jueves, 31 de octubre de 2013

DOS FUERZAS EN TENSIÓN: LA AUTO-AFIRMACIÓN Y LA INTEGRACIÓN / Leonardo BOFF

                                               Biológicamente los humanos somos seres carentes (Mangelwesen). No estamos dotados de ningún órgano especializado que nos garantice la supervivencia o nos defienda de los peligros, como ocurre con los animales. Algunos biólogos llegan a decir que somos un «animal enfermo», un “faux pas”, (un paso en falso), un «paso» (Übergang) hacia otra cosa, y por eso nunca fijado, enteros pero incompletos.

   Tal verificación nos obliga continuamente a garantizar nuestra vida mediante el trabajo y la intervención inteligente en la naturaleza. De este esfuerzo nace la cultura que organiza de forma más estable las condiciones infraestructurales y también humano-espirituales para vivir humanamente en sociedad.

   Hay que añadir todavía otro dato, presente también en todos los seres del universo, pero que adquiere especial relevancia a nivel humano. Existen dos fuerzas: una es la autoafirmación, y la otra la integración, que actúan siempre en conjunto en un equilibrio difícil y siempre dinámico.

   Por la fuerza de la autoafirmación cada ser se centra en si mismo y su instinto es conservarse, defendiéndose frente a todo tipo de amenaza contra su integridad y su vida. Nadie quiere morir; quiere vivir, evolucionar y crecer. Esta fuerza explica la persistencia y la subsistencia del individuo.

   En este punto necesitamos superar totalmente el darwinismo social según el cual solamente los más fuertes triunfan y permanecen. Es esta una media verdad que está a contramano del proceso evolutivo. Este no privilegia a los más fuertes y adaptables. Si fuera así, los dinosaurios estarían todavía entre nosotros. El sentido de la evolución es permitir que todos los seres, también los más vulnerables expresen virtualidades latentes dentro de la evolución. Este es el valor de la interdependencia de todos con todos y de la solidaridad cósmica. Todos, débiles y fuertes, se ayudan para coexistir y coevolucionar.

   Por la fuerza de la integración, el individuo se descubre envuelto en una red de relaciones, sin las cuales, sólo como individuo no viviría ni sobreviviría. El individuo existe, pero viene de una familia, forma parte de un grupo de trabajo, vive en una ciudad y habita en un país con un tipo de organización social. Está ligado a toda esta cadena de relaciones. Así todos los seres están interconectados y viven unos por los otros, con los otros y para los otros. El individuo se integra, pues, por naturaleza, en un todo mayor. Y aunque el individuo muera, el todo garantiza que la especie continúe permitiendo que otros representantes vengan a sucedernos.

   Es sabiduría humana reconocer que llega cierto momento de la vida en el cual la persona debe despedirse para dejar lugar, hasta físicamente, a los que vendrán.

   El universo, los reinos, los géneros y las especies y también los individuos humanos se equilibran entre estas dos fuerzas: la de autoafirmación del individuo y la de integración en un todo mayor. Pero este proceso no es lineal y sereno; es tenso y dinámico. El equilibrio de las fuerzas nunca es algo dado, sino por algo por hacer y ser alcanzado en todo momento.

   Y aquí entra el cuidado responsable. Si no cuidamos, puede prevalecer la autoafirmación del individuo a costa de una insuficiente integración y entonces predomina la violencia y la autoimposición, o por el contrario, puede triunfar la integración a costa del debilitamiento y hasta la anulación del individuo y entonces gana la partida el colectivismo y el achatamiento de las individualidades. El cuidado aquí se traduce en la justa medida y en la autocontención para no privilegiar ninguna de estas fuerzas.

   Efectivamente, en la historia social humana, han surgido sistemas que o bien privilegian el yo, el individuo, su desempeño, su capacidad de competición y la propiedad privada como es el caso del orden capitalista o bien hacen prevalecer el nosotros colectivo, la cooperación y la propiedad social como es el caso del socialismo real que fue ensayado en la Unión Soviética y todavía se mantiene, en parte, en China.

   La exacerbación de una de estas fuerzas en detrimento de la otra, lleva a desequilibrios, conflictos, guerras y tragedias sociales y ambientales. En lo que se refiere al medio ambiente, tanto el capitalismo como el socialismo fueron depredadores y empeoraron las condiciones de vida de la mayoría de las poblaciones. En ambos sistemas desapareció el cuidado responsable para dar lugar a la voluntad de poder, al enfrentamiento entre ambos e incluso a la brutalidad en las relaciones mundiales, rivalizando en la carrera armamentista y la dominación del mundo.

   ¿Qué reto se le plantea al ser humano? El del cuidado responsable de buscar el equilibrio construido conscientemente y hacer de esta búsqueda un propósito, una actitud de base y hasta un proyecto político. Portador de conciencia y de libertad, el ser humano tiene esta misión que lo distingue de los demás seres. Sólo él puede ser un ser ético, un ser que cuida de sí y que se responsabiliza de la comunidad de vida. Él puede ser hostil a la vida, situarse como individuo dominador sobre las cosas, pero también puede ser el ángel bueno que se siente integrado en la comunidad de vida, al lado de las cosas. Depende de su empeño mantener el equilibrio entre la autoafirmación y la integración en un todo y no permitir que fuerzas desgarradoras dirijan la historia.


   Por ser ético, debe colocarse al lado de aquellos que tienen dificultades en autoafirmarse y así sobrevivir e impedir una integración que destruye las individualidades en nombre de un colectivo amorfo. Es la síntesis a ser siempre construida.

- Leonardo  BOFF / 30-octubre-13

sábado, 26 de octubre de 2013

EL MUNDO EN QUE VIVIMOS ES ECOCIDA / Leonardo BOFF

   El 27 de septiembre algunos cientos de científicos, el Panel 
Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), se reunieron en 
Estocolmo para evaluar el nivel de calentamiento global, y nos trasmitieron 
datos preocupantes: «las concentraciones de dióxido de carbono (CO2), de 
metano (CH4) y de óxido nitroso (N2O), principales responsables del 
calentamiento global, superan ahora considerablemente las concentraciones 
más altas registradas en núcleos de hielo durante los últimos 800.000 años».
La actividad humana ha influido en este calentamiento con una certeza del 
95%. Entre 1951 y 2010 la temperatura aumentó entre 0,5 °C y 1,3 °C y en 
algunos lugares ya ha alcanzado los 2 °C. Las previsiones para Brasil no son 
buenas: a partir de 2050 podemos tener verano permanente durante todo el año. 

   Esta temperatura puede tener efectos devastadores para muchos 
ecosistemas y para los niños y personas mayores. Los científicos del IPCC 
hacen una súplica apasionada a la gente para iniciar una acción inmediata 
a nivel mundial en términos de producción y de consumo que puedan detener 
este proceso y reducir sus efectos nocivos. Como dijo uno de los coordinadores
del informe final, el suizo Thomas Stocker: «La pregunta más importante no es 
dónde estamos hoy, sino dónde estaremos en 10, 15 o 30 años. Y eso depende
de lo que hagamos hoy».

    Al parecer, se está haciendo muy poco o nada de forma articulada y global. Los intereses económicos de acumulación ilimitada a costa del agotamiento de los bienes y servicios naturales prevalecen sobre las preocupaciones por el futuro de la vida y la integridad de la Tierra.

   La percepción fundamental que uno tiene al leer el resumen de 31 páginas es que vivimos en una especie de mundo que destruye sistemáticamente la capacidad del planeta para sostener la vida. Nuestra forma de relacionarnos con la naturaleza y con la Tierra en su conjunto es ecocida y geocida. Siguiendo en esta dirección, seguramente vamos a conocer una tragedia ecosocial.

  El propósito de un sinnúmero de grupos, movimientos y activistas se concentra en la identificación de nuevas formas de vivir de manera que garanticemos la vida en su gran diversidad y que vivamos en armonía con la Tierra, con la comunidad de la vida y con el cosmos.

   En un trabajo que nos llevó más de diez años de investigación intensiva, a un educador experto en cosmología moderna Marcos Hathaway, canadiense, y a mí, tratamos de ensayar una reflexión cuidadosa que incluyese la contribución de Oriente y Occidente a fin de delinear una dirección viable para todos. El libro se llama: "El Tao de la Liberación: Explorando la Ecología de Transformación" (Voces 2012). Fritjof Capra le hizo un hermoso prólogo y la comunidad científica norteamericana ha recibido la edición en inglés con beneplácito, pues el Instituto Nautilus nos concedió en 2010 la medalla de oro en Ciencia y Cosmología.

   Nuestra investigación parte de la siguiente observación: hay una aguda patología inherente al sistema que actualmente domina y explota el mundo: la pobreza, la desigualdad social, el agotamiento de la Tierra y el fuerte desequilibrio del sistema-vida. Las mismas fuerzas e ideologías que explotan y excluyen los pobres también están devastando toda la comunidad de vida y socavando las bases ecológicas que sostienen el planeta Tierra.

   Para salir de esta situación trágica estamos llamados, de una manera muy real, a reinventarnos como especie. Para ello necesitamos sabiduría que nos lleve a una profunda liberación/transformación personal, pasando de señores sobre las cosas a hermanos y hermanas de las cosas. Esa transformación implica también una liberación/reinvención colectiva a través de otro diseño ecológico, que nos impulse a respetar y a vivir de acuerdo con los ritmos de la naturaleza. Debemos saber qué extraer de ella para nuestra supervivencia colectiva y cómo aprender de ella, pues ella se estructura sistémicamente en redes de inter-retro-relaciones que aseguran la cooperación y la solidaridad de todos con todos y dan sostenibilidad a la vida en todas sus formas, especialmente a la vida humana. Sin esta cooperación/solidaridad nuestra con la naturaleza y con los seres humanos, no encontraremos una salida eficaz.

   Sin una revolución espiritual (no necesariamente religiosa) que envuelva otra mente (nueva visión) y un nuevo corazón (nueva sensibilidad) en vano buscaremos soluciones meramente científicas y técnicas. Estas son indispensables, pero integradas dentro de otro marco de principios y valores que son la base para un nuevo paradigma de civilización.

   Todo esto está dentro de las virtualidades del proceso cosmogénico y también dentro de las posibilidades humanas. Es importante creer en tales realidades. Sin la fe y la esperanza humanas no vamos a construir un arca salvadora para todos.
- Leonardo BOFF / 25-octubre-13

viernes, 25 de octubre de 2013

EL DON DE EFICACIA / WILSON / Antenor ORREGO

La proporcionalidad entre los anhelos y los medios de realización engendra la eficacia de la obra. Es entonces cuando el ideal hecho esperanza se torna en realidad. El pensamiento se resuelve en hecho; la voluntad moldea en acción y el suceso. El pasado y el porvenir se abrazan, se estrechan, se constriñen, se funden, al conjuro de no sé qué misteriosa coincidencia, de no se qué predestinada conjunción. El primero para ser depurado de su sustancia efímera e incorporarse definitivamente en el alma universal; el segundo para recibir su fecundación y abrir nuevas posibilidades de perfeccionamiento y selección al espíritu humano. Los acontecimientos se precipitan con fulmínea violencia cargados de significación y de patética grandeza, cual convocados por los dioses para rematar y definir una etapa. Son las horas intensas, excesivas y trágicas de una civilización. En ellas se percibe con más entera precisión el majestuoso y pavoroso vocerío de los siglos, el vivaz y ululante rumor de las civilizaciones selladas y consagradas ya para siempre.

   La humanidad está preparada para recibir el advenimiento de una nueva era. Lentamente, ascendiendo su calvario de lágrimas y de duelos, ha vivido cada una de las verdades que en prestancia espiritual, vuelve a plantearse en nueva y trágica ecuación, para arrancar una más depurada expresión de su esencia perdurable. La incógnita que yace esparcida y disgregadas en todo el mundo, y que constituye la justicia de una época, se integra y se formula en el corazón, en la voluntad, en la acción y el pensamiento de un predestinado. El fátum de la máxima eficacia espiritual ha presidido el nacimiento de este hombre, que es reflejo del alma universal y, por consiguiente, la mayor autoridad moral y justiciera del humano linaje en un periodo determinado. Su potestad ética hace posible la colaboración y el concurso de todas las razas. De allí la plena eficacia de su obra. Su acción, tanto como su palabra y su pensamiento, expresa la justicia de su tiempo, la revela en su proporcionalidad actual, en su nuevo planteamiento de valores espirituales. La justicia de hoy no es la justicia de ayer. Es una verdad fluida y relativa que solo se cristaliza con la vida. Es a su vez una ecuación cuyos términos varían. El concepto abstracto solo existe como ente de razón y, por consiguiente, no influye en la creación de la historia. Cada época dicta sus términos propios, que reclaman una nueva solución; y así la justicia de ayer, acatando la libertad contemporánea, puede convertirse en la injusticia de hoy y en la tiranía de mañana. No hay, no puede haber, un dogma de la justicia que sea realmente vital.

   El problema de la justicia es pues siempre el problema central de una época, el eje de la historia. Se puede medir la intensidad y fineza espiritual de una civilización por las soluciones que de ella formula.


   El presidente Wilson, colocado en lo más alto solio de una poderosa democracia, director supremo de un conjunto de fuerzas materiales y espirituales que podía balancear  cualquier potencia del mundo, exaltado en momentos en que chocaban y se equilibraban dos concepciones radicalmente diferentes de la historia, y en circunstancias en que los intereses económicos de su patria coincidían con los intereses morales de la humanidad, dueño además de una extraordinaria sensibilidad ideológica y de un profundo sentido histórico, reunió la justa proporción de anhelos y de medios de realización para asumir la máxima eficacia de un ideal. Tal vez sea el único caso en la historia, caso estupendo y maravilloso en que las misteriosas manos del destino, o las ciegas fuerzas del azar, pusieron al arbitrio de un solo hombre la mayor suma de poder material, espiritual y moral de una época. La razón humana es impotente para seguir y explicar, paso a paso, el grandioso proceso, la ruta arcana e innumerable en que los designios de la historia se patentizan con inequívoca clarividencia. Fuerza es pensar en una predestinación, en una potencia inmanente, en una providencia histórica que rebasa la pujanza y las capacidades de nuestro pensamiento. Nos encontramos cara a cara al gran misterio del mundo y de la vida, del cual la criatura humana no parece ser sino un juguete mezquino. 

miércoles, 23 de octubre de 2013

LIONEL HAMPTON: "LA MAGIA DEL RITMO"

EL VIBRÁFONO es un instrumento de láminas de metal suspendidas horizontalmente como las teclas del piano y, debajo de ellas, unos tubos verticales que amplían el sonido como el de un órgano. Sin duda alguna, el rey de este instrumento es Lionel Hampton, que tocaba la batería y el piano, necesarios para el dominio de este instrumento. Con gran personalidad y un sentido rítmico impresionante, mantenía al público totalmente atento con su vitalidad, en algunos casos un poco alocada. Estas son algunas de sus cualidades.

   Lionel Hampton nació el 12 de abril de 1913, en Louisville (Kentucky).  A caballo entre Alabama y Chicago, es educado por las monjas dominicas en la St. Elizabeth High School, donde inicia el estudio de la batería; después de unos años, empieza tocando en los pequeños clubes de los alrededores, continuando sus estudios, hacia 1928, en la universidad del sur de California, en Los Ángeles, siendo el piano y la batería sus principales asignaturas.

   En 1930, inicia sus primeras grabaciones, participando también como batería en la orquesta de Le Hite, colaboradora de Louis Armstrong en New Cotton Club, éste es el momento crucial en la vida de Hampton ya que, por sugerencia de Armstrong, es la primera vez que un vifráfono participa en un combo de Jazz. Esto significó el lanzamiento para el instrumento y para el propio Lionel Hampton. A partir de ese momento y ya en solitario, empieza a tocar sin parar, iniciando triunfo tras triunfo, su época dorada. En 1936, es contratado por la orquesta de Benny Goodman, junto a Teddy Wilson y Gene Krupa.


   Seguidamente grabará para RCA (1941) un sinfín de títulos con los más grandes del Jazz: Basie, Ellington, Goodman, Benny Carter, Johnny Hodges, Dexter Gordon, Johnny Griffin, Webster y Dinah Washington. Trabajó por los festivales del mundo haciendo las delicias de muchos.  

lunes, 21 de octubre de 2013

DONOSO CORTÉS (FISONOMÍAS) / Alfonso JUNCO

ESTAMOS en presencia de un espíritu genial. Donoso Cortés, filósofo y artista, apóstol simultáneo de la verdad y de la belleza, no es el genio paciente de Balmes, suma de toda ecuanimidad, que desciende benévolo hasta el lector, le da la mano y le va desbrozando el camino con la hoz de su lógica precisa, para llevarle seguro a la meta de persuasión. Donoso expone comprensivo y lúcido, y de un vuelo de águila llega a la cumbre fulgurante. Que le siga quien pueda.
            De allí, en visión universal y sintética, señorea el conjunto de la vida, los problemas eternos y temporales, hondamente ligados, porque “en el fondo de toda gran cuestión política hay siempre una gran cuestión teológica”, y arroja haces de luz, como regueros de simientes, sobre todos los abismos. “Las palabras son a manera de semillas. Yo se las doy a los vientos, y dejo al cuidado de Dios que las mande caer, según sea su voluntad, sobre rocas estériles o sobre tierras fecundas”.

            Todo es grande en el marqués de Valdegamas: la vastedad del plan, la hondura de la visión, la valentía del pensamiento, la rotundidad de la conclusión, alentando anchamente en la maravilla de su estilo, la indeclinable majestad y soberana armonía, que hace exclamar a Menéndez y Pelayo: “donde él está, sólo los reyes entran”. Y la grandeza del pensamiento y de la pluma, arrebatada a instantes por la inspiración, penetra los misterios más obscuros, vuela por las regiones pavorosas donde se paraliza el respirar, y rompe triunfalmente las fronteras de lo sublime.

            Escuchémosle hablando de la gracia:
            “¿Quién señalará los linderos de ese imperio espiritual, entre la voluntad divina y el libre albedrío del hombre? ¿Quién dirá cómo concurren sin confundirse y sin menoscabarse? Sólo sé una cosa, Señor: que pobre y humilde como soy, y grande y potente como eres, me respetas tanto como me amas, y me amas tanto como me respetas. Sé que no me abandonarás a mí mismo, porque por mí mismo nada puedo, sino olvidarte y perderme; y sé que al tenderme la mano que me salva, me la tenderás tan blanda, tan cariñosa y tan suave, que no la sentiré venir. Tú eres como silbo de viento delgado en lo suave, como aquilón en lo fuerte. Soy llevado por Ti libremente, como mecido por viento delgado. Me llevas como si me empujaras; pero no me empujas, sino que me solicitas. Yo soy el que me muevo, y, sin embargo, Tú te mueves en mí. Tú vienes a mi puerta y vuelves a llamar: sé que puedo no responderte y perderme; sé que puedo responderte y salvarme; pero sé que no podría responderte si Tú no me llamaras, y que cuando respondo, respondo lo que me dices, siendo tuya la pregunta, y tuya y mía la respuesta.

            “Sé que eres como la madre, y yo como el niño pequeñuelo en quien la madre infunde el deseo de andar, y luego le da la mano para que ande, y después le da un beso en la frente porque deseó andar y anduvo con la ayuda de su mano”.


            Vino al mundo el 6 de mayo de 1809, en el Valle de la Serena, pueblo de Extremadura donde se refugiaron sus padres empujados por la invasión napoleónica. Muere el 3 de mayo de 1853.

viernes, 18 de octubre de 2013

ÁMAME / Anónimo

Ámame…
Ámame porque trato de tocar la vida dentro del marco de la incertidumbre.

Ámame en la sombra de mis indecisiones mientras trato de adquirir sabiduría.

Ámame en el silencio de mis penas y en el ruido de mis confusiones.

Ámame por el sentimiento de mi corazón no por los temores de mi mente.

Ámame en mi búsqueda de la verdad aunque pueda caer en el engaño.

Ámame mientras persigo mis sueños a veces retrasados por ilusiones.

Ámame mientras llego a conocerme a mí mismo aún durante los tiempos difíciles.

Ámame porque yo busco la armonía de Dios no la discordia del hombre.

Ámame porque nuestro tiempo juntos será empleado haciendo crecer el mundo en bondad y comprensión.
Ámame no con expectación sino con esperanza… Yo te amaré igual.

-Anónimo.

LA TRADICIÓN DE JESÚS versus LA RELIGIÓN CRISTIANA / Leonardo BOFF

PARA comprender adecuadamente el cristianismo es necesario hacer distinciones, aceptadas por la mayoría de los estudiosos. Así, es importante distinguir entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe. Por Jesús histórico se entiende al predicador y profeta de Nazaret tal como existió realmente bajo César Augusto y Herodes. El Cristo de la fe es el contenido de la predicación de sus discípulos, que lo ven como el Hijo de Dios y el Salvador.

   Otra distinción importante que hay que hacer es entre el Reino de Dios y la Iglesia. Reino de Dios es el mensaje original de Jesús. Significa una revolución absoluta redefiniendo las relaciones de los seres humanos con Dios (hijos e hijas), con los otros (todos hermanos y hermanas), con la sociedad (centralidad de los pobres), y con el universo (la gestación de un nuevo cielo y una nueva tierra). La Iglesia ha sido posible debido a que Jesús fue rechazado y, por eso, no se realizó el Reino. Se trata de una construcción histórica, que trata de llevar a cabo la causa de Jesús en las diferentes culturas y épocas. La encarnación dominante es en la cultura occidental, pero también se ha encarnado en la cultura oriental, en la copta y en otras.

   También es importante distinguir la Tradición de Jesús y la religión cristiana. La Tradición de Jesús se sitúa con anterioridad a la redacción de los Evangelios, aunque esté contenida en ellos. Los Evangelios fueron escritos entre 30 y 60 años después de la ejecución de Jesús. En ese tiempo intermedio ya se habían organizado comunidades e iglesias, con sus tensiones, conflictos internos y formas de organización. Los Evangelios reflejan y toman partido dentro de esta situación. No pretenden ser libros históricos, sino libros de edificación y de difusión de la vida y del mensaje de Jesús, como el Salvador del mundo.

   Dentro de esta maraña, ¿qué significa la Tradición de Jesús? Es ese núcleo duro, el contenido que cabe en una cáscara de nuez y que representa la intención original y la práctica de Jesús (ipsissima intentio et acta Jesu) antes de las interpretaciones que se le hicieron. Se puede resumir en los siguientes puntos: En primer lugar viene el sueño de Jesús, el Reino de Dios, como una revolución absoluta de la historia y del universo, propuesta conflictiva pues se oponía al reino del César. Después, su experiencia personal de Dios que trasmitió a sus seguidores: Dios es Padre (Abba), lleno de amor y ternura. Su característica especial es ser misericordioso, ama a los ingratos y malos (Lucas 6,35). Luego predica y vive el amor incondicional que pone a la misma altura que el amor a Dios. Otro punto es dar centralidad a los pobres e invisibles. Ellos son los primeros destinatarios y beneficiarios del Reino, no por su condición moral, sino porque se les priva de la vida, lo cual lleva al Dios vivo a optar por ellos. En el comportamiento que tengamos con ellos se decide si heredamos o no la salvación (Mt 25 ,46). Otro punto importante es la comunidad. Él escogió a doce para vivir con él; este número doce es simbólico: representa la reunión de las 12 tribus de Israel y la reconciliación de todos los pueblos, hechos Pueblo de Dios. Por último, el uso del poder. Sólo se legítima aquel uso que es servicio a la comunidad y el portador de poder debe buscar siempre el último lugar.

   Este conjunto de valores y visiones es la Tradición de Jesús. Como se deduce, no se trata de una institución, doctrina o disciplina. Lo que Jesús quería era enseñar a vivir y no crear una nueva religión con feligreses piadosos de una institución. La Tradición de Jesús es un sueño bueno, un camino espiritual que puede adquirir muchas formas y que puede tener también seguidores fuera de lo religioso y eclesial.

   La Tradición de Jesús se transformó a lo largo de la historia en una religión, la religión cristiana: una organización religiosa en forma de distintas Iglesias, especialmente la Iglesia romano-católica. Éstas se caracterizan por ser instituciones con doctrinas, disciplinas, determinaciones éticas, formas rituales de celebración y cánones jurídicos. La Iglesia católica romana en concreto se organizó en torno a la categoría del poder sagrado (sacra potestas), concentrándolo en manos de una pequeña élite que es la jerarquía con el Papa a la cabeza, con exclusión de los laicos y de las mujeres. Ella detenta las decisiones y el monopolio de la palabra. Es jerárquica y creadora de grandes desigualdades. Se identificó ilegítimamente con la Tradición de Jesús.

   Este tipo de tradición histórica cubrió de cenizas gran parte de la originalidad y del encanto de la Tradición de Jesús. Por eso todas las Iglesias están en crisis, pues no son “alegría para todo el pueblo” (Lc 2,11) como lo fueron en sus inicios.

   Jesús mismo, vislumbrando este desarrollo, advirtió que de poco sirve observar las leyes “y no preocuparse de lo más importante que es la justicia, la misericordia y la fe; esto es lo que importa, sin dejar de hacer lo otro” (Mt 23,23).

   Actualizando: ¿En qué reside la fascinación de la figura y de los discursos del Papa Francisco? En que se liga directamente a la Tradición de Jesús. Afirma que “el amor está antes que el dogma y el servicio a los pobres antes que las doctrinas” (Civiltà Cattolica). Sin esta inversión el cristianismo pierde “la frescura y la fragancia del Evangelio”, se transforma en una ideología religiosa y se convierte en una obsesión doctrinaria.


   No hay otro camino para recuperar la credibilidad perdida por la Iglesia, sino volver a la Tradición de Jesús, como lo hace sabiamente el Papa Francisco.

- Leonardo BOFF / 18-octubre-13

jueves, 17 de octubre de 2013

EL DÍA FESTIVO POR EXCELENCIA...



DE "LAS MÁS BELLAS ORACIONES DEL MUNDO"


SEÑOR, haz de mí
instrumento de tu paz.

Que donde haya odio,
ponga yo amor,
donde haya ofensa,
ponga perdón,
donde haya duda, 
ponga fe,
donde haya desesperación,
ponga esperanza,
donde haya tristeza,
ponga alegría,
donde haya oscuridad,
ponga luz.

Oh divino Maestro,
concédeme no buscar
tanto ser consolado
como consolar,
ser comprendido
como comprender,
ser amado como amar;
pues es dando como se recibe,
perdonando como se 
es perdonado,
muriendo como se resucita
a la vida eterna.

-Cristianismo, San Francisco de Asís

lunes, 14 de octubre de 2013

EL DON DE DISCERNIMIENTO Y DE INTUICIÓN / WILSON: Antenor ORREGO

Los más grandes espíritus han tenido siempre desarrollada, en un grado extraordinario, la intuición, el sentido de la justicia. Swedenborg ha escrito: “No es prueba de genio el confirmar o demostrar cuando se nos antoja; pero quien discierne lo verdadero y lo falso puede ufanarse de ser un carácter y un hombre mental”. Distinguir lo verdadero y lo falso, lo justo e injusto, lo provisorio y lo eterno, no como mera elucubración especulativa sino cara a cara a la realidad histórica, cuando las pasiones, los prejuicios y las convenciones contemporáneas nos reclaman, nos perturban, nos extravían y nos incitan, es la función del genio de una época, del conductor de hombres y de pueblos, del supremo creador de realidades, del gran predestinado.

   Esa es la función grandiosa del genio: libertar la realidad de la justicia, en un momento dado, del entrecruzamiento inextricable de sofismas retóricos, de casuismos dialécticos, de ergotismos académicos: infundirle aliento vital, palpitación humana; restablecer su sentido primitivo y profundo, en una palabra, vivirla en su integridad verdadera y sangrante, en su entraña viva y fecunda.


   Wilson se nos aparece como el paladín, como la personificación de la justicia. Su intuición la lleva hacia el corazón del pueblo, donde adivina el manadero inextinguible de la historia. Vive su realidad actual, se nutre de su savia, formula sus anhelos anónimos, sus oscuras y vagas angustias. Con certera mirada discierne su verdad, se yergue como un esforzado campeón, desafía todo género de tempestades, y expresa, en acciones y palabras, las inquietudes de su siglo, la justicia de una época. Sus catorce principios son el evangelio de una civilización; la síntesis admirable y el remate luminoso del largo proceso de un ciclo ético y jurídico.

LA MÚSICA QUE ESTRECHA EL VÍNCULO / Jeremy NICHOLAS

Jeremy Nicholas explica la historia de la música nupcial, intercalando algunos consejos.

   YA HE  perdido la cuenta de cuántas veces he guiado a propios y extraños a través del libro de himnos para elegir el que quieren que se toque en su boda, o la cantidad de bodas en las que he tocado en el órgano de la capilla de mi pueblo natal. La cantidad de música que se puede elegir para una ceremonia de estas características es ingente. Los años me han enseñado que se pueden clasificar a las parejas felices en dos grupos : los que tienen ideas precisas y definidas sobre la música que quieren, y los que piden los “Coros nupciales” de Wagner o la “Marcha Nupcial” de Mendelssohn. Es curioso que sean precisamente dos piezas de teatro musical las que se hayan convertido en los acompañamientos más populares en las bodas religiosas. Una es de una ópera de 1850, Lohengrin, y la segunda de la versión musical de El sueño de una noche de verano. También es extraño que esta ceremonia religiosa haya atraído a tan poca música “de entrada y salida” no secular: de las piezas más populares para estas ocasiones, pocas son de producto de las creencias cristianas: “La llegada de la Reina de Saba” (¿oratorio?), solos de trompeta del tipo de los de Purcell, Clarke y Stanley o la ubicua tocata de la Quinta sinfonía de órgano de Widor.

   Entonces, ¿cómo llegaron  las piezas de Wagner y Mendelssohn a convertirse en parte inseparable de las ceremonias nupciales? Antes de su composición, ¿qué música acompañaba a los novios en su marcha hacia el altar?

   La música forma parte de las ceremonias nupciales inglesas desde hace al menos cuatro siglos, pero sólo desde mediados del pasado cobran su forma actual. En los siglos XVI y XVII la pareja nupcial era acompañada hasta el atrio de la iglesia por una procesión festiva. Es de suponer que durante la ceremonia cesarían todos los ruidos y músicas; la música fue admitida durante la ceremonia en algún momento del siglo pasado. Los himnos creados especialmente para las ceremonias nupciales empezaron a proliferar; por ejemplo, O Perfect Love” de Gourney, compuesto para la boda de su hermana en 1883 y cantado por Joseph Barnby en una boda real en 1889 (John Dykes compuso una versión alternativa para otra boda real en Windsor en 1894).

   Fue precisamente la familia real inglesa la que popularizó las obras de Wagner y Mendelssohn como piezas casi obligatorias a finales de la época victoriana. Se había compuesto poca música específica para bodas, aparte de la cantata (secular) Boda nº 202 de Bach y los himnos compuestos para ocasiones reales. Las descripciones en novelas y periódicos del contenido musical de las bodas previctorianas eran mus escasas.

   Haendel parece haber sido el rey indiscutible de la música nupcial inglesa hasta la llegada de los otros dos alemanes. La mayor parte de la gente elige arreglos para órgano u otros instrumentos de sus oberturas, marchas y movimientos de oratorios, así como selecciones de Música Acuática, Música para los fuegos artificiales y El Mesías; la realeza le encargó nueva obras, como Sing unto God, compuesta en 1736 para la boda de Federico, príncipe de Gales, con la princesa Augusta de Sajonia-Coburgo. Dado que Mendelssohn era amigo y compositor favorito de la reina Victoria, cabe pensar que ella fue la que puso de moda su Marcha nupcial. Pero no fue así: Victoria se casó en 1840 y la música para El sueño de una noche de verano fue completada en 1842. Para los amantes de las curiosidades musicales, diremos que la primera vez que esta marcha nupcial fue tocada en órgano, fue en 1844, pocos días después del estreno de la obra de Mendelssohn dirigido por el propio compositor. La ocasión fue un recital ofrecido por el longevo E. J. Hopkins (1818-1901), organista de la Temple Church en Londres entre 1843 y 1898. Pero el primer organista que realmente tocó la marcha durante una ceremonia nupcial fue un tal Samuel Reay (1822-1905) en una ceremonia en St. Peter, iglesia parroquial de Tiverton en Devon en 1847. Algunas fuentes indican que la primera vez que se interpretaron juntas las piezas de Mendelssohn y Wagner fue en 1858, con motivo de la boda de la princesa Victoria (la entonces Princesa Real) con el príncipe Federico Guillermo de Prusia. Eso no es estrictamente cierto: durante la ceremonia se tocaron piezas de Haendel y salieron a los compases de Mendelssohn; la procesión nupcial, la marcha nupcial y “Epithalamium” de Lohengrin no fueron oídos hasta la tarde, durante le concierto. Sin embargo, el acontecimiento estableció el patrón para una tradición que ya tiene siglo y medio de vida.

   El único rival de Mendelssohn es la tocata de Widor, movimiento final de su Quinta sinfonía para órgano. Los duques de Kent rompieron con la tradición real en 1961, no sólo al casarse en York Minster, sino también al elegir a Widor como acompañamiento en su marcha hacia el altar, presentándoselo a todo una generación que nunca había oído nada de este compositor. Desde entonces los organistas aficionados tuvieron que luchar con una obra sensiblemente más difícil que la de Mendelssohn: es imposible tocar esta obra en un órgano rural.


   ¿Qué música elegí para mi boda? Mi novia avanzó por la nave al compás de Rose of England de Ivor Novello; dos amigos cantaron cada uno una pieza mientras firmábamos en el registro, y para la salida compuse una tocata de órgano como arreglo para mi mujer. Romántico, ¿no?

JUAN BAUTISTA ENRIQUE LACORDAIRE (FISONOMÍAS) / Alfonso JUNCO

ESTAMOS en París, a la mitad del siglo diecinueve. Y nos hallamos frente a la solemne catedral de Notre-Dame, vieja de seis centurias, con nobles huellas del martirio por la salvaje profanación de la revolución francesa.
   Desde en la mañana han llegado algunos para asegurar su sitio. Ahora entra Cousin. Allá va Chateubriand. He aquí a Lamartine. Pasan Berryer, Tocqueville… toda la intelectualidad más alta y electa. Y sigue el desfile. Una muchedumbre incontable va invadiendo las naves… Y la enorme basílica ya es pequeña…
   En tanto, un fraile dominico está absorto en oración. Llega la hora y van a llamarle para que ascienda al púlpito. Pero tiene el rostro conturbado de lágrimas.
   -¿Padre?...
   Y con la veracidad ingenua de la humildad:
   -Tengo miedo del triunfo.
   Se levanta. Sube a la cátedra… Pero oigamos a Caro, que lo vio.
   “El predicador se presentaba, y la novedad del vestido, el ropaje blanco que tanto cuadraba a la figura ascética del fraile; la belleza escultural del rostro demacrado y descolorido por el ayuno y el trabajo; el relámpago de la mirada, la vibración metálica de la voz, preparaban el triunfo de la elocuencia, seduciendo la imaginación y el sentido. En pleno siglo XIX, nos hallábamos frente a un monje, un verdadero monje, quien, por otra parte, si pertenecía a la Edad Media por el ropaje, era de nuestro siglo y de nuestro por la educación, las ideas, el alma, la lengua, lengua nueva, pintoresca, libre, atrevida, aventurera, sin mengua de su propio candor. Bajo las viejas bóvedas de Nuestra Señora el arte romántico empezaba a brillar en la predicación”.
  Y aquella elocuencia ordenada y arrebatada, maciza y ágil, conciliadora y avasalladora, cogía y hacía suyo al auditorio, que unánime se erguía o apaciguaba en exaltación o en hechizo, y estallaba a las veces en ovación incontenible.
   Aquí el celo angustiado del apóstol:
   “No aplaudamos, señores, la palabra de Dios: creámosla, amémosla, practiquémosla: esta es la única aclamación que sube hasta el cielo y que es digna de él”.
   Y cuéntase que, al bajar, después del triunfo previsto con lágrimas, echábase en el suelo y ordenaba a un hermano dominico que con el pie oprimiera largamente su boca.
                                               ***
   Juan Bautista Enrique Lacordaire nació el 13 de mayo de 1802, año precisamente en que Napoleón reabría al culto la basílica de Notre-Dame, preparando al recién nacido el asiento futuro de su gloria.
   Ya a los ocho años revelaba su vocación, poniéndose en la ventana a leer a los transeúntes los sermones de Bourdaloue, imitando actitudes y ademanes de los predicadores que conocía. Estudió leyes, fue abogado, descolló en el foro con eminencia precoz. La atmósfera de su época le había hecho incrédulo, pero a los veintidós años su inteligencia poderosa vio la verdad, y su limpio corazón lo abrazó ardorosamente. Tanto que quiso ser su apóstol y dejó el mundo por el sacerdocio.
   Colaborador del insigne Lamennais, por los años de 1830 a 32, en el diario L’ Avenir –cuyos ilustres redactores, llevados de pasión generosa por la libertad, extraviaron un poco la senda y recibieron desaprobación del Papa- , reconoció su error y sometióse noblemente. También Montalembert, Gerbet, todos. Sólo Lamennais, desdichadamente, se perdió para la fe por el orgullo.
   El alma lacerada de Lacordaire abordó entonces, “como un despojo náufrago despedazado por las olas, a las riberas del alma de madame Swetchine”, admirable mujer, dulce y aristócrata, artista y santa, con quien llevó Lacordaire una amistad hermosa, refugio que le libró a la par del desfallecimiento y de la exaltación en esa hora de prueba, y fue en toda su vida como un oasis maternal para su corazón ardiente.
   Estuvo en Roma. En 1840 tomó el hábito dominicano y el nombre de Enrique Domingo, y fue gran labor de su vida restaurar espléndidamente en Francia aquella egregia orden, que cuenta entre sus doctores al Santo Tomás de Aquino y a Alberto el Grande, entre sus apóstoles a fray Bartolomé de las Casas, entre sus artistas a fray Angélico. Para ello perseveró Lacordaire en un valiente duelo con leyes y gobiernos sectarios.
   En varias épocas predicó en Notre-Dame: primero en 1835 y 36; luego en 1840 y 41; por fin, desde el 43 hasta el 51. Tras la revolución del 48, la admiración y el amor del pueblo lleváronle a la Asamblea Constituyente; pero pronto dimitió, viendo allí turbulencias y pasiones en que quizá hubiera podido alterarse la austera blancura de su hábito. A raíz también de la revuelta de febrero –el encantador Ozanam, sabio y artista-, fundó L’ Ere Nowelle, diario de altísima independencia. Pero encauzada y afianzada la obra, satisfecho el rigor del deber, la inclinación le apartó de aquellas pugnas.
   Erigió múltiples conventos de padres predicadores; fue provincial; y coronó de oculta gloria su vida, fundando la Tercera Orden de Santo Domingo, para la enseñanza. Varios colegios dirigió, con predilección su carísimo de Soréze, cuyo dulce retiro no dejaba sino con brevedad y con dolor. De allí salió momentáneamente en 1860, llamado por la Academia Francesa para substituir a Tocqueville y fue Guizot quien le dio la bienvenida. Un año después, a los 59 años de edad (21 de noviembre de 1861), moría santamente. Al concluir su libro, poco antes, sobre la enamorada de Jesús, gritaba su alma: “!Pudiera yo escribir aquí mi última línea, y como María Magdalena la antevíspera de la Pasión, romper a los pies de Jesucristo el fiel y frágil vaso de mis pensamientos!”. Oyó Jesús la súplica, y el vaso se rompió en una inundación de perfumes…
                                               ***
   Los viejos muros de Nuestra Señora saben y dicen mucho de Lacordaire. Reintegrábanse a Dios cuando él nacía. El los sentía suyos, y los despedía conmovido al cerrar sus conferencias: “Cuando mi alma se abrió a la luz de Dios, aquí fue donde bajó el perdón sobre mis faltas, y yo entreveo el altar en que, sobre mis labios fortificados por la edad y purificados por el arrepentimiento, recibí la segunda vez al Dios que me había visitado en la primera aurora de mi adolescencia. Aquí fue donde, tendido en el pavimento del templo, me elevé por grados a la unción del sacerdocio”, y aquí os he hablado “en esta cátedra que por espacio de diecisiete años habéis circundado de silencio y de honor. Aquí, de vuelta de mi destierro voluntario, he traído el hábito religioso que medio siglo de proscripción había arrojado de París”. Aquí, al día siguiente de una revolución, cuando nuestras plazas estaban aún cubiertas con los restos del trono y las imágenes de la guerra, vosotros vinisteis a escuchar de mi boca la palabra que sobrevive a todas las ruinas”...
   Dios quiso poner en aquella palabra deslumbrante, vivificada por la virtud, el don celeste de la conversión.
   Se iba quizá a sus conferencias por mera atracción intelectual; pero aquella elocuencia, tan moderna y osada, que el gran monje decía con el poeta alemán: “Soy ciudadano de los tiempos futuros”, no era mundana, sin embargo; no se mostraba a sí misma; obligaba a ir más allá. Y mientras ella trabajaba con voces, las penitencias íntimas trabajaban sin ruido, y la doble labor conquistaba las almas.
   Encarnación de la lealtad y del honor; severísimo y dulcísimo; de razón inflexible gobernando las efusiones del corazón; “como el diamante, fuerte; más que una madre, tierno”; pulcro, metódico, exquisito, este fraile armonioso padeció, sin embargo, la locura de la cruz. Celosamente lo ocultaba, y no podían sospecharlo quienes le veían, luminoso, en el señorío de la cátedra. No sin temblor, el dominico Chocarne, que convivió con Lacordaire, rasga el velo sagrado. ¿Alarmaremos nuestra cómoda sensatez? Diariamente, para subir el altar, se encorvaba a besar con reverencia los pies de un inferior. Su fino cuerpo recibía perennes disciplinas. Y para juntar, como Jesús, la afrenta al dolor, constreñía sigilosamente a sus hermanos, por obediencia y caridad, para que le ataran y azotaran, les escupieran el rostro, le abofetearan insultándole. Ingeniábase en hallar nuevas y exquisitas maneras de tortura. Todavía en su lecho de muerte, sin fuerzas para hacerlo por su mano, pedía que le disciplinaran. Un viernes santo se hizo atar a una cruz por él mismo construida, y meditó en agonía las tres horas de agonía de su Maestro. Porque, en su sabiduría sustancial, clamaba en espíritu, arrebatado con san Pablo: “Sólo sé una cosa, que es Cristo: y ese, crucificado”.
   Escribió Lacordaire una notable Vida de Santo Domingo, la de santa María Magdalena, preciosos opúsculos y cartas, unas deliciosas Memorias en que nos habla de su conversión. Predicó mucho. Luego reconstruyó sus conferencias de Notre-Dame, y en sus páginas maravillosas entrevemos el esplendor de aquellos triunfos. “Hoy publico las palabras pronunciadas entonces. Llegarán al lector frías y descoloridas; pero cuando en las tardes de otoño caen y yacen por tierra las hojas secas, más de una mirada y de una mano las buscan todavía: y aun cuando todos las desdeñen, puede el viento arrastrarlas y preparar con ellas una cama a algún pobre de quien se acuerde la Providencia”…
   De este monje admirable puede decirse lo que él dijo de santo Tomás de Aquino: “Su corazón fue un éxtasis, su inteligencia una revelación”.

Agosto de 1920.

AMADA COMPAÑERA / E. ROJAS

CANTO a las mujeres que en una eres:
a los valles de tus mundos donde camino.
A tus ríos en donde sacio mi sed.
A la ribera de tu alma donde obtengo la flor de tu ternura.
Le canto a tu luz que cada día me hace amarte más;
A tus rincones donde soy dichoso amante;
A tu mirada infinita de amor;
A tu sonrisa que me da vida al recordarte.
Canto a las esferas que nacen de tu vientre;
A tu corazón guardián de mil tesoros;
A tu palpitar que llena mis latidos de paz y alegría;
A tu palabra de auroras donde nacen armonías;
Al universo construido por la unión de nuestras almas.
Canto a tu cuerpo que es mi sangre;
A tus labios donde bebo sueños;
A la inmortalidad del instante continuo que forjamos;
Canto a tus lágrimas de amor y tristeza por esta humanidad…
Amado ser cuyas alas a veces temen los vientos.
Canto a tu canto que deshace los silencios;
A tu habla de soles que iluminan mis sentidos;
A tu majestad sin par a quien doy mis sueños e ilusiones…
Y este canto de amor, porque tú, amada compañera,
haces el prodigio de que germine y de que florezca y por ende viva y sea.
                Gracias… 
                Tu amante compañero.

                                      E. Rojas

domingo, 13 de octubre de 2013

EL PAPA FRANCISCO Y LA DESPAGANIZACIÓN DEL PAPADO / Leonardo BOFF


   Ya se oyen voces de los más radicales que, con referencia al Papa Francisco, hacen para “el bien de la Iglesia” (la suya evidentemente) este tipo de peticiones: “Señor, ilumínalo o elimínalo”. La eliminación de los papas problemáticos no es una rareza en la larga historia del papado. Hubo un momento entre los años 900 y 1000, la llamada «era pornocrática» del papado en la que casi todos los papas fueron envenenados o asesinados.

   Las críticas más frecuentes que circulan en las redes sociales de estos grupos, históricamente anticuados y atrasados, van en la línea de acusar al actual Papa de estar desacralizando la figura del papado, banalizándola y secularizándola. En realidad ellos ignoran la historia y son rehenes de una tradición secular que tiene poco que ver con el Jesús histórico y el estilo de vida de los Apóstoles. Pero tiene mucho que ver con la lenta paganización y mundanización de la Iglesia al seguir el estilo de los emperadores romanos paganos y de los príncipes renacentistas.

   Las puertas para este proceso fueron abiertas ya en tiempos de Constantino (274-337), que reconoció el cristianismo, y de Teodosio (379-395) que lo oficializó como la única religión reconocida en el Imperio. Con el declive del Imperio Romano se crearon las condiciones para que los obispos, especialmente el de Roma, asumiesen funciones de orden y de mando. Esto ocurrió de manera clara con el Papa León I, el Grande (440-461), que fue proclamado alcalde de Roma para enfrentar la invasión de los hunos. Fue el primero en usar el nombre de Papa, antes reservado sólo a los emperadores. Adquirió más fuerza con el Papa Gregorio Magno (540-604), también proclamado alcalde de Roma, y culminó más tarde con Gregorio VII (1021-1085) que se arrogó el poder absoluto en el campo religioso y secular: tal vez la mayor revolución en el campo de la eclesiología.

   Los actuales hábitos imperiales, principescos y cortesanos de toda la jerarquía, de los cardenales y de los papas se remiten especialmente al Papa Silvestre (334-335). En su tiempo se creó una falsificación, la llamada "Donación de Constantino", con el objetivo de fortalecer el poder papal. Según ella, el emperador Constantino habría dado al Papa la ciudad de Roma y la parte occidental del Imperio. Se incluía en esa “donación”, desenmascarada como falsa por el cardenal Nicolás de Cusa (1400-1460), el uso de las insignias y la indumentaria imperiales (púrpura), el título de Papa, el báculo de oro, la capa sobre los hombros revestida de armiño y orlada de seda, la formación de la corte y la residencia en palacios.

Este es el origen de los actuales hábitos principescos y cortesanos de la Curia romana, de la jerarquía de la iglesia y de los cardenales, especialmente del Papa. Su fuente es el estilo de los emperadores romanos paganos y la suntuosidad de los príncipes renacentistas. Ha habido, pues, un proceso de paganización y de mundanización de la Iglesia como institución jerárquica.
Los que quieren volver a la tradición ritual que rodea la figura del Papa ni siquiera son conscientes de este proceso históricamente cerrado y condicionado. Insisten en algo que no pasa por la criba de los valores evangélicos y de la práctica de Jesús.

   ¿Qué está haciendo el Papa Francisco? Está restituyendo al papado y a toda la jerarquía su verdadero estilo, ligado a la Tradición de Jesús y de los Apóstoles. En realidad, está volviendo a la tradición más antigua, operando una despaganización del papado dentro del espíritu del Evangelio, vivido tan emblemáticamente por su inspirador san Francisco de Asís.

La tradición auténtica está del lado del Papa Francisco. Los tradicionalistas son solo tradicionalistas y no tradicionales. Están más cerca del palacio de Herodes y de César Augusto que de la gruta de Belén y de la casa del artesano de Nazaret. En contra de ellos está la práctica de Jesús y sus dichos sobre el despojamiento, la sencillez, la humildad y el poder como servicio y no como lo hacen los príncipes paganos y los grandes que subyugan y dominan: "no debe ser así entre vosotros, que el mayor sea como el menor, y el que manda como el que sirve" (Lc 22,26). El Papa Francisco habla a partir de esta tradición original, y la más antigua, la de Jesús y los Apóstoles. Por eso desestabiliza a los conservadores que se han quedado sin argumentos.

-Leonardo BOFF / 13-octubre-13        


                                             
 
                                                          

viernes, 11 de octubre de 2013

MUERTE Y SEPULTURA DE LA HERMANITA GENOVEVA, PARTERA DEL PUEBLO TAPIRAPÉ

El 24 de septiembre de 2013 murió en la aldea de los indígenas Tapirapé, en el Araguaia, la Hermanita de Jesús Genoveva, francesa de origen. Ella y sus compañeras han vivido una experiencia que el antropólogo Darcy Ribeiro consideraba una de las más ejemplares de toda la historia de la antropología: el encuentro y la convivencia de alguien de la cultura blanca con la cultura indígena.

   Este es el testimonio de Canuto, que sabe bien de la vida y obra de la Hermanita Genoveva. Así describe su muerte:
«En la mañana del martes 24 Genoveva estaba bien. Había amasado barro para el arreglo de la casa. Almorzó tranquilamente con la hermanita Odile. Estaban descansando cuando se quejó de dolor en el pecho. Odile fue rápidamente a conseguir transporte para llevarla al hospital de Confresa. En el camino la respiración se fue haciendo más difícil. Murió antes de llegar al hospital.

   De vuelta a la aldea, consternación general. Genoveva había visto nacer casi al 100% de los Apyãwa (así se llamaban a sí mismos los Tapirapé. Así vuelven a autodenominarse hoy), en estos 61 años de vida compartida.
Los Apyãwa quisieron sepultarla según sus costumbres, como si hubiese muerto otra Apyãwa. Los cantos fúnebres, ritmados con los pasos, se prolongaron por mucho tiempo, durante la noche y el día siguiente. Se oían muchos lloros y lamentaciones.

   Según el ritual Apyãwa, Genoveva fue enterrada dentro de la casa donde vivía. La tumba fue abierta con todo cuidado por los Apyãwa, acompañada de cánticos rituales. A una altura de unos 40 centímetro del suelo fueron colocados dos travesaños, uno en cada extremo. A estos travesaños fue amarrada la hamaca que quedó como una hamaca tendida como quien está durmiendo. Por encima de los travesaños se colocaron tablas y sobre las tablas se colocó la tierra. Toda la tierra que pusieron encima fue peñerada por las mujeres, como es la tradición. Al día siguiente esta tierra se mojó y se moldeó de forma que quedara firme y espesa como la tierra batida. Todo acompañado de cánticos rituales.

   En su hamaca donde dormía todos los días, Genoveva duerme el sueño eterno entre aquellos que escogió para que fueran su pueblo.

   La noticia de su muerte voló por la región, por Brasil y por el mundo. Vinieron muchos Agentes de Pastoral. Los coordinadores del CIMI (Consejo Indígena Misionero) de Cuiabá, llegaron después de un viaje de más de 1.100 kms cuando el cuerpo estaba ya en la tumba, todavía cubierto sólo con las tablas. Los Apyãwa las retiraron para que los que acababan de llegar la viesen por última vez en su hamaca.

   A los cánticos rituales de los Tapirapé se fueron mezclando otros cánticos y testimonios de la caminada cristiana de la hermanita Genoveva. Al final, el cacique dijo que los Apyãwa estaban todos muy tristes con la muerte de la hermanita. Hablando en portugués y en tapirapé resaltó el respeto con el que siempre fueron tratados por las hermanitas durante estos sesenta años de convivencia. Recordó que los Apyãwa deben su supervivencia a las hermanitas, pues cuando ellas llegaron, ellos eran muy pocos y hoy llegan a casi mil personas.

   Plantada en territorio Tapirapé está Genoveva, un monumento de coherencia, silencio y humildad, de respeto y reconocimiento de lo diferente, probando cómo es posible, con acciones simples y pequeñas, salvar la vida de todo un pueblo. Saludos: Antonio Canuto».
***
   En septiembre de 2002 después de un encuentro con la Hermanita Genoveva escribí un pequeño artículo en el Jornal do Brasil que retomo aquí en parte.

   Las Hermanitas de Foucauld son testimonio de la nueva forma de evangelización, soñada por tantos en América Latina: en vez de convertir a las personas, darles la doctrina y construir iglesias, decidieron encarnarse en la cultura de los indígenas y vivir y convivir con ellos. En nuestro tiempo este camino fue vivido por el Hermano Carlos de Foucauld que al principio del siglo XX se fue al desierto de Argelia, entre los musulmanes, no para anunciar, sino para convivir con ellos y acoger la diferencia de su cultura y de su religión. Eso mismo han hecho las Hermanitas de Jesús entre os indios Tapirapé en el noroeste del Mato Grosso, cerca del río Araguaia.

   El día 17 de septiembre de 2002 asistí a la celebración de los cincuenta años de su presencia junto a los Tapirapé. Allí estaba la pionera, la Hermanita Genoveva, que en octubre de 1952 comenzó su convivencia con la tribu.

  ¿Cómo llegaron allí? Las hermanitas supieron a través de los frailes dominicos franceses que misionaban en tierras del Araguaia, que los Tapirapé se estaban extinguiendo. De los 1500 que había antiguamente se habían reducido a 47, a causa de las incursiones de los Kayapó, de las enfermedades de los blancos y de la falta de mujeres. En el espíritu del Hermano Carlos, de ir para convivir y no para convertir, decidieron unirse a la agonía de un pueblo.
A su llegada, la Hermanita Genoveva oyó del cacique Marcos: “Los Tapirapé van a desaparecer. Los blancos van a acabar con nosotros. Tierra vale, caza vale, pez, vale. Sólo el indio no vale nada”. Ellos habían internalizado que no valían nada y que estaban condenados a desaparecer inexorablemente.
Ellas fueron donde ellos y les pidieron hospitalidad. Comenzaron a vivir con ellos el evangelio de la fraternidad, en el campo, en la lucha por la yuca de cada día, a aprender su lengua y a incentivar todo lo de ellos, religión incluida, en un recorrido solidario y sin retorno. Con el tiempo fueron incorporadas como miembros de la tribu.

   La autoestima de ellos creció. Gracias a la mediación de ellas consiguieron que mujeres Karajá se casasen con hombres Tapirapé y se garantizase así la multiplicación del pueblo. De 47 hoy llegan a casi mil. En 50 años ellas no convirtieron ni a un sólo miembro de la tribu. Pero consiguieron mucho más: se hicieron parteras de un pueblo, a la luz de aquel que entendió su misión de “traer vida y vida en abundancia”, Jesús.

   Cuando vi el rostro de una india tapirapé y el rostro envejecido de la hermanita Genoveva, pensé: si hubiese teñido su pelo blanco con tucum podría pasar por una perfecta mujer tapirapé. Realizó de hecho la profecía de la fundadora: “Las hermanitas se harán Tapirapé, para desde aquí ir a los otros y amarlos, pero serán siempre Tapirapé”.


   ¿No debería seguir por ahí el cristianismo si quisiera tener futuro en un mundo globalizado? ¿el evangelio sin poder y la convivencia tierna y fraterna?

-Leonardo BOFF / 11-octubre-13