SIEMPRE QUE se celebra un Foro Social Mundial, tres días antes, se celebra también un Foro
Mundial de la Teología de la Liberación. Participan más de dos mil personas de
todos los Continentes (Corea del Sur, varios países de África, Estados Unidos,
Europa y de toda América Latina) que practican en sus trabajos este tipo de
teología. Ella implica tener siempre un pie en la realidad de la pobreza y de
la miseria y otro pie en la reflexión teológica y pastoral. Sin este maridaje
no existe Teología de la Liberación que merezca ese nombre.
Cada cierto
tiempo hacemos nuestras evaluaciones. La primera pregunta es: ¿cómo está el
Reino de Dios aquí en nuestra realidad contradictoria? ¿Dónde están las señales
del Reino en nuestro Continente, pero también en China, en África crucificada,
especialmente en medio de los pequeños de nuestros países? Preguntar por el
Reino no es preguntar cómo está la Iglesia, sino cómo va el sueño de Jesús,
hecho de amor incondicional, de solidaridad, de compasión, de justicia social,
de apertura a lo Sagrado y qué centralidad se da a los oprimidos. Estos y otros
valores forman el contenido de lo que llamamos Reino de Dios, el mensaje
central de Jesús. El nombre es religioso pero su contenido es humanístico y
universal. Él vino a enseñarnos a vivir esos valores y no simplemente a
trasmitirnos doctrinas sobre ellos.
Igualmente,
cuando se pregunta cómo va la Teología de la Liberación, la respuesta está
contenida en esta pregunta: ¿cómo están siendo tratados los pobres y los
oprimidos, las mujeres, los desempleados, los pueblos originarios, los
afrodescendientes y otros excluidos? ¿Cómo entran en la práctica liberadora de
los cristianos? Conviene subrayar que lo importante no es la Teología de la
Liberación sino la liberación concreta de los oprimidos. Esta es una presencia
del Reino y no la reflexión que se hace.
Del 12 al 14
de octubre unos 50 teólogos y teólogas de toda América Latina tuvimos un
encuentro en Puebla (México). Fue organizado por Amerindia, una red de
organizaciones y de personas comprometidas con los procesos de transformación y
de liberación de nuestros pueblos. Esta reunión, hecha en clave cristiana y
crítica, analiza el momento histórico en que vivimos, con una perspectiva
holística, enfatizando los contenidos místicos/proféticos y metodológicos de la
Teología de la Liberación, hecha a partir de esa realidad.
Allí estaban
algunos de los “padres fundadores” de este tipo de teología (a principios de la
década de 1970), todos entre 75-80 años, que se encontraban con la nueva
generación de jóvenes teólogos (indígenas entre ellos) y teólogas (algunas
negras e indígenas). Con un sentido profundamente igualitario y fraterno,
queríamos identificar nuevas sensibilidades, nuevos enfoques y maneras de
procesar ese tipo de teología, qué dignidad atribuimos a los que no cuentan y
son invisibilizados en nuestra sociedad de corte neoliberal y capitalista.
En vez de
conferencias –hubo solo dos introductorias en la apertura– preferimos trabajar
en mesas redondas, en pequeños grupos y hacer intercambios en conjunto. De esta
forma todos podían participar en un enriquecimiento fecundo. Había teólogos/as
que trabajaban en medio de indígenas, otros en las periferias pobres de las
ciudades, otros en la cuestión de género (como superar relaciones de poder
desiguales entre hombres y mujeres) en toda una región, otros eran profesores e
investigadores universitarios pero orgánicamente vinculados a los movimientos
sociales. Todos venían de experiencias fuertes y hasta peligrosas,
especialmente en América Central con los cárteles del narcotráfico, las
desapariciones, las “maras” (crimen organizado de jóvenes violentos) y la
violencia policial. Todos los trabajos fueron transmitidos por internet y había
miles de seguidores en todo el Continente.
No se puede
resumir la densidad reflexiva de tres días de trabajo intenso, pero quedó claro
que hay distintas formas de entender la realidad (epistemologías), ya sea de
los pueblos originarios, sea de los afrodescendientes, sea de hombres y mujeres
marginados e integrados. Para todos era evidente que no se puede resolver el
problema de los pobres sin la participación de los propios pobres. Ellos deben
ser los sujetos y protagonistas de su liberación. Nosotros estamos dispuestos a
ser aliados y fuerza secundaria.
La Teología
de la Liberación de los “viejos” y de los nuevos es como una semilla que
representa la “fuerza de los pequeños”, lema del encuentro. Esa semilla no
murió. Seguirá viva mientras haya un único ser humano oprimido que grite por
liberación.
Leonardo BOFF/ 24 de octubre del 2017
DE MI ÁLBUM
(Jordanien)
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