El propósito primordial es compartir los mensajes recibidos a fin de formar una opinión o corriente generalizada sobre los acontecimientos y su aplicación a nuestro medio de acuerdo a las circunstancias y situaciones concretas. Compartir el tesoro....
lunes, 22 de diciembre de 2014
SIN ENFRENTARSE A NADA / Rafael SANTANDREU
DE: "EL ARTE DE NO AMARGARSE LA VIDA"
Para entender la idea de que el temor, en general, no se cura enfrentándose a él sino pensando correctamente suelo explicar la siguiente historia inventada:
Dani telefoneó angustiado a su gran amigo. Estaba de los nervios. Le dijo:
--¿Puedes venir ahora a mi casa? /Te necesito, de verdad!
--Son las doce de la noche, Dani. ¿No puedes esperar hasta mañana? --replicó Fernando.
--/Va en serio! Ven rápidamente, tengo una movida tremenda en casa --respondió Dani con la voz acelerada.
Fernando era el mejor "amiguete" de Dani, como a ellos les gustaba denominarse, y se asustó un poco al oír su llamada de ayuda. Nunca antes había pasado algo así. Mientras se dirigía a buen paso hacia su casa, que estaba a un par de calles, se tocó el bolsillo del pantalón para asegurarse de que llevaba el móvil. "/Vaya!, igual hay que llamar a la policía o a una ambulancia. ¿En qué marrón debe haberse metido?", pensó.
En unos minutos, ya tenía enfrente a su amigo, que le dijo, temblorosamente:
--Vas a pensar que estoy loco, pero es que creo que hay fantasmas arriba en el desván.
--¿Qué me estás contando, Daniel? Pero ¿qué dices? ¿Has fumado algo? --replicó Fernando, asustado por lo que estaba oyendo de labios de su amigo. ¿Cómo podía decir una sandez así de grande? Lo que estaba claro es que el tipo estaba blanco como la pared. La cosa no era una broma.
--/No, no! /De verdad te lo digo!/No dejo de oír voces, pero no son humanas! /Escúchalas!
Ahora Fernando sí que se preocupó. Su amigo iba en serio. Y a juzgar por su respiración acelerada, su tez blanca y su boca torcida, casi tenía un ataque de pánico. Así que pensó que tenía que calmarlo de alguna forma:
--Vale, Dani, tranquilo... Yo creo que no hay nadie ahí arriba, déjame que vaya a comprobarlo --le dijo apretándole cariñosamente los hombros.
Una vez arriba, dio una vuelta por el desván buscando el origen de los ruidos, pero no encontró nada. Enseguida bajó y dijo con voz tranquilizadora:
--No hay nada, hombre. Puedes estar tranquilo. Sube conmigo y lo verás. Nada de nada. /Tu casa está limpia!
Daniel subió entonces al desván y comprobó todos los rincones. Finalmente se calmó. Fernando le dijo amablemente:
Mira, Dani, ya lo hemos comprobado. No hay fantasmas en tu casa. Si alguna vez vuelves a oír ruidos extraños, no lo dudes; la forma de resolver este problema es salir de dudas. Enfréntate al miedo y comprueba el asunto: verás que eso lo resuelve todo. No lo olvides: enfréntate siempre al miedo. /Eso lo resuelve todo!
Aquella noche Dani durmió como un tronco y, no sólo eso, aprendió una valiosa lección por parte de su amigo.
Fernando, por su parte, estaba muy orgulloso de haber podido ayudarle, pues no en vano se consideraba muy buen "psicólogo".
Al cabo de una semana, volvió a sonar el timbre del teléfono de Fernando a medianoche.
--¿Diga?
--/Fernando! Necesito tu ayuda. /Esta vez sí que hay fantasmas! /Están dentro de las tuberías!
La moraleja de esta historia es que las neuras, los miedos irracionales, las obsesiones, están en la cabeza y hay que cambiarlas allí. En este cuento, Fernando trata de ayudar a su amigo con hechos y le sugiere que enfrente a sus miedos. pero esta estrategia funciona sólo temporalmente. Después Daniel genera otra idea irracional y el temor regresa.
Hubiese sido mucho más efectivo enseñarle que los fantasmas no existen en ninguna situación... (FIN)
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