En el Libro “Versos por
espigar”, de Javier Calderón Ávila, (2013) se menciona en la página 37, la
existencia y obra del destacado hombre de bien, Juan Paredes Carbonell en
compañía de Saniel Lozano Alvarado y Francisco Pereda Calderón. Digo allí: un
poeta, un escritor y un músico. Los tres dialogan con la gente, la geografía y
la sociedad a través de su arte. (Se edita la poesía: Biografía del amor sin
nombre). N. del editor.
La obra literaria de Juan
Paredes Carbonell está contenida en dos extremos: por un lado, tenemos al
estudioso, al lingüista, al ensayista y al profesor acucioso; y por otro, al
creador, al poeta, al cazador de imágenes.
EN los años 80, en un almuerzo rociado de
pescados y vinos semi-secos, el poeta Santiago Aguilar remató con una frase un
espléndido monólogo de Juan Paredes Carbonell sobre el origen del vocablo
Trilce: “Es que mi compadre ha llegado muy lejos en los estudios. Sabe mucho
sobre César Vallejo”. Esta afirmación se complementaba con una anterior,
acuñada en una madrugada, mientras caminábamos por las calles de Trujillo con
Harold Alva Viale, quien me sugirió: “Lee Biografía del amor sin nombre. Es un
buen libro sobre el amor ideal, en la línea que inauguró Dante con Beatrice. Lo
acabo de reeditar”. Y en seguida lo sacó de su morral y me lo obsequió.
Todos los lectores elaboramos con el paso de los años una
estrategia para identificar los libros que nos gustan. En el caso de los
lectores de poesía la estrategia es diversa y, en algunos casos, se valed del
azar. Una de ellas consiste en descubrir la piedra angular que sostiene la
poética en un libro mientras se pasan sus páginas despreocupadamente. Puede
tratarse de un poema entero, de una estrofa o de unos versos. Por lo general,
esta manera de engancharme con un libro de poesía me da resultado y me deja muy
satisfecho. En el caso de Biografía del amor sin nombre de Juan paredes
Carbonell, no fue difícil encontrar el
eje axial. Cuando abrí el libro que me había sido regalado, los versos saltaron
como impulsados por un resorte misterioso, como la luz emerge de la oscuridad,
como la rosa que se muestra en el pantano: “Tenemos idéntico destino / que las
olas:/ nacer a cada instante /para morir de olvido”(XII). Se trata desde luego,
de una prueba aleatoria que no se las recomiendo, pues el fenómeno poético se
vive de distinta manera en cada autor y lector.
El nombre del amor
Biografía del amor sin nombre es una trampa, porque en principio, no se trata de una
biografía; es decir, de una historia que tiene un comienzo y un final, sino de
una experiencia amorosa sin puertas de entrada ni de salida, como el mar:
“Cuando yo bebí en tus ojos / tu ternura líquida / supe de la inmensa ternura /
de la mar”. Es más bien un diario en el que el poeta anota los hallazgos de un
amor idealizado, evanescente y huidizo que deja a su paso estelas de luz (los
versos) como si se tratara de un cometa que surcara raudo el espacio sideral.
Los versos son concentrados, sutiles, contenciosos y llenos de resonancias
intimistas. Apenas si el amor carnal está insinuado. Las imágenes más poderosas
proceden de la conciencia de un presente que está a punto de perderse o ya se
ha perdido: “Tú no puedes callar/ como los ríos en los surcos./ /No puedes tú
morir /como la flor / antes del fruto”.
Este libro fue escrito hace casi cincuenta años, en una
época prodigiosa que encontró a sus primeros lectores soñando con un mundo más
justo y más pleno. No es fácil atravesar durante medio siglo el camino de la
poesía si en el trayecto esos lectores se tornan pobres y asustadizos y la
poesía se aleja del gran público a su pesar. Un libro de poesía es una obra de
arte capaz de capturarnos con un fogonazo de luz apenas uno lo abre. Aunque yo
descubrí este libro muchos años después de haberse publicado, soy también al
mismo tiempo consciente de que los buenos poemas nunca envejecen. Los invito a
averiguarlo de una buena vez: “Antes que mis manos hallaran / la castidad del
agua, / era triste el amor; el amor era triste./ / Antes que bajaran tus ojos/,
a recorrerme el alma, / ya tu cuerpo era mío, era mío/ tu cuerpo.// Antes que
tus manos de espuma/ me peinaran los sueños./ me acarició la lluvia, la lluvia/
acariciábame.// Antes que mis labios cayeran/ a modelar tus senos,/ el mar no
era tan dulce, no era/ tan dulce el mar./
/Antes de que te cubriera el
cuello/ mi expedición de besos: / ¿qué me decías, Dulce, tras de/ tus lentos
párpados…?
Enfoque, La Industria, 25 de
noviembre de 2012
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