viernes, 10 de febrero de 2012

DE "NORMAS DE VIDA", PRIMERA MEDITACIÓN: Alberto CASAL CASTEL

"La vida es demasiado corta para hacerla pequeña":  DISRAELI.

                                                                             SI NOS fuera dado contar nuestros días, así como contamos nuestro dinero, los emplearíamos con más prudencia. Empezaríamos por adquirir artículos de primera necesidad: afectos sinceros, nociones precisas, una vocación en la medida de nuestro entusiasmo.

   Después iríamos por un poco de sueños...
   Con eso tenemos bastante. Porque, al fin, para convertir una vida común en una vida grande, sólo es necesario darse a los otros, saber cuál es nuestro yo y sus relaciones con el universo, y alcanzar la esperanza que hemos imaginado.

   Quien se conforme con darse a los demás será bueno. Aquel que se dé a los demás y haya hecho algo por mejorarlos, será bueno y generoso. El que, además, de darse él y obsequiar a los demás su ciencia y su arte, haya hecho todo lo posible para triunfar en ellos, es bueno, generoso y sabio.

   El desinterés es, pues, el gran egoísmo. Porque en un mundo diáfano todas las cosas son más hermosas, y este mundo es un mundo viejo, de obscuras callejuelas llenas de dolor y de espanto.

   Mientras alguien llore, su llanto avergonzará nuestra alegría; mientras alguien se queje, sus gritos mortificarán nuestra alma; mientras alguien permanezca hambriento, su miseria será nuestra miseria. La misma ignorancia de los demás debe hacernos desconfiar de nuestra sabiduría, porque la verdadera sabiduría consiste en haber destruido una mentira universal, o haber encontrado una verdad para todos.

   Evitar sufrimientos; responder a los ayes con una palabra de consuelo; compartir el pan; poner nuestra fe por delante y alumbrar con ella las conciencias obscurecidas o extraviadas, tal es el programa de un alma recta. Pero ¿quién se atreve a definirlo? ¿Y quién que lo haya definido lo cumple...?
   Lo más común es que gastemos sin tasa ni medida el gran capital que Dios nos presta en la hora del nacimiento y cuyo recibo él mismo recoge en la hora de nuestra muerte.

   El sacrificio es más bello que el placer, pero el placer es más buscado. Sin embargo, el uno aprovecha de nuestras energías y el otro las derrocha.
   M. Lambert ha podido decir que "los placeres humanos son engañadores; ellos nos prometen más de lo que nos dan". En realidad, ellos nos prometen  todo y no nos dan nada. Nada, como no sea el dolor, tan bien desentrañado en la copla de Manrique.

   Perseguir la felicidad por el campo en que muchos la buscaron equivale a encontrar la desdicha de que ellos tuvieron noticia antes que nosotros; a la felicidad se la encuentra por el camino del sufrimiento, cuando éste termina, y por ahí son muy pocos los que la han buscado.

   ¿Queréis que la vida no sea corta? ¡Agrandadla con vuestros proyectos! ¿Queréis que la vida no sea pequeña? ¡Vividla como si mañana fuera a terminar! Cada cual dispone de una vida tan rica y tan noble como el cuidado que ha puesto en modelarla.

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