viernes, 3 de junio de 2016

EL DÍA FESTIVO POR EXCELENCIA


DE: "LAS MÁS BELLAS ORACIONES DEL MUNDO"

HIMNO
Antes de cerrar los ojos, los labios y el corazón,
al final de la jornada ¡buenas noches! Padre Dios.
Gracias por todas las gracias que nos ha dado tu amor;
si muchas son nuestras deudas, infinito es tu perdón.
Mañana te serviremos, en tu presencia, mejor.
A la sombra de tus alas, Padre nuestro, abríganos.
Quédate junto a nosotros y danos tu bendición.
Antes de cerrar los ojos, los labios y el corazón,
al final de la jornada, ¡buenas noches! Padre Dios.
Gloria al Padre omnipotente,
Gloria al Hijo Redentor, Gloria al Espíritu Santo;
Tres Personas, solo un Dios.
    Amén


DÉCIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


“Jesús  se dirigió poco después a un pueblo llamado Naím y con él iban sus discípulos y bastante gente. Pues bien, cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar a un hijo único cuya madre era viuda. Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: “No llores”. Después se acercó hasta tocar la camilla. Los que lo llevaban se detuvieron. Dijo Jesús entonces: “Joven, te lo mando: levántate”. Y el muerto se sentó y se puso a hablar. Y Jesús se lo devolvió a la madre…”. Lucas 7, 11-17

El episodio narrado pone de manifiesto una vez más la misericordia de Jesús. Al resucitar al hijo de la viuda, su actuación fue tan honesta que las personas que presenciaron el hecho vieron a Dios en la obra de Jesús: “Dios ha venido a ayudar a su pueblo” (v. 16) sin exigir como requisito la fe.

  La situación de aquella viuda cambió, gracias a que Jesús se “cruzó” en su camino, transformando su dolor y tristeza, en un gozo por la restauración de su hijo y su hogar. Aquél pueblo fue testigo de la gracia de Dios recibiendo el beneficio de la visitación del Señor para aquella ciudad.

Conclusión:
  No desaprovechemos la oportunidad de que El Señor se está cruzando en nuestras vidas, para que no continuemos “cargando” una vida de dolor y sufrimiento, sino que podamos convertirnos en discípulos de Jesús, y ser testigos permanentes de su amor y poder.

  El deseo de Dios hoy, no es simplemente venir de visita a nuestras vidas,  sino el de permanecer en nuestros hogares y corazones.   ¡Recibámoslo como nuestro Salvador!. Porque cuando Jesús se cruza en nuestra vida nunca más será igual, seremos testigos de sus maravillas, sanidades, milagros y restauración.

  La mejor decisión de hoy es convertirnos en sus discípulos y seguirle a Él.

El óleo que ilustra la escena pertenece al autor francés, Pierre Bouillón,  Museo de Tesse, Le Mans (Francia)

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