Los planetas del sistema solar son satélites del Sol. Pero los planetas, por su parte, tienen satélites propios. La tierra, por ejemplo, tiene la luna. Júpiter, el más grande de los planetas de nuestro sistema solar y quinto a partir del Sol hacia el infinito, tiene el sistema de satélites más interesante de todos nuestros planetas. Se sabe que, en conjunto, tiene nueve lunas, llamadas “javianas”.
Las cuatro más brillantes de todas pueden verse con un telescopio corriente y fueron descubiertos por Galileo hace más de tres siglos. Con frecuencia se les llama “las estrellas galileanas” y son muy voluminosas, con diámetros de 3,500 a 5,600 kilómetros. Así, la más grande es casi del tamaño del planeta Marte. En 1892 se descubrió la quinta luna de Júpiter, tan cercana a la superficie del planeta que es harto difícil observarla. Las otras cuatro fueron descubiertas por medio de placas fotográficas.
Un matemático, Joseph Lagrange (1736-1813),
uno de los más talentosos de todos los hombres de ciencia que han existido,
convirtió en poco más o menos, pasatiempos personal el estudio de las órbitas y
sobre las razones posibles de su aparente excentricidad.
Lagrange, quien a los 19 años de edad fue
designado profesor de matemáticas de una Escuela de Artillería en Turín, se
valió de las matemáticas para comprobar que los cuatro satélites de Júpiter
entonces conocidos –Io, Europa, Ganimedes y Calisto—eran un sistema compacto
con órbitas casi circulares situadas aproximadamente en el descubrimiento del
satélite más próximo al planeta, descubierto en 1892.
Lagrange obtuvo también un premio académico
por sus cálculos matemáticos de las llamadas
“libraciones” de la luna.
Estas “libraciones” son las variaciones de
la superficie de la Luna en su cara que da constantemente hacia la Tierra.
Lagrange nació en Turín, bisnieto de un
soldado francés que se había ido a prestar servicios militares a los reyes de
Cerdeña. Comenzó a interesarse en las matemáticas cuando leyó acerca de las
obras de Halley, el matemático inglés que había predicho la reaparición del
cometa que lleva su nombre.
Realizó importantísimos trabajos de cálculo
y se le reconoció, generalmente, como un gran matemático. En 1776, después de
alcanzar grandes honores en Francia, marchó a Berlín, donde permaneció durante
20 años trabajando para Federico el Grande. Estando en Alemania hizo
importantes y permanentes trabajos en álgebra, geometría y astronomía y publicó
el más importante de sus libros, “Análisis Mecánico”. Volvió luego a París,
donde le nombraron presidente de la comisión de reforma de pesas y medidas y
profesor de la Escuela Politécnica.
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