viernes, 10 de junio de 2016

EL DÍA FESTIVO POR EXCELENCIA


DE: “LAS MÁS BELLAS ORACIONES DEL MUNDO”

ORACIÓN DEL MÉDICO

Dios mío: Infunde en mí un gran amor
para estudiar y practicar la medicina;
inspírame caridad y cariño para todos mis enfermos.

No permitas en mí deseos de lucro, ni vanidad,
ni envidia, en el ejercicio de mi profesión.

Dame paciencia… para que siempre esté dispuesto
al llamado del que sufre y solicite mis servicios,
obligándome a veces hasta sacrificar mis horas más gratas de sueño,
descanso o esparcimiento.

Haz que pueda atender con igual empeño
al que carece de recursos o al que paga mis servicios.

Que recete con igual cuidado al amigo como al enemigo,
al de buena como de mala conducta,
y hasta el ateo, que impío te niega.

Concédeme la gracia de que cuando examine y recete a mis enfermos,
ninguna idea ni preocupación distraiga mi mente
para que mi diagnóstico y terapéutica no tenga error
y pueda con tu ayuda devolver la salud a mis pacientes,
y conservarles la vida, si tus altos designios no determinan lo contrario;
porque cuando tú decretas el fin, la ciencia y todo afán son inútiles.

Permíteme siempre que mis enfermos confíen en mí
y sigan mis prescripciones y consejos fielmente.

Que nunca haga caso de charlatanes, y curanderos,
ni de amigos o parientes que pretendan saber medicina empíricamente
y que sólo ocasionan graves perjuicios.

Mientras me concedas la vida y mi ejercicio de mi profesión,
dame suficientes energías para perseverar en continuo estudio
para que logre así acrecentar y renovar mis conocimientos
en beneficio de mis enfermos.

Jamás permitas que me crea un sabio que todo lo puede,
pues sin dedicación y estudio diario, y sin tu ayuda, nada se alcanza.

Concédeme que pueda quitar los sufrimientos a mis enfermos y aliviarlos…
Y cuando sea imposible curarlos,
haz que tu divina voluntad les lleve fe en ti,
resignación y consuelo.
                                      Anónimo.


DOM. XI DEL TIEMPO ORDINARIO


“Un fariseo había invitado a Jesús a comer. Entró en la casa del fariseo y se acostó en el sofá según la costumbre. En ese pueblo había una mujer conocida como pecadora. Esta, al enterarse de que Jesús estaba comiendo, compró un vaso de perfume y, entrando, se puso de pie detrás de Jesús. Allí se puso a llorar junto a sus pies, los secó con sus cabellos, se los cubrió de besos y se los ungió con el perfume”…Lucas 7, 36-8,3

El Evangelio de Lucas nos presenta un hecho de la vida de Jesús en el que aparece la bondad y misericordia de Jesucristo. Recordemos.

Simón el fariseo invita a Jesús a comer. Posiblemente quería que en todo el pueblo se hablara de que Jesús, el gran profeta, había ido a comer con él.

De repente una mujer entra en la casa y sin avisar se postra a los pies de Jesús, llora sobre ellos, los besa y los unge con ungüento.

El fariseo empieza a sospechar de Jesús, sin decir nada:
“Si éste fuera profeta sabría quién es esta mujer que lo está tocando”.

Jesús le presenta una breve parábola:
“Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos le amará más?”

La aplicación era clara y Jesús la concreta, dejando mal parado a Simón porque no había cumplido con Él las costumbres de todo buen anfitrión judío.

La mujer le lavó los pies, lo enjugó con su cabello y lo besó. Simón, en cambio, ni le lavó los pies ni se los secó ni le dio el ósculo de la paz.

Luego Jesús se vuelve a la mujer y con gran escándalo, por parte de todos, le dice:
“Tus pecados están perdonados”.

La misericordia se impone a todos los chismes y malos pensamientos de los que estaban allí presentes.

De esta manera queda perdonada la mujer, demuestra Jesús que es verdadero profeta, contra la opinión de Simón el fariseo, e incluso Jesús se presenta como enviado de Dios que puede perdonar los pecados.

La conclusión, llenó de paz a la mujer:
“Tu fe te ha salvado, vete en paz”.

Al final del párrafo evangélico de hoy Lucas (nuestro compañero del ciclo C y el que más habla de las mujeres en su Evangelio) nos presenta a Jesús “acompañado por los doce y algunas mujeres que Él había curado de malos espíritus y enfermedades: María Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana… Susana y otras muchas que le iban ayudando con sus bienes”.

Con esto se confirma que, en realidad, las mujeres han sido siempre más sensibles a la gracia de Dios y al seguimiento de Jesucristo.

Pero también queda claro que Jesús vino como misericordia de Dios para todos.

                           José Ignacio Alemany Grau, obispo.

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