domingo, 14 de septiembre de 2014

LOS QUE VIVIMOS SOLOS / Nicolás DE LA CARRERA

Nosotros los mayores, y la Poesía 
LOS QUE VIVIMOS SOLOS
 12.06.14 . Archivado en Mayores, Espiritualidad, Psicología, Poesía


                                 
                                                El  justo  crecerá  como  la  palmera,
                                                                  se  alzará  como  cedro  del  Líbano.
                                                                  Aún  en  la  vejez  tendrán  sus  frutos,
                                                                  pues  aún  están  verdes  y  dan  brotes,
                                                                  para  anunciar  cuán justo  es  el  Señor,
                                                                  que  en  mi  Roca  no  existe  la  maldad.      Salmo 92

La  familia  extensa  de  muchos  hijos,  que  incluía  también  a  los  abuelos,  los  tíos...,  se  fue reduciendo  a  nuclear,  matrimonio  con  escasa  descendencia  (con  suerte,  la  parejita),  y  sin abuelos,  porque  las  viviendas  pequeñas  que  ahora  se  construyen  no  dan  para  muchos.  Los abuelos  ahorradores  fueron  adquiriendo  su  actual  domicilio  y  se  disponen  a  vivir  una  vejez tranquila,  no  muy  lejos,  a  ser  posible,  del  hogar  de  sus  hijos  y  nietos.  A  medida  que  van pasando  los  años,  uno  de  los  mayores,  o  los  dos,  necesitará  cuidados  muy  especiales,  quizás en  residencia.
Hasta  que  -no  somos  eternos-  descanse  en  paz,  un  día,  uno  de  ellos.  Sobrevivirá  casi  siempre  la  mujer,  porque  es  notablemente  más  longeva  que  el  hombre  y  suele  ser  unos  años más  joven  que  él.  Vivirá  sola  en  el  hogar  familiar;  y  si  su  economía  está  siendo  suficiente, una  empleada  de  hogar  le  dedicará  unas  horas  de  compañía  y  utilísimos  servicios  de intendencia.

He  fabulado  una  sencilla  historia,  que  en  la  realidad  se  complicará  “ad  infinitum”.  Alguno  de los  mayores  pudo  haber  sufrido  anteriormente  un  divorcio  o  haber  perdido,  por  fallecimiento, a  su  cónyuge.  La  economía  se  quebró,  acaso,  y  el  Ayuntamiento  y  Cáritas  les  están ayudando  a  cerrar  el  mes  con  cierta  dignidad,  etcétera...

En  el  post  de  hoy  pretendemos  animar  a  la  pareja  mayor,  o  al  sobreviviente,  al  soltero anciano  o  a  la  viuda  con  bastón... Son  los  poetas  quienes  mejor  han  venido  expresando  la sabiduría  del  alma  en  carne  viva,  esparciendo  semillitas  de  luz  y  fuego  por  los  fecundos surcos  del  corazón.

LARGO SE LE HACE EL DÍA
A QUIEN NO AMA...
Los primeros versos de hoy están redactados por el lírico zamorano Claudio Rodríguez. De él escribió Fernando Beltrán: "Era un ser excepcional, en todos los sentidos. En el personal, un ser tierno y entrañable, con los ojos muy abiertos y una curiosidad permanente. En lo poético, un asombro. Para mí, es el gran poeta español del siglo XX, un siglo que generó en España un enorme puñado de nombres excepcionales, pero dentro de ellos hubo dos tocados por un ángel especial: Federico García Lorca y él.”
El poema presente, “Ajeno”, incluido en “Alianza y condena” (1958), describe, como un cámara documentalista, el ir y venir de un personaje anónimo que no vive solidario del prójimo, sino “ajeno” a la familia humana. Su jornada es vacía, su soledad de día y, sobre todo, de noche, interminablemente fatigosa. “Y él bien sabe que nunca / vivirá aquí, en la tierra...” La mirada contemplativa de Claudio, a un tiempo amorosa y crítica, me evoca la tristeza de Jesús en su encuentro con el joven rico (Mc 10, 17-30).

El Maestro de Galilea observaba, con ternura y profundidad, el corazón del ser humano y leía su interior más allá del escenario social; así, por ejemplo, alabó un día la generosidad de la viuda pobre (Lc 21, 1-4). La persona mayor que vive sola, podría, incluso con dificultades de movilización, interesarse por familiares y amigos, acaso también por desconocidos, prestarles humildes servicios, por ejemplo de escucha presencial o telefónica, recibir y atender visitas, orar por necesidades concretas...

AJENO
Largo se le hace el día a quien no ama
y él lo sabe. Y él oye ese tañido
corto y duro del cuerpo, su cascada
canción, siempre sonando a lejanía.
Cierra su puerta y queda bien cerrada;
sale y, por un momento, sus rodillas
se le van hacia el suelo. Pero el alba,
con peligrosa generosidad,
le refresca y le yergue. Está muy clara
su calle, y la pasea con pie oscuro,
y cojea en seguida porque anda
sólo con su fatiga. Y dice aire:
palabras muertas con su boca viva.
Prisionero por no querer, abraza
su propia soledad. Y está seguro,
más seguro que nadie porque nada
poseerá; y él bien sabe que nunca
vivirá aquí, en la tierra. A quien no ama,
¿cómo podemos conocer o cómo
perdonar? Día largo y aún más larga
la noche. Mentirá al sacar la llave.
Entrará. Y nunca habitará su casa.

VEN, LEVÁNTATE, DAME LA MANO...
La sugerente antología de textos sobre el hecho de envejecer “Siempre hay un mañana” (Scripta, 1992), selección de la religiosa María Cos Boada, presenta como anónimos los siguientes versos, traducidos del portugués por Marcelino Garriga, con el título de “¡Ven!”.
Se dirige el desconocido poeta a una persona mayor que descansa perezosamente sobre las tablas de un banco público, y le invita a observar a los pájaros libres y las solidarias hormigas. Y a contemplar las flores, el mar, los peces del río, el sol, todo lo que le rodea y está vivo. Le anima a levantarse y arreglarse un poco. Vestirá su mejor traje, clavará una flor en la solapa y sonreirá a una nueva vida... Porque, a pesar de las arrugas, su corazón es joven...

¡VEN!
¡Ven!
Levántate del banco donde estás sentado,
donde te calientas al débil sol del invierno,
donde buscas la sombra amiga del verano.
¡Ven, levántate!
Tu cuerpo todavía es fuerte.
Tus miembros no están paralizados todavía,
y no eres un inválido.
Eres solamente un hombre más
a quien ha llegado el límite de edad para trabajar,
y nada más.

Ven, no te dejes ir
a recordar con nostalgia la juventud y tu pasado.
Ven, levántate,
dame la mano, ven conmigo;
ven a ver cómo los pájaros
vuelan en libertad
y como olvidan las rejas.
Ven, a ver y admirar las hormigas.
Mira cómo ellas olvidan los rencores
y se unen para trabajar.

Ven a ver como crecen las flores,
como las olas besan la playa,
como los peces nadan en el río.
Ven, contempla bien el sol:
tantos años como tiene
y todavía brilla en el azul del cielo.
Ven, levántate y ven a vivir,
olvida tus cabellos blancos,
¡porque la edad no te ha vencido todavía!
Ven, levántate y demuestra que todavía eres alguien.
Aféitate la barba y péinate.

Ponte la camisa limpia y la corbata,
ponte tu mejor traje,
aunque esté gastado:
ponte una flor en la solapa,
una flor que te guste.
¡Sonríe después a ti mismo!
¡Sonríete,
pero con una sonrisa de verdad!
Porque, aunque tengas arrugas,
tú eres un joven,
¡un joven de la tercera edad!

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