Como afirmaba el notable historiador José Honório Rodrigues en su Conciliación y Reforma en Brasil (1965): «los intereses del pueblo fueron descuidados por los dirigentes; de ahí las luchas, las rebeldías, la historia cruenta, el compromiso y la conciliación; revolución en el sentido de transformación de la estructura económica, del régimen de tierras, de cambio de relaciones sociales, nunca hemos tenido; el gran éxito de la historia de Brasil es su pueblo y la gran decepción sus dirigentes».
Continúa José Honório: «las victorias del pueblo son objetivas e indiscutibles;… Brasil debe al pueblo la unidad política, la integración territorial, el mestizaje, la tolerancia racial, la homogeneidad religiosa, la integración psicosocial, la sensibilidad nacional muy viva que exige un abrasileramiento de las propias contribuciones extranjeras» (p. 121-122).
Con Lula y Dilma se inauguró esta revolución, que está todavía inacabada, pero que debe ser consolidada y profundizada. Ojalá en estas elecciones no sean malgastadas por la victoria de quien representa la vieja política oligárquica más interesada en el crecimiento económico, en el mercado y articulada con la macroeconomía globalizada, que en el destino de millones de personas sacados de la pobreza por las políticas republicanas y hechos sujetos sociales participativos en la sociedad.
Por eso es importante que gane Dilma, para garantizar, consolidar y enriquecer con un nuevo ciclo de transformaciones esa revolución inaugural.
En los inicios de la colonización el cronista oficial Pero Vaz de Caminha escribió que aquí «todo lo que se planta da». Los cinco siglos de historia todavía a la luz del paradigma europeo mostraron el acierto de tal afirmación. Aquí todo puede dar y dio para ser la mesa puesta para las hambres del mundo entero. ¿Por qué no iba a funcionar un proyecto-Brasil nuevo, democrático, social, popular, ecológico, ecuménico y espiritual?
El pueblo brasilero se habituó a «hacer frente a la vida» y a conseguir todo «en la lucha», es decir, con dificultad y mucho trabajo. ¿Por qué no va a hacer también frente a este gran y último desafío puesto en su camino? ¿Cómo no conquistarlo «con garra», con conciencia solidaria, con organización, con deseo de empoderarse para garantizar el poder del estado, ya tras 12 años, a fin de darle el verdadero sentido de hacer los cambios necesarios, primeramente para los más olvidados y desde ellos a todos, dándoles sostenibilidad y garantizándoles un futuro bueno para el país?
Ese camino ya ha sido trazado, aunque falte todavía mucho para que esté terminado. Dos veces llegó lo nuevo allí, al poder central. Escasean cada vez más los instrumentos con los cuales las élites dominantes quieren volver al poder con aquel proyecto neoliberal que arruinó a los países centrales y lanzó cien millones de personas al desempleo en Europa y Estados Unidos.
Nos sentimos representados en los versos del cantor: «Solo es cantor quien trae en el pecho el olor y el color de su tierra/ la marca de sangre de sus muertos/y la certeza de la lucha de sus vivos» (La saga de la Amazonia, de Vital Faria). Esa lucha, esperamos, será victoriosa. El país florecerá en el fulgor de su pueblo multicolor como nuestros paisajes que encantan nuestros ojos. Valen estas palabras de unos líderes sindicales en los días sombríos del sometimiento: «Pueden cortar una, dos y todas las flores, pero no podrán impedir la llegada de la primavera».
La primavera está ya avanzada. Junto con al sol primaveral queremos celebrar la victoria de la mayoría del pueblo, reeligiendo a Dilma Rousseff.
Si no pudiera ser ahora, quedaría el desafío para el futuro. Lo que debe ser, tiene fuerza y llegará el día, bendito día, en que va a triunfar.
Leonardo BOFF / 25-octubre-14
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