Sergio Aranda Toribio
Eucaristía, la erótica de la
ritorrea
"¿No sería estimulante
pasar de la misa ritual a la eucaristía celebrativa?"
Pepe Mallo, 09 de julio de
2017
La gente se está alejando de
manera imparable de la práctica dominical, a mi entender, porque no encuentra
en nuestras celebraciones el clima, la palabra clara, el rito expresivo, la
acogida estimulante que necesita para alimentar su fe.
Eucaristia
(Pepe Mallo).- "Se
reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles y participar en
la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones" (Hechos
2:42).
"Animales
rituales"
"Oir misa",
"ir a misa", "decir misa", "dar misa"... Estos
populares (o vulgares) giros y expresiones vienen a demostrar el (sin)sentido
que mucha gente tiene de... y atribuye a... la Eucaristía. Es voz común que los
humanos somos "animales rituales", necesitamos gestos y signos
para comunicarnos. Toda actividad humana se desarrolla con signos; gestos
que expresan un mensaje, un sentimiento, emoción, vivencia..., expresiones que
no pueden formularse sino a través de estos signos o gestos.
Celebrar la vida, ritualismo
y narcisismo
Las celebraciones de los
Sacramentos son expresiones comunitarias y públicas de experiencias y aspiraciones
comunes de nuestra fe. La celebración "pública" (aspecto comunitario)
de estos acontecimientos es la liturgia. No se trata de una serie de
ceremonias, ritos, palabras y gestos, sino de la expresión de las
vivencias de la comunidad a través de esas actitudes.
Cuando se gesticula
demasiado o se exageran los ritos, se enturbian las vivencias. La
liturgia no pasaría de ser una exhibición de rutinarios gestos o burdos
aspavientos incoherentes. Al traer a cuento en el título la "erótica
de la ritorrea", ironizo atendiendo a la excitación que provocan los
ritos en ciertas personas al ejercer las funciones religiosas, y a realizarlos
cada vez de manera más evidente y notoria, a la búsqueda de un clímax, de una
fascinación no sé si pasional o mística.
El limitarse a repetirlos
automáticamente aunque no se comprenda bien el porqué de cada movimiento, de
cada gesto, de cada palabra, de cada oración, se llama ritualismo,
y cuando el "oficiante" (de oficio) se regodea sensibleramente en
ceremoniosos ritos, se llama afectación o "narcisismo".
El abandono de la misa
dominical tiene mucho que ver con el ritualismo
Hay un hecho
innegable. La gente se está alejando de manera imparable de la práctica
dominical, a mi entender, porque no encuentra en nuestras celebraciones el
clima, la palabra clara, el rito expresivo, la acogida estimulante que necesita
para alimentar su fe.
Uno de los males que afectan
a la Iglesia es que está aprisionada en los ritos, en gestos que el
pueblo no entiende o le resultan "familiarmente extraños". La imagen
del sacerdote ritualista continúa profundamente arraigada en la cultura de la
Iglesia, en la rutina de los ritos de misas y sacramentos. Todo se ha reducido
a actos vacíos de significado, a liturgias recargadas que alejan de
la "Cena del Señor".
La celebración litúrgica no
puede ser totalmente espontánea, y menos anárquica; pero tampoco debe imponerse
una reglamentación tan estricta y determinada que el rito resulte agobiante
y recargado.
Las ceremonias, debido a la
rigidez en el cumplimiento de las normas, a veces constituyen un fin en sí
mismas. En la celebración de la Eucaristía, se aprecia en el ritual y en el
ceremonial un excesivo barroquismo liturgista, que no es litúrgico.
Su contenido, oraciones, lecturas, plegarias eucarísticas, están elaboradas
sobre y desde los dogmas; sus expresiones, por teológicas, no están encarnadas
en la vida de los fieles, las plegarias resultan incomprensibles. El
"nuevo" Misal Romano, entrado en vigor este año, da la impresión que
todo el empeño de la CEE se ha centrado en "la traducción más
literal" de los formularios ("por todos" o "por
muchos") y en la supervivencia del ritualismo tridentino.
¿Qué es más importante: los
ritos o la comunidad?
¡Qué sencilla fue la
"cena de despedida" de Jesús y las restantes "cenas del
Señor" celebradas por las primeras comunidades! Jesús no instituyó
ningún ritual.
Ni la última cena fue un
ceremonial. Al contrario. Los gestos
de Jesús en su cena de despedida como en otras tantas ocasiones son bien
sencillos: "Tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo
repartió". Así de sobrio y escueto. Estos son los gestos propios de la
eucaristía y de la vida cristiana: partir el pan (Jesús), repartirlo y
compartirlo. "Todos los días acudían unidos al templo, compartían
el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón" (Hech.
2,46).
Hoy día, a las
"funciones" litúrgicas les sobran gestos y ceremonias como
para que los asistentes tengamos conciencia de participar en la auténtica
eucaristía. Resalto la palabra "funciones" porque considero que hay
gestos que están más cerca del espectáculo teatral que de la celebración
litúrgica. ¿Puede alguien imaginar a Jesús en la última cena inclinarse y
acodarse sobre la mesa ante el pan y el vino y pronunciar lentamente, como
enigmáticas, arcanas o sibilinas, las palabras "Tomad y comed... tomad y
bebed..."? ¿Puede alguien pensar que en ese momento los discípulos se
arrodillan fervorosamente para adorar las "especies sacramentales"?
No menos curioso resulta el hecho de hacer tintinear en ese instante las
bulliciosas campanillas. ¿Qué sentido tiene esta alharaca?
Más gestos inútiles, por
superfluos, de los "funcionarios del rito"
De un tiempo a esta parte,
en la mayoría de las parroquias de mi entorno, y en la mía por supuesto, se ha
introducido un chocante protocolo al iniciar la misa: Hacer sonar una campana
de "aviso". Perdón por mi insolencia, pero el gesto me retrae a
aquel ancestral factor de estación con su proverbial "¡Viajeros al
tren!".
Otra. En el ceremonial
existe la "procesión de entrada" portando el leccionario, la cruz,
los ciriales y el incensario, que suele realizarse con boato en algunas
fiestas. Pues bien, en mi parroquia, tras el "campanillazo" de
salida, el sacerdote, precedido de "inexpertos" monaguillos, "ejecuta"
el ritual sin solemnidad alguna, recorriendo la iglesia como el que
hace el "paseíllo". Queda ridículo. Y más. Me he preguntado con
frecuencia, por qué cada vez que pasan por delante del sagrario, realizan un
apresurado ademán que remeda una genuflexión, como obligado vasallaje, y otras
veces se contentan con una simple inclinación de cabeza.
¿Y por qué al evocar el
nombre de María, se hace una respetuosa reverencia y no al nombre de Jesús?
Tampoco me entretengo en preguntar por el sentido del resurgimiento de los
primorosos monaguillos... ¿Hemos de seguir "estancados" en un modo de
celebración eucarística tan poco sugestivo para los hombres y mujeres de hoy?
¿Qué nos queda de la
Eucaristía como banquete del Reino?
¿No sería estimulante pasar
de la misa ritual a la eucaristía celebrativa? No vamos a "oir misa", ni el cura
"dice la misa". Vamos a "celebrar" la Cena del Señor. (No
hay celebración sin "algo" que celebrar). Celebración
significa alegría, no "severidad", participación, no
"pasividad". La mesa es símbolo de celebración, de fiesta, de
conmemoración, de encuentro. Se ha invertido el orden de los valores: se da
preferencia a ritos, ceremonias y solemnidades, y tardíamente, o nunca, se
llega al encuentro con Jesús y con la comunidad.
DE MI ÁLBUM
(Jordanien)
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