
DE: ORACIONES SIGLO XX
“EL SOÑADOR REBELDE”
Señor: No hay duda que la única posición antagónica para
oponer a la sociología comunista es la cristiana, tan opuesta al capitalismo
opresor como al socialismo revolucionario.
Sin embargo, mucho me temo que convirtamos tu doctrina en
algo burocrático o estructural, y que se nos escape el espíritu vivificador de
tu Evangelio. Porque lo esencial de tu mensaje no es la consecución material de
un salario más o menos holgado, o un reparto más amplio de los beneficios de la
empresa, hasta los círculos extremos de la mano de obra.
Sí, Señor, todo esto está muy bien, pero sólo como
consecuencia de una postura interior en los de arriba y en los de abajo; en
todas las clases sociales. Porque, como muy certeramente ha escrito H. C. Link,
“Cristo no fue un reformador social, sino un reformador del hombre”.
Es el individuo, la persona lo que Tú nos enseñas a
reformar. Cuando comenzaste a predicar, el Evangelio resume tu mensaje en esta
palabra: metanoia, cambiad de mentalidad. La reforma propugnada por Ti
es la del yo egoísta en un nosotros altruista, la del yo egocéntrico en un
nosotros cordial.
Sólo sobre esa base de reforma interior, personal e
intransferible, podrá edificarse un mundo mejor, el de la sociología cristiana
de reparto de dividendos, cogestión empresarial y demás puntos de un sano
socialismo.
Señor, refórmanos, para que sepamos reformar la sociedad.
Rafael de Andrés.

Juan Bautista presenta a Jesús, el “Cordero de Dios”
Este fue el testimonio de Juan, cuando los
judíos enviaron a sacerdotes y levitas desde Jerusalén para preguntarle:
‘¿Quién eres tú?’ Juan lo declaró y no ocultó la verdad; y declaró ‘Yo no soy
el Mesías’. Le preguntaron: ‘¿Quién eres entonces?’ ¿Elías? Contestó ‘No lo
soy’. Le dijeron ‘¿Eres el Profeta?’ Contestó
‘No’. Entonces le dijeron: ¿Quién eres entonces? Pues tenemos que llevar una
respuesta a los que nos han enviado. ¿Qué dices de ti mismo? Juan contestó ‘Yo
soy, como dijo el profeta Isaías, la voz que grita en el desierto. Enderecen el
camino del Señor’…
Al día siguiente Juan vio a Jesús que
venía a su encuentro, y exclamó: ‘Ahí viene el Cordero de Dios, el que carga
con el pecado del mundo’… Juan 1, 29-34
Preparar el camino
Ya en los primeros cien metros del año, después de tantos
afanes colmados o frustrados, la Iglesia nos habla apremiantemente de Dios,
supremo afán, consciente o inconsciente, del hombre.
El hombre no puede alcanzar, Dios es quien alcanza al
hombre. En el mundo sobrenatural el hombre no puede dar un paso si Dios no lo traslada y lo incorpora
a ese mundo.
Pero es un axioma cristiano que “Dios no le niega su
gracia a quien hace lo que está de su
parte”.
Los actos humanos, los actos de la buena voluntad aunque en sí mismos
no son cotizables en la sobrenaturaleza y en el más allá, lo son de hecho
porque Dios los acepta como disposición para recibir la incorporación a la
sobrenaturaleza.
En este sentido, el hombre puede disponerse a recibir a
Dios por medio de un uso recto y sano de la vida.
Como dice Juan Bautista con
lenguaje simbólico, en el evangelio de la misa de hoy: terraplenando los
barrancos, rebajando los montes, enderezando lo tortuoso, convirtiendo las
asperezas en caminos planos. Esto es, viviendo con dignidad, humildad,
prudencia, verdad, lealtad, fraternidad…
Juan Bautista concretaba a sus oyentes esa disposición en
normas aplicables también hoy, porque son normas mínimas humanas: arrepentirse
del mal; que el que tiene dos túnicas dé una a quien no tiene ninguna; lo mismo
en los alimentos; no cobrar más de lo justo; no extorsionar; contentarse con el
sueldo ganado con el trabajo; no denunciar injustamente al prójimo.
Al querer hablar de Dios, y lo mismo le ocurrirá a
Cristo, Juan habla del hombre. El servicio de Dios es, prácticamente, servicio al prójimo. El camino a Dios pasa
por el prójimo.
Es imposible llegar a Dios a través de la soberbia, el
egoísmo, la agresividad injusta, la mentira, la deslealtad, la mala fe, la mala
voluntad.
Al enfriarse la religión –religación del hombre con Dios
a través del hombre, y del hombre con el hombre a través de Dios--, el ser
humano inevitablemente ha tenido que comenzar a buscar sucedáneos para que no
se le desmorone la ciudad terrestre; ha tenido que comenzar a apoyarse en
soportes sustitutivos de la religión, de la religación, de la relación;
relaciones sociales, industriales, públicas; sindicatos, cooperativas,
federaciones. Esas creaciones humanas responden a una exigencia natural de
religación. Son la defensa desesperada de la naturaleza que trata de apoyarse y
enlazarse siquiera en la superficie, al haber perdido el soporte y el enlace
profundo de la religión.
De todos modos, esas actitudes de buena voluntad con el
prójimo –son un camino a la religión, al hallazgo de Dios, a la salvación,
porque se dirigen a rellenar barrancos, rebajar montes, enderezar
tortuosidades, nivelar y aplanar infructuosidades y asperezas.
La buena voluntad, el intento decidido y sincero por
tener paz con el prójimo, en cuanto de
uno dependa y sin sacrificar lo intangible, es la condición y el camino para
recibir la paz de Dios. Las guerras calientes, o quemadas, sean
internacionales, nacionales o familiares no se evitan con la guerra fría. Sólo
se evitan con la buena voluntad, que es el camino a la única paz segura, la paz
de Dios.
José M. de Romaña.
DE MI ÁLBUM

Salpo- Otuzco-La Libertad-Perú
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