El arte de edificar, el de la construcción, no es pura obra
de la mano, puesto que se realiza con todo el cuerpo. Los obreros alzan los
materiales, los ponen unos sobre otros y los unen. Ejecutan movimientos que
corresponden a la fase de desarrollo del edificio y van acumulando esos
movimientos en los materiales de construcción. De esta manera, la acción de
elevarlos se transforma en vertical estructura. Los obreros pasan y repasan la
llana por la pared, y de su continuo movimiento de abajo arriba resulta el
enlucido, tenue capa coloreada o de yeso. Sierran y cepillan la madera, forjan
y retuercen el hierro. Cada miembro del cuerpo se mueve según le es propio y
todos ellos juntos crean el edificio, que es como un segundo cuerpo.
Ni el edificio es
obra de un solo hombre. Bajo la dirección del capataz o sobrestante, toda una
compañía bien ordenada de operarios toma parte en su construcción.
Lo que comienza
entonces a ser, es primero y ante todo un espacio circunscrito, delimitado - refugio, morada, lugar de ceremonias -, un
espacio que sustituye al espacio abierto del mundo. Casi podría decirse, y en
realidad es lo cierto, que la construcción toda está basada en la espaciosidad
interna del cuerpo, en el conocimiento de su extensión y en la forma de su
desarrollo, en la ciencia de sus articulaciones y de su poder expansivo.
Ciertamente, con el cuerpo es como tomamos conciencia de un edificio, con el
extenderse de nuestros brazos y la andadura de nuestros pies, con el corretear
de las miradas y con el oído, y más que con ninguna de estas cosas, con la
respiración. Experimentamos el espacio como en una danza. Pero lo que nos
rodea, lo circundante, es la inversión de esa danza : aquel espacio interior
que en ella se prolonga, aquel espacio que está pronto para el cuerpo, no es,
como suele suponérsele, la externa radiación visible del cuerpo, sino más bien
su espacio invertido… el espacio del cuerpo vuelto de dentro a fuera y
proyectado al seno del mundo exterior. Sin embargo, el espacio del cuerpo se
esfuerza hacia fuera, es desbordante, mientras que el espacio del edificio hace
fuerza hacia dentro, de modo que su “piel” es algo cerrado respecto a la de la
gente que danza. El “interior” de la estructura rebosa, el contenido del
espacio es más grande que su piel.
-Rudolf SCHWARZ.
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