Esta ambiciosa y conmovedora obra de Britten, escrita en
memoria de los caídos en la II Guerra
Mundial, expresa todo el pacifismo del autor. He aquí su historia y la mejor
versión.
En la mañana del 15
de noviembre de 1940 los vecinos de Coventry salieron del refugio antiaéreo
para ver la destrucción causada por el bombardeo de la noche anterior. El
interior de la iglesia catedral de St. Michael, uno de los grandes monumentos
de la arquitectura inglesa del siglo XV, yacía en ruinas. En un muro cercano al
altar mayor una mano anónima había escrito las palabras “Father Forgive”
[perdona, padre]. La destrucción material y la pérdida de vidas en Coventry
fueron factores importantes en la resolución aliada de bombardear ciudades
alemanas, quedando consagrado el nombre de la ciudad junto con el resto de
innumerables víctimas de la guerra.
La consagración de la
catedral con música
En 1951 Basil Spence fue elegido ganador del concurso
abierto entre arquitectos de la
Commonwealth para designar un nuevo emplazamiento para la
reconstrucción de la catedral Catedral de St. Michael, cerca de las ruinas de
su predecesora. A pesar de la controvertida naturaleza de la obra de Spence y
de otros detalles como sus pésimas condiciones acústicas, la nueva catedral de
Coventry comunicó un poderoso mensaje al mundo de posguerra, expresado
especialmente en la forma de su Capilla de la Unidad.
El cabildo catedralicio empezó lleno de entusiasmo a
encargar obras de arte que girasen en torno al tema de la reconciliación y la
renovación ; entre estas obras se cuentan la vidriera magníficamente grabada de
John Hutton, la ventana del baptisterio de John Piper y Patrik Reyntiens, y la
estatua de San Miguel triunfando sobre el demonio de Sir Jacob Epstein, en el
muro de la entrada de la catedral. Cristo
en la Gloria
de Graham Sutherland, el mayor tapiz del mundo, tiene como función práctica el
mitigar la reverberación acústica de la nave.
El edificio, una vez finalizado, fue consagrado el 25 de
mayo de 1962, y la ceremonia de dedicación se inscribió dentro de los actos del
Festival de la Catedral
de Coventry. Casi cuatro años antes John Lowe, miembro de la comisión artística
de la catedral, presentó a su amigo Benjamín Britten una petición para
componer una nueva obra que fuese
interpretada como parte del festival. El
compositor respondió inmediatamente “Me siento muy honrado con poder participar
en una ocasión tan conmovedora y con tanto significado ; haré todo lo que esté
en mi mano para quedar a la altura de las circunstancias”. Tras las pertinentes
negociaciones, las autoridades catedralicias accedieron a pagar los honorarios
de 1.000 libras
esterlinas por una obra coral y orquestal de gran envergadura. Britten escogió
hacer una versión de la Misa de difuntos latina, pero su plan se fue
desarrollando con la incorporación de nueve poemas de guerra por Wilfred Owen,
muerto unos días antes de la firma del armisticio de Noviembre de 1918. War Requiem [Requiem de Guerra] ha
quedado como un testamento pacifista del autor con matices de amarga ironía al
interpelar al supuesto Dios misericordioso, dispuesto a volver la vista cuando
media Europa ha sido sacrificada en dos guerras mundiales. Su mezcla de grandes
estallidos “públicos” por parte del coro y de la soprano solista, ecos distantes
de voces infantiles y cantos de los introvertidos poemas de Owen carece de
precedentes en el canon coral.
Un Requiem que llama
a la reconciliación
La composición de Britten fue terminada en diciembre de
1961, con tiempo suficiente para su primera representación en mayo de 1962. Un
magnífico coro de cantantes aficionados de los Midlands se unió al equipo
formado por la Orquesta Sinfónica
de la ciudad de Birmingham, Melos Ensemble y los solistas Peter Pears, Dietrich
Fischer-Dieskau [a sugerencia de Britten y Pears] y Heather Harper,
incorporada a última hora en sustitución
de Galina Vishnevskaya, primera soprano elegida por el compositor.
La soprano rusa escribió más tarde que la obra de Britten,
“una llamada a la paz, uniría a representantes de las tres naciones que habían
sufrido con más rigor durante la guerra : un inglés, Pers ; un alemán,
Fischer-Dieskau, y una rusa : yo misma”. El sindicato de artistas soviéticos,
GosConcert, denegó a Vishnevskaya el permiso pertinente para cantar en el estreno,
aunque sí podría participar en las grabaciones posteriores. Para la
representación Meredith Davies, que había trabajado estrechamente con la Orquesta de Birmingham y
había ensayado con los coros, fue la encargada de dirigir la orquesta sinfónica
y los coros ; Britten se encargó de la orquesta de cámara que acompañó al tenor
y barítono solistas.
El Requiem de Guerra
ha sido una de las pocas obras calificada como “maestra” antes incluso de su
primera representación, provocando las iras de Stravinsky. Los críticos se
apresuraron, entusiasmados, a proclamar a Britten “tesoro nacional” y a su
última obra de triunfo de la música británica, visión chauvinista contraria al
espíritu de reconciliación internacional de Britten y su condena de la
arrogancia humana. La partitura de Britten subraya la futilidad de la guerra a
la vez que honra la memoria de los que fueron al combate, como Owen, como
soldados voluntarios. La yuxtaposición de palabras de fe y esperanza con otras
de desesperación permiten al cristiano encontrar tranquilidad y al no creyente
a afirmarse contra la incongruencia de las llamadas “guerra justas” : “una de
las ironías de la historia de War Requiem
–escribió Mervyn Cooke – es que una obra que comprende sentimientos contrarios
al establishment musical británico”.
Tal es su atractivo.
Una enorme variedad
de discos
Siete meses después de su estreno Britten llevó su nueva
obra a los estudios de grabación. Los resultados de las sesiones marcaron el
patrón por el que serían juzgadas todas las grabaciones posteriores de War Requiem gracias a la seguridad de la
dirección de Britten, la humanidad del canto de Pears y Fischer-Dieskau y el
magnífico sonido.
AUDIOCLÁSICA.
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