Basta
recordar a los refugiados de África que llegan a la isla italiana de Lampedusa.
Recibieron la solidaridad del Papa Francisco, que en esa ocasión hizo las más
duras críticas a nuestra civilización por ser insensible y haber perdido la
capacidad de compadecerse de la desgracia de sus semejantes. Todas estas
personas padecen por falta de hospitalidad y de solidaridad.
En
Brasil, en los periódicos y especialmente en los medios sociales, se desató una
fuerte polémica sobre cómo tratar a los haitianos desesperados y depauperados
que están llegando a nuestro país. El Gobernador de Acre, Tião Viana, mostró
profunda sensibilidad y hospitalidad al acogerlos, hasta el punto de, con los
escasos medios de un estado pobre, no poder hacerse cargo de la situación. Tuvo
que pedir socorro al Gobierno Central. Pero ha sido insultado por muchos de
manera descarada en las redes sociales y en twitter. Aquí nos damos cuenta de
cuan inhumanos y sin piedad pueden ser algunos. No respetan la regla de oro
universal de no desear ser tratado de esa forma si se encontrasen un día en una
situación semejante. Según el notable biólogo Humberto Maturana, tales personas
retroceden a un estadio pre-humano, al nivel en el que se encuentran hoy los
chimpancés que son societarios pero autoritarios, no siempre practicando
siempre la mutualidad.
En este
contexto la virtud de la hospitalidad gana especial relevancia. La
hospitalidad, dijo el filósofo Kant en su último libro La Paz Perpetua (1795):
es la primera virtud de una república mundial. Es un derecho y un deber de
todos, pues todos somos hijos e hijas de la misma Tierra. Tenemos el derecho de
circular por ella, de recibir y de ofrecer hospitalidad. Uno de los más bellos
mitos griegos se refiere a la hospitalidad. Dos viejitos muy pobres, Baucis y
Filemón, dieron acogida a Júpiter y a Hermes que se disfrazaron de andariegos
miserables para probar cuanta hospitalidad quedaba en la Tierra. Fueron
rechazados por casi todos, pero cálidamente acogidos por esta pareja de
viejitos que les ofrecieron lo poco que tenían. Cuando las divinidades se
deshicieron de sus trapos y mostraron su gloria, transformaron la choza en un
espléndido templo. Los viejitos se prostraron en reverencia. Las divinidades
les dijeron que hiciesen un pedido que sería prontamente atendido. Como si lo
hubiesen combinado previamente, ambos dijeron que querían seguir en el templo
recibiendo a los peregrinos y que al final de su vida ambos, después de tan
largo amor, pudiesen morir juntos. Y fueron escuchados. Filemón fue
transformado en un enorme carbayo y Baucis en una frondosa morera. Sus ramas se
entrelazaron en lo alto y así siguen hasta el día de hoy, como cuentan los que
pasan por allí. Y se sacó una lección que pasó a lo largo de todas las
tradiciones: quien acoge a un pobre hospeda al propio Dios.
La
hospitalidad exige una buena voluntad incondicional para acoger al necesitado y
al que se encuentra en gran sufrimiento.
Exige
también escuchar atentamente al otro, más con el corazón que con los oídos,
para captar su angustia y su esperanza.
Exige
además una acogida generosa, sin prejuicios de color, de religión ni de
condición social. Evitar todo aquello que lo haga sentir un indeseado y un
extraño.
Es
importante dialogar abiertamente para captar su historia de vida, los peligros
que pasó y cómo llegó hasta aquí. Responsabilizarse conscientemente junto con
otros para que encuentre un lugar donde vivir y un trabajo para ganare la vida.
La hospitalidad es uno de los criterios básicos del humanismo de una
civilización. La nuestra está marcada lamentablemente por prejuicios de larga
tradición, por nacionalismos, por xenofobia y por varios fundamentalismos.
Todos estos cierran las puertas a los inmigrantes en vez de abrírselas y,
compasivos, compartir su dolor. En este espíritu debe ser vivida y testimoniada
la hospitalidad con nuestros hermanos y hermanas haitianos. Aquí se demuestra
si somos verdaderamente un pueblo de cordialidad y de acogida abierta a todos,
cuánto hemos crecido en nuestra humanidad y mejorado nuestra civilización.
-Leonardo BOFF/ 9-mayo-14
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