viernes, 17 de febrero de 2017

EL DÍA FESTIVO POR EXCELENCIA


DE: ORACIONES SIGLO XX

                        “OBEJETIVO: LAS ESTRELLAS”

   SEÑOR: 
También allá, en el cielo de los cielos, habréis oído que los habitantes de la Tierra hemos bautizado a este tiempo con el pomposo título de "era espacial". Y esto, porque hemos conseguido colocar en órbita cuatro ingentes astronautas.

   Sin embargo, Señor, acabo de leer la noticia de que un estudioso del telescopio ha llegado a numerar hasta treinta millones de estrellas en el núcleo de la vía láctea. Y en seguida surge la pregunta: Cuántas estrellas formarán la corte móvil de tu palacio celeste?

   Señor en un siglo de ateísmo público y hasta militante como el nuestro, hay que volverse a la consideración ingenua y de sentido común del hombre que indaga el porqué de las cosas, con el principio de causalidad en las manos.  Si la construcción de una nave espacial de unos pocos kilos ha costado miles de horas de estudio, apoyo en leyes físicas ya existentes, millones de pesetas de gastos, colaboración de un equipo de técnicos especializados, tentativas y ensayos previos... cómo es posible atribuir al azar o a la evolución ciega la existencia de millones de estrellas gigantes, en tráfico orbital durante miles de siglos?

   Señor del universo, no permitas que el orgullo de nuestra ciencia espacial de juguete nos impida reconocer tus huellas en el cielo, sino que el progreso técnico sea la palanca que nos descubra cada vez más tu omnipresencia.                              

            Rafael de Andrés.



DOM. VII DEL TIEMPO ORDINARIO


Amar a todos los hombres

“Se dijo además: “Ojo por ojo y diente por diente. En cambio, yo les digo: No resistan a los malvados. Preséntale la mejilla izquierda al que te abofetea la derecha…
Se dijo asimismo: ‘Ama a tu prójimo y guarda rencor a tu enemigo’. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y recen por sus perseguidores. Así serán hijos de su Padre que está en los cielos…
Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto su Padre que está en el cielo”. Mateo, 5, 38-48



Estas frases nos vienen muy bien para que aprendamos a medir la distancia que existe entre nuestras categorías mentales y nuestra vida de cristianos y el evangelio.

A la luz de esta preciosa lección del maestro, era lógico esperar que la cuestión de la violencia y de la guerra se hubiera resuelto para siempre.

Sin embargo, después de dos mil años la discusión continúa abierta; aclaraciones, posturas ambiguas, vacilaciones, astucias diplomáticas, compromisos. Continuamos balanceándonos como juguetes entre el concepto de guerra justa e injusta, entre agresión y ofensa.

Hay quien llega incluso a permitirse frases de humor sobre las palabras de Cristo. No hace mucho, en una publicación que se gloría de defender  la “civilización cristiana, comentando el conflicto entre árabes y judíos, un “moralista”, conocido por su presunción de mosca inquieta, se encargaba de tranquilizar así la conciencia cristiana: Cristo nos enseñó a poner la otra mejilla, pero no la tercera mejilla.
Confío en que el Señor le perdonará esta idiotez blasfema.

Pero ahí quedan los tremendos resultados. Con esos “peros” que nos hemos apresurado a colgar junto al categórico “no matar” hemos dado paso oficial a miles de carniceros. Los cristianos, con esta detalladísima casuística de que hacen gala los manuales de teología moral, han aprendido estupendamente a clasificar los pecados en todas sus especies y detalles. Pero suelen ser torpes o reticentes cuando se trata de denunciar abiertamente el delito de Caín.


Y la sangre continúa vertiéndose día tras día. Mientras tanto, esos teólogos que han redactado un maravilloso reglamento sobre el uso del traje talar, no han sabido encontrar un tiempo mejor empleado para esclarecer unos principios con fuerza suficiente para poner en crisis la violencia.

El mundo ya no sabe qué hacer con nuestras formulaciones confusas, con nuestras justificaciones rebuscadas.

Y sigue esperando una palabra clara.

Palabra que en boca de cristianos no puede ser otra que “no matarás”.

¿ES EL HOMBRE UN GORILA CON FUSIL?

El arma dio origen al hombre.

Alguien ha lanzado la hipótesis de que la violencia es tan connatural al hombre, que un hombre que no sea “violento” no es normal.

El hombre desciende no de un mono cualquiera, sino de un mono sanguinario, de un “mono asesino”.

Y como prueba contundente se aduce el hallazgo de un mono armado con el hueso de un antílope del que echó mano, sin duda, para romper el cráneo de un adversario.

Así tenemos que el homo sapiens viene a ser hijo legítimo no sólo del mono, sino también de un arma. “El arma dio origen al hombre”.

El supremo  placer del hombre consiste, por eso, en apretar un gatillo. O, para los pobres, en sacudir estacazos a mansalva.

            Alessandro Pronzato. (Evangelios molestos, p. 39)



Se puede agregar la advertencia, reciente, de Francisco en Santa Marta, día 13:

“Si tú insultas a tu hermano, lo has asesinado en tu corazón”.

“El pecado que cometerá Caín está escondido detrás de un sentimiento”. El papa advirtió de cómo “con pequeños celos y envidias se inicia la destrucción de las familias”.

“La amargura no es cristiana, el dolor sí. El resentimiento no es cristiano”.

 "Y cuantos potentes de la tierra pueden decir... 'A mí me interesa este territorio, me interesa este pedazo de tierra, esto otro... si una bomba cae y mata a 200 niños no es mi culpa, es culpa de la bomba'. Y este tipo no es mi hermano... y termina en la guerra que asesina", denunció el Papa, quien recalcó que "éste es el proceso de la sangre y la sangre de tanta gente hoy en el mundo grita desde el suelo".

"El Señor nos ayude hoy a repetir esta palabra suya: ‘¿Dónde está tu hermano?', nos ayude a pensar en aquellos que ‘destruimos con la lengua' y en aquellos que en el mundo son tratados como cosas y no como hermanos, porque consideran más importante un pedazo de tierra que la relación de la hermandad", concluyó.

DE MI ÁLBUM


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