número de serie que los identificará en sus futuros viajes, y luego salen de la refinería en camiones blindados.

   De ahí en adelante, puede ocurrir casi cualquier cosa. Por cada siete barras de oro que pasan por canales bien controlados, una se escapa para ir a ver el mundo. El mercado negro mundial, con centros importantes como Beirut, Dakar, Hong Kong y Bombay, absorbe vastas cantidades el metal, lo que no puede sorprender a nadie, puesto que espera una utilidad de 1000 dólares a cualquiera que pueda cruzar una frontera con un solo lingote del tamaño de una barra de chocolate.

   Aunque hoy ninguna nación usa monedas de oro, algunas siguen acuñándolo para satisfacer la enorme demanda. Inglaterra, por ejemplo, produce brillantes libras esterlinas que se venden muy bien en los bazares de Asia. Los ciudadanos particulares franceses, que pueden comprar monedas de oro legalmente en cualquier banco y que las consideran como el mejor seguro contra los desastres, guardan cerca de una cuarta parte del oro mundial (15.000 millones de dólares) en alacenas, frascos y colchones.

   Durante siglos los hombres de ciencia aseguraron que se puede producir oro artificialmente, por trasmutación, aunque no sabían cómo hacerlo. Los alquimistas buscaron en vano la “piedra filosofal”, para convertir en oro los metales corrientes. Hoy, con ciclotrones en vez de crisoles y mediante la fisión nuclear, podemos realizar aquel antiguo sueño…, pero no es recomendable como diversión: el físico tendría que empezar con plomo o con platino y acabaría produciendo una pepita de oro del tamaño de una cabeza de alfiler, con un costo equivalente al precio de varias toneladas de oro natural. No obstante, sería auténtico oro hecho por el hombre.

   Los geólogos nos aseguran que, aun quedando todavía oro suficiente en los yacimientos que se explotan en la actualidad, no es probable que en lo futuro se descubran nuevas minas de cierta importancia; en nuestra busca constante, ningún campo aurífero se ha pasado por alto.

   Ahora bien, sea que la producción baje o aumente, o que los precios suban o se dejen flotar, la demanda de oro siempre será superior a la oferta. El amarillo metal seguirá fascinando al hombre como lo ha hecho durante 6000 años.
-- Ernest HAUSER.

jueves, 23 de agosto de 2012

MÚSICA SACRA RUSA.

La Iglesia Ortodoxa Rusa ha sido una fuente de inspiración para Stravinsky, Tchaikovsky y Rachmaninov. ¿En qué consiste la fascinación de una de las músicas más misteriosas del mundo?

ROMPIENDO CON EL CÓDIGO
La gente lo solía llamar “el Credo ruso”, pero el cliente de la tienda de discos del barrio pedía “esos monjes rusos”. Un disco que adquirió una enorme popularidad en l9os años cincuenta, oído hasta la saciedad en programas musicales de Europa Occidental. La letra del Credo ruso era entonada con veneración por una mezzosoprano, con el tono y la intensidad de su voz creciendo frase a frase, apoyada por un coro en bajos profundos y sepulcrales. Un sonido escalofriante que parecía proceder de siglos atrás, del más remoto pasado ruso. Cualquiera podía leer en el disco que el autor era Gretschaninov, y se imaginaba que éste era un pío y recoleto monje ruso que vivió en la Edad Media. No obstante, Aleksandr Tikhonovich Gretschaninov aún vivía cuando el disco estaba de moda, afincado en Nueva York.

Ecos de antigüedad. Aunque nunca haya oído ese disco, seguro que ha oído algo similar. En Rachamaninov por ejemplo: no sólo en sus grandes obras religiosas corales, donde es de esperar que encontremos ecos de canto antiguo, sino en varias de sus obras mayores para concierto, como la Primera Sinfonía o las Danzas Sinfónicas. En Boris Godunov de Mussorgsky, cuando se oye a los monjes cantar fuera del escenario, pero también cuando el Zar agonizante instruye a su hijo sobre cómo proteger la verdadera fe y honrar a los santos. Stravinsky nunca olvidó las melodías de la Iglesia rusa; las evoca en un ritual medio sacro medio pagano en las escenas coreográficas de Les Noces, y su recuerdo está presente incluso en sus últimas obras, serialistas. Tchaikovsky compuso música litúrgica con el espíritu de estas melodías, y en su última sinfonía, la Patética, la febril intensidad de la sección de desarrollo del primer movimiento apenas ha empezado cuando la música hace una pausa y los metales anuncian una coral solemne: un canto tradicional de la Misa Ortodoxa de Requiem: “Cristo, da a tu siervo paz espiritual entre tus santos”.

   Incluso el ateo Rimsky-Korsakov utilizó las melodías de los cantos ortodoxos en su Obertura del Festival de la Pascua Rusa, ya que consideraba que la música de la Pascua rusa era sumamente conmovedora y porque reflejaba ceremonias paganas. Para él, como para tantos otros rusos, estos cantos no sólo evocan la religión de su país, sino su antigüedad. Pero ¿de cuándo datan? Rusia se convirtió al cristianismo mucho más tarde que Europa occidental y meridional; la fecha tradicional que se da es el 988 d.C.; los misioneros que la evangelizaron procedían en su mayor parte de Grecia, y llevaron consigo los cantos bizantinos, por supuesto en la única forma de notación musical disponible en la época, que por cierto era bastante ambigua: un galimatías de puntos, guiones y líneas llamados neumas. Las melodías traídas por esos monjes estaban diseñadas para ser cantadas en griego; sin duda fueron alteradas, quizá incluso en gran medida, cuando fueron adaptadas a las letras eslavas. Con los siglos estos cantos cambiaron y se desarrollaron de forma extensiva, quizá recogiendo influencias de la música popular profana. Sabemos que había repertorios vocales según las diversas regiones, repertorios por cierto independientes dada la enorme extensión del país.

   Mientras ocurría todo esto fue inventado nuestro sistema de notación musical, mucho más preciso, pero Rusia, aislada del resto de Europa, tardó siglos en adoptarlo: no lo haría hasta fecha tan tardía como el siglo XVIII. Rusia continuó utilizando neumas durante siglos, pero durante ese período cambiaron sus significados y se añadieron nuevos, algunos de ellos sumamente elaborados. Incluso un erudito occidental muy versado en notación musical rusa habría encontrado indescifrables los manuscritos de cantos rusos. La situación se tornó tan confusa que la iglesia ortodoxa acabó por instaurar unas reformas que hicieron que los neumas fueran más fáciles de leer; pero estas reformas sólo consiguieron cierto éxito a finales del siglo XVII. La consecuencia es que aunque hay manuscritos de cantos rusos, los únicos que pueden ser leídos con certeza son los más antiguos (que pueden ser comparados directamente con el canto bizantino) y los más modernos, posteriores a la reforma del XVII.

    De una  época oscura a otra. Esto crea un enorme vacío musical. Aunque muchas melodías tradicionales “famosas” pueden ser muy antiguas, en la práctica no podemos remontarlas más allá de 1700; y en esta época los rusos habían dejado de utilizar la monodía para cantar en una armonía de cuatro partes. Esto se debió a la fuerte influencia en primer lugar de la música eclesiástica alemana del norte, y más tarde por la de los italianos, de los cuales tomaron la voz “concerto” para referirse a las piezas más elaboradas. Incluso en la época de mayor occidentalización el resultado sonaba intensamente ruso, en parte gracias a que los bajos rusos habían cultivado el extremo más bajo del registro vocal, alcanzando notas una octava más allá de lo que un bajo occidental consideraría el límite.

   Para preservar su música de la influencia extrajera –muchos ultraortodoxos consideraban a la polifonía una “herejía romana”- la iglesia rusa publicó una colección oficial de cantos tradicionales en 1774, y el emperador Pablo intentó prohibir los “conciertos”. Pero el gusto por las armonías ricas ya se había  asentado, y era muy difícil de erradicar. Peor aún: los propios cantos antiguos habían sido “armonizados” de una forma que debía más a las reglas occidentales puras y duras que a las mismas melodías, que quedaron distorsionadas a consecuencia del proceso. Sólo a finales del siglo XIX empezó a aparecer algo parecido a una armonización “auténtica” de esas melodías. Pero para entonces ya habían coexistido con los “conciertos” del siglo XVIII y con las composiciones del estilo de Sphor o Mendelssohn, que ya parecían “tradicionales” a los ojos de muchos rusos. Los dos grandes eventos de la historia moderna de la música ortodoxa rusa tuvieron lugar en el mismo año. La revisión final del repertorio oficial de canto organizado de la Iglesia Ortodoxa (el Obijod) y la composición de las Vísperas de Rachmaninov, obra basada en melodías tradicionales de esta colección. Ambos aparecieron en 1915, año en el que la música ortodoxa rusa estaba a punto de entrar en otra época oscura.

Si desea internarse en este interesante mundo de la música sacra , una excelente elección es la serie de Douphon sobre estos cantos corales:
Ostergesänge der Russich-Ortodosen Kirche (Cantos de la iglesia ortodoxa rusa) Con obras de Balakirev, Nikolski, Tchaikovsky, Tschesnokov.

Gesänge der Bulgarisch-Ortodoxen Kirche von Dobri Cristow (Cantos de la iglesia ortodoxa búlgara de Dobri Christov)
Gesänge der Russisch-Ortodoxen Kirche von Alexander Gretschanikow (Cantos de la iglesia ortodoxa rusa de Alexander Gretschanikov
Liturgie des St. Johann Chrysostomos Opus 31 von Sergej Rachamaninow (Liturgia de San Juan Crisóstomo Opus 31 de Serguei Rachmaninov)
Gesamt Ausgabe der Geistlichen Komposisitionen von N. Rimski-Korsakow (Compendio de composiciones religiosas de Rimski-Korsakov).
AUDIOCLÁSICA.

miércoles, 22 de agosto de 2012

DE "LAS MÁS BELLAS ORACIONES DEL MUNDO": Dios, fortalece nuestra debilidad /Tomás de KEMPIS.




                      DIOS, Padre nuestro,
                       somos muy frágiles
                        y poco dispuestos
                      a toda tarea virtuosa
                             y valerosa.
                  Fortalece nuestra debilidad,
                           te suplicamos,
                       para que podamos
                     actuar valientemente
                  en esta guerra espiritual;
                     ayúdanos a superar
                la negligencia y la cobardía,
                y defiéndenos de la traición
              de nuestros corazones infieles;
               por Jesucristo, Nuestro Señor.

                            -- Cristianismo, Tomás de KEMPIS.


martes, 21 de agosto de 2012

"LA PRESENCIA DE DOÑA MARÍA JULIA": RÍO MOCHE CANTARINO.

                                               RÍO, que naces en la plácida laguna de
Callacuyán, en la alta Quiruvilca. Al escaparte de ella, eres como una cadenita de plata que se va engrosando al correr de arriba hacia abajo. Calladito, vas haciendo un intento de gorjeo, como niño amamantado por mamá. Así te veo, mi querido río Moche.

    Río, te enriqueces de manantiales, de granizadas, de torrentes. Casi siempre llevas agua que viertes en los campos o en las quebradas. Después de vaciarte en las acequias y de regar el valle de Santa Catalina, depositas tus aguas sobrantes en la bocana de Las Delicias y éstas van al mar. Eres un río irregular, pues tu caudal se desperdicia en el verano y baja muy menguado en el invierno.

   Río, vas creciendo, y en tu bajada te ondulas también como una culebrita de azulado color. Tú corres entre peñascos, triturando las piedras que se hacen cascajo y arenilla para servir al constructor. Cuando, manso, nos atraes por tu serena tranquilidad. Por eso siendo niños, remangados y descalzos, te horadábamos buscando en tus aguas pececillos y camarones que cogíamos con las manos. En casa buscábamos sal, limones, camotes para preparar el cebiche o el caldillo de licitas y camarones. Así lo hacen mis paisanas, las ágiles y alegres mocheras, herederas de laboriosos mochicas y aguerridos chimúes, etnias que superviven con orgullo, valentía y dignidad.

   Río, nos invitas a quererte, a entrar en tus aguas, a caminar siguiendo tu corriente. Todo en ti es alegría, es amor hecho canción. Por eso te quiero, río cantarino, serpenteando cristalino, cual veta de argentado metal que deslumbra la linda, alegre y rica campiña mochera.

   Bendecimos que nos riegues los cultivos; la alfalfa, los zapallos, las arvejas, los camotes, las yucas, los repollos, los tomates, las lentejas, las caiguas, las lechugas, el maíz, los naranjos dulces, la naranja agria, el limón dulce, el limón sutil; los verdes cañaverales, los piñales, los guayabos, los guabos, los guanábanos, las ciruelas cansa boca, los pepinos, los membrillos, los manguitos, los higos, el plátano manzanito, las lúcumas. Qué decir de las flores: los rosales, las diamelas, los margaritones, los jazmines, los claveles, las margaritas,  los doguitos, las dalias y los alhelíes…

   De mayo a noviembre eres suave, dulce, tranquilo; invitas a soñar, a meditar. Nos dicen que tus aguas ya no son las mismas de ayer; que las han envenenado los residuos del metal extraído de las minas. No es posible; se hace necesario que se remedie tanto mal, pues perjudica a la agricultura del floreciente, hospitalario, saludable, valle Moche.

   Río, llega el verano, creces; te haces ancho, caudaloso, voraz. Tus aguas se vuelven bravas, turbias, como la chicha de jora endulzada con chancaca de Tomabal que las mujeres oriundas preparan sin igual. No gorjeas, ruges; no besas las orillas, erosionas la tierra de los valles que recorres. Tu voz de arrullo lleva ahora un mensaje destructor: arrastras la tierra fértil y, a cambio, dejas piedras y arena que saben a desolación.

   Esto hace que el labriego te diga en su canción: “Lleva río, mi esperanza, lleva río, mi ilusión; recorre el verde valle, repitiendo en tu murmullo mi canción”. Y al rendir homenaje al santo patrón San Isidro Labrador, yo también le pido que te conserve cantarino y verde, y que regando la campiña la colmes siempre de frutales, de verduras y de flores.
   Declaro a los cuatro vientos que te quiero, río Moche, pero te quiero siempre cantarino.

   -- María Julia LUNA TIRADO.