martes, 31 de enero de 2012

"POESÍA RELIGIOSA": Eternidad, ESPEJO LIZÁRRAGA.

                             E T E R N I D A D                 


                               TÚ en mí, eres
                                  un río de luz
                         saliéndose del tiempo,
                           en que juega la vida
                         sus caídas sin nombre.

                                 Yo en Tí,
                                una de las
                   de las dos órbitas hundiendo
                           la tristeza del niño,
                         la canción del misterio
                         que nos cubre la cara.

                            Somos, Tú en mí
                                 y yo en Tí,
                         dos aros gemelos
                     rodando sobre el mundo.

             - Claudio ESPEJO LIZÁRRAGA.

lunes, 30 de enero de 2012

¿CÓMO GOBERNAR A SIETE MIL MILLONES DE PERSONAS?. L. Boff.

16- diciembre-2011.
                                                                                EN DÍAS pasados hemos tratado del reto de alimentar a siete mil millones de personas. El incremento de la población mundial va a un ritmo creciente: en 1802 éramos mil millones; en 1927, 2 mil millones; en 1961, 3 mil millones; en 1974, 4 mil millones; en 1987, 5 mil millones; en 1999, 6 mil millones, y finalmente en 2011, 7 mil millones. En 2025, si no ocurre el calentamiento abrupto, seremos 8, mil millones, en el 2050, 9 mil millones, y en el 2070, 10 mil millones. Hay biólogos como Linn Margulis y Enzo Tiezzi que ven en esta aceleración una señal del fin de la especie, a semejanza de las bacterias cuando se colocan en un recipiente cerrado (cápsula Petri). Presintiendo el fin de los nutrientes se multiplican exponencialmente y entonces, súbitamente, todas mueren. ¿Sería la última floración del melocotón antes de morir?

   Independientemente de esta amenazadora cuestión, tenemos un desafío estimulante: ¿cómo gobernar 7 mil millones de personas? Es el tema de la gobernanza global, es decir, un centro multipolar con la función de coordinar democráticamente la coexistencia de los seres humanos en la misma patria y Casa Común. Esta configuración es una exigencia de la globalización, pues ésta implica el entretejido de todos con todo de dentro de un mismo y único espacio vital. Antes o después va a surgir una gobernanza global, pues es una urgencia inaplazable para afrontar los problemas globales y garantizar la sostenibilidad de la Tierra.

   La idea en sí no es nueva. Como pensamiento estaba ya presente en Erasmo y en Kant, pero adquirió sus primeros contornos reales con la Liga de la Naciones tras la Primera Guerra Mundial, y definitivamente después de la Segunda Guerra Mundial con la ONU. Ésta no funciona por causa del veto antidemocrático de algunos países que hacen inviable cualquier iniciativa global contraria a sus intereses. Organismos como el FMI, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio (GATT), de la Salud, del Trabajo, de las Tarifas y la UNESCO expresan la presencia de cierta gobernanza global.

   En la actualidad, el agravamiento de problemas sistemáticos como el calentamiento global, la escasez de agua potable, la mala distribución de los alimentos, la crisis económico-financiera y las guerras están pidiendo una gobernanza global.

   La Comisión sobre Gobernanza Global de la ONU la define como "la suma de las distintas maneras como los individuos e instituciones administran sus asuntos comunes y resuelven intereses diversos de forma corporativa. Incluye no sólo relaciones intergubernamentales sino también organizaciones no gubernamentales, movimientos de ciudadanos, corporaciones multinacionales y el mercado de capitales global". (véase el sitio respectivo de la ONU por Internet).

   Esta globalización se da también a nivel cibernético, por medio de las redes globales, una especie de gobernanza sin gobierno. El terrorismo ha provocado una gobernanza de seguridad en los países amenazados. Hay una gobernanza global perversa que podemos llamar de gobernanza del poder corporativo mundial hecha por los grandes consorcios económicos-financieros que se articulan de forma concéntrica hasta llegar a un pequeño grupo que controla cerca del 80% del proceso económico. Esto ha sido demostrado por el Instituto Federal Suizo de Investigación Tecnológica (ETH) que rivaliza en calidad con el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), y ha sido divulgado entre nosotros por el economista de la PUC-SP Ladislau Dowbor. Esta gobernanza no se da mucho a conocer, pero a partir de la economía influye fuertemente en la política mundial.

   Estos son los contenidos básicos de una gobernanza global sana: paz y seguridad, evitando el uso de la violencia resolutiva; combate contra el hambre y la pobreza de millones  de personas; educación accesible a todos para que sean actores de la historia; salud como derecho humano fundamental; vivienda mínimamente decente; derechos humanos personales, sociales, culturales y de género; derechos de la Madre Tierra y de la naturaleza, conservada para nosotros y para las generaciones futuras.

   Para garantizar estos mínimos derechos, comunes a todos los humanos y también a la comunidad de vida, necesitamos relativizar la figura de los estados nacionales cuya tendencia será ir desapareciendo en nombre de la unificación de la especie humana sobre el planeta Tierra.

   Igual que hay una sola Tierra, una sola Humanidad y un solo destino común, debe surgir también una sola gobernanza, una compleja, que se haga cargo de esta nueva realidad planetaria y permita la continuidad de la civilazación humana.-

sábado, 28 de enero de 2012

¿DIOS O LA CASUALIDAD? Por Marcel-Marie DESMARAIS, O.P.

     TUVO QUE SER UNO O LA OTRA, PERO,
                 ¿NO SERÁ MENOS DIFÍCIL
                 CREER QUE HAY UN DIOS, 
                     CREADOR SUPREMO?                                                                       
                                                                                ERA UN atardecer  lleno de aromas, del mes de julio. Mientras escribía, en torno a la lámpara de mi mesa revoloteaban y zumbaban algunos insectos. En esto una mariposa se desprendió del enjambre y vino a posarse en la hoja de papel que tenía delante de mí. Me puse otra vez a escribir, pero mi pluma rodeó a la frágil criatura para no interrumpir la fascinación con que contemplaba el fulgor de la cuartilla herida por la luz.

   Cuando llegué al final de la hoja, comencé a dudar: ¿espantaría a la mariposa? Pero no. Decidí observar a la viviente joya con una lupa.

   ¿Cómo puede ser una criatura tan minúscula y tan complicada al mismo tiempo? Para convertirse en la mariposa que yo veía, la crisálida tuvo que procurarse las sustancias necesarias a su metamorfosis, y trasformarlas después en ojos, patas, antenas, alas. Sobre todo, esas alas son lo que más me da que pensar. Sus colores al pastel, ordenados con tan geométrica perfección... ¿de dónde proceden? En un cuerpo tan pequeño, pues apenas es como un grano de arroz, hay colores que igualan y aun superan a los que plasmaron en sus obras nuestros más excelsos pintores.

   Mientras estudiaba a la criatura, tan menuda, con todos los detalles que me revelaba la lupa, pensé en la imposibilidad de que tal obra de arte sea efecto de la casualidad. Y en mi corazón adoré de nuevo a Dios, "Hacedor de cielos y tierra, del mar y de cuanto en ellos hay".
Y si nos maravilla una mariposa, ¡cuánto más abrumador es el misterio de una vida humana recién nacida! ¡Es tan perfecto en sus proporciones el cuerpo del niño! Nada raro tiene que la madre, al bañarlo, lo contemple de vez en cuando sumida en una especie de éxtasis. Pronto despertarán los miles de millones de neuronas de su cerebro, y el niño comenzará a aprender y a hablar, y el amor nacerá en su corazón, y la criatura se estrechará contra uno en expresión de su afecto espontáneo.

   ¿Será casualidad? ¿Será una serie de coincidencias? Pero, ¿no es más fácil creer en un Dios, causa inteligente de tanta magnificencia?

   CONSIDEREMOS ESTO: La luz tarda 2000 años en llegarnos desde una de las estrellas más cercanas a la Tierra, entre los miles de millones que pueblan el Universo. El parpadeo que vemos esta noche es un fulgor que viene por el espacio hasta nosotros, a una velocidad de 300,000 kilómetros por segundo, desde los días en que Jesucristo vivió en Palestina.
Esta idea nos producirá más vértigo si recordamos que el gigantesco reloj del espacio funciona con rigurosa exactitud. Cada estrella, cada sol, cada planeta se mueven con tal regularidad astronómica que es el colmo de la precisión. Y se están moviendo así desde hace millones de años.

   Admiramos la exactitud de los cálculos de la NASA. Los peritos de Houston calcularon el momento preciso en que el Apolo XI tocaría la superficie lunar. Pero quizá no recordemos que también la Luna acudía a la cita con precisión más admirable todavía. Si los eruditos de la época de Jesús hubiesen sabido calcular con el mismo rigor que nuestros matemáticos, hubieran determinado con anticipación de 2000 años en qué preciso lugar del espacio estaría la Luna el día 20 de julio de 1969 cuando fueran las 10:56 de la noche en Houston, esto es, en el momento en que Neil Armstrong se convertía en el primer ser humano que pisaba la superficie lunar.

   ¿Puede ser simple casualidad todo esto? ¿No es más bien un orden que resucita nuestra fe en un ser infinito e infinitamente inteligente, en un ser que denominamos Dios?

   Tuvo que ser uno u otra: Dios o la casualidad. Por lo que a mí respecta, me es muy difícil creer que la casualidad sea la creadora del Universo. Así piensan también la mayoría de los astronautas. Son famosas ya sus expresiones de fe en Dios. Cuando Armstrong y Edwin Aldrin venían en su largo viaje de regreso a la Tierra (dos días después de alunizar), trasmitieron a nuestro planeta imágenes de televisión. Aldrin citó los versículos 3 y 4 del octavo Salmo de David: "Cuando contemplo los cielos, obra de tus manos, la Luna y las estrellas, que Tú has establecido: ¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes....? Y Armstrong, al expresar la gratitud de los astronautas a los centenares de miles de personas que colaboraron para que se realizara la expedición lunar, habló con voz trémula de emoción y terminó diciendo: Dios os bendiga". Armstrong y Aldrin, allá en la infinidad del espacio, optaron por Dios y no por la casulaidad.

   Aun más impresionante fue el testimonio que manifestaron el 24 de diciembre de 1968 los astronautas de la expedición Apolo VIII. Borman, Lovell y Anders iban a pasar por detrás de la Luna y a perder el contacto con la Tierra durante 45 minutos. Su vida dependería de un motor: si no funcionaba, ellos quedarían para siempre en órbita alrededor de la Luna.

   Ahora sabemos que todo salió bien, pero, después de una prueba tan dramática, aquellos hombres pudieron haber entonado un elogio de sí mismos, exaltando el triunfo del espíritu humano. Todos hubiéramos comprendido tan legítimo orgullo. Sin embargo, no fue eso lo que hicieron. Lo que más les impresionó no fue su propia grandeza, sino su insignificancia en el Universo. Y aquel día de Nochebuena, cuando millones de seres humanos se disponían a celebrar en la Tierra el nacimiento de Jesucristo, escuchamos las voces de Borman, Lovell y Anders (tres modernos Reyes Magos), que se conmovieron al recitar uno tras otro el primer capítulo del Génesis: "Al principio creó Dios los cielos y la Tierra.... Hizo Dios los dos grandes luminares, el mayor para presidir al día, y el menor para presidir la la noche, y las estrellas... y vio Dios ser buena su obra".

   Para los astronautas (y para todos aquellos que no ven en la casualidad una razón suficiente del Universo) Dios mismo confirma misteriosamente la exactitud de su elección. A su modo, Él les dice: "Estoy allí".

   RECORDÉMOSLO:  Si el creyente no lo comprende todo, si le asaltan dudas, no es porque sea oscura la divina revelación, sino porque el espíritu humano tiene límites.
Cuando me veo arrastrado a las tinieblas, cuando me acosan dudas pasajeras, recurro a un pensamiento muy simple. Quizá alguien lo tilde de vano y aun de infantil, pero a mí me da muy buenos resultados.
Evoco las grandes mentes que en el curso de 20 siglos han creído en Jesús, mensajero de Dios. Con ellas ando en buena compañía. Y voy por la vida siguiendo una senda de esperanza.-

viernes, 27 de enero de 2012

¿ES VIOLENTO EL HOMBRE POR NATURALEZA? Por Robert ARDREY.

   Es muy posible que el destino de nuestra especie dependa
de que aprendamos a reconciliar dos impulsos contradictorios: 
la tendencia biológica al orden y la propensión humana - que 
aumenta a medida que crece el número de personas - a la 
violencia.  

Imposible alcanzar la cumbre.

                                                               NADIE NIEGA, que la sobrepoblación ejerce también sobre la conducta humana profundos efectos, que se han puesto especialmente de relieve desde hace medio siglo. Hasta que se produjo el desaforado crecimiento de las ciudades,
disponíamos de espacio suficiente. Desde luego competíamos (como siempre competirán los  hombres) por los bienes tradicionales: territorio, riqueza y posición social, pero mientras tuviéramos espacio abundante, todos podíamos aspirar a disfrutar de un trozo de terreno protegido por una valla.

   Sin embargo, en la actualidad vemos cómo las satisfacciones se nos escapan a medida que aumenta la concentración humana y, en vez de pretender dominar un trozo de espacio, queremos avasallar a nuestros semejantes. Al tener que conmpetir, como es inevitable, por un número cada vez menor de disposiciones de dominio, las personas dominantes encuentran que su agresividad es cada vez más incontenible. Igualmente grave es el problema de las clases inferiores. Cuando los seres humanos trabajaban la tierra con un azadón y movían el carbón con pala, cortaban el heno con guadaña y acarreaban haces de leña a la espalda, las personas conservaban su dignidad, aunque su cerebro no fuese muy brillante. Pero en nuestra sociedad actual, tan organizada y provista de complejos medios técnicos, esos tipos de trabajo elemental han desaparecido.

   Ahora las dificultades y angustias de la vida urbana obligan a todo ciudadano a tomar conciencia de su propia naturaleza: esto es, de que nunca hemos sido ni serenos iguales, de que nos soportamos por obligación más que por devoción y de que somos seres agresivos que nos entregamos fácilmente a la violencia. Y todas estas verdades nos resultan demasiado desagradables.

   Pero nuestras sociedades no son campos de concentración. Nosotros habitamos en las ciudades por nuestra libre voluntad; al hacerlo, las sobrepoblamos hasta un extremo que puede llegar a destruir por último la desintegración de las urbes. Ningún ejemplo es más evidente que el de la violencia y el terror que han invadido las ciudades norteamericanas.

   Un mundo canceroso.

   ¿Por qué buscamos las "jaulas centrales"? Esta paradoja se explica mediante las tres poderosas necesidades innatas que mueven tanto a los seres humanos como a los demás animales superiores. La primera y la más fuerte es la busca de la propia identidad, esto es, de lo opuesto al anonimato. La segunda consiste en la estimulación, que se opone al aburrimiento. Y la tercera es la seguridad, a la que se opone a la angustia. El logro de la seguridad económica, con la resultante desaparición de la angustia, están creando, en grado creciente, la sociedad de los aburridos. Pero esta sociedad del tedio no sería una realidad total si nos hallásemos también en una anónima sociedad que en gran parte nos priva de toda ocasión de lograr una identidad verdadera.

   De este modo, la imposibilidad de conseguir nuestra identidad, en un plano superior, y el logro de la seguridad, en el plano inferior, nos sitúan, a nuestro pesar, en la esfera del aburrimiento insoportable, del que sólo podemos escapar por medio de la estimulación. La violencia, como la pornografía y otras experiencias sensoriales, constituye un medio de estimulación que excita tanto al violador como al violado, ya sea mediante la furia gozosa del uno o por la temerosa rabia del otro. Una sangrienta revuelta urbana vale más a todos los círcos que ofrecían a sus pueblos los emperadores romanos. Y como toda otra forma de choque sensual, la violencia, para conservar  su valor de estímulo, debe alcanzar niveles de expresión cada vez más intensos o de mayor novedad. El ser humano es un animal tan adaptable que se habitúa con demasiada facilidad a cualquier situación. Pero así como toda toda experiencia sensorial nueva satisface únicamente nuestra necesidad de estimulación, las experiencias violentas tienden también a satisfacer el deseo de identidad. Los violentos se ganan el aplauso de las muchedumbres, y ya sea este aplauso el elogio de los colaboradores o la condena de los antagonistas, el mundillo de la violencia alcanza su reconocimiento. Dentro de su mundo canceroso, florece una nueva camaradería y un nuevo tipo de comunicación, desaparece el anonimato y de nuevo resulta posible lograr una identidad.

   El contrato social.

   Sin embargo, al buscar la identidad mediante la violencia, estamos sembrando la semilla de nuestra propia destrucción. Por definición, la agresividad es la prosecución decidida del propio interés. La violencia, en cambio, es el intento de satisfacer el interés propio mediante la fuerza o la amenaza de la fuerza. Ambas cosas no son iguales. Sin las tendencias agresivas, que son fuerzas innatas, sería imposible la supervivencia en el mundo natural, pero la supervivencia impone de igual modo  límites a la agresión. Por ello las diversas especies animales han llegado a establecer distintos códigos de normas que favorecen al agresivo, pero van en contra del violento, normas que yo llamo el contrato social. El problema actual del hombre no consiste en ser agresivo, sino en que está rompiendo sus propias normas: al ejercer la violencia estamos pasando por alto el contrato social.

   La violencia humana se expresa de dos formas muy distintas: las luchas dentro de los grupos sociales y las luchas entre sociedadesorganizadas. Esta segunda es la guerra que en la actualidad no admite vencedores o termina en tablas. Como ninguno de estos resultados es satisfactorio, la violencia humana, que hasta hace poco se expresaba en el campo de batalla, está invadiendo ahora las calles de las ciudades.

   Para comprender este sustitutivo civil de la guerra -la revuelta, el sabotaje y el asesinato- debemos analizar primero cuidadosamente el concepto de forastero. El rechazo social del forastero es una característica tan extendida como la que más se muestra entre las especies de tipo social. Los miembros de un reducido grupo de conocidos saben qué esperar de cada uno, y en su seno es fácil de establecer el orden necesario, pero el forastero plantea un problema y, si su intromisión persiste, lo expulsan del espacio social del grupo y lo atacan físicamente. Ante un intruso, el mono aullador grita, el mono araña emite un ladrido especial y el león ataca sin más aviso. Parece como si en todo el mundo animal se extendieran cortinas invisibles entre lo familiar y lo extraño.

   La ciudad de las diversiones.

   Como hemos visto, poseemos en nuestra dotación genética la tendencia a rechazar al forastero de igual modo que propendemos también a la violencia. La guerra puede estar quizá próxima a abolirse, pero estas tendencias no se abolirán. Al plantearnos el problema de arreglárnoslas sin guerras, dirigimos inconscientemente hacia adentro la energía que solíamos descargar hacia afuera, transformándola en lo que se conoce como violencia social, que presenta por otra parte el problema de tener que inventarse "extraños".

   La primera forma de extranjería que inventamos es la incomunicación entre los que hablan el mismo idioma y comparten el mismo suelo. En la sociedad actual los blancos y los negros, los padres y los hijos, los estudiantes y los profesores han demostrado hasta dónde pueden llegar la falta de comunicación, la invención de extraños y la transformación de una agresividad aceptable en una inaceptable violencia civil. Los estudiantes y los profesores, por ejemplo, nunca habrían podido llegar en las luchas universitarias a tal violencia y destrucción si no hubiesen estado tan cegados por la mutua incomprensión.

   Es inevitable que los miembros de un subgrupo violento alcancen cierto estado paranoico cuando tienen que medir sus fuerzas contra la supremacía de la mayoría. Cualquier sentimiento de injusticia, por muy real  que sea, debe agrandarse hasta el punto donde valga la pena correr el riesgo de rebelarse. Y sin embargo, el hecho es que nos gusta la violencia... Los muchachos  se divierten peleando con adoquines, y en general todos corremos hacia el lugar donde ha ocurrido un accidente sin la intención de ayudar en nada, lo mismo nos gusta presenciar un incendio o una pelea callejera por el placer de ver la acción y la destrucción. Los observadores que no reconozcan este hecho son unos hipócratas y nadie debería permitirse el lujo de serlo. El que considere el gusto por la violencia como una perversión humana, no ayudará probablemente en nada a reprimir nuestras muchas formas de violencia.

   Camino del desastre.

   Cuando se piensa en la conducta violenta que observamos por todas partes, no puede uno menos de llegar a la conclusión lógica de que estamos ante el abismo. Si no somos capaces de vivir unos con otros, ni tampoco aislados, la aniquilación parece el único camino. Y sin embargo tal conclusión es superficial, pues el contrato social es un arreglo  que tiene validez biológica y, como el impulso sexual y la diversidad racial, actúa para preservar las especies con un poder situado más allá de las preferencias humanas. Lo que está en juego en nuestra época no es la supervivencia de la humanidad, sino la cuestión de llegar a establecer un orden social con actos voluntarios.

   Las posibilidades parecen buenas, pues en toda la Naturaleza se advierte una inclinación en favor de dicho orden. Entre los animales, por ejemplo, no se matan unos a otros en guerras suicidas, y los leones y los elefantes limitan sus crías a fin de no agotar el medio en que habitan. Esta conducta animal es un claro ejemplo de la preferencia por el orden logrado por vías naturales.

   Hay que reconocer que la existencia de subgrupos violentos amenaza nuestra moderna sociedad, para el mismo tiempo la complejidad de nuestra interdependencia social amenaza a su vez la supervivencia  de esos grupos. El animal social no puede soportar vivir aislado y mucho menos puede sufrirlo el hombre moderno.

   Antes de que sobrevenga un desorden social completo, la previsión humana combinada con nuestra necesidad biológica de orden, debería imponerse. La incógnita es cuándo. ¿Seremos capaces de evitar a tiempo el camino que nos lleva al desastre?

   Para que esto sea así, a costa de cualquier sacrificio tendremos que aceptar ciertos reajustes cediendo algunos de los derechos que creemos sagrados. Deberemos dar importancia a quienes ahora se la negamos; encauzar nuestra actividad violenta mediante actos en los que tradicionalmente se tolera cierta agresión, como las negociaciones;  procurar corregir las injusticias auténticas que laten en el fondo de esos arreglos violentos que parecen tan respetables, y condenar el aplauso social a los trasgresores.

   ¿Y si no lo hiciéramos, por faltarnos voluntad o perspicacia para ver a tiempo lo que nos espera?

   Hace pocos años el eminente periodista e historiador norteamericano Theodore White escribió un sencillo comentario, digno de ser estampado en las monedas de todas las democracias: "Si los hombres no pueden ponerse de acuerdo para gobernarse a sí mismos, alguien tendrá que dirigirlos".

   Si no tenemos ni la previsión ni la voluntad necesarias, el día menos pensado descubriremos quién espera en la sombra para gobernarnos.-                                                        
                                                                           

jueves, 26 de enero de 2012

DE " LAS MÁS BELLAS ORACIONES DEL MUNDO", Chandra Devanesen, Hinduismo.

                              



                       OH TÚ,
                               QUE ME HAS DADO
                               LOS OJOS PARA VER LA LUZ
                               QUE LLENA MI HABITACIÓN,
                               DAME LA VISIÓN INTERIOR
                               PARA VERTE EN ESTE LUGAR.

                              OH TÚ,
                              QUE ME HAS HECHO SENTIR
                              LA BRISA DE LA MAÑANA
                              EN MIS MIEMBROS,
                              AYÚDAME A SENTIR
                             TU PRESENCIA CUANDO
                              ME INCLINO EN ADORACIÓN A TÍ.

                                       -Hinduismo.

miércoles, 25 de enero de 2012

"POESÍA RELIGIOSA": "GOLONDRINAS DEL SEÑOR" de J. M. PEMÁN

                               Se dice en un viejo cuento
                                que, al rendir el Salvador
                                  su dulce frente al dolor
                               de su amargo sufrimiento
                                  como se rinde una flor
                             que troncha al pasar el viento;
                               cantando a la Cruz llegaron
                                unas cuantas golondrinas,
                                 y dulcemente arrancaron
                                  las zarzas y las espinas
                                que los sayones clavaron
                                 sobre las sienes divinas.

                                Y al ver hoy estas edades
                                 llenas de vanas torpezas,
                                  y de míseras ruindades
                                y mentirosas grandezas,
                                 ¿ pregunto, yo, con dolor,
                               si el mundo falso y traidor,
                                  al irse las golondrinas,
                            no ha vuelto a llenar de espinas
                                   la frente del Salvador?

                             De espinas, sí, de rencores,
                              de ingratos apartamientos
                                 de mentirosos amores;
                               espinas, más engañosas
                             porque se ocultan en rosas
                                de mil fingidas virtudes
                             que son las más dolorosas.

                            ¡Que no hay puñal que taladre
                                  con tanta fuerza y dolor
                            como la espina que a un padre
                                  le clave un hijo traidor...!
                                    Así el mundo pecador
                                  hiere las sienes divinas
                                     del divino Redentor...
                              Y ¿no habrá ya golondrinas
                                para arrancar las espinas
                                  de la frente del Señor?
                              Sí: en esta Casa han oído
                             unas almas Tus querellas;
                            esta Casa que ha seguido
                          como una esclava, tus huellas,
                                quiere, Señor, ser nido
                            de golondrinas de aquellas.

                           Mientras el mundo, burlando,
                            vaya en tu frente clavando
                             sus zarzas y sus espinas,
                            ¡Nosotros tus golondrinas,
                               te las iremos quitando!
                          Tendrás por cada escondido
                             puñal que tu pecho clava,
                             un pecho de pena herido;
                             un amor por cada olvido;
                          por cada ingrato una esclava;
                           por cada abandono un nido;
                              un bien por cada dolor;
                             por cada infiel pecador
                           un alma buena y cristiana,
                             y una lágrima de amor
                            por cada risa mundana.

                             Y asi, cada golondrina,
                                tus heridas al curar,
                           sabrá, Señor, despertar,
                          en tu alma grande y divina,
                      tanto amor... ¡que aun va a sobrar,
                               amor para perdonar
                             al que clave la espina!

martes, 24 de enero de 2012

FRENTE A LA CRISIS: L. Boff.

                                                                              GOZA de plena actualidad esa frase de Einstein: "el pensamiento que ha creado la crisis no puede ser el mismo que va a solucionarla".  Es demasiado tarde para hacer sólo reformas, éstas no cambian el pensamiento. Necesitamos partir de otro pensamiento, fundado en principios y valores que puedan sustentar un nuevo ensayo de civilización. O si no, tendremos que aceptar un camino que nos lleva al precipicio. Los dinosaurios ya lo recorrieron.

Mi sentimiento del mundo me dice que hay cuatro principios y cuatro virtudes capaces de garantizar un futuro bueno para la Tierra y la Vida.

El cuidado. El cuidado es una relación de no agresión y de amor a la Tierra y a cualquier otro ser. Se opone a la dominación. El cuidado regenera las heridas pasadas y evita las futuras. Retarda la fuerza irrefrenable de la entropía y permite que todo pueda vivir y durar más.

El respeto. Cada ser posee un valor intrínseco, independientemente de su uso humano. Expresa alguna potencialidad del universo, tiene algo que revelarnos y merece existir y vivir. El respeto reconoce y acoge al otro como otro y se propone convivir pacíficamente con él. Etico es respetar ilimitadamente todo lo que existe y vive.

La responsabilidad universal. Por ella, el ser humano y la sociedad se dan cuenta de las consecuencias benéficas o funestas de sus acciones. Ambos tienen que cuidar la cualidad de las relaciones con los otros y con la naturaleza para que no sean hostiles sino amigables hacia la vida.

La cooperación incondicional. La ley universal de la evolución no es la competición en la que gana el más fuerte, sino la interdependencia de todos con todos. Todos cooperan entre sí para coevolucionar y para asegurar la biodiversidad. El mercado globalizado está gobernado por la más rígida competición, sin espacio para la cooperación.

Estos cuatro principios deben ser acompañados de las cuatro virtudes imprescindibles para la consolidación del nuevo orden.

La hospitalidad. Todos tenemos el derecho de ser acogidos, lo que se corresponde con  el deber de acoger a los otros. Esta virtud será fundamental frente al flujo de los pueblos y los millones de refugiados.

La convivencia con los diferentes. La globalización del experimento hombre no anula las diferencias culturales con las cuales tenemos que aprender a convivir, a intercambiar, a complementarnos y a enriquecernos con los intercambios mutuos.

La tolerancia. No todos los valores y costumbres culturales son convergentes y de fácil aceptación. De ahí se impone la tolerancia activa de reconocer el derecho del otro de existir como diferente y garantizarle su plena expresión.

La comensalidad. Todos los seres humanos deben tener acceso solidario y suficiente a los medios de vida, y seguridad alimentaria. Deben sentirse miembros de la misma familia que comen y beben juntos. No sólo es la nutrición necesaria, se trata de un  rito de confraternización.

Todos los esfuerzos serán en balde si la Río+20 de 2012 se limita solamente a discutir medidas prácticas para mitigar el calentamiento global, sin duscutir otros principios y valores que pueden generar un consenso mínimo entre todos y dar así sostenibilidad a nuestra civilización. Sólo nos falta voluntad y amor a la vida.-

EL COMPLEJO DE DIOS DE LA MODERNIDAD. L. BOFF.

                                                                           LA CRISIS actual es fundamentalmente la crisis de un tipo de civilización que ha colocado al ser humano como "señor y dueño de la naturaleza" (Descartes). Ésta para él, no tiene espíritu ni propósito y por eso puede hacer lo que quiere con ella.

Según el fundador del paradigma moderno de la tecnocracia, Francis Bacon, el ser humano debe torturarla hasta que nos entregue todos sus secretos. De esta actitud se ha derivado una relación de agresión y de verdadera guerra contra la naturaleza salvaje que debía ser dominada y "civilizada". Surgió así también la proyección arrogante de ser humano como el Dios que domina y organiza todo.

   Debemos reconocer que el cristianismo ayudó a legitimar y reforzar esta comprensión. El Génesis dice claramente "llenad la tierra y sujetadla y dominad sobre todo lo que vive y se mueve sobre ella" 1,22. Después afirma que el ser humano fue hecho a imagen y semejanza de Dios" (Gn. 1,26). El sentido bíblico de esta expresión es que el ser humano es lugarteniente de Dios, y como éste es el señor del Universo, el ser humano es el señor de la tierra. Él goza de una dignidad  que es solo suya: la de estar por encima de los demás seres. De aquí se generó el antropocentrismo, una de las causas de la crisis económica. Finalmente el monoteísmo estricto suprimió el carácter sagrado de todas las cosas y lo concentró sólo en Dios. El mundo, al no poseer nada de sagrado, no necesita ser respetado. Podemos modelarlo a nuestro gusto. La moderna civilización de la tecnociencia ha ocupado todos los espacios con sus aparatos y ha podido penetrar en el corazón de la materia, de la vida y del universo. Todo venía envuelto con el aura del "progreso", una especie de recuperación del paraíso en otro tiempo perdido, pero ahora reconstruído y ofrecido a todos.

   Esta visión gloriosa empezó a derrumbarse en el siglo XX con las dos guerras mundiales y otras coloniales que produjeron docientos millones de víctimas. Cuando se perpetró el mayor acto terrorista de la historia, las bombas atómicas lanzadas sobre Japón por el ejército estadounidense, la humanidad se llevó un susto del cual no se ha repuesto hasta hoy. Con las armas atómicas, biológicas y químicas construidas después, nos hemos dado cuenta que no necesitamos a Dios para hacer realidad el Apocalipsis.

   No somos Dios y querer serlo nos lleva a la locura. La idea del hombre queriendo ser "Dios" se ha transformado en una pesadilla. Pero él se esconde todavía detrás del "tina" neoliberal: "no hay alternativa, este mundo es definitivo". Ridículo. Démonos cuenta de que "el saber como poder" (Bacon) cuando se realiza sin conciencia y sin límites puede autodestruirnos. ¿Qué poder tenemos sobre la naturaleza?  ¿Quién domina un tsunami? ¿Quién controla el volcán chileno Puyehe? ¿Quién frena la furia de las inundaciones en las ciudades serranas de Río? ¿Quién impide el efecto letal de las partículas atómicas de uranio, de cesio y de otros elementos liberadas por las catástrofes de Chernobyl y de Fukushima? Como dijo Heidegger en su última entrevista a Der Spiegel: "sólo un Dios podrá salvarnos".

   Tenemos que aceptarnos como simples criaturas junto con todas las demás de la comunidad de vida.   Tenemos el mismo origen común: el polvo de la tierra. No somos la corona de la creación, sino un eslabón de la corriente de la vida, con una diferencia, la de ser conscientes y con la misión de "guardar y cuidar el jardín del Edén" (Gn. 2,15), es decir, de mantener las condiciones de sostenibilidad de todos los ecosistemas que componen la Tierra.

   Si partimos de la Biblia para legitimar la dominación de la Tierra, tenemos que volver a ella para aprender a respetarla y a cuidarla. La Tierra generó a todos. Dios ordenó: "Que la tierra produzca seres vivos, según su especie" (Gn. 1,24). Ella por lo tanto no es inerte; es generadora,, es madre. La alianza de Dios no es sólo con los seres humanos. Después del tsunami del diluvio, Dios rehizo la alianza "con nuestra descendencia y con todos los seres vivos" (Gn. 9,10). Sin ellos, somos una familia menguada.

   La historia  muestra que la arrogancia de "ser Dios", sin nunca poder serlo, sólo nos trae desgracias. Bástenos ser simples criaturas con la misión de cuidar y respetar a la Madre Tierra.-

"SÓLO UN DIOS NOS PUEDE SALVAR". L. BOFF.

13-enero-2012.                                      
                                                                    ESTA FRASE no viene de ningún papa; es de Martín Heidegger (1889-1976), uno de los más profundos  filósofos alemanes del siglo XX, en una entrevista concedida al semanario Der Spiegel el 23 de septiembre de 1966, pero solamente publicada el 31 de mayo de 1976, una semana después de su muerte. Heidegger siempre fue un atento observador de los destinos amenazadores de nuestra civilización tecnológica. Para él la tecnología, como intervención en la dinámica natural del mundo para beneficio humano, ha penetrado de tal manera en nuestro modo de ser  que se ha transformado en una segunda naturaleza.

   Hoy en día no nos podemos imaginar sin el vasto aparato científico-técnico sobre el cual está asentada nuestra civilización, pero está dominada por una compulsión oportunista que se traduce en la fórmula: si podemos hacerlo, también nos es permitido hacerlo sin ninguna otra consideración ética. Las armas de destrución masiva surgieron de esta actitud. Si existen, ¿por qué no usarlas?

   Para el filósofo, una técnica así, sin conciencia, es la más clara expresión de nuestro paradigma y de nuestra mentalidad, nacidas en los albores de la modernidad, en el siglo XVI, pero cuyas raíces se encuentran ya en la metafísica griega. Esta mentalidad se guía por la explotación, por el cálculo, por la mecanización y por la eficiencia aplicada en todos los ámbitos, pero principalmente en relación con la naturaleza. Esta comprensión ha entrado en nosotros de tal manera que consideramos la tecnología como la panacea para todos nuestros problemas. Inconscientemente nos definimos contra la naturaleza que debe ser dominada y explotada. Nosotros mismos nos hacemos objeto de la ciencia, al ser manipulados nuestros órganos y hasta nuestros genes.

   Enre ser humano y naturaleza se ha establecido un divorcio que se revela por la creciente degradación ambiental y social. El mantenimiento y la aceleración de este proceso tecnológico, según el filósofo, puede llevarnos a una eventual autodestrucción. La máquina de muerte hace decenios que está ya construida.

   PARA SALIR de esta situación no bastan los llamamientos éticos y religiosos, mucho menos la simple buena voluntad. Se trata de un problema metafísico, es decir, de un modo de ver y de pensar la realidad. Estamos en un tren que corre veloz sobre dos raíles; está yendo al encuentro de un abismo que hay más adelante y no sabemos cómo pararlo. ¿Qué hacer?
Esa es la cuestión.

   Si quisiéramos, podríamos encontrar una mentalidad distinta en nuestra tradición cultural, en los presocráticos como Heráclito entre otros, que todavía veían la conexión orgánica entre ser humano y naturaleza, entre lo divino y lo terreno, y alimentaban un sentido de pertenencia a un Todo mayor. El saber no estaba al servicio del poder sino de la vida y de la contemplación del misterio del ser. O en toda la reflexión contemporánea sobre el nuevo paradigma cosmológico-ecológico, que ve la unidad y la complejidad del único y gran proceso de la evolución del cual todos los seres emergen y son interdependientes. Pero este camino nos es vedado por el exceso de tecnociencia, de racionalidad calculatoria y por los inmensos intereses económicos de los grandes consorcios que viven de este statu quo.

   ¿Hacia dónde vamos? En este contexto de indagaciones fue donde Heidegger pronunció esta famosa y profética sentencia: "La filosofía no podrá provocar directamente un cambio del estado presente del mundo. Y esto no es válido sólo para la filosofía sino también para toda actividad de pensamiento humano. Sólo un Dios puede salvarnos (Nur noch ein Gott kann uns retten). La única posibilidad que nos queda, en el pensamiento y en la poesía, es preparar nuestra disponibilidad para la manifestación de ese Dios o para la ausencia de Dios en tiempo de ocaso (Untergrund); dado que nosotros, ante el Dios ausente, vamos a desaparecer".

   Lo que Heidegger afirma está siendo gritado por notables pensadores científicos y ecológicos. O cambiamos de rumbo o nuestra civilización pone en peligro su futuro. Nuestra actitud es de apertura a un adviento de Dios, esa Energía poderosa y amorosa que sustenta a cada ser y a todo el universo. Él podrá salvarnos. Esta actitud está bien representada por la gratuidad de la poesía y del libre pensar. Y como Dios, según las Escrituras, es "el supremo amante de la vida" (Sabiduría 11,24), esperamos que no permitirá un fin trágico para el ser humano. Éste existe para brillar, convivir y ser feliz.-

sábado, 21 de enero de 2012

DESIDERATA. Por Max EHRMANN. Poeta y dramaturgo norteamericano (1872-1945)

                                                  VIVE plácidamente entre la premura y el bullicio, y ten presente la paz que puedes hallar en el silencio. Hasta donde te sea posible hacerlo sin capitular, vive en buenas relaciones con todos. Expresa serena y claramente lo que tengas por verdad, y presta oído a los demás, incluso a los necios y a los ignorantes, que también ellos tienen algo que decir.

                                                 EVITA el trato con las personas ostentosas e imperativas, que conturban el espíritu. Si das en compararte con los demás, podrás amargarte y envanecerte, pues siempre encontrarás personas que valen más que tú, así como otras que son menos. Disfruta de tus logros como de tus proyectos.

                                                QUE el interés por tu carrera, aunque sea
muy humilde, se mantenga vivo; en los vaivenes que el tiempo obra en la
fortuna, tu carrera es un verdadero tesoro. Procede con cautela en los
negocios, pues en el mundo abunda el engaño; pero que ello no te ciegue
a sus virtudes. Muchos son los que persiguen nobles ideales y en todas partes la vida es rica en hechos heroicos.

                                               MUÉSTRATE tal como eres. Sobre todo,
no finjas el afecto que no sientas. Tampoco mires el amor con cinismo,
pues,  contra toda manifestación de aridez y desencanto, el amor posee la
perennidad de la hierba.

                                              ATIENDE gustosamente a lo que te dice
el paso de los años y renuncia con gracia a los goces propios de la juventud.
Cultiva un ánimo esforzado que te escude contra la adversidad, por
repentina que sea. Pero no perturbes tu espíritu con fantasías. Abundan los temores hijos de la soledad y la fatiga. Acompaña la saludable disciplina
con la dulzura para contigo mismo.

                                              AL igual que los árboles y las estrellas,
tú también eres una de las criaturas del Universo; tienes derecho a estar
aquí. Y aunque no te lo parezca, es indudable que el Universo se desarrolla
como ha de hacerlo.

                                              POR tanto, vive en paz con Dios, sea
cualquiera la forma como lo concibas; y cualesquiera que sean tus tareas
y tus aspiraciones, consérvate en paz con tu alma en la turbulenta
confusión de la existencia.

                                             EL mundo, a pesar de todas sus simulaciones, de su tráfago y sus sueños frustrados, es hermoso. Sé prudente. Esfuérzate en ser dichoso.

            Tomado de "Poemas de Max Ehrmann" . 1968 por Crescendo Publications.

viernes, 20 de enero de 2012

DE "LA VIOLENCIA DE LOS POBRES": LAS BIENAVENTURANZAS, por Bertrand DUCLÓS.

                                                                         LAS  BIENAVENTURANZAS
   Podríamos recordar ahora las Bienaventuranzas del Reino:
     "Bienaventurados los pobres según el espíritu": los pobres que se han unido a la masa de los pequeños en su combate por la justicia, sabiendo que ese combate es combate de Dios, y que Dios está allí con la fuerza de su amor para vivificar y sanear esta lucha. El Reino está ya abierto para todos aquellos que quieren ser más hombres liberando al mundo de las idolatrías que a la vez padecen los pobres -que a causa de elllas mueren- y los ricos - que creen vivir en elllas.

    "Bienaventurados los mansos: ellos poseerán la tierra". El pobre está constantemente abrumado y no conoce de la vida más que su apstecto de fatalidad. Nadie mejor que él aspira a la dulzura (la "mansedumbre") de la vida, a la alegría de existir. Y lo que quiere conquistar es precisamente esta dulzura, eliminando las estructuras que han transformado esta tierra en una jungla y en lugar de mala reputación.

     "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia: serán saciados". Porque más allá de los bienes de los que se ven privados -y que hablan en contra de sus detentores- buscan la verdad del signo de la riqueza compartida: la amistad y la fraternidad redescubiertas, el "tuyo" y el "mío" que se convierten en "nuestro".

     "Bienaventurados los misericordiosos, porque obtendrán misericordia". ¿Acaso no son misericordiosos aquellos para quienes el sufrimiento de sus hermanos, este "sufrimiento inmerecido", es causa de desazón, y que se ponen en marcha para destruir las condiciones  inmediatas de la miseria? Obtendrán misericordia, igual que María Magdalena, porque han amado mucho.

       "Bienaventurados los que tienen un corazón puro". Aquellos cuyo corazón no se pierde en discusiones ni en sutilezas bizantinas; aquellos que frente a la enfermedad, el hambre y el sufrimiento, no tergiversan y se ponen del lado del perseguido y del abrumado. Pureza de corazón que ve en el hombre amenazado a aquel a quien es preciso socorrer inmediatamente. "Verán a Dios..." "Tú me reconociste".

       "Bienaventurados aquellos que son perseguidos por causa de la justicia". Aquellos que dan la vida porque han reconocido que no podían protegerse a sí mismos sin contribuir a la injusticia cometida contra los otros. Con éstos las sociedades idólatras no tienen piedad. Se muestran rebeldes al desorden establecido: con justicia les llaman los " fuera de la ley"... de la jungla. Para tranquilidad de todos, tienen que desaparecer: para que "reine el orden".

      Y la última Bienaventuranza hace descubrir el fundamento de las demás: en esta lucha contra el mal está implicado a Dios. A causa de Él  se sufre persecución, ultraje y calumnia. Porque a causa de Él  se está implicado en esta gigantesca batalla del hombre.

     Todo esto sabe aquel que vive de la fe en el Señor Jesucristo. Y esto es lo que ha de revelarles a sus compañeros de lucha que no han llegado hasta el fondo de la cuestión. El combate de los pobres es el combate de Dios que se ha unido a ellos porque son para Él los que pueden transformar el mundo. Esto está escrito en el Libro desde los orígenes de Israel. Dios le decía a su Pueblo que se acordara del tiempo en que estaba en cautividad, del tiempo en que había sabido lo que era la servidumbre y la opresión. Del tiempo también en que aspiraba a la liberación, a su resurrección. Del tiempo en que literalmente tenía una conciencia proletaria. Y esta conciencia animada por el soplo potente de Dios fue la que le proyectó con la fuerza de la esperanza hacia la tierra prometida.

      El creyente, en la misma medida en que se acuerda de sus orígenes de cautividad, se compromete en la liberación humana, signo de la liberación total de la humanidad que Dios en su designio de amor persigue. Y solamente en esta medida permanece fiel a la vez a Dios y a los hombres. Se da cuenta de que lo que hay que abolir es la dominación, de que hay que imposibilitar a toda forma de poder a que resulte nociva. Igual que su Dios que se acuerda de su Pueblo humillado; el Pueblo del que forma parte, Pueblo portador de la esperanza de salvación. "Ve a buscar al Faraón y dile que deje pasar a mi Pueblo". Hay siempre Faraones a quienes es preciso decirles esto. Y si no se convierten, el Pueblo ha de ponerse en marcha a pesar de todo, porque el designio de Dios tiene que cumplirse pese a la maldad de los hombres.-

miércoles, 18 de enero de 2012

DE "LAS MÁS BELLAS ORACIONES DEL MUNDO": El Padrenuestro, de Ruyard KIPLING.

         
                                                              
 La oración transforma y cura.
      Ayuda a vivir en armonía y plenitud.
                 


EL PADRENUESTRO:

   PADRE que estás en el cielo, que todo lo amas,
Oh, ayuda a tus hijos cuando ellos claman;
Para que puedan construir de generación en generación
una herencia sin mancha.

   ENSÉÑANOS a soportar Tu yugo en la juventud,
con firmeza y una extremada veracidad;
Que en nuestra época  Tu gracia pueda dar a las naciones
la verdad según la cual regir su existencia.

   ENSÉÑANOS  a conducirnos siempre con dominio y pureza,
noche y día, para cuando surja la necesidad,
no hagamos ningún sacrificio inútil o sin valor.

   ENSÉÑANOS a verte a Ti y no a nuestros amigos,
como juez en todos nuestros propósitos;
Para que contigo podamos caminar
sin amedrentarnos por el temor o indulgencia de la multitud.

   ENSÉÑANOS la fuerza para no buscar el lastimar al débil
con acción ni pensamiento.
Que bajo Tu guía podamos poseerTu fuerza
para socorrer al hombre en su aflicción.

   ENSÉÑANOS  a deleitarnos con las cosas simples,
y en la alegría que no tiene sinsabores;
Perdón por el mal que hemos hecho,
y amor para todos los hombres bajo el Sol.

                                                           --Ruyard  KIPLING.

martes, 17 de enero de 2012

"POESÍA RELIGIOSA": Dios, J. Z.G. del V. Eucaristía, Sardá.

         DIOS

¿Qué dicen las olas
rompiéndose a solas
en recios peñascos?
      Murmuran a Dios.

¿Qué cantan las aves
en trinos suaves
volando en el monte?
      Le cantan a Dios.

¿Qué nombre bosqueja
la luz que refleja
de tantas estrellas?
      El nombre de Dios.

¿Por qué de su seno
aborta en el trueno
la nube su rayo?
    Tronando que hay Dios.

¿Qué suena la palma
moviendo con calma
su verde ramaje?
     Loores a Dios.

¿Qué dice ese velo
de azul en el cielo
los astros sostiene?
     Detrás está Dios.

¿Cuál eco tremendo
con hórrido estruendo
nos dan los volcanes?
           El eco de Dios.

¿Qué dice en el sueño
dormida sin dueño
la quieta natura?
       Suspira por Dios.

¿Qué gran excelencia
tu misma conciencia
repite a tu oído?
       La imagen de Dios.

                     J.Z.G. del V.

                     EUCARISTÍA

Tú me has dicho, Señor, que el pan y el vino
     ya no son vino y pan, sino substancia
   de tu Carne y tu Sangre, en la fragancia
        de este nuevo eucarístico destino.

       Son realmente tu mismo ser divino,
         manjar mío sabroso, sin distancia
      entre mi ser y el tuyo, en la elegancia
      personal del desposorio en mi camino.

         Te has venido a mi pecho solitario
       con la luz que en sus trinas soledades,
          -eterno  sol- Dios Uno se escondía.

      Y has hecho en mis entrañas el sagrario
     de la esencia de Dios, si en propiedades
        vino y pan, Dios por tu alma Eucaristía.

                                              - Ignacio SARDÁ.

lunes, 16 de enero de 2012

OTRO PARADIGMA: Escuchar a la Naturaleza. L. BOFF, 6-enero-2012.

                                                         AHORA que se aproximan grandes lluvias, inundaciones, temporales, huracanes y deslizamientos de tierras, tenemos que reaprender a escuchar a la Naturaleza.

   Toda nuestra cultura occidental, de vertiente griega, está asentada sobre el ver. No sin razón la categoría central -idéia (eidos en griego)- significa visión. La televisión es su expresión mayor. Hemos desarrollado nuestra visión hasta los últimos límites. Con los telescopios de gran potencia hemos penetrado hasta las profundidades del universo para ver las galaxias más distantes. Hemos descendido hasta las partículas elementales y el misterio íntimo de la vida. Mirar es todo para nosotros. Pero debemos tomar conciencia de que este es el modo de ser de los occidentales y no el de todos.

   Otras culturas próximas a nosotros, las andinas de los quechuas, los aymaras y otros se esctructuran alrededor del escuchar. Lógicamente también ven, pero su particularidad es escuchar los mensajes de aquello que ven. Un campesino del altiplano boliviano me dijo: "yo escucho la naturaleza y sé lo que me dice la montaña". Y hablando con un chamán me decía: "yo escucho a la Pachamama y sé lo que ella me está comunicando".

   TODO HABLA: las estrellas, el sol, la luna, las montañas soberbias, los lagos serenos, los valles profundos, las nubes fugaces, las selvas, los pájaros y los animales. Esas personas aprenden a escuchar atentamente estas voces. Los libros no son importantes para ellos porque son mudos, mientras que la naturaleza está llena de voces. Y se han especializado en esta escucha de tal forma que, al ver las nubes, al escuchar los vientos, al observar las llamas o los movimientos de las hormigas, saben lo que va a suceder en la naturaleza.   Esto me recuerda una antigua tradición teológica elaborada por san Agustín y sistematizada por san Buenventura en la Edad Media: la revelación divina primera es la voz de la naturaleza, el verdadero libro hablante de Dios. Pero como hemos perdido nuestra capacidad de oír, Dios, por piedad, nos dio un segundo libro, que es la Biblia, para que escuchando sus contenidos pudiésemos oír nuevamente lo que la naturaleza nos dice.

   Cuando Francisco Pizarro en 1532 en Cajamarca, mediante una emboscada traicionera, hizo prisionero al jefe inca Atahualpa, ordenó al fraile dominico Vicente Valverde que con su intérprete Felipillo le leyese el requerimiento, un texto en latín por el cual se dejaban bautizar y se sometían a los soberanos españoles, pues el papa así lo había dispuesto. Si no lo hacían,
podían ser esclavizados por desobediencia. Atahualpa le preguntó que de dónde le venía la autoridad. Valverde le entregó el libro de la Biblia. Atahualpa se lo puso al oído. Como no escuchó nada, tiró la Biblia al suelo. Fue la señal para que  Pizarro masacrase a toda la guardia real y aprisionase al soberano inca. Vemos, pues, que la escucha lo era todo para Atahualpa. El libro de la Biblia no hablaba nada.

   PARA LA CULTURA ANDINA todo se estructura dentro de un tejido de relaciones vivas, cargadas de sentido y de mensajes. Perciben el hilo que penetra, unifica y da significado a todo. Nosotros los occidentales vemos los árboles pero no percibimos el bosque. Las cosas están aisladas unas de otras. Son mudas. Hablar es sólo cosa nuestra. Captamos las cosas fuera del conjunto de relaciones, por eso nuestro lenguaje es formal y frío. En él hemos elaborado filosofías, teologías, doctrinas, ciencias, dogmas. Pero esta es nuestra manera de sentir el mundo, no la de todos los pueblos.

   Los andinos nos ayudan a relativizar nuestro pretendido "universalismo". Podemos expresar los mensajes mediante otras formas relacionales e incluyentes y no por aquellas objetivas y mudas a las que estamos acostumbrados. Ellos nos desafían a escuchar los mensajes que nos vienen de todos lados. En estos días debemos escuchar lo que las nubes negras, los bosques de las laderas de las montañas, los ríos que crecen  y rompen barreras, las pendientes abruptas y las rocas sueltas nos advierten. Las ciencias de la naturaleza nos ayudan en esta escucha. Pero no es nuestro hábito cultural captar las advertencias de aquello que vemos y entonces nuestra sordera nos hace víctimas de desastres que hay que lamentar. Sólo dominamos la naturaleza, obedeciéndola, es decir, escuchando lo que ella nos quiere enseñar. La sordera nos dará amargas lecciones.-