¿Quién triunfa en la vida? –preguntó una voz cansada. Y
una respuesta salió de la multitud:
- El oro.
Pero el viejo
replicó:
-El oro es estiércol; no es un triunfo, pero sí es
derrota, porque es el símbolo de la traición, de la bajeza, de la ruindad. El
hombre lo sacó de las entrañas de la tierra para pagar su egoísmo.
De la
multitud salió una voz enérgica, resonante, bravía:
-En la vida triunfa la espada.
Mas la
cascada voz dijo:
-Sois demasiado niños. La espada es símbolo de la
destrucción, de la propia derrota. La espada que apunta al semejante, que
quiere herir al propio corazón. Todos los grandes por su espada, han caído bajo
el filo de otra espada.
Y otra
respuesta se levantó de la multitud. Cuatro o cinco dijeron a coro:
-En la vida triunfa la belleza.
Pero el
anciano exclamó:
-La ilusión es ciega, estáis en el principio de
vuestra vida. Toda belleza es efímera. Toda beldad declina. Toda grandeza
acaba. Todo resplandor toca a su ocaso.
Del seno de la multitud brotó un murmullo que fue
creciendo, alcanzando ímpetus de huracán y estalló en un terrible grito como
trueno que dijo:
-Nosotros triunfamos; la multitud triunfa; el pueblo
triunfa.
Pero el viejo
estaba impasible y con voz aún más cansada y fría que su propio ser, habló:
-No sois vosotros, no es la multitud la que triunfa;
tras de vosotros están los triunfadores; vosotros sois el arma, sois el
instrumento.
Y él hizo un
silencio grande como la calma del mar. La Mirada del viejo escrutaba en el fondo
de las almas y en todas leía la duda y la congoja.
Y levantando
su voz dijo:
-Todos son los que triunfan en la vida, es verdad. Mas
todas llevan el germen del triunfo. Los más los desperdician y los aplastan con
los pies como la uva en lagar. En la vida triunfan los constantes. Es en vano
que iniciéis vuestro perfeccionamiento
sin constancia... Toda obra emprendida sin auxilio vana es, porque será tan sólo
un fuego que se apagaría una mañana. La constancia es fuente de sabiduría y de
santidad. En la vida existen dos clases de hombres que triunfan: los sabios y
los santos, mas éstos son los verdaderos triunfadores porque la santidad es la
gran sabiduría. El santo es el hombre sabio porque se ha conocido y se ha
perfeccionado, y es el verdadero triunfador.
-Óscar Wilde
No hay comentarios:
Publicar un comentario