La voluntad,
como el agua, necesita de un cauce para ejercitarse.
El agua ciega y dispersa, que no sabe a dónde
va, fecunda cardos y cizaña.
El talento del cultivador de la tierra es
saber dirigir sus canales hacia los campos fértiles y hacia la gleba preparada
y apta para el fruto.
El agua canalizada y conducida, sazona la
simiente, produce fuerza, se condensa en la luz, impulsa motores y maquinarias.
- El discernimiento traza los canales de la
voluntad, pero, sólo ésta, como fuerza cósmica suprema, actúa de adentro hacia
afuera.
Hace surgir desde la intimidad del ser las
nuevas realidades del mundo.
- Literalmente, transporta montañas y
literalmente crea mundos.
El genio,
radiante encarnación de ella, no es sino persistencia, una firme voluntad de
crear.
-El Espíritu dijo:
aquí existe la posibilidad de un nuevo mundo.
La inteligencia dijo: ese mundo debe ser así. La voluntad
dijo: está hecho y vive ya.
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