Un ensayo-meditación sobre
el tiempo
Francofonía. Coplas a lo
efímero del arte
"El arte como expresión
de la civilización y el compromiso de preservación de los museos"
Peio Sánchez, 04 de junio de
2016
Presentada en el Festival de Cine de Venecia,
donde el director ganó el León de Oro en el 2011 con "Fausto", ha
sido acogida con entusiasmo por la crítica.
(Peio Sánchez).- La elegía
confiesa un amor y a la vez un destino. Esta extraña película, en la línea de Alexander
Sokurov, es una meditación personal sobre el museo de los museos, hogares del
arte, en su belleza y en su ambigüedad respecto al poder. Un llanto sobre el
tiempo que a la vez que solidifica la civilización, la somete a esa
vulnerabilidad en la que todos estamos implicados.
No es un documental pero
tiene imágenes de archivo de la toma de París y se nos narra la historia del
Louvre. No es una ficción pero nos coloca en el año 1940, cuando las tropas
nazis toman París y Jacques Jaujard (Louis-Do de Lencquesaing) , el director
del museo que permanece en su puesto, entabla relación con el oficial alemán
Franziskus Wolff Metternich (Benjamin Utzerath) que ha sido enviado para
fiscalizar sus tesoros.
No es una fantasía pero nos
enfrenta a un Napoleón (Vicente Nemeth) que recorre la pinacoteca recordando
que todo aquello es gracias a él, a la vez que dialoga con Marianne, la
personificación de Francia, que recuerda obsesivamente el trilema:
"Liberté, égalité, fraternité". Tampoco en una película dentro de la
película pero nos presenta a su director, Sokurov, que nos acompaña con su voz
en off y que además de enfrentar a los dos protagonistas con su futuro, nos
muestran sus intentos de conversación por skype con el capitán Dick. El marino
se enfrenta a una enorme tormenta con su barco cargado de contenedores con
obras de arte. El dilema es salvar el barco y la tripulación o perder los
tesoros artísticos en el fondo del mar.
Francofonía es en realidad
un ensayo-meditación sobre el tiempo, al hilo de la belleza de un museo que
representa el mejor depósito de arte del mundo. Algo que ya aparecía en su
anterior película museística, la inolvidable "El arca rusa" (2002)
cuando un diplomático francés del siglo XIX se pasea por el museo Hermitage de
San Petersburgo.
Presentada en el Festival de
Cine de Venecia, donde el director ganó el León de Oro en el 2011 con
"Fausto", ha sido acogida con entusiasmo por la crítica. Las líneas
de meditación se cruzan como las capas del relato. El arte como expresión de la
civilización y el compromiso de preservación de los museos, al fondo las
amenazas fundamentalistas del ISIS. Los museos como contenedores del poder
donde los fantasmas de Napoleón y el pueblo siguen pugnando. La belleza como lo
que trasciende lo humano y a su lado la guerra como amenaza y realidad de
destrucción. La vulnerable identidad de Europa y el ocaso de una época. Y al
fondo el futuro del buque, azotado por un mar enarbolado, cargado con la
civilización de museos-contenedores.
¿Qué queda después del tiempo?
Tras la muerte de Tolstoi, tras la desaparición del conservador francés y el
oficial alemán.
¿Qué hay después del
mañana?, se preguntaba el escritor griego Alexander en "La eternidad y un
día" dirigida por Theodoros Angelopoulos. ¿El arte, la belleza, en el
fondo, la civilización sobrevivirán a la
tormenta? Puede el ser humano mirar a la eternidad. "Francofonía" es
una mirada triste, verdadera e insuficiente. Pero en este caso, el borde, el
límite, sostiene la pregunta, ¿qué hay después de mañana?
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