miércoles, 20 de febrero de 2013

"LAS LECCIONES DE LA HISTORIA" : Debate del general y el filósofo


LAS LECCIONES DE LA HISTORIA
WILL y  ARIEL DURANT
En La Historia de la civilización, obra de diez tomos, culmina un magno trabajo de erudición contemporánea calificado por el eminente historiador Allan Nevins como “una de las grandes obras de la historiografía norteamericana”. Durante los 40 años trascurridos desde que los Durant iniciaron sus investigaciones se han vendido más de tres millones de volúmenes de la serie.
   Las lecciones de la Historia es el compendio  de esta empresa monumental, la síntesis de lo que 20 civilizaciones, en un período de 4000 años, nos enseñan acerca de la larga peregrinación del hombre a través de la guerra, la conquista, la creación y la exploración de sí mismo. Es una obra profunda y original, llena de ingenio, advertencias y esperanza en nuestra herencia humana.

   Debate del general y el filósofo
   EN LOS  últimos 3421 años de Historia registrada, sólo 268 se han visto libres de guerras. Hemos aceptado la guerra como la forma definitiva de la competencia y selección natural de la especie humana. Hoy una guerra puede destruir la obra de siglos que se necesitaron para edificar ciudades, crear las artes y formar hábitos de civilización. como apología y consuelo anótase  que la guerra fomenta la ciencia y la técnica, cuyos mortales inventos pueden más tarde ampliar las realizaciones materiales de la paz.
   En todos los siglos los generales y los gobernantes (con raras excepciones) sonríen  ante el tímido disgusto que los filósofos muestran por la guerra. Ésta, según la interpretación militar de la Historia, es el árbitro final, y la aceptan como necesaria todos, menos los cobardes y los simplones. ¿Qué habría sido de nuestra herencia clásica si no la hubiéramos protegido con las armas contra las invasiones mongólicas y tártaras?
   Es lástima, dice el general, que tantos jóvenes mueran en las batallas, pero son más los que mueren en accidentes de automóvil que en la guerra. Muchos de ellos se sublevan o se oxidan por falta de disciplina; necesitan un escape para su espíritu de aventura. Si tarde o temprano han de morir, ¿por qué no morir por la patria, rodeados de gloria?
   Hasta el filósofo, si conoce la Historia, tiene que reconocer  que una paz larga puede debilitar fatalmente el músculo marcial de una nación. Vistas las fallas del actual derecho internacional, cada nación tiene que estar preparada para defenderse en cualquier momento. Los Diez Mandamientos tienen que callar cuando está en juego la propia supervivencia.
   Es evidente (arguye el general) que los Estados Unidos tiene que asumir hoy la tarea que tan acertadamente desempeñó Inglaterra durante el siglo XIX : la protección de la civilización occidental contra el peligro exterior. Los gobiernos comunistas han proclamado muchas veces su decisión de destruir la independencia de los Estados que no son comunistas. ¿No es cuerdo ofrecer resistencia inmediatamente, llevar la guerra al enemigo, pelear en territorio extranjero, sacrificar, si es necesario, cien mil vidas norteamericanas y quizá un millón de civiles, pero dejar a los Estados Unidos libres para vivir su propia vida en la seguridad y la libertad? ¿No está esta política previsora totalmente de acuerdo con las lecciones de la Historia?
   El filósofo responde : Sí… y los resultados devastadores también estarán de acuerdo con la Historia; sólo que se multiplicarán en proporción con la capacidad destructiva sin paralelo de las armas que se empleen. Hay algo superior a la Historia. En algún lugar, en algún momento, tenemos que atrevernos a aplicar en nombre de la humanidad la regla áurea a las naciones.
   El general sonríe. “Ha olvidado usted todas las lecciones de la Historia”, dice. “Nos ha dicho que el hombre es un animal competidor, que sus Estados tienen que ser como es él, y que la selección natural opera hoy en el plano internacional. Los Estados sólo se unirán para una cooperación básica cuando sean atacados conjuntamente desde el exterior. Quizá ya nos estamos moviendo sin descanso hacia ese plano superior de competición. Podemos establecer contacto con especies ambiciosas de otros planetas; no pasará entonces mucho tiempo sin que sobrevenga la guerra interplanetaria. Entonces, y sólo entonces, nosotros los de la Tierra seremos uno”.

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