ES EL recuerdo una oración callada, que se
eleva al cielo, al mar, a la playa, a la tierra que nos vieran nacer, crecer y
nos verán morir.
El
recuerdo se asemeja a una mariposa con las alas de múltiples colores que, en
raudo vuelo, nos lleva como una nave al pasado, en una ensoñación alegre o
triste, a veces dolorosa, a veces en lontananza, en busca de calmar un ansia
infinita de revivir lo ya vivido.
El
recuerdo insiste en revivir el anhelo de soñar en lo que se pudo ser ; y, al
despertar, nos convence que debemos respetar la realidad. Entonces, esbozamos
una sonrisa triste y conformista, porque sólo se trata de un recuerdo y nada
más.
Al
recuerdo lo trae el viento en su ulular, con un mensaje que nos dice : ayer,
entre los rosales y los árboles del huerto, se marcaron los nombres de seres
queridos, claramente grabados para siempre como un llamado amoroso.
El
recuerdo es como la lámpara votiva que aviva su luz, y con ella aviva la fe
perdida y el brillo de la añoranza para que surja una nueva ilusión, que luego
también será recuerdo.
En
las noches de insomnio, el recuerdo agudiza las neuronas a fin de encontrar con
su ayuda la solución de algún problema que la vida y la incomprensión acarrean.
Con
el recuerdo se produce un soliloquio que canturrea en el fondo del corazón : no
más dolor ni pesar por lo perdido ; aunque siempre el corazón lo añore y lo
atesore.
El
recuerdo nos lleva a añorar, a volver a ver, como en película, lo que tuvimos y
perdimos, o lo perdimos irremediablemente, dejándolo ir por impotencia, por
temor o indecisión. Al recordar nos decimos : no hay derecho a reclamo. Sólo
nos queda : el recuerdo.
El
recuerdo secretamente nos hace volver al amado, aunque se halle lejos,
distante. Todo lo vivido, visto, sentido, está almacenado, guardado con celo en
nuestra conciencia y en nuestro corazón.
El
recuerdo permite que reaparezcan las imágenes de los ausentes que marcaron
hitos en nuestra vida, y vuelvan claras, trayendo consigo mensajes,
exigiéndonos enmiendas y cumplimiento de promesas.
Recuerdo
a mi augusto padre, con su severa dulzura, su franco hablar y su presta
decisión para ayudar. A mi madre, con su serena y penetrante mirada, su parco y
dulce hablar, su tierna sonrisa. Mi Manola, seria y alegre a la vez, decidida,
sin temor a la vida ni a la muerte, porque tenía fe en Dios. Ella se fue
temprano, dejándome sumida en la soledad.
Las
imágenes queridas vienen con el dulce recuerdo. Ellas me murmuran, me dicen : lucha, trabaja, comparte
y sigue adelante. Así de dulce mi
recuerdo.
El
recuerdo, llega a nosotros triste o alegre ; doloroso, bueno o malo, es una
necesidad anímica. Con él no se nos escapa el pasado, antes bien, se tiene la
historia de la vida.
Recuerdo, que llegas en las noches de desvelo, o en el día y en horas de
reposo, cuando la charla con los buenos amigos son muy gratas. Con ellos
nuevamente revivimos lo vivido, sobre todo si sucedió ante el cielo, la tierra
o el mar ; los que nos vieron nacer y nos verán morir.
--María Julia LUNA TIRADO.
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