DE "LAS MÁS BELLAS ORACIONES DEL MUNDO"
Si puedo
hacer
algo bueno
hoy, Si puedo servir
en el sendero
de la vida,
si puedo
decir algo útil
¡SEÑOR,
enséñame cómo!
Si puedo
corregir
a un ser
humano equivocado,
si puedo
fortalecer a alguien,
si puedo
consolar con una
sonrisa o una
canción,
¡SEÑOR,
enséñame cómo!
Si puedo
ayudar
a alguien en
peligro,
Si puedo
mitigar una carga,
Si puedo
esparcir más
Felicidad,
¡SEÑOR,
enséñame cómo!
Si puedo
hacer
un acto de
bondad,
Si puedo
ayudar
a alguien en
necesidad,
Si puedo
sembrar
una semilla
fructífera,
¡SEÑOR,
enséñame cómo!
Si puedo
alimentar
un corazón
hambriento,
Si puedo
empezar algo mejor,
Si puedo
desempeñar
un papel más
noble,
¡SEÑOR,
enséñame cómo!
Grenville Kleiser
VENTANA AL
MUNDO
BRASILIA
LA PERFECTA
CIUDAD CAPITAL
Por John Dos Passos
SOBRE una
meseta que se alza en la inmensidad de la selva, a mil kilómetros del mar, el
país más extenso de la América del Sur construye su nueva capital. Donde hace
dos años reinaba la augusta soledad, se oye el golpeteo de los martillos sobre
los andamiajes, el crujir de las grúas y el bufar de las excavadoras que
transitan por los caminos recién abiertos. Se han embalsado tres ríos para
formar el depósito que ha de surtir de aguas a la población de 500,000 almas
que, según se espera, habrá de vivir
allí.
Brasilia es la primera ciudad que se
construye ad hoc para la era del avión de chorro; ciudad que tuvo una pista de
3000 metros de largo, antes que en ella hubiera edificios; ciudad sin semáforos
porque no hay pasos a nivel: los cruces de calles son viaductos y pasos
inferiores; ciudad donde los camiones y los automóviles de pasajeros tendrán
distintas vías que los lleven directamente a los patios de estacionamiento o
las plataformas de carga y descarga situados en la parte trasera de los edificios
de apartamentos o del comercio, según el caso; ciudad en donde cada barrio
residencial tendrá su sector comercial propio a donde se pueda ir de tiendas a
pie, entre prados bajo hermosas alamedas, por sendas exclusivas para peatones;
ciudad de una arquitectura pasmosamente moderna.
Así es la capital con que han soñado los
brasileños desde que su país se hizo independiente en 1822. La nueva nación
quería una capital nueva; la imaginación de sus habitantes se excitaba al oír
hablar de Washington, la ciudad especialmente planeada para ser capital de los
Estados Unidos de América en las orillas del río Potomac. Al establecerse la
monarquía constitucional, surgió el nombre de Brasilia para la futura capital.
En 1891, la convención que aprobó la constitución republicana señaló una
extensión de 10,000 kilómetros cuadrados
para el distrito federal: enorme rectángulo situado en el estado de Goiás, más
o menos equidistante de la costa atlántica por el este y la frontera de Bolivia
por el oeste. Se escogió esa región por su clima seco y templado.
El palacio presidencial (Palacio de la
Alborada ya está terminado. Se emplearon 13 meses en la construcción de ese
bellísimo edificio de mármol blanco y cristal de delicados tonos, de líneas
alargadas y bajas que armonizan con las luengas colinas del horizonte y que, al
reflejarse en el espejo de los lagos que flanquean su entrada, semejan una
bandada de cisnes que flotan mansamente.
El plan de Brasilia es en verdad una
fascinadora combinación de retórica pomposa y de obra efectiva. Sin embargo, el
pueblo cree en él.
-1959-
-1959-
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