domingo, 17 de febrero de 2013

"LAS LECCIONES DE LA HISTORIA" / Will y Ariel DURANT


La minoría manda
ALEJANDRO POPE sostenía que solamente los necios disputan por las formas de gobierno. La Historia tiene algo bueno que decir de todas ellas.
   Si fuésemos a juzgar de las formas de gobierno por su arraigo y duración en la Historia, tendríamos que otorgar la palma a la monarquía. Pero la monarquía tiene una hoja de servicios apenas mediocre. Sus guerras han acarreado a la humanidad tantos males como bienes le ha proporcionados su continuidad o “legitimidad”.
   La complejidad de la mayoría de los Estados contemporáneos parece que saca de quicio a cualquiera que por sí solo trate de dominarlos. Por eso la mayor parte de los gobiernos han sido oligarquías, es decir, el gobierno de una minoría. No es natural que una mayoría gobierne, porque rara vez puede organizarse unánimemente para una acción concreta. Si la mayoría de las capacidades está concentrada en una minoría de los hombres, el gobierno de la minoría es tan inevitable como la concentración de la riqueza. Lo más que puede hacer la mayoría es arrojar periódicamente del poder a una minoría y encumbrar a otra.
   ¿Justifica la Historia las revoluciones? En la mayor parte de los casos, parece que los logros de la revolución se habrían obtenido de todas maneras por el apremio paulatino del desarrollo económico. La Revolución Francesa remplazó a la aristocracia terrateniente por la burguesía mercantil como clase gobernante ; pero en Inglaterra se obtuvo en el siglo XIX un resultado análogo sin derramamiento de sangre y sin alterar el orden público Romper abruptamente con el pasado es exponerse a la locura que puede seguir al choque de súbditos golpes o mutilaciones. Así como la cordura del individuo reside en la continuidad de sus recuerdos, así  también la del grupo está en la continuidad de sus tradiciones.
   Las revoluciones violentas no redistribuyen la riqueza tanto como la destruyen... Quizá se efectúe una nueva repartición de tierras, pero la desigualdad natural de los hombres pronto vuelve a establecer la desigualdad de posesiones y privilegios. La única revolución verdadera es la que se opera en la iluminación de la inteligencia y el mejoramiento del carácter. La única emancipación real es la individual, y los únicos revolucionarios verdaderos son los filósofos y los santos.
   La democracia es la más difícil de todas las formas de gobierno, puesto que requiere la mayor difusión de la inteligencia, y nos olvidamos de declararnos inteligentes cuando nos declaramos soberanos. Sin embargo, la democracia ha hecho menos mal y más bien que cualquier otra forma de gobierno. Bajo su estímulo Atenas y Roma llegaron a ser las ciudades más fecundas de la Historia, y los Estados Unidos en dos siglos han proporcionado abundancia para una parte de sus habitantes que constituye una proporción de magnitud sin precedentes.
   La democracia se ha dedicado ahora resueltamente a difundir la educación y a mantener la salud pública. Si se puede establecer la igualdad de oportunidades educativas, la democracia será real y se justificará; porque esta es la verdad vital que se esconde en el fondo de tanta palabrería : que aunque los hombres no puedan ser iguales, su acceso a la educación y a las oportunidades de la vida sí puede hacerse más igual para todos.
   En Inglaterra y los Estados Unidos, en Dinamarca, Noruega y Suecia, en Suiza y el Canadá, la democracia es hoy más vigorosa que nunca; pero si la guerra sigue absorbiéndonos, si la lucha de razas o de clases nos divide en campos hostiles, sustituyendo la discusión política por odios ciegos, uno de los dos bandos puede derribar la tribuna con el gobierno de la espada. Si la economía libre no es capaz de distribuir la riqueza tan hábilmente como la creó, quedará abierto el camino de la dictadura para cualquiera que puede prometer persuasivamente seguridad para todos. Y un gobierno militar, con muchas frases melifluas, se apoderará, inevitablemente, del mundo democrático.

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