miércoles, 24 de junio de 2015

DÍA DEL MAESTRO / PARALITURGIA .


        AMBIENTACIÓN

“NO HAY EN NUESTRA CIVILIZACIÓN, EXCEPTUANDO A LOS SACERDOTES,
NADIE CON UNA MISIÓN QUE CUMPLIR
TAN INTERESANTE COMO LA DEL MAESTRO”.

LA IGLESIA Y LA PATRIA ESPERAN
QUE ELLOS SEAN LOS INSIGNES OBREROS
QUE ECHEN EN EL ALMA DE LOS NIÑOS
LOS CIMIENTOS DE LA CIUDAD DE DIOS.

             EVANGELIO DE SAN MATEO: 18, 1-5.

“En ese  momento, los discípulos  se acercaron a Jesús para preguntarle: 
-- ¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?
Entonces Jesús llama  a un niñito, lo coloca  en medio de los discípulos, y dice:
--Les aseguro que  si no cambian y vuelven a ser  como niños, no podrán entrar al Reino de los Cielos. El que se hace pequeño como este niño, ése es el más grande en el Reino de los Cielos, y el que recibe en mi nombre a un niño como éste, a mí me recibe”.
PALABRA DE DIOS / TE ALABAMOS SEÑOR.

La advertencia de Cristo de que acojamos el reino “como niños”, está colocada después del consejo a la virginidad y antes del de la pobreza.

Pero si virginidad y pobreza representan unas condiciones privilegiadas para ver a Dios, la de “como niños” constituye una “condición indispensable” para entrar en el reino.

Ve y vende cuanto tienes, le dijo Jesús al joven rico. Y ahora parece que dice – ¡y esto es más difícil, ya que supone un desapego más doloroso!

“Ve y vende lo que eres”.

Vende tus complicaciones intelectualísticas. Tus estructuras mentales. Tus compromisos. Tu sentido común. Tu prudencia. Tus vacilaciones. Tu experiencia.

Vende tu cristianismo “prefabricado”.
Vende lo que eres.

Y volverás a encontrarte con tu infancia.

Solamente cuando te hagas como un niño, podrás hacerte perdonar tus cabellos grises.

El único primer puesto que importa a los ojos de Cristo es el de la infancia.

Y abrazaba a los niños y los bendecía imponiendo las manos sobre ellos.

Es una escena que más vale no estropear con nuestros comentarios, nos dice Alessandro Pronzato.

 REFLEXIÓN

   Hay que desear con amor verdaderamente sincero que los maestros sean sólidamente formados.

   Hace falta no sólo la ayuda estatal, sino la ayuda personal de todos, en la calle y en la escuela, en una actuación que ha de comprender desde la frecuente visita a las escuelas para estimular a los maestros y darles a entender que estamos al tanto de su labor, de sus sacrificios y de sus triunfos…

   El padre, en el hogar moderno, por causa de la complicación de la vida, no puede, ni medianamente siquiera cumplir sus deberes de educadores…

   Que haya muchos y ejemplares maestros para poner en salvo el porvenir de las familias y de la Patria.

   El Papa Pío XII habló cordialmente a los maestros italianos y desarrolló estos tres pensamientos: Lo que el maestro debe ser, lo que el maestro debe saber y lo que el maestro debe hacer.

   En primer lugar debe ser maestro, y esta palabra la prefiero a enseñante, porque maestro es el que enseña y forja las almas de sus alumnos, que precisamente eso quiere decir alumno, el que se nutre o alimenta íntegramente como hombre, como patriota y como religioso. La escuela laica es una escuela mutilada y lo mismo será el maestro laico un maestro mutilado. La escuela laica, y lo mismo se diga del maestro laico, es una indigna mutilación del entendimiento humano en lo que tiene de más ideal y excelso, es una extirpación brutal de los gérmenes de verdad y de vida que laten en el fondo de toda alma para que la educación las fecunde. En que el alma del hombre es naturalmente religiosa. Los otros dos conceptos, lo que debe saber y hacer el maestro, ya son un corolario de lo afirmado, siguiendo a Don Marcelino Menéndez y Pelayo, expuestos con precisión por Hugo Almanza Durand, en su carta que lleva por título Mi última lección.

MI ÚLTIMA LECCIÓN

Querido alumno:

    Para ser feliz no importa lo que el mundo te ofrezca, sino lo que tú puedas ofrecer; porque todo lo que se da regresa, y ante los ojos del Señor sólo valen las buenas obras.

   Al final no te llevarás lo que has guardado; sólo se irá contigo lo que has hecho en favor de los demás.

   Nunca te quejes, la vida no es fácil, camino sin piedra no es camino.

   No te compares con nadie, mídete contigo mismo, es la única manera segura de avanzar.

   Ningún ser es infalible, acepta los errores, los ajenos no justifican los tuyos.

   Pide que te disculpen y corrígete.

   La humildad es una virtud maravillosa, casi inalcanzable; pero no imposible.

   Con los años aprenderás que son los atajos los que alargan el camino, que la ruta más rápida y segura es la que ya conoces.

   Que nada es gratis en la vida. Que todo debes ganártelo o merecerlo, que ser útil es mejor que ser importante.

   Aprende a dominar tus iras. Sé tolerante, cuántas veces lo serán contigo. Jamás agredas, no olvides lo que dijo el poeta: “El golpe daña más al que lo da que al que lo recibe”. Estira la mano sólo para dar o ayudar.

   Quiere a tus parientes y amigos con todos sus defectos o correrás el riesgo de quedarte solo porque el ser perfecto no existe.

   Y acostúmbrate a escuchar; los consejos no se discuten, se agradecen.

   Recuerda que la belleza es fugaz, que el poder es circunstancial y que la riqueza es ajena. Que a fin de cuentas sólo es tuyo lo que consumes. Que por más dinero que tengas no serás mejor, no sabrás más, ni serás más bueno. Ni siquiera podrás comer o dormir más que cualquier mendigo.

  En todos los actos de tu vida trata de ser justo, piensa en los demás; deja que tu corazón cumpla con su deber; su destino es querer, para eso lo hizo Dios, por lo menos eso pensamos los maestros.

   Aprende a valorar lo que te dan, siendo poco, tal vez sea lo máximo que puedan ofrecerte. No todos tenemos la misma capacidad de sentir y de dar. Dichoso tú, si puedes hacer feliz al ser que amas. Cada vez que sientas ternura por los tuyos no te contengas. Todos tenemos una necesidad increíble de cariño. Sea cual fuere tu edad, ten tus cosas en orden; el Señor puede llamarte en cualquier momento.

   Enseña a vivir con amor a tu familia, si están alejados o resentidos, perdónense, nunca es tarde. La vida es corta. Quiéranse mucho, ahora que pueden hacerlo, que están presentes, que es físicamente posible. Recuerda hijo, que mañana si no los aparta la vida, lo hará la muerte.

   Ojalá que estas líneas te ayuden a vivir mejor.
   Hasta siempre…
   Tu maestro.  

 PETICIONES

-       Pidamos por todos los maestros y maestras… para que sigan inculcando sin desmayo aquello que para ser feliz importa lo que podemos ofrecer: las buenas obras y lo que se hace por los demás, lo que es agradable al Señor.
Roguemos al Señor…

-       Por los maestros y maestras, con gratitud por su labor abnegada, que a tiempo nos hacen descubrir que la vida no es fácil y si hay que compararnos / es midiéndonos a nosotros mismos, la única manera de avanzar. R…

-       Por los maestros y maestras que siempre están dispuestos a enseñarnos que mejor es ser útiles  (que importantes)  en la sociedad y en la Iglesia, y nos presentan a ellas  /con un perfil de una ecología integral humana, es decir, como verdaderos ciudadanos. R…

-       Por los maestros y maestras para que no declinen en su “primera y última voluntad”, según las últimas líneas de la carta de nuestro compatriota Almanza: nos ayuden a vivir mejor, mostrándonos sus métodos: los de ver, juzgar, actuar y celebrar en las metas alcanzadas y por alcanzar. R…

-       Finalmente, como culmen de los deseos de los maestros y maestras, que nuestros corazones cumplan con su deber, esto es, querer, sea el mayor logro de toda una vida, para así vivir el equilibrio ecológico: el interior/ consigo mismo, el solidario /con los otros, el natural con todos los seres vivos y el espiritual con Dios. R.

AHORA, SEÑOR,
proseguiré en tu nombre
el trabajo diario, resuelto
a conocerte a Ti
en todo cuanto piense,
hable o haga.

Que pueda cumplir
alegremente la tarea
por tu sabiduría asignada,
que en todos mis trabajos
tu presencia encuentre,
y confirme tu voluntad
buena y perfecta.

             (Charles Wesley)

martes, 23 de junio de 2015

¿Y QUÉ LE DIRÍA, UN AÑO DESPUÉS, MI COMPADRE SAN FRANCISCO A FRAY LEONARDO? / Pedro CASALDÁLIGA


--Hermano Leonardo,
teólogo confirmado de la Liberación
por la gracia del Padre y el apremio del Pueblo:
ahora que nuestros señores,
los maestros de Roma
te han devuelto la Palabra,
devuélvesela entera
a tu Señor, el Pobre;
vestida ya por siempre con el hábito
del color de la tierra
                            que es sepultura y surco;
del color de madera del leño de la Pascua.

¿ME DEJÁIS SOLO?

¿Me dejáis solo?
¿Con la verdad?

¿Por qué no me ayudáis
a examinar la piedra fascinante
que me ha atraído siempre a la frontera?

Los caminos trillados
son caminos de todos.
Nosotros, por lo menos,
debemos arriesgar estas veredas
donde brota la flor del Tiempo Nuevo,
donde las aves dicen la Palabra
con el vigor antiguo,
por donde otros arriesgados buscan
la humana libertad...

Si el corazón es limpio
no ha de atraparnos nunca
la noche intransitable.
El viento y las estrellas
nos dictarán los pasos.

¿Por qué me dejáis solo,
con o sin la verdad?

Versos de "El tiempo y la espera".

YO EN TONO MENOR / Fulton SHEEN


(Escribe Monseñor Fulton Sheen especial para La Prensa en Lima)

   ¿Ha existido alguna vez una canción que exprese menos “la confusión de confusiones” muy adentro de la gente que la tonada “tengo que ser yo”. Aquí está el egoísmo en su nivel más bajo. Debe notarse que quienes entonan esta canción no quieren con frecuencia ser ellos mismos. ¿Por qué toma drogas un jovenzuelo? Porque no quiere “ser yo”. ¿Por qué un adulto se vuelve alcohólico? Porque no quiere ser él o ella mismos. 

      Henrik Ibsen, en uno de sus grandes dramas, muestra que las instituciones mentales están llenas de “hombres que son en su mayor parte ellos mismos y nada más que ellos mismos, navegando con las velas desplegadas del yo. Cada uno se encierra en un tonel de sí propio, el tonel cubierto con una tapa de sí mismos, confeccionada en un taller de sí propio. Nadie tiene una lágrima para las penas de otro ni le importa lo que otros piensan… Se dirá, seguramente, que son ellos mismos. Está lleno de sí mismo en cada palabra que dice. De sí mismo cuando está más allá de sí mismo… ¡Viva el emperador del yo!


      La paradoja está en que el tema común de prácticamente todas las canciones que cantan aquellos que quieren ser “yo mismo” es el tema del amor. Pero el amor es la misma negación de “ser yo mismo”. El hombre que ama no quiere ser sí mismo; quiere pertenecer a otra persona. Su mayor libertad está en ser esclavo de la persona a la que ama. Añadido a esto está la inconsistencia de desfilar por el pobre y poner bombas para despertar interés en el pobre y los desheredados sociales mientras se dan golpes de pecho por su primer amor: el amor a sí mismo. La verdadera filantropía, el cuidado de los desvalidos, el amor a la patria, la madre que cuida de sus hijos está diciendo: “Yo no quiero ser yo; quiero ser mi semejante…quiero ser mis hijos”. Gandhi no quiso ser para sí mismo cuando dio su vida por los intocables.

       Hammarskjold no quiso ser para sí mismo cuando se dio por la paz de las naciones comparándose con un guijarro en la honda del Dedo Divino de Quien estaba labrando su destino.

        El infierno es el lugar donde el yo arde; donde cada alma condenada es ella misma y, definidamente, lo que quiso ser. En la descripción del infierno por Sartre, varias almas están hablando, cada una de sus odios, sus penas, sus dolores, sus neurosis. Nadie escucha a nadie. No tiene oídos para los problemas de los demás; sólo tienen boca para sus propios odios. Cuando baja el telón, la última frase en la obra es: “El infierno es mi semejante”.  ¿Por qué el semejante? Porque me pone un límite a mí. Está “ahí fuera”, frente a mí, desafiando mi “mismo”.

         El desconcierto en nuestra sociedad se debe a un entrecruce de egoísmos individuales. El “yo quiero ser yo” lo apaga el otro que electrónicamente también proclama “yo quiero ser yo”. ¿Qué cosa es totalitarismo o estado esclavo? Es el dictador que se levanta y dice a todos los hombres: a ninguno de ustedes les preocupa lo “nuestro”; el individualismo de ustedes les está haciendo perder el juicio y haciendo perversa la sociedad. Voy a ser el perro pastor que mete a todos los egoístas en el redil. El caos resultante de los egoísmos provoca así una reacción y la tonada popular se convierte en “Yo quiero ser un dictador”, quiero ser un Hitler, un Stalin, un Mussolini con el fin de hacer de ustedes egoístas seres conscientes del Estado, de la sociedad, del bienestar general. El totalitarismo, en todas sus formas es la organización forzosa de un caos creado por los egoístas que viven entonando la canción “Yo quiero ser yo”.


         ¿Querría alguien en el mundo pensar en una felicidad eterna en que uno es tan sólo la continuidad del yo? ¿Habría algo más agobiante? La verdad es que tan pronto como uno comulga con su propio corazón y la realidad penetra ese espectro de fracasos y frustraciones y sensación de culpabilidad, tiene uno entonces el deseo de ser alguien más. ¡Cuán pocos después de una larga vida creen realmente que el “yo” puede soportar el escrutinio de la hora de la muerte! Una cosa es conocerse a sí mismo y otra muy distinta perfeccionarse a sí mismo dándose los unos a los otros. La felicidad no es “Yo quiero ser yo”, sino “Yo quiero ser Tú, oh Dios”. La verdadera paz está en el desprendimiento de sí mismo. Con harta frecuencia en la vida detestamos lo que deseábamos tener cuando lo logramos, tal como Judas devolvió las 30 monedas de plata.

       La felicidad es “no mi voluntad sino que se haga la Tuya, Oh Señor”. Entonces me hago en verdad yo mismo, así como el lápiz lo es cuando escribe y no cuando sirva para abrir una lata de tomates.

EL DÍA FESTIVO POR EXCELENCIA



DE "LAS MÁS BELLAS ORACIONES DEL MUNDO"

Permíteme, Oh Señor,
lamentar nuestra
ceguera e ingratitud.         


Todos vivimos engañados,

buscando a la gente 
necia y abandonándote
Tú que eres nuestro Dios. 

/Te abandonamos

Oh Fuente de Vida!,
por el tonto lodazal
del mundo.
                       Molinos.

VENTANA AL MUNDO:
VENECIA














VENECIA: UNA MARAVILLA QUE SE HUNDE
                Por Donald y Luise Peattie

ENTRE LAS ciudades más sobresalientes del mundo, desde Manhattan, la de los rascacielos, hasta la torva Moscú, desde la montañosa San Francisco hasta la amurallada Peiping, una existe que no pertenece propiamente a la tierra. Construida en el agua, Venecia hace pensar en un mago que hubiera transformado en torres, iglesias y palacios las espumas del mar, y hubiera puesto a flotar toda esa maravilla en las deslumbrantes aguas del Adriático. Venecia fue una vez la reina del comercio entre Europa y el Oriente; fue la señora de los mares mucho antes que la Gran Bretaña; fue república más de mil años antes que las repúblicas americanas; y ahora en su vejez, Venecia es aun más adorable que nunca.
   
   En su ámbito predomina una especie de encantamiento porque no hay ruedas en las calles, ni siquiera las de una bicicleta. Cuando una de esas torcidas callejuelas tropieza con un canal, se convierte en escalones y lo cruza sobre un pequeño puente. Es preciso transitar a pie o por el agua; si se camina, las gentes que van en barcas o en góndolas dan la impresión de que se mueven en un mundo aparte; y si va uno por el agua, las que se hallan en los puentes parecen moverse en una dimensión distinta. Así aumenta la sensación de estar soñando.

   El encanto es mayor a lo largo del Gran Canal, en forma de S, que no fue construido por la mano del hombre sino que es el cauce de un río antiguo que se precipita al mar. Allí surgen del agua centelleante los antiguos palacios envueltos en luces y colores deslumbrantes. Fantásticos, con sus columnas retorcidas y sus arcos entrelazados, se recuestan los unos contra los otros, colgados de flores, lamidos por el agua y acariciados por las algas que ondulan al pie de los pórticos. Desde la estación de ferrocarril hasta el puerto, el canal está todo bordeado de palacios, y la boca del puerto se abre sobre la Plaza de San Marcos. Esta gran plaza es el corazón de Venecia porque allí está enterrado el cuerpo de su patrono, San Marcos, autor del segundo Evangelio.

   Desde el amanecer hasta bien entrada la noche la Plaza de San Marcos bulle de animación. Entre torbellinos de golosas palomas, la banda toca, repican las campanas, los niños retozan, y grupos de vecinos y turistas van de un lado a otro como los coros de una ópera que no terminara jamás. Napoleón la llamó "la más esplendorosa sala de Europa".

   ¿Quién sacó de las aguas esta ciudad de ensueño? La más remota narración de un viaje a Venecia data del año 523, y describe a los "venetti" como un grupo bastante civilizado de pescadores, armadores y comerciantes los cuales por razones de seguridad vivían mitad en el agua, mitad fuera de ella, tan apretujados como las aves marinas en los peñascos. Amarraban las barcas a un poste frente a la casa, lo mismo que las gentes de tierra sus caballos.
(Terminamos), Venecia también es suya, pues forma parte inalienable de la civilización occidental que hemos recibido como herencia.

HOMBRES DE CIENCIA: SIR WILLIAM HERSCHEL



   El filósofo Kant sostuvo que el universo es una serie de universos, un número infinito de sistemas insulares cada uno de ellos integrados por numerosas estrellas y sus satélites, desplazándose interminablemente por el espacio.
   A este tipo de filosofía astronómica especulativa –que lo fue precisamente en los tiempos de Kant –se le da el nombre de cosmología.


      Con los descubrimientos y la imaginación, de Sir William Herschel, el gran astrónomo autodidacta inglés que vivió del 1738 al 1822, la cosmología acumuló evidencias y pruebas suficientes para convertirse de filosofía en ciencia.

      Herschel se impuso una gran tarea, nada menos que la indagación de los cielos. Sus observaciones y sus estudios tuvieron el propósito de aportar una teoría realmente lógica del universo.

   Herschel nació en Hanover, Alemania, hijo de un músico de la corte. Como Hanover era la sede de la familia real inglesa, fue cosa natural que su padre enviara a Herschel a Inglaterra a estudiar música. Se hizo organista en Bath, en su tiempo libre, estudiaba asiduamente la astronomía, según cuenta su hermana, se todas las noches a la cama con textos de astronomía y un vaso de leche amanecía bajo montones de libros y papeles. Como los telescopios eran muy caros en los días de Herschel –y además no eran eficientes –se construyó uno, posiblemente mejor de todos los que habían fabricado hasta entonces. Con su telescopio acometió el enorme proyecto de observar y demarcar todo el cielo nocturno.

      Herschel trató de descubrir el secreto de organización de las estrellas, los planetas y sus lunas. En el curso de sus estudios hizo muchos famosos descubrimientos y muchas famosas observaciones.  Entre ellas: encontró un gran número de nebulosas o universos insulares mucho más afuera de nuestro sistema o galaxia. Vio las manchas del sol y habló de su relación con el clima de la tierra y, en consecuencia, con las cosechas y el costo de la vida.

      Vio las estrellas variables que se oscurecen y después refulgen. Describió el movimiento de los sistemas solares en el espacio. En 1781 descubrió el planeta Urano, que primeramente llamó Georgium Sidus, y por lo cual recibió el premio Copley de la Real Sociedad.

      Describió los casquetes polares de Marte, que comprobó después de decidir que debían estar allí puesto que ese planeta tiene el mismo clima por estaciones que la tierra. Herschel construyó el telescopio más grande del mundo, con un largo de foco de cerca de 15 metros. Su hijo, John, también llegó a ser astrónomo famoso.

lunes, 22 de junio de 2015

AQUÍ SOBRE EL SALVADOR / Carlos Manuel CALDERÓN ÁVILA

20 de Junio.


El 19 de noviembre del año pasado (2014), partimos de Frankfurt, vía Aeropuerto de Dallas, a Guatemala. Permanecimos allí hasta el día 24.

El 25, lo dedicamos a El Salvador; un día agotador; lugar en el cual estuvimos poco tiempo; sin embargo, encontramos mucha información de hoteles, actividades y lugares turísticos a través de un tour operador local.

Es muy poco conocida la historia de por qué El Salvador lleva este nombre. Quizá una de las razones sea porque se trata de un proceso lento y paulatino de larga data.

Hasta el 10 de abril del año 2010 el número de áreas protegidas era de 70. Entre ellas destacan el Parque Nacional de los Volcanes, el Izalco, Santa Ana y Cerro Verde; el Parque Nacional Montecristo; Parque Nacional El Imposible; Volcán Tecapa; el Parque Bicentenario, etc…

El Salvador se encuentra en el cinturón de Fuego del Pacífico, y su territorio volcánico es muy activo. El número de volcanes es de 23, aunque 4 de ellos (Santa Ana, San Salvador, San Miguel e Izalco) han tenido actividad continuada.
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El Salvador tiene dos estaciones: la seca (noviembre-abril) y la lluviosa (mayo-octubre). Además el país se ve afectado por la estación de huracanes del Caribe (junio-noviembre).

Los árboles de bálsamo son muy abundantes en sus bosques. De hecho, El Salvador es uno de los principales proveedores de goma de bálsamo.

Lo que maravilla al mundo
La República de El Salvador es la menor y más densamente poblada de las Repúblicas del istmo centroamericano.

Su fascinante naturaleza y su vegetación tropical, causada por las erupciones volcánicas, en los últimos años, han despertado el interés por el turismo de Europa, Norteamérica y Asia.

Se le conoce como “La Perla Tropical”. Es un pequeño paraíso.



Su historia es parecida a la de su vecina República de Guatemala.

Poblada por los Mayas desde el siglo III perteneció al Imperio Maya y tuvo como capital Copán, hoy en Honduras. En las excavaciones de Cerén, se puede apreciar el modo de vida de los Mayas.



                                        Casa-habitación de gente con riqueza.

Al este de El Salvador se visita un pequeño poblado Juayúa. De aquí se camina en medio de la selva hasta encontrarnos con una maravillosa cascada llamada “Siete Caídas de agua”.

El pueblo vive prácticamente de las plantaciones de café.


(El 26 a Honduras)

viernes, 19 de junio de 2015

LA CARTA MAGNA DE LA ECOLOGÍA INTEGRAL: GRITO DE LA TIERRA-GRITO DE LOS POBRES / Leonardo BOFF


        Antes de hacer cualquier comentario vale la pena resaltar algunas singularidades de la encíclica Laudato sí' del Papa Francisco.

Es la primera vez que un Papa aborda el tema de la ecología en el sentido de una ecología integral (por lo tanto que va más allá de la ambiental) de forma tan completa. Gran sorpresa: elabora el tema dentro del nuevo paradigma ecológico, cosa que ningún documento oficial de la ONU ha hecho hasta hoy. Fundamenta su discurso con los datos más seguros de las ciencias de la vida y de la Tierra. Lee los datos afectivamente (con inteligencia sensible o cordial), pues discierne que detrás de ellos se esconden dramas humanos y mucho sufrimiento también por parte de la madre Tierra. La situación actual es grave, pero el Papa Francisco siempre encuentra razones para la esperanza y para confiar en que el ser humano puede encontrar soluciones viables. Enlaza con los Papas que le precedieron, Juan Pablo II y Benedicto XVI, citándolos con frecuencia. Y algo absolutamente nuevo: su texto se inscribe dentro de la colegialidad, pues valora las contribuciones de decenas de conferencias episcopales del mundo entero, desde la de Estados Unidos a la de Alemania, la de Brasil, la de la Patagonia-Comahue, la del Paraguay. Acoge las contribuciones de otros pensadores, como los católicos Pierre Teilhard de Chardin, Romano Guardini, Dante Alighieri, su maestro argentino Juan Carlos Scannone, el protestante Paul Ricoeur y el musulmán sufí Ali Al-Khawwas. Los destinatarios somos todos los seres humanos, pues todos somos habitantes de la misma casa común (palabra muy usada por el Papa) y sufrimos las mismas amenazas.


El Papa Francisco no escribe en calidad de Maestro y Doctor de la fe sino como un Pastor celoso que cuida de la casa común y de todos los seres, no sólo de los humanos, que habitan en ella.

Un elemento merece ser destacado, pues revela la forma mentis (la manera de organizar su pensamiento) del Papa Francisco. Este es tributario de la experiencia pastoral y teológica de las iglesias latinoamericanas que a la luz de los documentos del episcopado latinoamericano (CELAM) de Medellín (1968), de Puebla (1979) y de Aparecida (2007) hicieron una opción por los pobres contra la pobreza y a favor de la liberación.

El texto y el tono de la encíclica son típicos del Papa Francisco y de la cultura ecológica que ha acumulado, pero me doy cuenta de que también muchas expresiones y modos de hablar remiten a lo que viene siendo pensado y escrito principalmente en América Latina. Los temas de la «casa común», de la «madre Tierra», del «grito de la Tierra y del grito de los pobres», del «cuidado», de la «interdependencia entre todos los seres», de los «pobres y vulnerables», del «cambio de paradigma», del «ser humano como Tierra» que siente, piensa, ama y venera, de la «ecología integral» entre otros, son recurrentes entre nosotros.

La estructura de la encíclica obedece al ritual metodológico usado por nuestras iglesias y por la reflexión teológica ligada a la práctica de liberación, ahora asumida y consagrada por el Papa: ver, juzgar, actuar y celebrar.

Comienza revelando su principal fuente de inspiración: San Francisco de Asís, al que llama «ejemplo por excelencia de cuidado y de una ecología integral, y que mostró una atención especial por los más pobres y abandonados» (nº 10 y 66).

Y entonces empieza con el ver: «Lo que le está pasando a nuestra casa» (17-61). Afirma el Papa: «basta mirar la realidad con sinceridad para ver que hay un gran deterioro de nuestra casa común» (61). En esta parte incorpora los datos más consistentes referentes a los cambios climáticos (20-22), la cuestión del agua (27-31), la erosión de la biodiversidad (32-42), el deterioro de la calidad de la vida humana y la degradación de la vida social (43-47), denuncia la alta tasa de iniquidad planetaria, que afecta a todos los ámbitos de la vida (48-52), siendo los pobres las principales víctimas (48).

En esta parte hay una frase que nos remite a la reflexión hecha en América Latina: «Pero hoy no podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el grito de la Tierra como el grito de los pobres» (49). Después añade: «el gemido de la hermana Tierra se une al gemido de los abandonados del mundo» (53). Esto es absolutamente coherente, pues al principio ha dicho que «nosotros somos Tierra» (2; cf. Gn 2,7), muy en la línea del gran cantor y poeta indígena argentino Atahualpa Yupanqui: «el ser humano es Tierra que camina, que siente, que piensa y que ama».

Condena la propuesta de internacionalización de la Amazonia que «solamente serviría a los intereses económicos de las multinacionales» (38). Hace una afirmación de gran vigor ético: «es gravísima iniquidad obtener importantes beneficios haciendo pagar al resto de la humanidad, presente y futura, los altísimos costos de la degradación ambiental» (36).

Con tristeza reconoce: «nunca habíamos maltratado y lastimado a nuestra casa común como en los dos últimos siglos» (53). Frente a esta ofensiva humana contra la madre Tierra que muchos científicos han denunciado como la inauguración de una nueva era geológica –el antropoceno– lamenta la debilidad de los poderes de este mundo que, engañados, «piensan que todo puede continuar como está» como coartada para «mantener sus hábitos autodestructivos» (59) con «un comportamiento que parece suicida» (55).

Prudente, reconoce la diversidad de opiniones (nn.60-61) y que «no hay una única vía de solución» (60). Así y todo «es cierto que el sistema mundial es insostenible desde diversos puntos de vista porque hemos dejado de pensar en los fines de la acción humana» (61) y nos perdemos en la construcción de medios destinados a la acumulación ilimitada a costa de la injusticia ecológica (degradación de los ecosistemas) y de la injusticia social (empobrecimiento de las poblaciones). La humanidad simplemente «ha defraudado las expectativas divinas» (61).

El desafío urgente, entonces, consiste en «proteger nuestra casa común» (13); y para eso necesitamos, citando al Papa Juan Pablo II: «una conversión ecológica global» (5); «una cultura del cuidado que impregne toda la sociedad» (231).

Realizada la dimensión del ver, se impone ahora la dimensión del juzgar. Juzgar que es planteado en dos vertientes, una científica y otra teológica.

Veamos la científica. La encíclica dedica todo el tercer capítulo al análisis «de la raíz humana de la crisis ecológica» (101-136). Aquí el Papa se propone analizar la tecnociencia sin prejuicios, acogiendo lo que ha traído de «cosas realmente valiosas para mejorar la calidad de vida del ser humano» (103). Pero este no es el problema, sino que se independizó, sometió a la economía, a la política y a la naturaleza en vista de la acumulación de bienes materiales (cf. 109). La tecnociencia parte de una suposición equivocada que es la «disponibilidad infinita de los bienes del planeta» (106), cuando sabemos que ya hemos tocado los límites físicos de la Tierra y que gran parte de los bienes y servicios no son renovables. La tecnociencia se ha vuelto tecnocracia, una verdadera dictadura con su lógica férrea de dominio sobre todo y sobre todos (108).

La gran ilusión, hoy dominante, reside en creer que con la tecnociencia se pueden resolver todos los problemas ecológicos. Esta es una idea engañosa porque «implica aislar las cosas que están siempre conectadas» (111). En realidad, «todo está relacionado» (117) «todo está en relación» (120), una afirmación que recorre todo el texto de la encíclica como un ritornelo, pues es un concepto-clave del nuevo paradigma contemporáneo. El gran límite de la tecnocracia está en el hecho de «fragmentar los saberes y perder el sentido de totalidad» (110). Lo peor es «no reconocer el valor propio de cada ser e incluso negar un valor peculiar al ser humano» (n.118).

El valor intrínseco de cada ser, por minúsculo que sea, está destacado de manera permanente en la encíclica (69), como lo hace la Carta de la Tierra. Negando ese valor intrínseco estamos impidiendo que «cada ser comunique su mensaje y dé gloria a Dios» (33).

La mayor desviación producida por la tecnocracia es el antropocentrismo. Este supone ilusoriamente que las cosas solo tienen valor en la medida en que se ordenan al uso humano, olvidando que su existencia vale por sí misma (33). Si es verdad que todo está en relación, entonces «nosotros los seres humanos estamos juntos como hermanos y hermanas y nos unimos con tierno cariño al hermano sol, a la hermana luna, al hermano río y a la madre Tierra» (92). ¿Cómo podemos pretender dominarlos y verlos bajo la óptica estrecha de la dominación?

Todas las «virtudes ecológicas» (88) se pierden por la voluntad de poder como dominación de los otros y de la naturaleza. Vivimos una angustiante «pérdida del sentido de la vida y del deseo de vivir juntos» (110). Cita algunas veces al teólogo ítalo-alemán Romano Guardini (1885-1968), uno de los más leídos a mediados del siglo pasado, que escribió un libro crítico contra las pretensiones de la modernidad (105 nota 83: Das Ende der Neuzeit, El ocaso de la Edad Moderna, 1958).

La otra vertiente del juzgar es de corte teológico. La encíclica reserva un buen espacio al «Evangelio de la Creación» (62-100). Parte justificando el aporte de las religiones y del cristianismo, pues siendo la crisis global, cada instancia debe, con su capital religioso, contribuir al cuidado de la Tierra (62). No insiste en las doctrinas sino en la sabiduría presente en los distintos caminos espirituales. El cristianismo prefiere hablar de creación en vez de naturaleza, pues la «creación tiene que ver con un proyecto de amor de Dios» (76). Cita, más de una vez, un bello texto del libro de la Sabiduría (11,24) donde aparece claro que «la creación pertenece al orden del amor» (77) y que Dios es “el Señor amante de la vida” (Sab 11,26).

El texto se abre a una visión evolucionista del universo sin usar esa palabra, hace un circunloquio al referirse al universo «compuesto por sistemas abiertos que entran en comunión unos con otros» (79). Utiliza los principales textos que ligan a Cristo encarnado y resucitado con el mundo y con todo el universo, haciendo sagrada la materia y toda la Tierra (83). Y en este contexto cita a Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955; nº 83 nota 53) como precursor de esta visión cósmica.

El hecho de que Dios-Trinidad sea relación de divinas Personas tiene como consecuencia que todas las cosas en relación sean resonancias de la Trinidad divina (240).

Citando al Patriarca Ecuménico de la Iglesia ortodoxa, Bartolomeo «reconoce que los pecados contra la creación son pecados contra Dios» (7). De aquí la urgencia de una conversión ecológica colectiva que rehaga la armonía perdida.

La encíclica concluye esta parte acertadamente: «el análisis mostró la necesidad de un cambio de rumbo… debemos salir de la espiral de autodestrucción en la que nos estamos hundiendo» (163). No se trata de una reforma, sino, citando la Carta de la Tierra, de buscar «un nuevo comienzo» (207). La interdependencia de todos con todos nos lleva a pensar «en un solo mundo con un proyecto común» (164).

Ya que la realidad presenta múltiples aspectos, todos íntimamente relacionados, el Papa Francisco propone una ecología integral que va más allá de la ecología ambiental a la que estamos acostumbrados (137). Ella cubre todos los campos, el ambiental, el económico, el social, el cultural y también la vida cotidiana (147-148). Nunca olvida a los pobres que testimonian también su forma de ecología humana y social viviendo lazos de pertenencia y de solidaridad de los unos con los otros (149).

El tercer paso metodológico es el actuar. En esta parte, la encíclica se atiene a los grandes temas de la política internacional, nacional y local (164-181). Subraya la interdependencia de lo social y de lo educacional con lo ecológico y constata lamentablemente las dificultades que trae el predominio de la tecnocracia, dificultando los cambios que refrenen la voracidad de acumulación y de consumo, y que puedan inaugurar lo nuevo (141). Retoma el tema de la economía y de la política que deben servir al bien común y a crear condiciones para una plenitud humana posible (189-198). Vuelve a insistir en el diálogo entre la ciencia y la religión, como viene siendo sugerido por el gran biólogo Edward O. Wilson (cf. el libro La creación: cómo salvar la vida en la Tierra, 2008). Todas las religiones «deben buscar el cuidado de la naturaleza y la defensa de los pobres» (201).

Todavía en el aspecto del actuar desafía a la educación en el sentido de crear una «ciudadanía ecológica» (211) y un nuevo estilo de vida, asentado sobre el cuidado, la compasión, la sobriedad compartida, la alianza entre la humanidad y el ambiente, pues ambos están umbilicalmente ligados, la corresponsabilidad por todo lo que existe y vive y por nuestro destino común (203-208).

Finalmente, el momento de celebrar. La celebración se realiza en un contexto de «conversión ecológica» (216) que implica una «espiritualidad ecológica» (216). Esta se deriva no tanto de las doctrinas teológicas sino de las motivaciones que la fe suscita para cuidar de la casa común y «alimentar una pasión por el cuidado del mundo» (216). Tal vivencia es antes una mística que moviliza a las personas a vivir el equilibrio ecológico, «el interior consigo mismo, el solidario con los otros, el natural con todos los seres vivos y el espiritual con Dios» (210). Ahí aparece como verdadero que «lo menos es más» y que podemos ser felices con poco.

En el sentido de la celebración «el mundo es algo más que un problema a resolver, es un misterio gozoso que contemplamos con jubilosa alabanza» (12).

El espíritu tierno y fraterno de San Francisco de Asís atraviesa todo el texto de la encíclica Laudato sí'. La situación actual no significa una tragedia anunciada, sino un desafío para que cuidemos de la casa común y unos de otros. Hay en el texto levedad, poesía y alegría en el Espíritu e indestructible esperanza en que si grande es la amenaza, mayor aún es la oportunidad de solución de nuestros problemas ecológicos.

Termina poéticamente “Más allá del sol”, con estas palabras: «Caminemos cantando. Que nuestras luchas y nuestra preocupación por este planeta no nos quiten la alegría de la esperanza» (244).

Me gustaría acabar con las palabras finales de la Carta de la Tierra que el mismo Papa cita (207): «Que nuestro tiempo se recuerde por despertar a una nueva reverencia ante la vida, por la firme resolución de alcanzar la sostenibilidad, por acelerar la lucha por la justicia y la paz, y por la alegre celebración de la vida».

Leonardo BOFF/ 19-junio-15

"DE ECCLESIA LASCATORUM" : LA IGLESIA DE LOS "LASCADOS" (INVISIBLES) / Leonardo BOFF



  Tal vez algunos se sorprendan ante semejante título: De Ecclesia Lascatorum, la Iglesia de los "lascados", la Iglesia de los invisibles de la sociedad. Al final de mi libro Iglesia: carisma y poder (1982) prometía una continuación con el título De severina Ecclesia: "la Iglesia severina", es decir, la Iglesia de los humildes y pobres, llamados «severinos» en el Nordeste de Brasil. Nunca pude escribir tal libro, si bien el Card. Joseph Ratzinger, entonces Presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que juzgó aquel libro mío, cada cierto tiempo pedía información sobre si el libro anunciado había sido publicado o no. Temía por la ortodoxia del texto, pues el tema de los pobres siempre da miedo a los portadores de poder.


Pero hete aquí que ahora aparece un libro que concreta aquel propósito mío de antaño. Ha sido elaborado de una forma profundamente espiritual, cjava-scriptdora y convincente por mi querido y recordado cofrade fray Lency Frederico Smaniotto, llamado en el seminario cariñosamente «Bambio» o «Cascudo», fallecido recientemente.

Quien quiera conocer la radicalidad de un franciscano que tomó en serio el mensaje innovador del Concilio Vaticano II, los documentos del episcopado latinoamericano de Medellín y de Puebla, la opción radical por los pobres y olvidados y la teología de la liberación, que lea este libro. Que contenga las lágrimas porque su saga provoca tal conmoción, por la coherencia, afectuosidad, humildad, coraje y espiritualidad franciscana que sólo encuentra paralelo en el padre Alfredinho, en fray Damián, en el obispo de Barra de Bahia, dom Luiz Fernando Cappio, en el obispo de São Felix do Araguaia, dom Pedro Casaldáliga, y me atrevo a decir que en el Papa Francisco, entre otros.

Fray Lency realizó literalmente lo que el Papa Francisco pidió el 28 de mayo de 2015 a los franciscanos del mundo entero: que viviesen la minoridad. Decía el Papa: “minoridad significa salir de nosotros mismos, de nuestros esquemas y puntos de vista personales; significa ir más allá de las estructuras –que también son útiles cuando se utilizan sabiamente–, más allá de los hábitos y de las certezas, para testimoniar una proximidad concreta con los pobres, necesitados y marginados, en una actitud auténtica de compartir y de servicio”. Fray Lency fue concretamente un fraile menor que se abajaba hasta la altura de los ojos del otro para mirarlo con el corazón.

Escribió el libro De Ecclesia lascatorum sobre una bombona de gas. En él no trata de hacer teología, sino de testimoniar una mística junto a los más humillados de este mundo, los siervos sufridores e invisibles de la sociedad. No ha sido solo escribir sino mucho más vivir, sufrir junto, recibir golpes junto, ser preso junto, arriesgar la vida junto y alegrarse junto con ellos. Mil luchas y cientos de derrotas. Pero, como el Maestro, nunca abandonó a los suyos. Siempre se volvió a levantar y retomó el viacrucis de los humillados, dondequiera que estuviesen.

Pasó por las principales estaciones de la pasión popular en los distintos Estados de Brasil. Efectivamente, Jesús sigue colgado de la cruz, goteando sudor y sangre y gritando oraciones a Dios. Fray Lency se asoció a quienes escuchan las lamentaciones del Maestro. Unido a tantos desgraciados procuró bajarlos de la cruz.

Estimo que este libro es uno de los testimonios más vivos, más fieles y más persuasivos de la Iglesia de los pobres, honra de nuestra Iglesia brasilera y faro que ilumina los caminos de tantos que, compasivos y solidarios, quieren y no siempre pueden seguir esa misma opción.

Pero esta opción está ahí para mostrar que el Evangelio de los olvidados está vivo y puede ser vivido con la radicalidad con que lo vivió Francisco de Asís, actualizada por Francisco de Roma. Su mensaje es tan desafiante que ninguna editorial tuvo el coraje evangélico de publicarlo. Pero habent sua fata libelli decían los antiguos: «los libros, los verdaderos, tienen su destino».

El libro se completa con escritos de otro fraile, fray David Raimundo Santos, que se identificó con la población afrodescendiente, abriendo escuelas y preparando estudiantes para la universidad.

Fray Lency, aunque siempre presente, ya no está visible entre nosotros. Está con sus “lascados”, los que le precedieron en la gloria. Está finalmente junto al Resucitado que no escondió sus llagas de maltratado. Después de tanta lucha, fray Lency no murió, fue a atender una llamada de Dios que le susurró:
“Mi querido hijo, Lency, ¡cómo te esperaba! Vienes cansado, con el cuerpo muy gastado. Ahora estás conmigo y te llevaré a la fuente de la eterna juventud donde todos tus hermanos y hermanas “lascados” te están esperando. Y cual águila que renueva todo su cuerpo, revivirás. Y más aún, resucitarás para estar eternamente con nosotros, con esos ‘hermanos y hermanas mías menores’ en los cuales yo estaba presente y en los que tú me serviste. Ahora ya no padecen, ya no lloran ni se lamentan pues todo eso pasó”.

“Ven, mi querido hijo Lency, ven, te esperaba desde siempre. Cumpliste tu misión como la mía cuando peregrinaba entre los pobres y necesitados de Palestina. Ven, quédate con nosotros para siempre, tiempo que no tendrá fin, en un nuevo Cielo y una nueva Tierra donde ya no habrá más humillados porque serán todos hermanos y hermanas, mis hijos e hijas queridos”. 

Leonardo BOFF/ 17-junio-15

VERSOS DE "EL TIEMPO Y LA ESPERA": BENDICIÓN DE SAN FRANCISCO A FRAY LEONARDO BOFF / Pedro CASALDÁLIGA


¿Qué le diría mi compadre San Francisco
a su hijo, Leonardo Boff,
en esta hora de probación?
--Hermano Leonardo,
teólogo de la Gracia Libertdora
por el designio del Padre:
aunque no sea muy conforme con el Evangelio de la libertad de los hijos de Dios
esta manera vaticana de tratar a los hermanos en la fe,
Tú, hermano Leonardo,
en memoria y seguimiento de Nuestro Señor y Libertador Jesucristo
que se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz,
obedece con humor de hermano menor del Reino.
Sé por unos días, en sementera fecunda,
teólogo del silencio del Verbo.
Comparte en profundidad el misterio de los Pobres
que no tienen voz ni en la Sociedad ni en la Iglesia.
Tu libro, tan temido, se ha revestido ahora de razones más próximas.
Escucha, en mayor silencio,
el grito de los oprimidos que brota de este Continente de la muerte y la esperanza
y el canto nuevo que ya rompe de las aldeas indígenas,
                                                   [de los campos y las ciudades.
La mujer, una vez ha dado a luz, olvida los dolores que sufrió en el parto,
feliz por haber entregado un nuevo hijo al Pueblo.
La noche va pasando
y el día se aproxima.
Apresta, durante esta vigilia, las vestes de la nueva luz.
El viento libre del mar de Tiberíades
y las aves evangelizadoras del monte de las Bienaventuranzas
invadirán, para alegría de los Pobres,
todo el recinto de la Iglesia de nuestro Salvador Jesús.

/Paz y bien, hermano Leonardo!
Toda la hermandad te acompaña,
en la oración de la fe,
con las serenatas impacientes de la esperanza
y en la rebelde fidelidad de los adultos corresponsables por el Reino de Dios.
Profeta escogido de tantas palabras luminosas,
sé, por un poco de tiempo, profecía callada...
... y tu corazón experimentará la perfecta alegría.
Para gloria del Padre que nos creó libres,
en la Pascua del Hijo que con su sangre nos liberó de todo cautiverio
y en la consolación del Espíritu Santo que es el sello vivo de nuestra libertad.
Amén, /Aleluya!