VII
MIENTRAS LLEGA ESTA “EPIFANÍA DE la bondad y
de la misericordia de Nuestro Salvador Jesucristo”, escuchemos el triple
testimonio que nos han dejado tres de los más grandes testigos del cristianismo
en nuestra época.
Del sacerdote
de The power and the Glory, cuando
habla al oficial de policía que sueña con transformar el mundo en un paraíso
terrestre:
Hay entre
nosotros otra diferencia. Es inútil trabajar por el fin que usted persigue, a
menos que usted mismo sea honrado y bueno. Pues bien, el partido de usted no se
compondrá siempre de hombres honrados y buenos. Entonces usted verá
reproducirse las hambres de otros tiempos, los malos tratos, las fortunas
adquiridas por todos los medios. Mientras que el hecho de que yo sea un
cobarde… y todo lo demás… no tiene mucha importancia. Yo puedo, a pesar de
esto, poner a Dios en la boca de un fiel, y puedo darle la absolución de Dios.
Y aunque todos los sacerdotes fueran semejantes a mí, nada de esto cambiaría
(p. 306-307).
De Julien Green, en su Journal:
Sucede
que se piensa tan frecuentemente y tan habitualmente en Dios en términos
convenidos, que esta gran realidad, que es la realidad única, es borrada por
las frases aprendidas… Sería preciso tratar de pensar en Dios en su novedad, en
su eterno frescor… No debemos permitir que este sentimiento nos abandone, que
cese de resonar en nosotros la voz del silencio que nos dice: “Tú me perteneces, no te dejaré marchar”
(J. IV, p. 54).
De Bernanos,
en Les enfants humiliés:
Llegará un día
en que los que hoy corren alucinados detrás de amos implacables, amos feroces,
que prodigan la vida humana como una materia sin valor y atiborran de vidas
humanas sus fraguas y sus hornos, se pararán, agotados, en el camino que no
lleva a ninguna parte. Pues bien, entonces… quizá se cumpla la palabra de Dios:
los mansos poseerán la tierra, sencillamente
porque no habrán perdido el hábito de la esperanza en un mundo de desesperados.
Poseerán la tierra, mas no por mucho tiempo; la habrán poseído y, quizá, ni
siquiera se habrán dado cuenta; su masa inocente habrá hecho inclinar la
balanza, habrá invertido el equilibrio del mundo… Construir es siempre una obra
de amor… No triunfaréis de la paciencia del pobre. Patientia pauperum non peribit in finem (p. 204-205).
La paciencia del pobre no perecerá,
porque el Pobre es Jesucristo, que “de rico” se hizo “pobre” para saciarnos con
sus riquezas.
El silencio de Dios es su palabra misma; su
ausencia es su presencia. Porque la ausencia de Dios, su silencio, es la Cruz,
instrumento de muerte Y DE RESURRECCIÓN, EN JESUCRISTO.
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