El Día del
Maestro, se debe ver no como una simple fecha en el Calendario Cívico
Escolar, sino como
una festividad en que se celebra a los maestros, catedráticos, profesores y
personas que generalmente trabajan
enseñando; una oportunidad de reconocer,
con gratitud, la misión que tienen dentro
de la sociedad: la
de transmitir el conocimiento de generación en generación, haciendo en ella un
apostolado de docencia. Por
esto, les deseamos un ¡Feliz Día!
Como
diría José Martí: “Educar es depositar en cada hombre toda la obra humana que
lo ha antecedido, es hacer a cada hombre resumen del mundo
viviente, hasta el día en que vive; es
ponerlo a nivel de su tiempo, con lo que podrá salir a flote sobre él…”
Jesús de
Nazaret, a quien podemos llamar, “El Maestro de Maestros”, aclara el sentido de
toda misión; la suya,
corta y fulgurante en la que se define con respecto al pasado y al futuro, y la
de los demás, sus seguidores, con sus últimas instrucciones / para el presente y
el futuro.
JESÚS DA SUS ÚLTIMAS INSTRUCCIONES
LUCAS: 24,
44-49
Jesús les dijo: “Todo
esto se lo había dicho cuando estaba todavía con ustedes.
Tenía que cumplirse lo
que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos respecto
a mí”.
Entonces les abrió la
mente para que lograran entender las Sagradas Escrituras y les dijo:
Esto estaba escrito: los
sufrimientos de Cristo, su resurrección de entre los muertos al tercer día y la predicación que
ha de hacerse en su nombre a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, ‘invitándoles a que se
conviertan y sean perdonados de sus pecados' . Y ustedes son testigos de todo
esto.
Ahora yo voy a enviar
sobre ustedes al que mi Padre prometió.
Por eso quédense en la
ciudad hasta que hayan sido revestidos de la fuerza que viene de arriba”.
Palabra de Dios / Te alabamos, Señor.
Jesús sufrió y murió y resucitó para ser el
modelo de todos y el faro de la historia.
(Comentario
lleno de simplicidad, por su contenido).
Jesús es el
fiel cumplidor del Primer Testamento y por Él se inaugura el Segundo Testamento.
27 libros nos
hablan de Él y no encontramos en ellos dudas acerca de sus principales instrucciones.
Llegó a formar discípulos.
Merece
consignar las palabras de un discípulo cercano a nuestro tiempo, que resume
nuestro propósito:
Mi
Crucifijo: cuenta contigo
Lo llevo
doquiera y lo prefiero a todo. Cuando estoy débil, es mi fuerza; cuando caigo,
me levanta, cuando languidezco, me reanima; cuando
padezco, me cura; cuando
tiemblo, me tranquiliza; cuando llamo me responde.
Mi Crucifijo,
es la luz que me ilumina; el sol que me
calienta el alimento que me nutre, la fuente que me refresca; la dulzura
que me embriaga, la belleza que me encanta la soledad en que descanso, la
fortaleza en donde me encierro, el fuego en
que me consumo, el océano en que me sumerjo, el abismo en que me pierdo.
Todo lo
encuentro en mi Crucifijo. Nada quiero desear; nada buscar,
nada pedir, nada esperar, nada retener sino mi Crucifijo.
El me guardará
durante mi vida; me confortará en la muerte y me coronará en la eternidad, donde beberé
toda mi bienaventuranza de MI CRUCIFIJO.
Cristo
conmigo, dentro de mí, delante de mí, detrás de mí, a mi derecha e izquierda,
en mi casa, en la calle, en el camino,
en mi trabajo.
Cristo en
todos los ojos que me ven, en todos los oídos que me escuchan, en el corazón
de toda persona que piensa en mí .//
Tratemos, ahora, específicamente, de la
labor del maestro, como figura clave en el desarrollo del niño ya que lo guía
para encontrar su
vocación, además de darle las herramientas adecuadas para su desarrollo
profesional.
El alumno
tiene la libertad de decidir su vida.
Veamos [escuchemos] la interesante
disquisición que hace el pensador Antenor Orrego, entre Profesor y Maestro, para concluir
en cuál de ellas “nos aprobamos” nosotros mismos y, por supuesto, “nos aprueben”
los demás, siguiendo la línea de
lo expresado el anteaño pasado, a Marcela Chavarría Olarte.
Llegaremos al
siguiente supuesto: “Todo Maestro
es Profesor; pero no todo Profesor es Maestro”, para garantizar, luego, que todos los
resultados son concluyentes. Se trata de la premisa, por decirlo así. El
principio, el método de la operación.
-
En
la práctica, somos profesores y maestros al mismo tiempo, con cierto predominio
de algunas acciones en
atención a las circunstancias.
-
Los
Maestros tienen una mayor incidencia en los niños de los primeros grados de
formación (terreno virgen y
el de las grandes impresiones) y los Profesores cuando los alumnos se han decidido ya por tal profesión, siguiendo
su vocación.
-
En
los mundos desarrollados, el profesor pesa más que un simple maestro; no
así en nuestro medio: el profesor está en los últimos lugares en la línea de
evaluación.
Conclusión:
Existimos, pero aún no hemos alcanzado la forma que es nuestro destino. Somos
puro potencial, un ejemplo de lo por venir. Necesitamos de la ayuda de ambos.
PROFESOR Y MAESTRO
El profesor
te enseña para que puedas repetir la lección de la cátedra;
el maestro te
enseña para que puedas construir tu vida.
El primero te
imparte generalidades abstractas, es decir, teoriza tu propio ser y te empotra,
como una simple pieza estándar manufacturada
en serie, dentro de un esquema rígido.
El segundo
desciende a la intimidad concreta de tu alma, aflora tu riqueza interior y se
constituye en el compañero de tu pasión, de tu agonía
interna y de tu drama personal.
El profesor
te esclaviza a un oficio;
el maestro te
liberta hacia la vida.
Con el
primero la habilidad de tus manos puede llegar hasta el escamoteo perfecto de
la verdad;
con el
segundo, es preciso que asumas la responsabilidad de tu dolor y que desciendas
hasta el hondón abismático de la vida, por sombrío,
por tenebroso, por lacerante, por trágico que sea.
Lo que te da
el profesor está siempre fuera de ti y te fija siempre en un gesto;
lo que te da
el maestro está siempre dentro de ti y vigoriza tus alas para el impulso.
El primero es
como el agua infecunda y dispersa que no alcanza la raíz de la planta porque no
sume en las entrañas de la tierra;
el segundo,
es la linfa creadora que bate el limo, que lo impregna, lo empapa y lo fecunda
empujándolo hacia el estallido de su luz en
una floración maravillosa.
El profesor
se dirige a tu memoria, anaquel de tu alma, y sus palabras resbalan sobre el
recuerdo, como por sobre una losa
impermeable, sin lograr infiltración alguna. A lo sumo se dirige a tu vanidad y
a tu buena economía.
El maestro se
dirige a tu espíritu, pozo de creación y de sabiduría, y sus palabras siempre
urticantes se instalan en el futuro, abolición del
pasado muerto.
Sólo por él
tu posibilidad será mañana realidad creativa y su verbo admonitivo es siempre
para ti una tensión dolorosa.
La palabra
del profesor se esfuma, se deshace sin dejar huella sangrienta;
la palabra del
maestro desgarra tu entraña y se incorpora a tu ser para trascender, como un
mandato, en cada uno de tus días.
(Orrego).
“Los mejores
profesores son aquellos que saben transformarse en puentes, y que invitan a sus
discípulos a franquearlos”, nos dice Nikos
Nazantzakis.
A pesar de la
situación en nuestro medio, los profesores nunca abandonan a sus alumnos y
superan con creatividad y optimismo las
limitaciones que encuentran para llevar a cabo su tarea.
En
definitiva, es admirable el trabajo del profesor, pues brinda las herramientas
adecuadas al niño para que alcance su plenitud como ser
humano.
NUESTRAS
PETICIONES
- Pidamos
para que encontremos maestros / que se constituyan en compañeros de nuestras pasiones y dramas personales.
Roguemos al Señor/ Te lo pedimos,
Señor.
-
Para
que no seamos fijados en la mente del profesor en un simple gesto o nuestros nombres figuren en su registro, sino
que lo impartido por él, como norma / vigorice
las alas para el impulso. R.
-
Para
que la linfa creadora, es decir, las enseñanzas de los maestros / empapen y
fecunden nuestras ideas y
éstas lleguen hacia el estallido de la luz en una floración maravillosa, una
hermosa profesión. R.
-
Para
que los maestros /con sus palabras siempre alentadoras / se instalen en nuestro
futuro y
se incorporen en nuestro ser como un mandato en cada uno de nosotros, en
nuestros días. R.
Oración:
Si
puedo hacer algo bueno hoy,
si
puedo servir en el sendero de la vida,
si
puedo decir algo útil,
¡Señor,
enséñame cómo!
Si
puedo corregir a un ser equivocado,
si
puedo fortalecer a alguien,
si
puedo consolar con una sonrisa o una canción,
¡Señor,
enséñame cómo!
Si
puedo ayudar a alguien en peligro,
si
puedo mitigar una carga,
si
puedo esparcir más felicidad,
¡Señor,
enséñame cómo!
Si
puedo hacer un acto de bondad,
si
puedo ayudar a alguien en necesidad,
si
puedo sembrar una semilla fructífera,
¡Señor,
enséñame cómo!
Si
puedo alimentar un corazón hambriento,
si
puedo empezar algo mejor,
si
puedo desempeñar un papel más noble,
¡Señor,
enséñame cómo!
(Grenville Kleiser)
Descubramos, pues, esa manera, el cómo, a través de la oración que él mismo Jesús, nos enseñó:
Padrenuestro…
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