martes, 14 de febrero de 2012

"POESÍA RELIGIOSA": La Pedrada, J.M.GABRIEL y GALÁN.

LA PEDRADA

 Cuando pasa el Nazareno
 de la túnica morada
 con la frente ensangrentada,
 la mirada del Dios bueno
 y la soga al cuello echada,
 el pecado me tortura
 las entrañas se me anegan
 en torrentes de amargura,
 las lágrimas me ciegan
 y me hiere la ternura...         
                     Yo he nacido en esos llanos
 de la estepa castellana,
 donde había unos cristianos
 que vivían como hermanos
 en república cristiana.
 Me enseñaron a rezar
 enseñáronme a sentir
 y me enseñaron a amar,
 y como amar es sufrir
 también aprendía a llorar.
 Cuando esta fecha caía
 sobre los pobres lugares,
 la vida se entristecía,
 cerrábanse los hogares
 y el pobre templo se abría.
                   Y detrás del Nazareno
  de la frente coronada,
  por aquel de espigas lleno
  campo dulce, campo ameno
  de la aldea sosegada,
  los clamores escuchando
  de dolientes Misereres,         
  iban los hombres rezando,
  sollozando las mujeres
  y los niños observando...

                    ¡Oh, qué dulce, qué sereno
  caminaba el Nazareno
  por el campo solitario,
  de verdura menos lleno
  que de abrojos el Calvario!
  ¡Cuán suave, cuán paciente
  caminaba y cuán doliente
  con la cruz al hombro echada,
  el dolor sobre la frente
  y el amor en la mirada!
                    Y los hombres, abstraídos,
 en hileras extendidos,
 iban todos encapados,
 con hachones encendidos
 y semblantes apagados,
 y enlutadas, apiñadas,
 doloridas, angustiadas,
 enjugando en las mantillas
 las pupilas empañadas
 y las húmedas mejillas,
 viejecitas y doncellas
 de la imagen por las huellas
 santo llanto iban vertiendo...
 ¡Como aquellos, como aquellas
 que a Jesús iban siguiendo!
                   Y los niños admirados,
silenciosos, apenados,
presintiendo vagamente
dramas hondos no alcanzados
por el vuelo de la mente,
caminábamos sombríos
junto al dulce Nazareno,
maldiciendo a los judíos,
"que eran Judas y unos tíos
que mataron al Dios bueno".
                   ¡Cuántas veces he llorado
recordando la grandeza
de aquel hecho inusitado
que una sublime nobleza
inspiróle a un pecho honrado!
                   La procesión se movía
con honda calma doliente,
¡Qué triste el sol se ponía!
¡Cómo lloraba la gente!
¡Cómo Jesús se afligía!
¡Qué voces tan plañideras
el Miserere cantaban!
Qué luces que no alumbraban,
tras las verdes vidrieras
de los faroles brillaban,
                     Y aquel sayón inhumano,
que al dulce Jesús seguía
con el látigo en la mano,
¡Qué feroz cara tenía!
¡Qué corazón tan villano!
¡La escena a un tigre ablandara!
Iba a caer el Cordero,
y aquel negro monstruo fiero
iba a cruzarle la cara
con un látigo de acero...
                    Mas un travieso aldeano
una precoz criatura
de corazón noble y sano
y alma tan grande y tan pura
como el cielo castellano,
rapazuelo generoso
que al mirarla, silencioso,
sintió la trágica escena,
que le dejó el alma llena,
de hondo rencor doloroso,
se sublimó de repente
se separó de la gente
cogió un guijarro redondo,
miróle al sayón la frente
con ojos de odio muy hondo,
paróse ante la escultura,
apretó la dentadura,
aseguróse en los pies,
midió con tino la altura
tendió el brazo de través,
zumbó el proyectil terrible,
sonó un golpe indefinible,
y del infame sayón
cayó botando la horrible
cabezota de cartón.
                   Los fieles alborotados
por el terrible suceso,
cercaron al niño airados,
preguntándole admirados:
- ¿Por qué, por qué has hecho eso?..
Y él contestaba agresivo,
con voz de aquellas que llegan
de un alma justa a lo vivo:
"Porque sí; porque le pegan
sin hacer ningún motivo".
                    Hoy, que con los hombres voy,
viendo a Jesús padecer,
interrogándome estoy:
¿Somos los hombres de hoy
aquellos niños de ayer?....

           José María Gabriel y Galán.

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