lunes, 5 de noviembre de 2012

BRITTEN : WAR REQUIEM / AUDIOCLÁSICA


Esta ambiciosa y conmovedora obra de Britten, escrita en memoria de los caídos en la II Guerra Mundial, expresa todo el pacifismo del autor. He aquí su historia y la mejor versión.

   En la mañana del 15 de noviembre de 1940 los vecinos de Coventry salieron del refugio antiaéreo para ver la destrucción causada por el bombardeo de la noche anterior. El interior de la iglesia catedral de St. Michael, uno de los grandes monumentos de la arquitectura inglesa del siglo XV, yacía en ruinas. En un muro cercano al altar mayor una mano anónima había escrito las palabras “Father Forgive” [perdona, padre]. La destrucción material y la pérdida de vidas en Coventry fueron factores importantes en la resolución aliada de bombardear ciudades alemanas, quedando consagrado el nombre de la ciudad junto con el resto de innumerables víctimas de la guerra.

La consagración de la catedral con música
En 1951 Basil Spence fue elegido ganador del concurso abierto entre arquitectos de la Commonwealth para designar un nuevo emplazamiento para la reconstrucción de la catedral Catedral de St. Michael, cerca de las ruinas de su predecesora. A pesar de la controvertida naturaleza de la obra de Spence y de otros detalles como sus pésimas condiciones acústicas, la nueva catedral de Coventry comunicó un poderoso mensaje al mundo de posguerra, expresado especialmente en la forma de su Capilla de la Unidad.

El cabildo catedralicio empezó lleno de entusiasmo a encargar obras de arte que girasen en torno al tema de la reconciliación y la renovación ; entre estas obras se cuentan la vidriera magníficamente grabada de John Hutton, la ventana del baptisterio de John Piper y Patrik Reyntiens, y la estatua de San Miguel triunfando sobre el demonio de Sir Jacob Epstein, en el muro de la entrada de la catedral. Cristo en la Gloria de Graham Sutherland, el mayor tapiz del mundo, tiene como función práctica el mitigar la reverberación acústica de la nave.

El edificio, una vez finalizado, fue consagrado el 25 de mayo de 1962, y la ceremonia de dedicación se inscribió dentro de los actos del Festival de la Catedral de Coventry. Casi cuatro años antes John Lowe, miembro de la comisión artística de la catedral, presentó a su amigo Benjamín Britten una petición para componer  una nueva obra que fuese interpretada  como parte del festival. El compositor respondió inmediatamente “Me siento muy honrado con poder participar en una ocasión tan conmovedora y con tanto significado ; haré todo lo que esté en mi mano para quedar a la altura de las circunstancias”. Tras las pertinentes negociaciones, las autoridades catedralicias accedieron a pagar los honorarios de 1.000 libras esterlinas por una obra coral y orquestal de gran envergadura. Britten escogió hacer una versión de la Misa de difuntos latina, pero su plan se fue desarrollando con la incorporación de nueve poemas de guerra por Wilfred Owen, muerto unos días antes de la firma del armisticio de Noviembre de 1918. War Requiem [Requiem de Guerra] ha quedado como un testamento pacifista del autor con matices de amarga ironía al interpelar al supuesto Dios misericordioso, dispuesto a volver la vista cuando media Europa ha sido sacrificada en dos guerras mundiales. Su mezcla de grandes estallidos “públicos” por parte del coro y de la soprano solista, ecos distantes de voces infantiles y cantos de los introvertidos poemas de Owen carece de precedentes en el canon coral.

Un Requiem que llama a la reconciliación
La composición de Britten fue terminada en diciembre de 1961, con tiempo suficiente para su primera representación en mayo de 1962. Un magnífico coro de cantantes aficionados de los Midlands se unió al equipo formado por la Orquesta Sinfónica de la ciudad de Birmingham, Melos Ensemble y los solistas Peter Pears, Dietrich Fischer-Dieskau [a sugerencia de Britten y Pears] y Heather Harper, incorporada a última hora  en sustitución de Galina Vishnevskaya, primera soprano elegida por el compositor.

La soprano rusa escribió más tarde que la obra de Britten, “una llamada a la paz, uniría a representantes de las tres naciones que habían sufrido con más rigor durante la guerra : un inglés, Pers ; un alemán, Fischer-Dieskau, y una rusa : yo misma”. El sindicato de artistas soviéticos, GosConcert, denegó a Vishnevskaya el permiso pertinente para cantar en el estreno, aunque sí podría participar en las grabaciones posteriores. Para la representación Meredith Davies, que había trabajado estrechamente con la Orquesta de Birmingham y había ensayado con los coros, fue la encargada de dirigir la orquesta sinfónica y los coros ; Britten se encargó de la orquesta de cámara que acompañó al tenor y barítono solistas.

El Requiem de Guerra ha sido una de las pocas obras calificada como “maestra” antes incluso de su primera representación, provocando las iras de Stravinsky. Los críticos se apresuraron, entusiasmados, a proclamar a Britten “tesoro nacional” y a su última obra de triunfo de la música británica, visión chauvinista contraria al espíritu de reconciliación internacional de Britten y su condena de la arrogancia humana. La partitura de Britten subraya la futilidad de la guerra a la vez que honra la memoria de los que fueron al combate, como Owen, como soldados voluntarios. La yuxtaposición de palabras de fe y esperanza con otras de desesperación permiten al cristiano encontrar tranquilidad y al no creyente a afirmarse contra la incongruencia de las llamadas “guerra justas” : “una de las ironías de la historia de War Requiem –escribió Mervyn Cooke – es que una obra que comprende sentimientos contrarios al establishment musical británico”. Tal es su atractivo.

Una enorme variedad de discos
Siete meses después de su estreno Britten llevó su nueva obra a los estudios de grabación. Los resultados de las sesiones marcaron el patrón por el que serían juzgadas todas las grabaciones posteriores de War Requiem gracias a la seguridad de la dirección de Britten, la humanidad del canto de Pears y Fischer-Dieskau y el magnífico sonido.

AUDIOCLÁSICA.

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