ERES LO QUE RECUERDAS
06.10.14 .

Pero hay un resquicio todavía: "No te detengas, no dejes de seguir sacando. Cada rostro, cada gesto, cada palabra, cada canto, por lejano que sea, recobrados cuando parecían perdidos para siempre, te ayudan a sobrevivir". Que, expresado con otras palabras, suena así: “Se dice: al final eres lo que has pensado, amado, realizado. Yo añadiría: Eres lo que recuerdas.”




La revisión de vida se puede realizar, como tantos autores, confesando al papel o al ordenador confidencias íntimas en emocionados capítulos. O, tal vez, a lo largo de numerosas entrevistas con un asesor espiritual o un psicólogo clínico. Y no sería mala idea desnudar el alma y el corazón en el seno de un grupo que amorosamente escucha y permite, a lo largo de varios encuentros, ir refiriendo hechos significativos de la vida, obteniendo quizás el confidente "una mejora anímica en virtud de la felicidad que supone la rememoración de experiencias simbólicas” (Ángel Moreno).

ALGUNA VEZ POR LA MAÑANA...Describe Cristina la experiencia infantil con numerosos detalles de gran humanidad, como cuando nos da a conocer un gesto de la abuela: “Ella besaba, entonces, en un rapto, / mis manos creadoras...” Aunque todos los sentidos disfrutan protagonismo, destacaría el tacto. Como cuando habla de “pan crujiente” y “hogaza tierna”, y explica que sus manos “modelaban... con un trozo de masa”; y al describir a la abuela “sudando noblemente”.
Alguna vez por la mañana, cuando
el gallo había dado sus tres toques de alarma,
iba al horno a amasar hermosas piezas
de pan crujiente. Iba con la abuela,
y mientras ella sabiamente daba
a la masa su norma, sudando noblemente,
yo sentía en mis venas correr todos los ríos
que van al mar. El mar estaba
entre mis manos infantiles,
que modelaban, escultora en ciernes,
un buey, un caracol, una abstracción cualquiera,
con un trozo de masa.
La llama haciendo un curso de ascensión en los rojos
y el aroma del pan caliente daban
al aire incienso y música.
Casi un templo era el horno, casi un rito
aquella forja entre las manos
(oh, religión del pan).
Ella, la abuela, pura, sudaba y bendecía
cada forma acabada; yo soñaba,
entre el mar nunca visto y mis obras de harina,
que era sacerdotisa de una orden
antiquísima y honda.
Miraba el buey dorado, la hogaza grande y tierna,
con un fondo de espigas en los ojos,
aunque el mar ya me instaba desde el río,
que se iba lentamente hacia su propia
naturaleza.Amén. Dios permitía
aquel caudal salido de la entraña
del horno, el alimento primerísimo
dispuesto. Mis ligeros
dedos se estremecían por su parte
minúscula de fruto.
Ella besaba entonces, en un rapto,
mis manos creadoras; el mar clamaba dentro
y yo aún no lo sabía.

Son numerosas las referencias religiosas. “Casi un templo era el horno...” “oh, religión del pan”. Se imagina Cristina “que era sacerdotisa de una orden / antigua y honda”. Dios estaba muy presente, porque “Amén. Dios permitía / aquel caudal salido de la entraña / del horno”. “Ella, la abuela, pura, sudaba y bendecía / cada forma acabada.” En las continuas referencias al mar podría sospecharse cierta identificación del mar con la divinidad. En el 2000 se editó la “Antología de la Poesía Cósmica de Cristina Lacasa”. Ha fallecido hace tres años y su página sigue como quedó entonces).
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