Bethoven Medina Sánchez, es
uno de los poetas peruanos más destacados de las últimas generaciones. Su
reciente libro, Éxodo a las siete
estaciones, fue considerado entre los de más alta poesía en el recuento
anual que hizo el reconocido crítico Ricardo González Vigil.
En esta obra, el autor
ahonda en los misterios del alma humana. Conversamos con el autor liberteño,
quien anuncia nuevas entregas.
Luis Quintanilla: Dices
en uno de tus poemas: “hemos nacido para cumplir la muerte, la única obligación
humana es iluminar el espíritu”. ¿Es una de las razones que te ha impulsado a
escribir este poemario?
Bethoven Medina: - Sí,
porque yo creo en la eternidad; creo que la vida es un enigma tan profundo y
total, que es difícil de definir y fijarle límites. El mundo es dinámico y,
como dice el principio físico que la materia es la energía detenida y que la
energía es movimiento que fluye, eso es el mundo cambiante; el hombre es una
pequeña manifestación del universo. Entonces habría que entender que la vida es
conjunto de dimensiones; aquí somos unidimensionales, pero cuando fallecemos
vamos a la cuarta dimensión, en donde ya somos espíritus esperando una posible
reencarnación. Por eso es que hablamos que tenemos siete cuerpos, siete formas
de medir.
-Hablando de este
tema, he notado bastante investigación en tu trabajo; no sólo es el artificio de
la palabra, sino también hay una documentación, incluso, me comentabas que el libro
te había tomado más de 30 años en plasmarlo…
-Primero, mi preocupación
fue desarrollar, como sigue siendo, un tema y que el arte sea supremo y que
contribuya a una nueva era, puede ser la búsqueda permanente, la superación y
la realización del hombre. Yo no debo olvidar que el hombre es energía y
espíritu, y tengo que hablar de espiritualidad, es decir, la elevación suprema
que los dones que Dios nos ha dado. Cuando yo me fijé en el tema, me di cuenta
de que era un tema inacabable. Hay una interpretación del número 7, y vi que
ese libro que lo empecé a escribir en 1977 y lo terminé en 1980; pero yo apenas
tenía 20 años, entonces pensé --y el
tiempo me ha dado la razón – que era muy joven para defender mi libro. Primero,
no le habrían dado el interés y otra, que el tema no debió haber quedado en el
vacío; entonces, yo creo en el arte trascendental.
- Lo terminaste el 1980, pero me imagino
que todos estos años habrán servido para darle una mejor estructura, a
enriquecerlo, a darle una mejor revisión de lo que querías comunicar.
-Tú has mencionado dos cosas
importantes: la parte literaria, que es el lenguaje, y el conocimiento profundo
de la cabalística; he avanzado en los dos planos, en lo esotérico, conociendo
más de simbología, de cosmobiología, de misticismo, de numerología, y por otro
lado, avanzando a través del lenguaje, que este sea asequible, que no deje su
belleza y que también sea un lenguaje de la sugerencia. También que cada poema
tenga tres estrofas y cada estrofa tenga siete versos…
-Que tiene una representatividad en el
mundo de lo gnóstico, de lo espiritual…
-Es conforme, incluso los
mismos temas, no obstante diferentes, están entrelazados; por ejemplo, en los
siete cuerpos del hombre voy jugando con las siete glándulas, y cuando hablo de
los días, lo correlaciono con los astros. Está, como tú lo has mencionado, bien
estructurado y creo que con esa solidez, el tema literario está siendo bien
recibido. Creo que he llegado al momento de mantener el equilibrio entre fondo
y forma, entre lo que he querido transmitir y cómo lo he transmitido. La
crítica lo viene analizando muy bien literariamente; pero ya he visto también
que están encontrando el otro lado, el de la significación.
-¿Qué significa para ti haber sido
considerado por críticos como Ricardo González Vigil o Pedro Escribano, entre
los mejores poetas del 2016?
-Lo tomo con serenidad,
porque yo sigo pensando que el saber es inacabable, hay mucho por desentrañar,
por interpretar y por transmitir. Yo vengo trabajando otros libros y pienso escribir
dentro de la misma vertiente esotérica; pero tengo otros temas también.
-Uno de los aspectos que me llama
poderosamente la atención es que tu poemario tiene una fuerte base en la
Biblia, ¿eso refleja un poco tu forma de mirar el mundo?
-Sí, sí. Yo pienso que la
religión, cualquiera fuere, es necesaria para el hombre porque nos convierte en
más humanos; la filosofía es la madre de la ética y la ética nos da la
religión; pero también la religión tiene filosofía, ¿qué quiere decir esto? Que
el hombre mientras más se apegue a la religión, será más sensible, más humano.
Nos hemos alejado de ese mundo espiritual, por eso es que el libro alude a que
estamos en esta realidad y tengo que hacer un éxodo al reencuentro de mis
estaciones que las dejé de lado. Porque en el mundo actual, la sensibilidad del
hombre ha sido reemplazada por el maquinismo, o sea con la tecnología nos hemos
vuelto autómatas y hemos dejado de ser sensibles.
-¿Cómo conjugas tu oficio de
ingeniero, de economista, con el oficio literario, que aparentemente son
disímiles?
-Yo digo que sí se conjugan
porque el mismo Rubén Darío leía mucho a Pitágoras, incluso tiene un soneto
sobre Pitágoras que dice: “Pitágoras se inspira en las constelaciones/ yo me
inspiro en la constelación pitagórica”. Yo soy agrónomo y ahí está el mundo
natural, pero todos los días trabajo en microfinanzas y veo números, la
numerología, y eso me ha dado también un orden para desarrollarlo en el arte
literario.
ENFOQUE, “YO CREO EN EL ARTE QUE TRASCIENDE”.
Suplemento Dominical del Diario La Industria de Trujillo, 29 de enero de 2017.
DE MI ÁLBUM
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