jueves, 3 de mayo de 2012

DE "NORMAS DE VIDA": UNDÉCIMA MEDITACIÓN, Alberto CASAL CASTEL.

                         El tiempo corre lento al comenzar la jornada
                         y vertiginosamente al terminarla.
                                                                     SCHOPENHAUER.
                                                       NADIE CONCEDE importancia al tiempo. Por eso lo pierde y lo hace perder a los demás.
   Sin embargo, el tiempo que pasa no retorna. Los relojes no andan para atrás. Caminan hacia adelante y es bueno seguirlos. El péndulo va y viene ante nuestra indiferencia, y en su recorrido ha arrojado ya dos instantes nuestros al pasado.
   ¡El segundo es el átomo de la muerte!
   ¿Quién repara en él? ¿Quién repara en el segundo que nos acaba de herir y en el que está preparando nuestra muerte?
   Descomponed el tiempo, y toda vuestra esperanza y toda vuestra angustia reposan sobre ese fugitivo jadeo terráqueo.
   Sesenta segundos hacen un minuto; sesenta minutos una hora; veinticuatro horas un día; treinta días un mes; doce meses un año; cien años un siglo... y el hombre de nuestro país apenas si dispone de la mitad de ese espacio de tiempo, si dispone de ese espacio de tiempo, para realizar la inmensa tarea de vivir.
   Quita a él lo que demanda el sueño, lo que reclama la pereza, lo que despilfarra la negligencia, lo que buenamente piden los momentos festivos, y apenas si podrás disponer de una cuarta parte de existencia útil. ¡Es una contabilidad terrible...!
   Pero, ¿cuántas cosas magníficas, cuántas nobles empresas se pueden llevar a cabo en esta breve estancia, si sabemos estimar el tiempo y aprovecharlo como se debe?
   El tiempo se pierde: a) porque lo dejamos sin empleo; b) porque lo empleamos mal; c) porque lo empleamos en corregir lo que hicimos mal; d) porque lo empleamos con quienes son enemigos de nuestro tiempo. Estos últimos se dividen: a) en holgazanes; b) necios; c) gente que, no siendo necia ni holgazana, ha concluido su quehacer a la hora en que nosotros precisamos de nuestro tiempo.
   El tiempo se gana: a) continuando lo que hemos comenzado; b) iniciando lo que vamos a continuar; c) concluyendo cualesquiera de estas cosas; d) haciendo cada cosa en su hora; e) o haciéndolas, con justeza, dentro del menor tiempo posible.
   El tiempo perdido es vida desperdiciada, vida ya convertida en muerte, pasado que no fue presente, pretérito para lamentar, y, sobre todo, angustia de cargar a la intensidad de una prisa posterior, lo que pudimos hacer con calma y sin arrepentimiento.
   Tengamos cuidado de no confiar demasiadas cosas al futuro, porque éste puede no alcanzarnos, que "el tiempo corre lento al comenzar la jornada y vertiginosamente al terminarla", con lo cual el filósofo de "Pererga" recordaba al alegre abandono de la juventud, la brevedad que poseen los días desolados de la vejez.
   Perdidas las fuerzas, lo que pudo hacerse en una jornada, precisa seis. Hay que aprovechar, pues, de hacer seis jornadas en una sola, cuando jóvenes, si se quiere favorecer a la vida desde temprano.
   Pensando en el tiempo, se aprende a respetarlo. Respetándolo, quizá logremos hacer una obra que el tiempo respete.
                                                           -- Alberto  CASAL CASTEL.
   

No hay comentarios:

Publicar un comentario