DE "EL ARTE DE NO AMARGARSE LA VIDA" / 15ª edición
El atardecer estaba
dejando paso a la noche en las inmensas llanuras centrales de la India. Un tren
surcaba el territorio como una gran serpiente quejumbrosa. En el interior del
tren, cuatro hombres compartían un coche cama. Los cuatro eran desconocidos
entre sí.
Como ya era tarde, los hombres se metieron
debajo de las sábanas y empezaron a dormir. Al cabo de unos diez minutos
empezaron a oír:
--¡Qué sed que tengo! ¡Pero qué sed que
tengo!
La voz pertenecía a uno de los cuatro
viajeros. Los restantes se despertaron molestos por las quejas, pero intentaron
conciliar el sueño. Transcurrió una hora y la voz no callaba. Cada pocos
minutos, arreciaba:
--¡Pero qué sed que tengo! ¡Qué sed que
tengo!
Uno de los viajeros, cansado del quejica, se
levantó, caminó hasta el lavabo del tren y llenó un vaso de agua. Sin decir
palabra, se lo entregó al viajero sediento, que se lo bebió de golpe. Al cabo
de media hora, cuando todos ya habían conciliado, esta vez, un buen sueño, una
voz los despertó de nuevo:
--¡Pero qué sed tenía! ¡Qué sed tenía!
Como ilustra el cuento, a veces los
seres humanos podemos convertirnos en campeones de la queja. De hecho, todo el
tema de la salud mental trata de un solo asunto: aprender a combatir las
¡quejas!
La tolerancia a la frustración nos permite disfrutar más de la vida, ya
que no perdemos el tiempo amargándonos por las cosas que no funcionan.
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