domingo, 7 de octubre de 2012

EL GRAN ROBO DE LA DANZA. AUDIOCLÁSICA.


¿ Ha perdido la danza su identidad con los ballets corales y óperas bailadas ?
La danza ha salido de los teatros para desencadenar la revolución “multimedia” en las bellas artes.

¿ Un ballet coral ? ¡ Como si el ballet no fuese una forma artística bastante cara de por sí ! El siguiente paso será componer óperas bailadas, claro. Y ya lo han hecho. En las óperas francesas de los siglos XVII y XVIII ya  figuraban laboradas secuencias de baile, lo que Purcelll llamó “semi-óperas”, y en la Ópera de París, en el siglo XIX, era impensable una ópera sin ballet.
Es curioso cuán a menudo los compositores del pasado se mostraban atraídos por lo que podríamos llamar “multimedia” (no en el sentido informático, claro está) : recitado y canto, por ejemplo (lo que los alemanes llaman Melodram). Además de unos pocos casos en óperas muy conocidas (escenas recitadas sobre música orquestal, como en Fidelio, de Beethoven), la mayor parte de este repertorio es desconocido. Y apenas hay un solo gran compositor del siglo XIX que no hiciese una incursión –a veces muy distinguida-en este campo. Abschied von der Erde, de Schubert, es casi una obra maestra ; la obra para piano con narración recitada de Richard Strauss Enoch Arden es muy interesante y convincente. Una cosa es poner letra a una música, y otra muy distinta añadir la libertad rítmica del discurso hablado al ritmo cuidadosamente establecido de la música.

¿ Casan bien la música y la danza ?
No todos los grandes compositores fueron afortunados a la hora de mezclar música y danza : sin duda Verdi pensó que era una tontería meter en Don Carlos, una ópera sobre política y matrimonios dinásticos en la España del siglo XVI, una suerte de ballet acuático en pleno acto III, pero el caso es que lo compuso, tuvo grandes problemas con él y finalmente se mostró reacio a cortarlo. Los aficionados a la ópera tienden a ser desdeñosos con el ballet, y no parece importarles mucho perderse 15 minutos de un Verdi inesperadamente francés y retozón. El mayor compositor de ballets, Tchaikovsky, tuvo que luchar contra el desdén de los melómanos rusos, que pensaban que estaba perdiendo el tiempo con un arte menor. Pero él sabía que se puede producir una reacción química mágica cuando la música se mezcla con movimientos sin palabras. Una magia muy diferente de la resultante de añadir canto o palabras recitadas a la música. Incluso puede ocurrir cuando la música no está compuesta para ser bailada. Elgar pudo haberse revuelto en su tumba al enterarse de que Frederick Ashton iba a convertir sus Enigma Variations en un ballet ; pero como miles de otros compositores, bien pudo haber quedado conmovido por la belleza el resultado. La reacción de Stravinsky ante la versión bailada de sus Movimientos para piano y orquesta hecha por George Balanchine fue decir : “ha sido como explorar un edificio del que he diseñado los planos pero nunca he visto el resultado”.

Una respuesta interesante. Muchos oyentes encuentran que la música es un arte tan intenso y completo que mezclarlos con otros lo consideran no una adición, sino una disolución. Añadir una narración a la música  nos fuerza a utilizar los oídos en dos sentidos distintos ; añadir baile a la música nos obliga a responder en dos lenguajes distintos, de sonido y de movimiento en el espacio. Aún así, como hizo notar Stravinsky, la experiencia puede resultar muy ilustrativa : pareció haberse dado cuenta de que Balanchine le mostró cosas sobre su música de las que él mismo sólo se había dado cuenta en parte.

¿ Se deben cantar los ballets ?
¿ Y el ballet coral ? Una vez oído Daphnis y Cloë con sus coros, no podemos negar que las voces añaden una nueva dimensión al drama bailado. Sin esos coros (aunque Ravel los marque como “optativos”), sin duda se pierde parte del misterio ritual del drama. La música, sobre todo la música cantada, sirve bien al ritual y al misterio ; igual el baile sin palabras.

La música tiene pocas oportunidades de colaborar con las artes visuales fuera del escenario. Cualquiera que haya oído música en un gran edificio, una música cuidadosamente elegida para su apariencia y su acústica, o en una galería de arte  como complemento de los cuadros expuestos tendrá una idea de cual puede ser el efecto. Combinada con una película la música es un accesorio, aunque en muchos casos imprescindible : Imagínense Casablanca sin la vieja canción de Sam…

El cine no ha sido utilizado, en cambio, como auxiliar de la música, aunque la televisión ha demostrado múltiples veces cómo un estímulo visual nos puede incitar a escuchar con atención.

Una mirada al futuro.
Parte de los medios visuales más modernos presentan una tecnología muy cercana a la que utilizamos para reproducir música. Un caso fascinante de compositor utilizando lo que podríamos decir “multimedia” (y como consecuencia consiguiendo muy pocas representaciones) es el de Stravinsky con The Flood. Fue compuesta para la televisión ; sus rápidos cambios de escena, casi imposibles en un escenario, son fáciles de conseguir en una película. Requiere cantantes y bailarines, pero se encuadra con dificultad tanto en el repertorio de una compañía de ballet o en el de una ópera (no dura más de 25 minutos). Su sitio es el vídeo, medio en el que su viveza y humor desmienten la idea de que el Stravinsky tardío es invariablemente austero. Su uso ingenioso de cuatro medios (baile, música, palabras y televisión) es un desafío que pocos compositores o compañías de televisión han asumido.
Excepto, quizás, Luigi Nono, cuyo Prometeo es una “ópera acústica” (su drama consiste en el elaborado tratamiento electrónico y movimiento de sonidos dentro de un gran espacio).

Excepto, quizás, Steve Reich, cuya The Cave es una “ópera documental”, utilizando cantantes e instrumentos, pero también entrevistas grabadas y múltiples pantallas de vídeo. Excepto, incluso, Benjamín Britten : su Noye´s Fludde es una “ópera comunitaria” en la que cada miembro de una comunidad puede tomar parte, por modesto que sea su talento musical, desde experimentados intérpretes musicales a aficionados que sólo sepan tocar tres o cuatro notas. ¿ Qué podría hacer un Britten moderno teniendo a su disposición samplers, sintetizadores, cámaras de vídeo y todos los adelantos actuales de la electrónica ?

Conclusión :
¿ Ópera y baile ? ¿ Una valkiria haciendo piruetas ? Puede parecer ridículo, pero los medios pueden formar una sociedad muy fructífera. Lo demuestran Purcell, Stravinsky, Reich, Rachmaninov, Ravel…
AUDIOCLÁSICA.

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