DE: "EL ARTE DE NO AMARGARSE LA VIDA"
SARI era un buen hombre
con aspiraciones espirituales sinceras y se había propuesto llevar a cabo una
larga peregrinación a Benarés para bañarse en el Ganges. Antes de partir, se
encontró con un maestro que le preguntó:
--¿Para qué quiere ir allí?
--Para ponerme en contacto con Dios –repuso.
El maestro le ordenó:
--Dame ahora mismo todo el dinero que llevas
para el viaje.
Sari le entregó el dinero, el maestro se lo
guardó en el bolsillo, y dijo:
--Sé que habrías acudido a Benarés y te
hubieses lavado en el Ganges.
Pues bien, en lugar de
eso, lávate con el agua que llevo en mi cantimplora.
Sari tomó el agua y se lavó la cara y las
orejas. El maestro satisfecho, declaró a continuación:
--Ahora ya has conseguido lo que te
proponías. Ya puedes regresar a tu casa con el alma serena, aunque antes quiero
decirte algo más. Desde que fue construido Benarés, Dios no ha morado allí ni
un solo minuto. Pero desde que fue creado el corazón del hombre, Dios no ha dejado
de habitar en él ni un solo instante. Ve a tu casa y medita. Y, siempre que lo
necesites, viaja a tu propio corazón.
Este antiguo
cuento hindú transmite la misma idea: que la fuente de la felicidad se halla
dentro de nosotros, en nuestra mente, y podemos acceder a ella siempre que lo
deseemos. ¡Qué curioso que el hombre caiga en la misma trampa mental pese al
paso de los siglos! El bienestar emocional no se halla en los logros externos,
pero muchas veces caemos en ese error porque confundimos… ¡el bizcocho con las
guindas!
Hay que dejar
de mirar al pasado con nostalgia. Aquel tiempo pasado no fue mejor, es una
ficción de nuestra mente. La única diferencia es que en “aquel pasado” no mirábamos al “pasado”.
Tenemos una gran capacidad para apreciar la
belleza de cualquier cosa y de cualquier lugar. Valoremos lo que tenemos cerca:
es más fácil y ecológico que ansiar paraísos lejanos.
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