Charles Moeller |
EL SILENCIO
DE DIOS (PRIMER LIBRO)
CAMUS -- GIDE
-- A. HUSLEY -- SIMONE WEIL ---
GRAHAM
GREENE --- JULIEN GREEN
-- BERNANOS.
“Un vasto
cuadro de la literatura contemporánea vista a una luz cristiana. Este tomo
manifiesta claramente la importancia de esta empresa, que será -estoy seguro-
un éxito brillante. Admirable libro, que deberían meditar nuestros
intelectuales”.
Revue
de l’Université Laval, Quebec
Esta doctrina
es profunda, pero difícil. Tendremos necesidad de interrogar a numerosos
testigos para comprenderla mejor. Se adivina, en efecto, que, ante el silencio
de Dios, las actitudes varían, sobre todo en nuestro tiempo, en que “la duda ha
llegado a ser la opinión general” y el ateísmo, que durante siglos había sido
una excepción, se ha convertido en regla.
Camus o la
honradez desesperada
Gide o el
hijo pródigo
Aldous Huxley
o la religión sin amor
Simone Weil y
la incredulidad de los creyentes
Graham Greene
o el mártir de la esperanza
Julien Green,
testigo de lo invisible
Georges
Bernanos o el profeta de la alegría.
Estos son los
títulos de los autores y temas abordados por Moeller y “ad experimentum”, para
nosotros, sus lectores, presentamos la
CONCLUSIÓN, hecha por él mismo, en siete partes, para explicarnos con él, en
siete días seguidos / para no perder la justeza de las articulaciones por
tratarse de asuntos filosóficos, teológicos en un vasto cuadro de literatura
contemporánea. (3 en 1).
El libro (570
páginas), Versión Española de Valentín
García Yebra, Editorial GREDOS-MADRID, tiene tres partes:
La primera
desarrolla a Los hijos de esta tierra
[Albert Camus y André Gide]
La segunda: “Los aeronautas sin cargamento”
[Aldous Huxley y Simone Weil ]
La tercera: Los hijos de la tierra y del cielo: [Graham Greene, Julien Green, y Georges Bernanos ]
CONCLUSIÓN
LA
ESPIRITUALIDAD PASCUAL EN EL SIGLO XX
Está en medio de vosotros Alguien
a quien no conocéis…
(JUAN, I, 27)
I
LA PRIMERA
PARTE DE ESTE libro muestra la actitud
del “hombre honrado” del clasicismo ante el silencio de Dios. Esperar, a pesar
de todo, en un progreso del hombre, contentándose con las cartas que se tienen,
tal es el último mensaje de Gide. Luchar contra “la peste”, por honradez,
sabiendo que no hay ninguna esperanza de vencerla, tal es el mensaje de Camus.
Si Gide tuvo finalmente “la honradez” que merecía, la que él había elegido –
¡al precio de qué abandonos! --, Camus impresiona por la lealtad de su
testimonio. El ateísmo de Camus y de Gide no tiene, sin embargo, nada que ver
con el problema del mal: nacido de una instalación previa en el racionalismo
sensualista, reforzado por una negativa esencial de Dios, que es antiteísmo, el
mensaje de estos dos hombres es fruto de una opción. Han elegido ser “hijos de esta tierra”; son partidarios de
la “dicha”: buscan el equilibrio humano.
Si
alguna lección positiva nos dan, es ésta: el cristiano no puede evadirse de la
condición humana, y menos actualmente, cuando es tan trágicamente vivida por
millones de hombres. Si la lealtad, la honradez, el equilibrio, el amor a la
belleza, a la verdad humana, no son las principales virtudes del cristiano, tampoco puede éste descuidarlas: su
testimonio sería incompleto si no las poseyera.
El mensaje de Camus y de Gide nos deja, sin
embargo, con nuestra hambre: además de fragilidad filosófica, la ignorancia de
que da testimonio en lo relativo al verdadero cristianismo (pero en esto, ¿qué
cristiano no tiene su parte de responsabilidad?) no resuelve ninguno de los
problemas planteados: la muerte sigue siendo la muerte. El instinto de justicia
y de caridad, presente en cada uno de nosotros, a pesar de todos los mentís de
la historia, pide que la vida tenga un sentido. No para asegurarnos una
recompensa egoísta, sino que para la vida sea algo. Para que sea, sencillamente. Porque la vida no es nada si no es
verdadera. Y no es verdadera si no participa de una verdad absoluta.
Ya sé que no es necesario dar cada vez el
rodeo por lo absoluto para asegurar una consistencia de lo real. Trátase aquí
del sentido último de las cosas, de
su sentido metafísico. Ya podemos construir sociedades política y
económicamente estables, incluso culturalmente, y aquí se acredita una vez más
toda la necesidad de las técnicas y de los talentos; su sentido fundamental se basa, en último
análisis, en Dios.
Puesto que todos morimos, como también
mueren las sociedades y el mundo material, todos nos plantearemos en una hora
de nuestra vida la cuestión última: ¿qué significa todo esto, que es una
absurdez para la razón y una tragedia para el corazón, si la evolución del
mundo no tiene por meta el valor de una psiqué
inmortal? Estas palabras de Grousset se imponen a quien medite el mensaje de
Gide y Camus. ¿Qué significa este mundo material, con sus bellezas y sus
amores, si, a pesar de su destrucción aparente, no debe resucitar un día?
Una obra monumental de la crítica contemporánea. Merece la más sostenida atención del mundo de las letras y del pensamiento religioso.
ResponderEliminarEl Boletín de la Facultad de Lille publica: "Rara vez se ha visto tanta lucidez, tanta erudición y tal comprensión equilibrada de las letras y de la teología.