miércoles, 1 de octubre de 2014

LITERATURA DEL SIGLO XX y CRISTIANISMO / EL SILENCIO DE DIOS: Charles MOELLER


Charles Moeller
EL SILENCIO DE DIOS (PRIMER LIBRO)

CAMUS  -- GIDE  -- A. HUSLEY   -- SIMONE WEIL   ---
GRAHAM GREENE   ---  JULIEN GREEN   -- BERNANOS.

“Un vasto cuadro de la literatura contemporánea vista a una luz cristiana. Este tomo manifiesta claramente la importancia de esta empresa, que será -estoy seguro- un éxito brillante. Admirable libro, que deberían meditar nuestros intelectuales”.
                                 Revue de  l’Université Laval, Quebec

Esta doctrina es profunda, pero difícil. Tendremos necesidad de interrogar a numerosos testigos para comprenderla mejor. Se adivina, en efecto, que, ante el silencio de Dios, las actitudes varían, sobre todo en nuestro tiempo, en que “la duda ha llegado a ser la opinión general” y el ateísmo, que durante siglos había sido una excepción, se ha convertido en regla.

Camus o la honradez desesperada
Gide o el hijo pródigo
Aldous Huxley o la religión sin amor
Simone Weil y la incredulidad de los creyentes
Graham Greene o el mártir de la esperanza
Julien Green, testigo de lo invisible
Georges Bernanos o el profeta de la alegría.

Estos son los títulos de los autores y temas abordados por Moeller y “ad experimentum”, para nosotros,  sus lectores, presentamos la CONCLUSIÓN, hecha por él mismo, en siete partes, para explicarnos con él, en siete días seguidos / para no perder la justeza de las articulaciones por tratarse de asuntos filosóficos, teológicos en un vasto cuadro de literatura contemporánea. (3 en 1).

El libro (570 páginas),  Versión Española de Valentín García Yebra, Editorial GREDOS-MADRID, tiene tres partes:

La primera desarrolla a Los hijos de esta tierra [Albert Camus y  André Gide]












La segunda: “Los aeronautas sin cargamento” [Aldous Huxley  y Simone Weil ]













La tercera: Los hijos de la tierra y del cielo: [Graham Greene, Julien Green, y Georges Bernanos ]

  














                                                        CONCLUSIÓN

                        LA ESPIRITUALIDAD PASCUAL EN EL SIGLO XX

                       Está en medio de vosotros Alguien a quien no conocéis…
                                                                (JUAN, I, 27)

                                                                                I
El libro de la semana

LA PRIMERA PARTE DE ESTE  libro muestra la actitud del “hombre honrado” del clasicismo ante el silencio de Dios. Esperar, a pesar de todo, en un progreso del hombre, contentándose con las cartas que se tienen, tal es el último mensaje de Gide. Luchar contra “la peste”, por honradez, sabiendo que no hay ninguna esperanza de vencerla, tal es el mensaje de Camus. Si Gide tuvo finalmente “la honradez” que merecía, la que él había elegido – ¡al precio de qué abandonos! --, Camus impresiona por la lealtad de su testimonio. El ateísmo de Camus y de Gide no tiene, sin embargo, nada que ver con el problema del mal: nacido de una instalación previa en el racionalismo sensualista, reforzado por una negativa esencial de Dios, que es antiteísmo, el mensaje de estos dos hombres es fruto de una opción. Han elegido ser “hijos de esta tierra”; son partidarios de la “dicha”: buscan el equilibrio humano.
   Si alguna lección positiva nos dan, es ésta: el cristiano no puede evadirse de la condición humana, y menos actualmente, cuando es tan trágicamente vivida por millones de hombres. Si la lealtad, la honradez, el equilibrio, el amor a la belleza, a la verdad humana, no son las principales virtudes del cristiano, tampoco puede éste descuidarlas: su testimonio sería incompleto si no las poseyera.
   El mensaje de Camus y de Gide nos deja, sin embargo, con nuestra hambre: además de fragilidad filosófica, la ignorancia de que da testimonio en lo relativo al verdadero cristianismo (pero en esto, ¿qué cristiano no tiene su parte de responsabilidad?) no resuelve ninguno de los problemas planteados: la muerte sigue siendo la muerte. El instinto de justicia y de caridad, presente en cada uno de nosotros, a pesar de todos los mentís de la historia, pide que la vida tenga un sentido. No para asegurarnos una recompensa egoísta, sino que para la vida sea algo. Para que sea, sencillamente. Porque la vida no es nada si no es verdadera. Y no es verdadera si no participa de una verdad absoluta.
   Ya sé que no es necesario dar cada vez el rodeo por lo absoluto para asegurar una consistencia de lo real. Trátase aquí del sentido último de las cosas, de su sentido metafísico. Ya podemos construir sociedades política y económicamente estables, incluso culturalmente, y aquí se acredita una vez más toda la necesidad de las técnicas y de los talentos;  su sentido fundamental se basa, en último análisis, en Dios.

   Puesto que todos morimos, como también mueren las sociedades y el mundo material, todos nos plantearemos en una hora de nuestra vida la cuestión última: ¿qué significa todo esto, que es una absurdez para la razón y una tragedia para el corazón, si la evolución del mundo no tiene por meta el valor de una psiqué inmortal? Estas palabras de Grousset se imponen a quien medite el mensaje de Gide y Camus. ¿Qué significa este mundo material, con sus bellezas y sus amores, si, a pesar de su destrucción aparente, no debe resucitar un día?

1 comentario:

  1. Una obra monumental de la crítica contemporánea. Merece la más sostenida atención del mundo de las letras y del pensamiento religioso.
    El Boletín de la Facultad de Lille publica: "Rara vez se ha visto tanta lucidez, tanta erudición y tal comprensión equilibrada de las letras y de la teología.

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