Labrador y guerrero, brillante y debatido,
su atractiva personalidad no sólo encarna
el valor del pueblo israelí, sino también su
esperanza de convivir pacíficamente con
sus enemigos árabes.
EN 1967 había llegado al Jordán, al frente de un ejército conquistador, y, después de arrojar a los árabes, enemigos hasta la otra orilla, mandó volar el puente para sellar su victoria. Ahora el héroe de la guerra de los seis días, de nuevo en el puente, vigila tranquilamente el paso de los árabes jordanos que encuentran en la ribera occidental, ocupada por Israel, cuando de pronto la presencia de una mujer árabe provoca un enorme alboroto. El hombre se acerca al grupo que rodea a la mujer y pregunta solícito, en árabe:
-¿Qué pasa?
La mujer alza la vista y, reconociendo el parche negro, no puede articular de momento una sola palabra. Al fin explica serenamente que no tiene bastante dinero para los derechos de aduana que, aunque poco cuantiosos, debe pagar por unas piezas de algodón que trae de Jordania, y revela de paso que es originaria de una zona agrícola que actualmente se halla en poder de Israel.
-¡Allí fue donde yo me crié! -exclama el hombre. Y, con una sonrisa llena de entusiasmo juvenil, se vuelve al aduanero que había detenido a la mujer, y le ordena -: Déjala pasar sin más y, por favor, trátala como si fuera mi propia hermana.
Este israelí que acoge a los árabes como si fuesen miembros de su familia no es otro que Moshe Dayan, el hombre que en 1956 y 1967 ganó fama legendaria al acaudillar a su diminuto país y ganar aplastantes victorias sobre los ejércitos árabes. Prepararse para la guerra es todavía su tarea principal. como ministro de Defensa y personaje de mayor poder e influencia, después de la primera ministra Golda Meir, Dayan mantiene al intrépido ejército israelí preparado para entrar en batalla si surgieran nuevos brotes de violencia en el Oriente Medio.
Pero si a los 57 años Dayan está considerado por los árabes como su más temido enemigo en la guerra, es en cambio, con frecuencia, su mejor amigo en lo que se tiene por paz en aquella parte del mundo. Mientras los diplomáticos luchan para conseguir un tratado de paz definitivo para la guerra de 1967, Dayan, por su parte, con un criterio puramente pragmático, intenta suavizar las tensiones diarias entre los israelíes y el millón de árabes de los territorios tomados a Egipto, Jordania y Siria, pues insiste en que, con tratado o sin él, la paz nunca se establecerá mientras los judíos y los árabes no empiecen a tender puentes de entendimiento a través del odio que los ha dividido durante siglos. Y la única forma de hacerlo es vivir reunidos.
-Aunque ni a ellos ni a nosotros nos guste -dice Dayan-, el caso es que todos tenemos que vivir juntos.
Mano de hierro con guante de terciopelo. Esto se dice pronto, pero no es fácil de hacerlo. Dayan, sin embargo, empezó su programa con una gran ventaja. Como es sabra (nombre que toman los israelíes nacidos en una localidad donde se da una especie de cactos muy resistentes), Dayan se crió entre árabes. Ellos han sido y son sus viejos amigos y enemigos. Habla un dialecto rural árabe y conoce por propia experiencia los sudores que impone la lucha por la vida en aquella tierra achicharrada por el sol.
En 1967, cuando apenas habían dejado de tronar los cañones, Dayan emprendió la tarea de convencer a los escépticos del gobierno de Israel de que era preciso tratar a los árabes de los territorios ocupados no como a enemigos extranjeros, sino como a vecinos amigos. Sabía de sobra lo que estaba arriesgando. Conceder libertad a los árabes podía desencadenar una sangrienta campaña de terror. Pero, confiando en su instinto y en sus convicciones, empezó a fomentar contactos entre árabes y judíos en cuanta ocasión se presentaba.
Dayan permitió también que los árabes conservaran sus propios municipios, sus juzgados y sus escuelas en la orilla oriental del río Jordán, territorio que era jordano antes de la guerra ya había formado parte de Palestina muchos siglos antes. Construyó traídas de agua y centrales eléctricas en los pueblos más remotos y envió técnicos a enseñar a los labradores la forma de aumentar sus cosechas hasta un ciento por ciento. Aunque Jordania era entonces el principal refugio de los guerrilleros palestinos, Dayan autorizó el libre paso de un lado a otro del río a los árabes que justificaban tener allí su trabajo o residencia.
En los primeros años de la ocupación los terroristas consiguieron causar algunos daños, pero Dayan continuó con su política liberal, aunque persiguió a los terroristas con ferocidad. Cuando sorprendían que en una casa daban albergue a los guerrilleros, la volaban; cuando Jordania prestó ayuda activa a los rebeldes, los tanques y los paracaidistas israelíes cruzaron la frontera para destrozar los reductos de las guerrillas.
Durante la primavera pasada la política de Dayan se puso a prueba con motivo de las elecciones municipales. Lo mismo los guerrilleros que el rey de Jordania, Hussein, advirtieron que todo el que tomase parte en las elecciones estaría cooperando con el enemigo. Sin embargo, para satisfacción de Dayan, más del 85 por ciento de los votantes acudieron a las urnas.
El recién elegido alcalde árabe de Jericó comentó conmigo que, en su opinión, la política de Dayan había suavizado las tensiones.
Hace unos años -me dijo- ni siquiera habria podido sentarme a tomar una taza de café con un israelí, mientras que ahora al menos puedo hacerlo. El odio va cediendo poco a poco.
Varios dignatarios árabes de la ribera oriental fueron invitados a las bodas del hijo y de la hija de Dayan, celebradas el mismo día, y cuando el general, que es un apasionado de la arqueología, por poco se mata en una cueva durante unas excavaciones, entre los que corrieron a visitarlo en su lecho de enfermo se encontraban también los dirigentes árabes.
Enjuto y correoso. El terrorismo ha rodeado siempre la vida de Dayan. Sus padres, nacidos en Rusia, le pusieron el nombre de una persona asesinada por los árabes, y sus primeros recuerdos son las de una incursión árabe en el pueblecito fronterizo de Palestina donde vivía con su familia. Su padre, Shmuel Dayan, fue uno de los fundadores del primer Kibbutz, colonia comunal de labradores que llegó a ser modelo para los israelíes. Como a causa de sus ambiciones políticas Shmuel estaba ausente con bastante frecuencia, Moshe se convirtió en el jefe de la familia cuando todavía no era más que un adolescente, y trabajaba infatigablemente en los campos. Tanto era su entusiasmo que muchas veces se levantaba al amanecer para ir al sembrado de coliflores y quitar los gusanos de la plantas.
"Yo soy un aldeano judío", sostiene Dayan todavía. Y camina a grandes zancadas, con el movimiento oscilante de quien está sembrando un campo. Sin embargo, a finales del decenio de 1930 a 1939, cuando los árabes intensificaron sus ataques, se vio inevitablemente empujado a una carrera que lo ha convertido hoy en el soldado más famoso del mundo.
En aquella época Inglaterra gobernaba Palestina en virtud de un mandato de la Sociedad de Naciones. Dayan era miembro de la Haganah, fuerzas de defensa judías que trabajaban en estrecho contacto con el ejército británico. Pronto sufrió la influencia dele brillante militar inglés Orde Wingate, de quien aprendió las ventajas del ataque por sorpresa, en maniobra rápida y nada ortodoxa. En la segunda guerra mundial Dayan cruzó la frontera de Siria al mando de una patrulla de 16 hombres y penetró en territorio francés leal al gobierno de Vichy. Estaba tratando de descubrir desde un tejado las posiciones enemigas con unos binoculares, cuando una bala perdida le alcanzó el lente izquierdo incrustándole en el ojo cascos de metal y vidrio.
Los que estaban con él recuerdan que Dayan no gritó a pesar de sentir un dolor torturante. Tuvieron que operarlo y sacarle el ojo, y Dayan lleva desde entonces un parche negro un poco ladeado, que ha llegado a ser una especie de marca de fábrica y que el general odia, en parte porque sospecha que asusta a los niños.
Durante la guerra de independencia de 1948, ganada por Israel, Dayan organizó un comando al frente del cual tomó parte en todas las batallas. Su estilo agresivo, de continuos movimientos tácticos, llamó la atención del primer ministro David Ben Gurion, que en 1953 lo nombró jefe de estado mayor. Frente a unos ejércitos árabes más poderosos y mejor equipados, Dayan se propuso hacer del suyo una fuerza de choque flexible y resistente. Desdeñando los formalismos y los refinamientos de la etiqueta militar -su propio uniforme se podría considerar desaliñado- se dedicó a recorrer Israel en helicóptero, presentándose en los puestos avanzados en plena noche y destituyendo en el acto a los oficiales demasiado comodones.
Cuando en 1956 Egipto comenzó a amenazar a Israel y bloqueó el tráfico por el canal de Suez, Dayan lanzó su primer ataque. El 29 de octubre los paracaidistas israelíes descendieron bastante más atrás de las líneas egipcias y varias columnas motorizadas cruzaron rápidamente el desierto del Sinaí para unírseles, (Dayan se acercó tanto a la zona de operaciones que dos de sus conductores murieron en la acción). Los egipcios fueron vencidos.
Una política original. Nueve meses más tarde Dayan dejó el ejército y se matriculó en la universidad para completar su educación oficial. En 1959 Ben-Gurion lo nombró ministro de Agricultura y Dayan empezó entonces su tormentosa carrera política. Como ministro de Agricultura fue tan exigente y poco convencionalista como de general. Adelantó en tres años la terminación de una vital red de acueductos, y, cuando los labradores israelíes empezaron a producir regularmente excedentes agrícolas, él cometió el sacrilegio político de insistir en que aquel sector tan interesante de la economía recibiera menos ayuda del gobierno. Decididamente rehusó tomar parte en el intrincado juego de los partidos políticos.
En 1965 este espíritu de terca independencia ocasionó su rompimiento con el partido que estaba en el poder, y todavía era un político en desgracia en 1967, cuando Gamal Abdel Nasser, Presidente de Egipto, bloqueó las comunicaciones marítimas de Israel y concentró en la península del Sinaí un ejército soberbiamente equipado por la Unión Soviética. El triunfo de un movimiento popular en Israel convirtió a Dayan en ministro de Defensa de la noche a la mañana. como él comentó luego irónicamente: "Fueron necesarios 80,000 soldados egipcios en marcha para que yo volviera al gobierno".
En cuanto subió al poder Dayan, engañó a los árabes e hizo que descuidasen su vigilancia al dar permisos de fin de semana a muchos de sus hombres, diciendo: "Es ya demasiado tarde para una acción militar". E inmediatamente atacó. Sin tiempo material para despegar siquiera, la fuerza aérea egipcia fue destrozada por los aviones israelíes a la vez que los tanques invadían el Sinaí. Medio día fue suficiente para ganar virtualmente toda una guerra.
Desde que finalizaron las hostilidades Dayan ha desempeñado un papel importante en la política israelí de tener todo el territorio capturado hasta que, en un acuerdo general, se establezcan fronteras "defendibles". como los árabes quieren recuperar todo el territorio tomado, las negociaciones están estancadas. El Presidente de Egipto, Anuar el-Sadat, lleva un año jurando que pronto desencadenará un ataque para recuperar los territorios perdidos. "En el próximo combate", advierte Sadat, "tenemos que aplastar la arrogancia de Israel. Estoy dispuesto a sacrificar un millón de hombres".
Independiente por encima de todo. En esta atmósfera, y con todo el encanto que su imagen proyecta en las cámaras de televisión, hace mucho tiempo que Dayan podía habérselas arreglado para convertirse en sucesor lógico de la primera ministra Golda Meir, si ésta dimite este año (1973)como ha prometido. Pero muchos políticos lo consideran un hombre demasiado obstinado e imprevisible para el cargo, por lo que Dayan no ha conseguido el apoyo de su propio partido. Desprecia tanto los trabajos de comité que muchas veces se ha puesto a leer un periódico durante las reuniones para demostrar su desdén. Hace años que desea el puesto, pero se ha negado a luchar por él. "Su actitud es", dice uno de sus asociados: "Si me llaman, acudiré; si no, me quedaré donde esté".
¿Qué probabilidades tiene de que lo llamen? Si amenazase a Israel otra crisis como la de 1967, la gente volvería a ver en él, seguramente, al hombre capaz de unificar y acaudillar a la nación.
Ciertamente Dayan ha conservado su popularidad, a pesar de su independencia de todos, incluso, por supuesto, del público. Se ha marchado de recepciones ofrecidas en su honor, no tiene verdaderos amigos, es un enigma incluso para sus más íntimos asociados, y en 1971, después de 36 años de matrimonio, se divorció de su esposa. (Dayan confesó que hacía años que había otra mujer en su vida, pero los israelíes, que observan un código moral relativamente estricto, se apresuraron a perdonarlo).
Una noche del pasado mes d abril tuve ocasión de presenciar la influencia de la personalidad de Dayan cuando tomó parte en un servicio fúnebre, celebrado en un Kibbutz cercano a la faja de Gaza, en memoria de los seis millones de judíos asesinados durante la segunda guerra mundial. Dayan apenas alzó la voz al recordar los pasados horrores cometidos contra los judíos y, sin esforzarse en despertar la emoción del público, dijo que los israelíes tenían que conseguir "las mejores relaciones humanas y de vecindad" con los árabes.
Ante tal público y en aquel lugar, esto era pedir muchísimo. Pero cuando terminó la ceremonia y Dayan echó a andar, estalló a su paso un aplauso espontáneo, y hombres y mujeres extendieron las manos en un intento unánime de llegar a tocar al hombre del parche negro sobre un ojo.
-- James ATWATER.
No hay comentarios:
Publicar un comentario