CARTA PERSONAL AL PAPA BENEDICTO XVI.
(Esta carta debía ser entregada al papa en septiembre del 2007. Como no se hizo en la fecha y el documento había empezado a circular en Internet, el padre BOULAD ha estimado correcto remitirla al papa por medio de la Nunciatura en El Cairo en septiembre del 2009. Se espera respuesta...
A mi poder llegó el 13 de noviembre del 2009, de Bélgica, de paso que me pedía el traductor, el amigo Tomás Castillo Vásquez, un comentario. Me excusé diciendo que siempre ha existido la tensión entre el profeta y el que ostenta la autoridad). He aquí un ejemplo típico.
Traducción del francés: Tomás Castillo V.
Objeto: SOS PARA LA IGLESIA DE HOY
"¡Es la hora menos 5 minutos!"
Beatísimo Padre:
Me atrevo a dirigirme directamente a usted por cuanto mi corazón sangra al ver el abismo en el que va cayendo nuestra Iglesia. Le ruego disculpe mi franqueza enteramente filial, dictada por "la libertad de los hijos de Dios" a la que nos invita san Pablo, y al mismo tiempo por mi amor apasionado hacia la Iglesia. Le ruego igualmente tenga a bien excusar el tono alarmista de esta carta, por cuanto creo que "es la hora menos cinco minutos" y la situación no podría esperar más.
En primer lugar permítame presentarme: Soy jesuita egipcio-libanés de rito melquita. En breve voy a cumplir 76 años. Desde hace tres años soy rector del Colegio de los jesuitas en el El Cairo, después de haber asumido los cargos siguientes: Superior de los jesuitas en Alejandría, Superior Regional de los jesuitas de Egipto, Profesor de Teología en El Cairo, Director de Caritas Egipto, y Vicepresidente de Caritas International para el Oriente Medio y África del Norte. Conozco muy bien la jerarquía católica de Egipto por haber participado durante años a sus reuniones como Presidente de los Superiores religiosos de Institutos en Egipto. Mantengo relaciones personales con cada uno de ellos, entre los cuales figuran algunos de mis antiguos alumnos. Por otra parte, conozco personalmente al Papa Shenouda III, a quien yo tenía costumbre de verlo regularmente.
Respecto a la jerarquía católica de Europa, he tenido la oportunidad de encontrarme personalmente varias veces con alguno que otro de sus miembros, entre los cuales el cardenal Koenig, el cardenal Schönborn, el cardenal Martini, el cardenal Daneels, el Arzobispo Kothgasser, los obispos diocesanos Kapellari y Küng, los demás obispos austriacos, así como obispos de otros países europeos. Estos encuentros tienen lugar con ocasión de mis giras anuales de conferencias por Europa: Austria, Alemania, Suiza, Hungría, Francia, Bélgica... En dichas giras me dirijo a auditorios muy diversos así como a los medios de comunicación (periódicos, radio, televisión...). Lo mismo hago en Egipto y en el Próximo Oriente.
He visitado unos cincuenta países en los cuatro continentes y he publicado unas treinta obras en cerca de quince lenguas, principalmente en francés, árabe, húngaro y alemán. De mis trece libros en esta última lengua, tal vez haya leído usted Gottessöhne Gottestöchter que ha debido entregarle un amigo suyo, el P. Erich Fink, de Baviera.
Todo esto no lo digo con la intención de jactarme, sino para expresarle con sencillez que mis propósitos tienen su fundamento en un conocimiento real de la Iglesia universal y de su situación hoy en día, en el año 2007.
Entro aquí en el objeto de mi carta, en la que trataré de ser lo más breve, claro y objetivo posibles. En primer lugar, cierto número de realidades. (La lista queda lejos de ser exhaustiva):
1. La práctica religiosa está en constante decadencia. Las iglesias de Europa y de Canadá no las frecuenta sino un número cada vez más reducido de personas de la tercera edad llamadas a desaparecer a corto plazo. No quedará entonces más que, tal como ocurre ya, cerrar dichas iglesias , o transformarlas en museos, mezquitas, clubes o bibliotecas municipales. Lo que me sorprende es que a muchas de entre ellas se las esté renovando y modernizando a costa de grandes gastos, con la intención de atraer a los fieles. Pero eso no frenará el éxodo.
2. Los Seminarios y los Noviciados se van quedando vacíos al mismo ritmo, y las vocaciones en caída libre. El porvenir se presenta más bien sombrío y cabe preguntarse quién asumirá el reemplazo. Cada vez son más los sacerdotes de Asia y África que se encargan de las parroquias europeas.
3. Muchos sacerdotes abandonan el sacerdocio, y el pequeño número de los que aún quedan. -cuya edad se sitúa a menudo por encima de la edad de la jubilación - debe asegurar el servicio en varias parroquias, de manera expeditiva y administrativa. De entre éstos, muchos, tanto en Europa como en el Tercer Mundo, viven en concubinato a la vista y conocimiento de sus fieles que con frecuencia los aprueban, y del propio obispo que no puede aprobarlos, pero ante la penuria de sacerdotes...
4. El lenguaje de la Iglesia es anticuado, anacrónico, aburrido, repetitivo, moralizante, totalmente inadaptado a nuestra época. No se trata de halagar ni de hacer demagogia, pero el mensaje del Evangelio ha de ser presentado en toda su crudeza y su exigencia. Lo que haría falta es proceder a la "nueva evangelización" a la que nos invitaba Juan Pablo II. Ahora bien, ésta, contrariamente a lo que muchos piensan, no consiste de ninguna manera en repetir la antigua que ya no importa, sino en innovar, inventar un nuevo lenguaje que vuelva a expresar la fe de manera pertinente y significativa para el hombre de hoy.
5. Pero eso no será posible sino por medio de una renovación profunda de la teología y de la catequesis que deberían ser pensadas y formuladas de nuevo, de A a Z. Un religioso sacerdote alemán con quien me he encontrado recientemente, decía que la palabra "mistica" no aparece ni una sola vez en el Nuevo Catecismo, lo que me deja asombrado. preciso es reconocer que nuestra fe es muy cerebral, abstracta, dogmática, y que habla muy poco al corazón y al cuerpo.
6. Como resultado, un gran número de cristianos se vuelve hacia las religiones de Asia, las sectas, New Age, las iglesias evangélicas, el ocultismo, etc. ¿Cómo podríamos extrañarnos, si van a buscar en otra parte el alimento que no encuentran entre nosotros, pues tienen la impresión que les damos piedras en vez de pan? La fe cristiana que otrora daba un sentido a la vida de la gente, hoy día es para ellos un enigma, la supervivencia de un pasado ya caduco.
7. En el plano moral y ético, las exhortaciones del Magisterio repetidas hasta la saciedad con respecto al matrimonio, la contracepción, el aborto, la eutanasia, la homosexualidad, el matrimonio de los sacerdotes, los divorciados que se vuelven a casar, etc. no afectan más a nadie y sólo engendran hastío e indiferencia. Todos estos problemas morales y pastorales merecen algo más que declaraciones perentorias. Necesitan un enfoque pastoral, sociológico, psicológico, humano... dentro de una línea más evangélica.
8. La Iglesia Católica, que ha sido la maestra de Europa durante siglos, parece olvidar que dicha Europa ha accedido a la madurez. Nuestra Europa adulta no acepta que se la trate como a una menor. El estilo paternalista de una Iglesia Mater et Magistra ha fenecido definitivamente y ha sido sobrepasada. Nuestros cristianos han aprendido a pensar por sí mismos y no están dispuestos a engullir cualquier cosa.
9. Las naciones más católicas de antaño -Francia "hija mayor de la Iglesia" o el Canadá francés ultra católico- han dado un giro de 180º para dar en el ateísmo, el anticlericalismo, el agnosticismo, la indiferencia. Para otras muchas naciones, el proceso está en marcha. Se advierte que cuanto más ha ha sido mimado o protegido un pueblo por la Iglesia en el pasado, más fuerte es su reacción contra ella.
10. El diálogo con las otras Iglesias y con las otras religiones acusa hoy un retroceso inquietante. Los notables avances realizados desde hace medio siglo parecen ahora comprometidos.
Frente a este panorama más bien agobiador, la reacción de la Iglesia es doble:
- Su tendencia es minimizar la gravedad de la situación y consolarse viendo cierta renovación en su ala más tradicional, lo mismo que en los países del Tercer Mundo.
- Invoca su confianza en el Señor que la ha sostenido durante veinte siglos y que será muy capaz de ayudarla a superar esta nueva crisis, de la misma manera que lo ha hecho en las anteriores. ¿Acaso no tiene la promesa de la vida eterna?...
A lo cual respondo:
- No es afianzándose en el pasado o recogiendo sus fragmentos como se resolverían los problemas de hoy y de mañana.
- La aparente vitalidad de las Iglesias del Tercer Mundo es engañosa. Según toda probabilidad, tarde o temprano estas iglesias caerán en la misma crisis que conoce la vieja cristiandad europea.
- La modernidad es inevitable, y por haberla ignorado la Iglesia se encuentra hoy en tal crisis. El Vaticano II ha tratado de recuperar cuatro siglos de retraso, pero da la impresión que la Iglesia está cerrando lentamente las puertas que entonces se abrieron, y que se trata de volver a Trento y al Vaticano I en vez de un Vaticano III. Recordemos la amonestación varias veces repetidas por Juan Pablo II: "No hay alternativa para el Vaticano II·"
- ¿Hasta cuándo continuaremos practicando la política del avestruz hundiendo la cabeza en la arena? ¿Hasta cuándo nos negaremos a mirar las cosas de frente? ¿Hasta cuándo trataremos de salvar a toda costa la fachada -la fachada que ya no ilusiona hoy a nadie? ¿Hasta cuándo seguiremos crispándonos o apuntando contra cualquier crítica, en vez de ver en ella una oportunidad para renovarse? ¿Hasta cuándo vamos a seguir dejando para el juicio final una reforma que se impone imperativamente y que se ha dejado ya demasiado de lado?
- Es ciertamente mirando hacia adelante y no hacia atrás como la Iglesia cumplirá con su misión de ser luz del mundo, sal de la tierra, levadura en la masa. Ahora bien, lo que lamentablemente vemos hoy es que la Iglesia se
queda a la cola después de haber sido la pionera en el mundo durante siglos.
- Repito lo que yo decía al principio de esta carta: "ES LA HORA MENOS CINCO" -!fünf vor zwölf! La historia no espera y menos aún en nuestra época en que el ritmo se apresura y se acelera.
- Cualquier empresa comercial, al constatar un déficit o al darse cuenta de un mal funcionamiento, se pone inmediatamente en acción, se reúne con expertos, trata de recuperarse, moviliza todas sus energías para superar la crisis.
- ¿Por qué la Iglesia no hace lo mismo? ¿Por qué no moviliza todas sus fuerzas vivas en vista a un radical aggiornamento? ¿Por qué? ¿Pereza, cobardía, orgullo, falta de imaginación o de creatividad, quietismo culpable con la esperanza que el Señor se las arreglará, puesto que la Iglesia ya ha conocido otras crisis en el pasado?...
- En el Evangelio, Cristo nos pone en guardia: "Los hijos de las tinieblas son más sagaces en la gestión de sus negocios que los hijos de la luz..."
¿QUÉ HACER ENTONCES?...
La Iglesia de hoy necesita una imperativa y urgente Triple Reforma:
1. Una reforma teológica y catequética para repensar la fe y formularla de manera coherente a nuestros contemporáneos Una fe que no significa nada, que no da sentido a la existencia, no es más que un ornamento, una superestructura inútil que cae por su propio peso. Esto sucede hoy.
2. Una reforma pastoral para repensar íntegramente las estructuras heredadas del pasado (Ver las sugerencias al respecto en el Anexo)
3. Una reforma espiritual para revivificar la mística y repensar los sacramentos a fin de darles una dimensión existencial, de articularlos con la vida. Yo tendría mucho que decir a este respecto.
La Iglesia de hoy es demasiado formal y formalista. Da la impresión que la institución asfixia al carisma y lo que finalmente cuenta es una estabilidad puramente externa, una respetabilidad superficial, cierta fachada. ¿No corremos el riesgo de que un buen día Jesús nos llame "sepulcros blanqueados...?
Para terminar, sugiero la convocación a nivel de Iglesia universal, de un Sínodo General en el que pudieran participar todos los cristianos -los católicos y los demás-, con el fin de examinar con toda franqueza y claridad los puntos arriba señalados, además de todos los que se proponga. Un sínodo así, que duraría tres años, se vería coronado por una Asamblea General. Evitemos el término "concilio" -que reuniría los resultados de esta encuesta y que sacaría las conclusiones.
Termino, Beatísimo Padre, rogándole perdone mi franqueza y mi audacia, al mismo tiempo que solicito su paternal bendición. Permítame añadir que estos días vivo en su compañía por medio de su excelente libro Jesús de Nazaret, objeto de mi lectura espiritual y meditación cotidiana.
Su afectísimo en el Señor.
P. Henri Boulad, sj.
Graz, 18 de Julio del 2007.
ANEXO
¿CÓMO REPENSAR HOY LA PASTORAL DE LA IGLESIA?
1. Redimensionar la parroquia.
Antes de ser una comunidad cristiana, en primer lugar la parroquia debe ser una comunidad humana, es decir, una entidad orgánica que vive cierta cantidad de relaciones sociales como en una gran familia. Esta gran familia era antaño "el pueblo" en el que todos conocían a todos, y en donde el párroco conocía a cada uno personalmente, en su pasado y en su presente. En aquel entonces, el párroco vivía lo que Jesús dice del buen pastor: "Conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mi".
A escala de una centena de personas - a lo más una centena de familias - aquello es posible. Más allá de tal cantidad, ya no es una comunidad sino un grupo anónimo en el que nada une ni estructura. La parroquia cesa de ser una gran familia y el párroco ya no es el pastor "que conoce cada una de sus ovejas por su nombre". Se convierte en un administrador de este conjunto, con un ordenador, con cifras y estadísticas, con la ayuda de un programa EXcel. O, si no, se concentra en un pequeño número de personas o familias, en detrimento de los demás.
Las parroquias de la Edad Media y del campo han cambiado de dimensión para transformarse en mega-parroquias con varios miles de fieles. Obstinarse en mantener la estructura actual heredada del pasado resulta absurdo.
A mi parecer, una parroquia de diez mil habitantes debería ser dividida en cien mini-parroquias para llegar a ser comunidades de talla humana. La objeción, la veo venir: ¿Y dónde vamos a encontrar cien sacerdotes para tantas nuevas parroquias? ... La respuesta es sencilla, muy sencilla:
2. Recurrir a los "viri probati" -hombres maduros y experimentados -para asumir dichas comunidades y dar al párroco actual el título de obispo para este nuevo conjunto de parroquias. En cada manzana o en cada inmueble, la iglesia descubriría un cristiano serio que haya dado prueba de sus aptitudes, de preferencia un jubilado en buena salud, gozando de una buena pensión y de tiempo libre, suficiente como para pedirle que asuma la carga pastoral de su comunidad. En nuestra época, en la que se vive mucho más y en que la gente se jubila cada vez más pronto, no resultaría difícil encontrar una persona con este perfil. Su formación humana, teológica y espiritual la recibiría en cursos intensivos en un período de seis meses, período que sería al mismo tiempo de "prueba", después del cual sería ordenado sacerdote.
Claro está, antes de aceptar semejante propuesta, él debería consultarlo a su esposa, quien posteriormente se convertiría en su brazo derecho y en una colaboradora indispensable en la marcha de la parroquia.
La función de este pastor consistiría en conocer cada una de las familias y cada individuo personalmente, por medio de visitas a domicilio, celebraciones de cumpleaños y aniversarios, d encuentros diversos, de grupos de reflexión o de cualquier otra iniciativa que los feligreses pudieran sugerir.
Se celebrarían eucaristías a domicilio, según las circunstancias, y los domingos se reunirían todos en una gran sala para celebrar la misa dominical que se terminaría por el vaso de la amistad o incluso por un ágape, compartiendo un bocado.
Este sacerdote sería el responsable de todos aquellos que forman su parroquia -creyentes o no, practicantes o no. Sin imponer nada a nadie, le correspondería encontrar la fórmula de hacer entrar a todos en confianza. Resultarían así parroquias de "geometría variable". Se trata de un reto que supone tacto, habilidad, discreción, flexibilidad, creatividad.
Con tal perspectiva,
3. Se procedería a ordenar hombres casados como se hace en las Iglesias de Oriente, tanto entre los Ortodoxos como entre los Católicos, y tal como se hizo durante siglos en el resto de la cristiandad. La práctica del celibato se ha reservado siempre a individuos -monjes o religiosos- que ha optado libremente por este género de vida, lo cual supone una comunidad de sostén. Entre ellos se escogían los obispos.
Para imponer el celibato a todos los sacerdotes indistintamente, bajo el pretexto que constituye para algunos un camino válido y viable, es tentar a Dios. La consecuencia es el hecho que un número impresionante de sacerdotes viven en concubinato, tanto en Europa como en el resto del mundo.
¿No resulta poco razonable exigir a un hombre que no tiene vocación, que viva a lo largo de los años aislado, solitario entre los cuatro muros de su presbiterio? ¿No ha dicho Dios desde la primera página de la Biblia: "No es bueno que el hombre esté solo?
No se explica la obstinación de la Iglesia de Occidente en esta materia que contradice la más antigua tradición de la Iglesia. ya es hora que el Magisterio católico romano supere sus crispaciones y abra la puerta a un sacerdocio de personas casadas, paralelo al sacerdocio con celibato opcional.
Dentro de la perspectiva de esta organización de la pastoral que propongo,
4. La vocación sería menos una llamada de Dios al alma que una llamada de la Iglesia al individuo. Y éste sería completamente libre, claro está, de aceptar o de negarse. Dicho esto, no hay que excluir en manera alguna una llamada de Dios al alma.
Un último punto:
5. Además de las parroquias geográficas, habría que imaginar otras parroquias sectoriales o transversales, que no dependan solamente del lugar de habitación sino de la ocupación u otro centro de interés. Tales parroquias se crearían según las necesidades, en función de los grupos humanos existentes.
La idea consiste en partir de un grupo ya constituido para ayudarlo a pasar de una comunidad humana a una comunidad cristiana. El elemento cristiano no debería sobreponerse al elemento humano sino insertarse como la levadura en la masa para animarla desde el interior.
Para concluir, yo diría que el Espíritu nos invita hoy a reflexionar, inventar, innovar; a salir de nuestros conceptos prefabricados, de nuestras categorías petrificadas, a arriesgar una nueva pastoral que responda a las necesidades de nuestros tiempos. Basta de timidez, de pusilanimidad, de vacilaciones. "¡No tengáis miedo!" nos lanzaba Juan Pablo II. "No temas!" nos dice el Señor a lo largo de la Biblia.
La creatividad y la audacia de san Pablo en aquellos tiempos es preciso aplicarlas hoy. ¿Nos quedaremos indefinidamente prisioneros del pasado? ¿Sabremos inventar nuestro porvenir?
-- Henri BOULAD, sj.
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