A pesar de su consagración casi sobrehumana a la ciencia, Albert Einstein (1879-1955) no podía ocultar la personalidad que le atrajo el cariño de millones de personas apenas capaces de comprender muy vagamente cómo su teoría de la relatividad había transformado la concepción humana del universo. En su biografía recientemente publicada, Einstein, The Life and Times, Ronald Clark declara: "Tras el gran hombre había una chispa de vivacidad que destellaba perpetuamente en la mirada, una irreverencia fundamental por la autoridad y un inesperado sentido del ridículo que le hacía soltar carcajadas capaces de romper los cristales de las ventanas". He aquí, condensadas y adaptadas del de Clark y de otros varios libros, algunas facetas reveladoras de la humanidad del genio.
A LOS cuatro o cinco años de edad Albert
estuvo enfermo en cama, y su padre le compró
una brújula para que se entretuviera. El efecto
del regalo fue impresionante. El niño tenía allí
una aguja, perfectamente aislada y fuera del
alcance de influencias exteriores; sin embargo,
estaba dominada por una fuerza invisible que
la hacía señalar siempre hacia el norte. Para
el tierno Albert la aguja imantada fue una
revelación: No tenía sentido; era una burla
para su temprana y sencilla concepción del
orden del mundo.-
-- Helen Dukas y Banesh Hoffmann.
TOMÉ lecciones de violín desde los 6 a los 14 años,
pero no tuve suerte con mis maestros, para
quienes la música no pasaba de ser una práctica
mecánica. En realidad, sólo empecé a aprender
cuando me enamoré de las sonatas de Mozart.
El deseo de reproducir su gracia singular me
impulsó a mejorar mi técnica. Creo que, en general,
el amor es mejor maestro que el sentido del deber.-
-- Albert Einstein, citado por Helen
Dukas y Banesh Hoffmann.
A VECES me pregunto por qué fui yo el que inventó
la teoría de la relatividad. Me parece que la razón
es que un adulto normal jamás se detiene a pensar
en los problemas del espacio y el tiempo. Estas son
las cosas en las que sólo se piensa cuando se es niño.
Pero yo no comencé a reflexionar en el espacio y el
tiempo hasta que fui mayor. Naturalmente, entonces
pude profundizar en el problema más que un niño.
-- Albert Eintein, citado por Ronald CLARK.
EN 1916, cuando diez años de lucha y esfuerzo
acababan de culminar en la teoría general de la
relatividad, Einstein fue a Holanda a visitar al
físico H. A. Lorentz, de 63 años entonces, a quien
Einstein calificó de "el hombre más grande y más
noble de nuestros tiempos". Un amigo común
Paul Ehrenfest, describió así la entrevista en el
estudio de Lorentz: "Sólo después de ofrecer un
cigarro puro a su huésped empezó Lorentz a
formular una pregunta, sutilmente planteada, a
propósito de la teoría de Einstein. "Cuando terminó,
Einstein se inclinó sobre el trozo de papel en el
cual Lorentz había ido escribiendo fórmulas
matemáticas a medida que hablaba. Einstein
retorcía pensativamente con el dedo un mechón
de cabello sobre la oreja derecha. Lorentz
permanecía sentado, sonriéndole como un padre
mira a un hijo dilecto... confiado en que el joven
partirá la nuez que le ha puesto en la mano,
pero ansioso de ver cómo lo hace.
"De pronto la cabeza de Einstein se levantó con
un brusco movimiento de satisfacción; ya lo tenía.
Todavía hubo algo de discusión, interrupciones,
un desacuerdo parcial, aclaración rápida y mutua
conformidad, y luego ambos permanecieron allí,
con los ojos brillantes, gozándose en las
resplandecientes riquezas que encerraba la nueva
teoría".-
-- Martín KLEIN.
ELSA (la segunda esposa de Einstein) no participaba
en su labor científica. Pero la relación mutua dominaba
la vida privada del sabio. Cuando él salía del estudio,
dando chupadas a la pipa, Elsa lo hacía volver a la
realidad como si despertase a un sonámbulo. Llamaba
su atención gradualmente hacia la gente que lo
rodeaba o a la comida que tenía en el plato. Un día le
dijo:
-La gente habla mucho de tu trabajo, y yo parezco muy
estúpida cuando digo que no sé nada de él. ¿No podrías
explicármelo, aunque sea sólo un poco?
Él pensó durante un momento.
-Bueno... -comenzó a decir con visible esfuerzo, hasta
que su expresión se iluminó-: Si te preguntan, puedes
contestar que lo conoces muy bien, pero que no puedes
decir nada, ¡porque es un gran secreto!-
-Antonina VALLENTIN, periodista
amiga de la familia.
LA ACADEMIA Nacional de Ciencias, de Washington,
rendía homenaje a varios personajes distinguidos.
Ninguno era orador interesante, y todo se reducía
a hablar y hablar monótonamente. Para mí aquello
era un poco embarazoso, pero Einstein, sonriendo,
se inclinó hacia un holandés sentado a su lado y
murmuró algo. El holandés volvió la cabeza para
disimular la risa.
-¿Qué le dijo Einstein? -le preguntamos más tarde.
-Me dijo: "Acabo de concebir una nueva teoría de
la eternidad".-nos contestó el científico holandés.
--Harlow SHAPLEY, astrónomo.
Respuesta de Einstein en 1921 a la petición de unos
periodistas de que explicara la relatividad en unas
cuantas frases:
"Si no toman ustedes la contestación con demasiada
seriedad y la consideran sólo como una broma, puedo
explicarla así: Antes se creía que, si todas las cosas
materiales desaparecieran del universo, quedarían el
tiempo y el espacio. Según la teoría de la relatividad,
el tiempo y el espacio desaparecen junto con las cosas".
--Ronald CLARK.
EN ALEMANIA surgió una asociación que atacaba a la
relatividad como parte de una conjuración semítica para
corromper al mundo. Cuando los asociados alquilaron en
1920 la Sala Filarmónica de Berlín para efectuar un acto
contra la relatividad y Einstein, éste asistió a la función,
sentado en un palco, y evidentemente pasó un buen rato.
Ante las expresiones y declaraciones más absurdas, se le
veía soltar grandes carcajadas y aplaudir en son de burla.
--Ronald CLARK.
DECLARACIÓN de EINSTEIN cuando la revista Scientific
American anunció un premio de 5000 dólares para la mejor
explicación de la relatividad en 3000 palabras:
"Yo soy el único de todo mi círculo de amigos que no aspira
al premio. Creo que no podría hacerlo".
-- Ronald CLARK.
LAS VISITAS de Einstein a Bruselas, y una común afición a la
música y a la poesía, fueron convirtiendo en amistad sus
relaciones con la familia real belga. Esta amistad no tenía un
significado especial para Einstein. Cierto día lo vi vaciar los
bolsillos de un viejo pantalón, buscando un pedazo de papel.
Aquellos eran los bolsillos de un colegial: cortaplumas, trozos
de cuerda, pedacitos de galleta. por fin apareció una hoja de
papel.
Era un poema que le había dedicado la Reina de los belgas.
Al pie de aquella página de color marfil había unas cuantas
palabras y cifras, escritas con los menudos trazos
característicos del profesor. Me incliné a mirar. ¿Cálculos
inmortales junto a la firma real? No. Lo que leí fue:
"Autobús, 50 peniques; periódico, papel de escribir, etc.
¡Los gastos del día, cuidadosamente anotados, mezclados
con la gran curva de la regia letra inicial E!
-- Antonina VALLENTIN.
EN 1933, unos rumores de que intentaban asesinarlo hicieron
que Einstein escapara a Inglaterra. Yo arreglé que posara
para mí durante una semana en su campamento de refugiados.
Einstein vestía un amplio suéter, con la revuelta cabellera
flotando al aire. Su mirada reflejaba una mezcla de lo humano,
lo humorístico y lo profundo. Le gustaban las bromas y los
chistes, hacía frecuente mofa de los profesores nazis, cien de
los cuales habían condenado en un libro su teoría. "Si estuviera
equivocado", me dijo, "un solo profesor habría sido más que
suficiente".
--Jacob EPSTEIN, escultor.
UN DÍA después de instalarse Einstein en lo que sería su
residencia definitiva en el Instituto de Estudios Avanzados
de Princeton (Nueva Jersey), sonó el teléfono en el despacho
de mi padre, el decano de la Escuela de Posgraduados de
Princeton. La voz que llamaba dijo: "¿Puedo hablar con el
decano Einsenhart, por favor?". Informada de que mi padre no
estaba allí, la voz prosiguió: "Entonces quizá usted misma
pueda decirme dónde vive el Dr. Einstein". La secretaria de mi
padre contestó que no podía decírselo, porque el Dr. Einstein
quería que se respetara la independencia de su vida privada.
Pero la voz del teléfono insistió, atenuándose hasta hacerse
casi un susurro: "Por favor, no se lo diga a nadie, pero soy el
Dr. Einstein. ¡Iba a casa, y se me ha olvidado dónde está!".
-- Churchill EISENHART, citado por Ronald CLARK.
LA CONVERSACIÓN (en el barco de vela de Einstein) iba de
temas tan profundos como la naturaleza de Dios, el universo y el
hombre, a otras cuestiones menos intrincadas. De pronto Einstein
levantó la cabeza, miró al cielo y dijo:
-No sabemos nada de nada en absoluto. Nuestros conocimientos
son de colegial.
-¿Cree usted que llegaremos alguna vez a encontrar el secreto?
-Es posible -contestó, encogiéndose de hombros- que aprendamos
un poco más que lo que ahora sabemos. Pero la verdadera
naturaleza de las cosas... esa no la conoceremos nunca, jamás.
-- Chaim TSCHERNOWITZ, citado por Ronald CLARK.
PREGUNTÉ a Einstein:
-¿Cree usted que absolutamente todo se puede expresar
científicamente?
-Sí -me respondió-, sería posible, pero no tendría sentido. Sería
una descripción sin significado, como si dijéramos que una sinfonía
de Beethoven es una sucesión de variaciones en la presión de las
ondas.
-- Hedwig BORN, esposa del físico Max Born, citada por
Ronald CLARK.
OBSERVACIÓN, entre dientes, de Einstein al escuchar el elogio
que hacían de él en un banquete:
"Sí; pero el hombre no usa calcetines".
--Ronald CLARK.
UN RABINO le escribió que había tratado en vano de consolar a
su hija por la muerte de su hermana, "una criatura inmaculada".
"Un ser humano", contestó Einstein, "es una parte de la totalidad
llamada por nosotros Universo, una parte limitada en el tiempo y
en el espacio. Se siente a sí mismo, cree que sus pensamientos
y sentimientos son algo separado del resto... sufre una especie de
ilusión óptica de su conciencia. Este engaño es una especie de prisión
que nos confina en nuestros deseos personales y en el afecto por unas cuantas personas más próximas a nosotros. Nuestra meta debe consistir
en librarnos de esta cárcel ampliando nuestro círculo de compasión
para que abrace a toda criatura viviente y a la totalidad de la naturaleza
en su esplendor. Nadie es capaz de lograrlo todo, pero el esfuerzo para
alcanzar esa meta es, en sí mismo, una parte de la liberación y una
base para la seguridad interna".
Einstein murió el 18 de abril de 1955, a los 76 años de edad, hasta el
final fue un irreductible enemigo de la ostentación pública, y dejó
ordenado que lo incinerasen sin ninguna ceremonia. Sus cenizas fueron esparcidas en un lugar desconocido.
--Walter SULLIVAN, en el Times, de Nueva York.
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