DE: “LAS MÁS BELLAS
ORACIONES DEL MUNDO”
Oración familiar
Padre Santo y querido,
aquí estamos reunidos,
somos la familia de tu amor,
somos tus hijos.
Sabemos que nos miras con el
cariño y predilección
y que de noche velas nuestro
sueño,
por eso nos sentimos seguros
y felices.
En tus manos depositamos
nuestros pasos y nuestros días,
no permitas que la tristeza
entre en nuestra casa,
aleja de nosotros la
discordia, la enfermedad y la murmuración.
Que cada mañana descienda tu
bendición
como rocío sobre este hogar
y cúbrenos cada noche
con el manto de tu paz.
Padre querido,
también nosotros queremos mirar el mundo llenos de amor
y ser para los demás lo que
Tú eres para nosotros,
procuraremos ser pacientes,
benignos y comprensivos unos para otros
y nos esforzaremos por
llenar el mundo de tu santa paz, así sea.
DOM. XVI DEL TIEMPO
ORDINARIO
“Yendo de camino, entró Jesús en un
pueblo y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Tenía ésta una hermana
de nombre María, que se sentó a los pies del Señor para escuchar su palabra”… Lucas 10, 38-42
A los pies del Señor
«Sentada a los pies del
Señor, escuchaba su palabra». Esta actitud de María resume perfectamente la
postura de todo discípulo de Jesús. «A los pies del Señor», es decir,
humildemente, en obediencia, en sometimiento a Cristo, consciente de que él es
el Señor, no como quien dispone la Palabra, sino como quien se deja instruir
dócilmente, más aún, se deja modelar por la palabra de Cristo. Y ello en
atención permanente al Maestro, en una escucha amorosa y continua, pendiente de
sus labios, como quien vive «de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt
4,4).
«Sólo una cosa es
necesaria». Son palabras para todos, no sólo para las monjas de clausura. Si
sólo una cosa es necesaria, quiere decir que las demás no lo son. Pero, por
desgracia, ¡nos enredamos en tantas cosas que nos hacen olvidarnos de la única
necesaria y nos tienen inquietos y nerviosos! Y lo peor es que, como en el caso
de Marta, muchas veces se trata de cosas buenas. Las palabras de Jesús sugieren
que nada debe inquietarnos ni distraernos de su presencia y que en medio de las
tareas que Dios mismo nos encomienda hemos de permanecer a sus pies, atentos a
él y pendientes de su palabra.
Esta actitud de María, la
hermana de Marta, se realiza admirablemente en la otra María, la Madre de
Jesús. Ella es la perfecta discípula de Jesús, siempre pendiente de los labios
de su Maestro, totalmente dócil a su palabra, flechada hacia lo único
necesario.
Julio Alonso Ampuero.
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