Fulton Sheen: (1895-1979)
Fue obispo de Rochester y trabajó en la Televisión como presentador del programa Life is Worth Living (La vida vale la pena vivirla) a comienzos de la década de 1950, primero en el canal Du Mont Television Network y después en la ABC desde 1951 hasta 1957.
Después fue anfitrión del "Programa de Monseñor Sheen" (Bishop Sheen Program) en un formato casi idéntico, desde 1961 hasta 1968; aún se realizan retransmisiones de estos programas.
Este humilde obispo de Estados Unidos fue un gran predicador y maestro de la fe católica.
En 1930 comenzó su programa de radio "The Catholic Hour" que continuó por 22 años.
El 3 de octubre de 1979 fue un momento muy especial para Monseñor Sheen. El papa Juan Pablo II lo abrazó en la Catedral de San Patricio, Nueva York y le dijo: "You have written and spoken of the Lord Jesus. You are a loyal son of the Church".
Sus escritos llegaron a Lima a partir de los años 60, según nuestros recortes. Tenía un convenio con La Prensa de Lima en la que tenía la Página Especial para la Prensa en Lima y mantuvo en vilo a la juventud de entonces, cuyo formato era: Escribe Monseñor Fulton Sheen....
¡DULCE
MISTERIO DE LA VIDA!
Puede ser
que, cuando la vida es fácil, esté bien decir: “comamos primero y filosofemos
después”. Pero cuando se arroja a un ser humano en un campo de concentración es
evidente que tiene primero que filosofar si quiere tener luego vida para comer.
Tiene que formular un programa, una fe, un significado que le haga alzarse por
encima de la degeneración física del campo infrahumano. Más bien que apabullado
por el ambiente de la prisión, él lo apabulla con su carácter. Después de
visitar Dachau, Dorothy Thompson escribió: “Quienes quedaron, hombres en
condiciones de la más baja bestialidad, parecían una Imagen y un Ideal,
superiores a la más alta conquista del hombre”.
En un aspecto mucho más corriente, los
padres tienen ocasión de constatar el valor de la significación del despertar a
sus hijos. ¡Qué diferencia entre la reacción de un niño que está soñando cuando
le despiertan y otro que no! El tacto suave del padre sobrecoge al niño que
estaba soñando porque el niño no puede establecer relación alguna entre despertar
y el significado de su sueño. La vida es mucho más serena cuando todos los
acontecimientos –aún los más inesperados—pueden ser acomodados dentro de la
finalidad de la vida. Así lo expresó Goethe: “No hay predicamento que no se
puede ennoblecer bien actuando, bien soportándolo”.
Resulta hoy difícil convencer a la juventud
de que debe indagar el significado de la vida. Aun cuando vuela de flor en
flor, la abeja sabe que su misión es
fabricar miel. Aun cuando el joven corra de placer en placer, esto no lo
excluye de un destino total. Si no lo percibe, ¿no se deberá a la muy primitiva
mitología que insiste en que Dios sea visible o se le encuentra al final lejano
de un telescopio? Este fue el comentario ingenuo del astronauta soviético que
dijo después de su vuelo no haber visto “en el cielo ningún hombre con barbas”.
El dolor es invisible y sin embargo es real. De hecho, la invisibilidad es con
frecuencia la esencia misma de lo definitivo. El que se acerca a un telescopio
para ver las estrellas y mira a través de él, no ve la Tierra. Pero la Tierra
que no ve es la condición necesaria para ver los cielos. El Sol es lo único que
no podemos mirar: es demasiado brillante, demasiado misterioso. Y, sin embargo,
a la luz de esa cosa incomprensible todo lo demás es claro. Chesterton observó
que podemos ver la Luna y todas las cosas bajo la Luna pero que la Luna es la
madre de los lunáticos.
Todo el que ha actuado en programas de
televisión y se ha enfrentado al resplandor de las luces brillantes sabe que no
es posible divisar al auditorio. Puede escuchar sus risas y sus aplausos, pero
está oculto a su visión. El actor ante las cámaras desempeña un papel y el
papel tiene sentido para él y la obra tiene significación aún sin poder ver el
auditorio ante el cual es responsable. El significado definitivo de la vida,
por tanto, no tiene necesariamente que ser visible. Así como el auditorio está
en la obscuridad así también el televidente final es el que “hace de la
obscuridad su lugar de escondite”.
¿Mas cómo, entonces, hacer contacto con lo
invisible? Cuando los exploradores de las profundidades del mar tratan de
determinar la hondura de un Océano envían ondas sónicas que rebotan cuando
tropiezan con el fondo. Aves y murciélagos
están equipados con radar; saben que un objeto está cercano cuando emite
una reacción. Una de las razones por las cuales Dios parece muerto a algunas
personas es que no emiten ondas sónicas de plegarias. Jamás tratan de
establecer contacto, jamás se abren a influencias salvadoras…
Para quienes dudan del significado de las
plegarias, he aquí una prueba infalible. Dígase tan sólo esta plegaria: “Bien
amado Señor, no estoy seguro tan siquiera de que Tú existas. Pero yo sé que
existo. Sin embargo, no estoy satisfecho con mi existencia. No es que quiera
ser más rico; es más bien que quiero ser más feliz. Yo sé que en mí hay muchas
cosas desagradables para mí mismo y reprobables por otros como, por ejemplo,
egoísmo, preocupación excesiva por lo carnal y disposición a dejarme llevar de
cualquier grupo de acción sin tener en cuenta sus valores. Por tanto, envíame
un poquito de purificación. Así como se quema en los hornos la escoria del oro,
mándame fuegos purificadores suficientes para quemar y consumir las impurezas”.
¿Cuántos serán lo suficientemente valientes
para encaminarse hacia tal encuentro?
Yo lo intenté una vez, pero no para
demostrar que recibiría un aliento sónico espiritual de lo invisible. Más bien,
imploré el advenimiento de inconveniencias y penas con el fin de salvar a un
alma que de otra forma se habría perdido. ¡Y cómo fue atendida, y rápidamente
tal plegaria!
No me interesa aquí cómo las pequeñas
mortificaciones son condiciones de bienaventuranzas, tanto como no tengo
interés en demostrar que las cuerdas de un violín no suenan bien cuando están
flojas. Mi único alegato es éste: quien esté seguro de que no hay nada más allá
de su “yo” y de su tecnología, que tenga el valor de someterse a prueba.
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