La fiesta de
Pentecostés de hoy 8 de junio de 2014, nos da la oportunidad de pensar sobre el
significado del Espíritu Santo con referencia a las actuales amenazas que pesan
sobre la vida, especialmente sobre la vida de los pobres de este mundo.
Las Escrituras
dicen que “el Espíritu es vida” (Rm 8,10). Afirmar que “el Espíritu es vida”
equivale a decir que el Espíritu está continuamente creando y dando soporte al
universo, a la Madre Tierra y al sistema-vida hoy amenazado. El Espíritu está
del lado y dentro de aquellos que tienen menos vida. Gran parte de la humanidad,
especialmente en África, en Asia y en América Latina vive en un mundo extraño y
hostil a la vida. Han sido dominados por otras naciones hace siglos y sus
tierras les son robadas para garantizar el nivel de consumo ilimitado de las
potencias antes colonizadoras que en los días actuales las ha recolonizado. Han
hecho una división mundial del trabajo: los países periféricos, económicamente
pobres, pero ecológicamente ricos, son condenados a exportar “commodities”
(bienes naturales, granos, minerales, agua, etc.) generalmente sin valor añadido
y los países ricos les exportan productos tecnológicos a precios altos, sin
transferirles la tecnología que les daría ventajas y autonomía.
La
consecuencia es que todos estos explotados necesitan hacer un esfuerzo
gigantesco para sobrevivir con un mínimo de recursos que les garanticen una vida
mínimamente decente. Viven de resistencia sin conocer avances liberadores.
Esta pobreza
no es inocente. Está producida por un conjunto de relaciones sociales y
económicas profundamente desiguales que, al crear riqueza para los ya ricos,
generan gran pobreza e injusticia para las grandes mayorías empobrecidas. Thomas
Piketty en su libro El Capitalismo en el siglo XXI, en el fondo quiere
denunciar esta dinámica, creadora de desigualdades. De ahí la crítica del campo
capitalista que se ve desenmascarado.
Situarse
dentro de la vida del Espíritu significa en esta situación empeñarse por el
derecho del pobre a la vida real concreta e integral. Una vida espiritual que se
vuelve insensible a la pasión de los pobres es falsa y se hace sorda a las
apelaciones del Espíritu. Por más que los fieles en los grandes espectáculos
televisivos carismáticos, católicos y evangélicos, recen, canten, dancen y
celebren, sin una atención al Espíritu “Padre de los pobres”, como se canta en
el himno de la misa de Pentecostés, su oración solo produce autosatisfacción
pero no llega a Dios. En ella no está el Espíritu con sus dones.
Bien lo
expresaba un teólogo bautista, viviendo con los pobres en Nicaragua, Jorge V.
Pixley: «Si el Espíritu Santo no da vida a los que no tienen vida, su poder
vivificador es una mentira; en un mundo que forjó un Tercero y un Cuarto mundos
subhumanos, la vida espiritual tiene su meta en la vida de los pobres más que en
el atletismo moral de los creyentes» (Vida en el Espíritu, 1997,
235).
La opción por
los pobres contra su pobreza tiene aquí su fundamento teológico. El Espíritu
está infaliblemente del lado de los pobres, independientemente de su situación
moral, porque se les priva de la vida y el Espíritu quiere darles vida. Pero él
no tiene más brazos que los nuestros. Por eso nos impulsa a crear condiciones de
vida para estos pobres y para los condenados a ver la muerte de sus hijos e
hijas inocentes, a causa del hambre y de enfermedades causadas por el
hambre.
Vivir según el
Espíritu significa luchar por los medios de vida, por la salud, por la tierra
para la producción, por la vivienda, por una sanidad básica, por la seguridad,
por la educación mínima. ¿No fueron estas las demandas de las manifestaciones de
2013? Ahí había algo del Espíritu. No se puede tener verdadero amor a la vida ni
ser fiel a los susurros del Espíritu sin defender esta causa y saber sufrir por
ella, en el espíritu de las bienaventuranzas. Esta urgencia no puede ser
simplemente relegada al Estado y a sus políticas sociales. Es un reto para todos
los seres humanos y mucho más para los que creen en el Espíritu de vida.
Los que se
comprometen a generar vida son también los que tienen miles de razones para
celebrarla, cantarla y sentirse alegres, ya sea en las ritualizaciones que hacen
de las luchas (las llamadas «místicas» del Movimiento de los Sin Tierra, de los
Sin Techo, de los Movimientos de Mujeres, de los recicladores de materiales)
como en las celebraciones religiosas de las comunidades eclesiales de base y en
los grandes encuentros.
-Leonardo BOFF/9-junio-14
No hay comentarios:
Publicar un comentario