DE: ORACIONES SIGLO XX
“Yo y los hombres de
cuarenta años”
Señor: Los que hemos cruzado ya la frontera de la madurez
nos encontramos con frecuencia en los labios la expresión de que “cualquier
tiempo pasado fue mejor”, frente a la canonización del presente por parte de
los más jóvenes.
Sin embargo, Señor, tu vicario en la tierra ha programado
recientemente a los universitarios italianos esta máxima: “No caigáis en la
tentación de ser enemigos de vuestro tiempo”.
Tiene razón Pablo VI, Señor. Es una auténtica tentación
el quedarse en la contemplación nostálgica de las viejas glorias, condenando lo
actual y cruzándose perezosamente de brazos ante el futuro. Tentación, que hay
que rechazar recordando que la historia es un arsenal de bien y mal en amalgama
inseparable, de luz y sombra, de cielo y tierra.
Pero es que, según Haring, es más que tentación ese
ponerse las gafas negras para mirar el presente, pues llega a decir: “Quien
habitualmente habla mal de su tiempo debe preguntarse si está en gracia”. En
otras palabras, Señor, debe dudar si no estará en pecado. Y esto, por la
sencilla razón de que olvida la providencia sobre el mundo presente, como la
tuviste sobre el pasado y la tendrás sobre el futuro.
Señor, que la mirada hacia atrás me sirva no para anatematizar
lo que tengo ante los ojos, sino para bendecirte en todo tiempo, y para poner
al servicio de tu causa los talentos que Tú me has confiado en pro de un mundo
mejor.
Rafael
de Andrés.
DOM. VI DEL TIEMPO ORDINARIO
Una ley perfecta
“No crean que yo vine a suprimir la Ley
o a los Profetas. No vine a suprimirla, sino para darle su forma definitiva.
Les aseguro que primero cambiarán el cielo y la tierra antes que una coma de la
Ley…
Y les digo que si su vida no es más
perfecta que la de los maestros de la Ley y de los fariseos, no entrarán en el
Reino de los Cielos.
Saben que se dijo: ‘No matarás’….’No
cometerás adulterio’… ‘El que despide a su mujer le dará un certificado de
divorcio’ …’No jurarás en falso’’…Mateo
5, 17-37
Jesús nos ofrece cuatro mandatos
tomados de la Ley del Antiguo Testamento, para indicar cuál debe ser la regla
de vida del discípulo.
Frente a la ira, estructurar
la vida desde los acentos serenos de una espiritualidad coherente.
Frente al adulterio, el
respeto pleno a la dignidad de la persona.
Frente al repudio que el
hombre tiene contra la mujer, se debe practicar la justicia, que le permita
restaurar su puesto en la sociedad.
Por último, frente a los
juramentos, el valor intachable de la palabra, como el mayor compromiso que adquiere
la persona de responsabilidad y lealtad a sus diferentes compromisos sociales y
religiosos.
Antes que viniera Jesús, los
maestros de la Ley empezaron a escribir más libros y más importantes para
precisar todo lo que se entendía difícilmente y para adaptar las leyes de la
Biblia para gente que vivía en un mundo diferente.
Era útil este trabajo de los
maestros de la Ley, pero había algo mejor que hacer. Cuando Jesús propone una ley más perfecta, no se trata de
renovar las leyes religiosas o de dar más mandamientos; nos invita más bien a interiorizar el espíritu de la Ley, o
sea, el espíritu de la fe verdadera.
Pues la vida perfecta
empieza con el deseo de ser perfecto como Dios es perfecto; y más importa
fijarse en la misericordia de Dios que recorrer todos sus mandamientos. Imitar
a Dios, éste es el espíritu de la Ley. Jesús nos enseña al Padre y, con esto, le da su forma definitiva a la Enseñanza
de Dios.
DE MI ÁLBUM
Reserva Nacional Pacaya de Loreto
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