(Especial para La Prensa en Lima)
Algunos desórdenes mentales son de origen
orgánico; otros son consecuencia del comportamiento y del propósito de ajustar
el pensamiento a la forma en que se vive. Antes de que Martin Buber escribiera
sobre esta cuestión del “Yo”, y el “Tú”, otro escritor alemán, Ferdinand Ebner,
dijo: “La locura es el producto final de la cercanía completa del “Yo” y el
“Tú”. Es un estado espiritual en que ni la palabra ni el amor pueden llegar al
individuo. La irracionalidad del demente está en el hecho de que habla de largo
sin serle posible hablarle al “Tú” concreto. El mundo se ha convertido para él
en proyección de su “Yo”, no sólo teórica sino prácticamente y por esta razón
sólo puede hablar de un “Tú” ficticio.
Para decirlo en términos más sencillos: la
locura, aparte de la de origen orgánico, es con frecuencia egoísmo,
autoconcentración y amor propio. Hay una concentración en vez de expansión de la
personalidad. Los “yos” se concentran en tal forma que sólo es posible verse a
uno mismo. Uno de los milagros narrados en los Evangelios tiene no sólo
significación física sino también espiritual. Cuando Nuestro Señor tocó los
oídos del hombre sordo y pronunció la palabra hebrea “/Ábrete!”. Hasta ese
instante el sordo había sido hombre muerto para la armonía del ambiente al
igual que los ciegos son hombres muertos para el mundo de la belleza y el ateo
es hombre muerto para el Amor Divino.
El milagro de recobrar la salud de la
personalidad comienza con la apertura de las puertas del “ego” a las
necesidades y hasta al amor de los demás. Cuando una persona actúa como una
serpiente y comienza a devorar su propia cola como expresión de egocentrismo,
perece. En las escuelas se comprueba, invariablemente, que los alumnos menos
populares son los egoístas y los más populares los que son considerados con sus
compañeros.
El infierno es un misterio; es a donde se
refugia el “ego” por la vía del odio. Sartre al describir los personajes en el
infierno, retrató esta demencia en las frases finales de uno de sus dramas: “El
infierno es mi invención… Limita mi divinidad, pone en duda mis conocimientos,
absorbe mi tiempo y se niega a rezar o a ofrendar sacrificios en mi altar”.
Cada persona es un “Ego”, levantando cercas y valles y colocando obstáculos en
mi camino”. Poco importa que vaya uno a parar finalmente a un asilo de dementes
como consecuencia de esta exaltación egoistica. Este tipo de infelicidad es
locura, en que el infierno es estar solo con el propio “ego” o junto a otros
que aman el suyo, cada uno hablando de sí mismo que es lo que más molesta a los
egoístas.
No es difícil vencer este tipo de demencia.
Se logra en virtud de comunicación con los demás por la ruta del amor que, a su
vez, se convierte en servicio. Estuvo de
moda entre algunos de los filósofos sostener que el universo estaba hecho de
mónadas sin alas flotando en el espacio con muy poca, o ninguna relación, con
las demás mónadas. Pero ahora sabemos que el universo es orgánico; que cada
cosa está relacionada con todas las demás cosas. En el terreno de las personas,
la normalidad está en relación directa con la preocupación con las demás
personas. Ejemplo evidente lo tenemos en una de las capas más inferiores de la
creación: ¿cuándo es una simiente más simiente? ¿Cuándo está por sí sola en el
saco o cuándo entra en contacto con la
tierra y sus productos químicos, con el calor y la luz del Sol, con el aire y
hasta con el granjero que la cultiva? De igual forma, mientras el hombre más
conoce del universo más conoce de sí mismo; mientras más establezca relación
con la poesía, las ciencias, la filosofía y las artes, más ensanchará el
ambiente de su felicidad.
Hemos sido hecho para unión, relación,
comunicación desde nuestro mismo origen; mientras más el feto se adhiere a la
matriz, más pronto comienza a desarrollar su naturaleza. Mientras más una
persona entre en comunicación con otras personas –y especialmente, las
sirve—más se hace normal. Como muy bien dijo Teilhard de Chardin: “Mientras
mayor es la conjunción con “los otros”, más se encuentra el hombre a sí mismo”.
El punto de vista bíblico es, esencialmente,
este: los judíos eran un pueblo unido; estaban unidos los unos con los otros y
en esta sacra asamblea sus vidas tenían significado. Mírese hacia donde se mire, alejarse de los demás es
muerte o locura. El Mar Muerto tiene aguas que lo alimentan pero no tienen salida para ellas; por eso es
que está muerto: no tiene medios de comunicación. En el orden económico, ¿por
qué es que siempre se representa al avaro como un hombrecito delgado, enjuto o huesudo? Porque para él la propiedad es como una bola de nieve que se va
haciendo cada vez mayor haciéndole así creer que él es grande por la grandeza de
lo que tiene. Se olvida de que la propiedad es para la realización de
sacrificios y para ayudar a los demás.
Nadie en el mundo puede decir de lo que ha
logrado: “Lo hice solito”. Esto es defecto básico de todo naturalismo y de todo
humanismo, que convierte al “ego” personal en “ego” colectivo y excluye a un
“Tú” mucho mayor. Innecesario casi será decir que el gozo interior supremo que
puede uno lograr en la Tierra se deriva de la relación personal profunda con un
“Tú” cuya definición es amor.
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