El POR QUÉ de este tema.
Aldous Huxley, convertido en profeta, proclama la necesidad de volver a lo trascendente. Y se dirige, sobre todo, a las filosofías orientales.
La tentación del hinduismo siempre ha sido grande para ciertos espíritus anglosajones: asqueados del marxismo, llenos de resentimiento contra un catolicismo que identifican con los regímenes totalitarios, insatisfechos del anglicanismo oficial, son muchos los que se vuelven hacia la "mística oriental. El mundo oriental ejerce una especie de fascinación sobre el hombre de nuestros días. El relativismo religioso, que considera todas las religiones superiores como equivalentes y sólo diferenciadas por el clima de las civilizaciones que las han visto nacer, por el vocabulario y por los ritos, mientras que su fondo es idéntico, se insinúa frecuentemente en la conciencia humana.
En este punto, la fe de "nuestros padres" era sólida en virtud de su ignorancia. Actualmente, la mayoría de los hombres conocen la existencia de las religiones brahmánicas y budistas. Para muchos, la diferencia entre Gandhi y Jesucristo se esfuma. Los cristianos se atreven a mirar de frente a lo que constituye la originalidad revelada de su fe; se dejan seducir por las semejanzas, aparentemente asombrosas, entre las diferentes tradiciones místicas que se reparten la humanidad. (Charles Moeller).
(ENCUENTRO
CON EL BUDISMO / Heinrich DUMOULIN)
En el diálogo
con los budistas los cristianos muestran su preferencia por el tema de la fe.
Al ser el cristianismo una religión de fe, los cristianos otorgan atención
especial a las manifestaciones de fe dentro del budismo. De hecho, el rico
desarrollo de la fe en el budismo ofrece importantes puntos de conexión para el
mutuo intercambio de ideas y experiencias. Mas no se puede pasar por alto que
en el budismo todas las formas de la fe se encuentran en el plano de las
mediaciones o en el de lo provisional.
El creyente budista viene obligado a superar todas las mediaciones y formas,
sin trabarse en la provisionalidad. Lo propio y específico, que es el logro de
la liberación o iluminación, del nirvana o del estado de buda, está más allá de
todos los medios.
Habría que
pensar si es posible y en qué sentido puede hacerse una afirmación parecida
también respecto de la experiencia creyente cristiana. Esa reflexión debería
conducir a meditar en la diferente significación de los dos fundadores
religiosos y de sus comunidades para los creyentes. La veneración de Buda en la
religiosidad budista, ni siquiera el
culto del fundador pasa del estadio de provisionalidad. Buda entra en la
experiencia budista y en ella se funde. Con Cristo las cosas son distintas. Con
referencia a Buda precisamente, Romano Guardini ha puesto de relieve la
singularidad del fundador de la religión cristiana, por cuanto que Jesús, la
Palabra eterna del Padre, ha venido personalmente de arriba y permanece hasta
el fin de los tiempos. Para los creyentes cristianos su venida significa la
consumación insuperable, su gracia / la salvación escatológica, la comunión fundada en él / la comunidad
neotestamentaria de la salvación. Jesús no es sólo el mediador de la fe, sino
la causa y objeto de la fe y de la salvación
que en la fe se funda. Él es en su persona el fundador y el consumador.
Con todo, el cristiano debe ser consciente de que durante esta peregrinación
terrestre debe aspirar constantemente a un acercamiento cada vez mayor a la
salvación prometida por Cristo. A todas las formas y configuraciones de este
mundo les corresponde por necesidad un carácter transitorio. El hombre
peregrina siempre “hacia la verdad a través de sombras y oscuridad”.
El tema de la
fe es importante para el diálogo interreligioso, debido también a que las
formas de fe constituyen la mayor parte de la práctica religiosa del budista en
su vida cotidiana. En definitiva todas esas formas proceden de una experiencia
religiosa primaria del hombre, que en el budismo enlaza directamente con la
experiencia del dolor. El budista conoce el radical sufrimiento de la
existencia humana en su base más profunda, así como la liberación del dolor.
Con una confianza primordial pasa por su propio dolor en busca de un poder
protector universal y amigo, que se manifiesta de múltiples modos al creyente.
El hombre fiel sobrepasa las fronteras de su yo y se siente, según ha expresado
esta experiencia un budista, “arrastrado por una fuerza superior más clara”,
que le posibilita y asegura la realización última de su ser. Así, en el budismo
la experiencia existencial, que subyace a toda fe humana, hace que todo acabe
por ser de provecho al hombre y que todo, cuando se acepta con un puro
sentimiento, conduzca a la salvación.
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