REFLEXIONES INTIMAS.
EL ECO de la palabra soledad suena muy triste, cuando se pronuncia en el
silencio, en el vacío que dejaron los que se fueron y que amamos con profundidad. Se torna en dulce
tristeza, cuando en medio de ella, surge el recuerdo no volandero, sino
perenne, del amor que les tuvimos y que llevamos guardado en el horno de nuestros corazones. Así, entonces,
soledad, ya no existes, porque ellos nos acompañan. Ahí es cuando, con entrañable
tristeza, te amamos, soledad.
Soledad. A veces, bajo la sombra del árbol
que papá sembró en el terreno de El
Alto, en la campiña de Moche – hace casi una centuria- y que aún luce
fuerte, me siento a descansar, contemplando las arvejas que florean allí. Escucho en esa dulce soledad, la voz de mi padre que dice : ”a la tierra hay que
quererla, trabajarla ; es madre y no madrastra”. Ves, vale la pena vivir la soledad y
gozarla con íntima alegría. Soledad, así no me aterras, te diluyes en dulces
recuerdos y en sonrisas de esperanza y paz.
Soledad.
Cuando en la noche silente, la calma envuelve al espíritu y el alma se expande,
no das miedo ni tristeza, sino impulsas a pensar con profundidad en todo lo que
se puede hacer por los demás, por aquellos que se aterran cuando tu presencia
los visita y no entienden tu mensaje : crecer en espiritualidad, en serenidad, y
compartirlas, tratando de calmar la desesperación que azota a los que huyen de
ti, aturdiéndose en la vorágine de su propia desesperación, sin entender que tu
presencia es muchas veces la génesis de un cambio, producto de una situación
adversa.
Soledad.
Se te busca en medio del bullicio y de la aglomeración, para poder comprender
por qué el barullo y la protesta, por qué el llanto y la desesperación, por qué
el ansia de escapar de ti. ¿ Será quizás porque se ignora el mensaje que tú
traes ? No se está solo si el corazón y el alma se repiten : Dios es lo primero. El es el único que realmente nos acompaña.
Esto hace no temerte, soledad, y te vuelve profunda, sublime, e impelas a gozar
de ti. Soledad, amiga cotidiana.
Soledad,
haces falta para no estar solos, para entender dónde la sabiduría, el valor, el
dolor, el amor ; y para acrecentar el coraje de vivir con desprendimiento,
despojándonos de todo lo que nos impida compartir.
Soledad.
Nosotros, solidarios, estamos listos siempre para recibirte sin tristeza ni
miedo ; más bien con optimismo acrecentado, porque en medio del dolor, sólo tú
eres nuestra única compañía.
Soledad,
la bulliciosa jarana de los que por la noche se divierten, me despierta.
Reflexiono entonces, en el derecho que tienen
al gozo, a la alegría, a descargar sus emociones, a sentir la necesidad de comunicación
y acercamiento, pero después de haberte
sentido o vivido, estoy segura que desearán envolverse un instante en ti,
¡Soledad!
--María Julia LUNA TIRADO.
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