martes, 5 de julio de 2016

LOS OTROS / André MAUROIS (De la Academia Francesa)


                  “El Infierno son los otros”, ha escrito Sartre y tal es el tema que ha llevado al teatro en “A puerta cerrada”, que también fue llevada a la pantalla cinematográfica.

            Cuatro personajes, que han muerto, llegan al infierno. Esperan hallar diablos, calderas de aceite hirviendo, tridentes. Nada de eso. Se les encierra en una cámara y no les ocurre ningún mal: solamente que estarán allí toda la eternidad. Su suplicio es la de vivir, pensar, recordar a los ojos y las críticas unos de otros, y de reconocer que los otros lo saben todo acerca de ellos, desde los actos más escondidos hasta los pensamientos que creen más secretos.
Y esto se hace pronto atroz e intolerable.

            La idea no carece de belleza. Es cierto que, sin los otros, que nos presentan un espejo infalible e implacable, lograríamos a menudo olvidar nuestras faltas.

            Sin duda habrá remordimientos, pero uno los puede sofocar. Uno formula excusas, las retoca para hacerlas aceptables y representar un buen papel. Léanse los recuerdos y relatos de los hombres que han intervenido en los grandes asuntos. Ellos tienen toda la razón, lo previeron todo, fueron superhombres, están solos en el mundo.

            Desafortunadamente, existen los otros, esos otros diabólicos que nos juzgan, que leen nuestros alegatos con escepticismo y que no nos permiten gozar en paz de nuestras ilusiones sobre nosotros mismos. El experto se diente seguro de su genio. |Es tan fácil persuadirse uno mismo! Hemos sido tan felices y confiados porque nadie nos ha criticado… Pero los otros no tienen tal indulgencia, y nosotros por nuestra parte tampoco la tenemos para ellos.

            ¿Es del todo imposible hacer que cada uno reconozca que los otros también tienen buenas intenciones? ¿Es imposible comprenderlos? No. Pero es bien difícil, porque no podemos penetrar en otro espíritu. “Tratad de comprenderme”, dice un locutor desesperado. “Tratad de entrar en mí, de imaginar por un instante que sois yo, de ver en mí la misma buena voluntad y los mismos obstáculos que hay en vosotros”. Ciertamente: ese sería el único modo de comprenderse. Pero penetrar en otro espíritu no es cómodo. Como dice el mismo Sartre, los seres humanos son opacos, no transparentes. No dejan pasar la luz del espíritu. Hay una imposibilidad de comunicar lo que es sensible, por ejemplo, en ciertas negociaciones en que ambas partes quieren triunfar y por lo tanto, no muestran el coraje de comprender.

            ¿Es que hay algún remedio? ¿O estamos realmente condenados a vivir en el infierno de un insolente egoísmo? En cuanto a mí, creo que hay un remedio, y uno solo, que es el amor. Entiendo por esto tanto el amor de un marido, de un amante, de una mujer, como la amistad y ese sentimiento más general, el amor al semejante, que no lo es sino cuando es amado.

            Todos sabemos por experiencia que en un gran amor o en una grande amistad repentinamente, como por milagro, son levantadas las barreras, desaparecen las pantallas opacas. Adivinamos los pensamientos, los deseos de los otros. Madame de Sevigné escribió a su hija: “Estoy sintiendo tu dolor de pecho”. Nosotros podemos decir con toda sinceridad a aquellos a quienes amamos: “Sufro con tus desgracias, me regocijo con tus éxitos; soy atormentado por tus angustias, soy feliz con tus alegrías”.

            Para comprender a los otros hay que salir de uno mismo, abrirse en un gesto receptivo, aceptar las diferencias y hasta gustar de ellas, asumir las penas de otros. Hay que darles crédito. “Desesperar de cualquiera, eso es desesperar”. Dudar de la buena fe de otro, esto es volver a la mala fe. En el amor, en la amistad, los otros nos comprenden, como nosotros los comprendemos. Uno no choca con el muro de las diferencias sino cuando las cree infranqueables. En la vida, el infierno de la incomprensión no es necesariamente eterno.

            Tiene un acto final en el que los personajes, conociéndose los unos a los otros y también porque se conocen mejor, llegan al perdón y a la amistad.

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