jueves, 1 de noviembre de 2012

CÓMO ESTAR DE MODA. AUDIOCLÁSICA.


Michael Oliver se pregunta por qué Zemlinsky sufre el “síndrome del compositor olvidado”.

Por fin, más de medio siglo después de su muerte, ALEXANDER VON ZEMLINSKY ha sido sonoramente redescubierto. Muchas de sus obras han sido grabadas ; dos de sus óperas han sido escenificadas con gran éxito ; su bellísima Sinfonía lírica y el colorista poema sinfónico La sirena se encuentran en el repertorio de orquestas con el virtuosismo suficiente para hacerles justicia. Sean cuales fueren las razones para su olvido casi total durante cincuenta años, la falta de calidad no era una de ellas.

Sin embargo, era víctima de todos los demás factores que llevan a un compositor a ser injustamente ignorado, y cualquier persona interesada en el fenómeno de los compositores olvidados no puede hacer nada mejor que estudiar atentamente el caso de Zemlinsky. En primer lugar, no hay que saber hacerlo todo bien. Zemlinsky era un director de mucho talento, algunos incluso dirían que grande. Su amigo y patrón Gustav Mahler debería haberle avisado de esto. Incluso Mahler, en vida y hasta bastante después de su muerte, fue considerado un gran director que en su tiempo libre componía música más que discutible. Para empeorar las cosas, Zemlinsky era también un profesor muy competente ; su alumno más famoso fue Arnold Schoenberg.
Schoenberg y Mahler : era íntimo de ambos y a ambos admiraba, pero su propio estilo es más elusivo, menos reconocible que el de los otros dos. En una interpretación pobre u oyendo sin mucha atención puede parecer que suena como Mahler, como Schoenberg en su juventud o como Strauss. Segunda lección : no suena como nadie. Ah, y tercera lección : en el siglo XX sobre todo, es mejor evitar tener parientes exóticos.

La madre de Zemlinsky era tenía ascendencia turca y judía, así que tuvo que dejar Austria e ir a América (donde nadie había oído hablar de él) en 1933 ; poco después su música era prohibida en los países germanohablantes. Cuando acabó la guerra, Zemlinsky había muerto y el tardorromanticismo de la Viena de los Habsburgo estaba completamente pasado de moda. Pero ¿cómo puede nadie asegurarse contra la moda?

Muchos compositores han sido sus víctimas, escribiendo música pasada de moda en una época de gusto por la vanguardia, o viceversa. O bien compusieron música de moda en su época, muy de moda entonces, sí, pero apagada para las generaciones siguientes.

Dos grandes figuras del siglo XIX nos pueden servir de ejemplo : Spohr y Meyerbeer. Hubo una época en la que Spohr parecía tener la inmortalidad tan asegurada que se le comparaba con Bach y Beetoven. Meyerbeer fue, sencillamente, el compositor de óperas de más éxito en su tiempo, preferido por las audiencias francesas y muchas otras antes que Verdi o Wagner.
A nosotros Spohr nos puede sonar “no del todo como Mendelssohn” o Beethoven, y Meyerbeer como “algo menos que Verdi” o “Weber de inspiración menor”. Una respuesta ante esto puede ser reírnos de nuestros bisabuelos por preferir a Spohr sobre Berlioz o considerar Los Hugonotes de Meyerbeer más atractiva que don Carlos de Verdi. Otra reacción, más provechos, es intentar escuchar su música con oídos del siglo XIX y encontrar qué era lo que hacía su música tan atractiva a nuestros antepasados. Así podríamos no sólo encontrar algo ameno en ellos : también podemos obtener nuevas perspectivas de Verdi o Berlioz. Zemlinsky es un caso particularmente fascinante en este aspecto : era sólo once años más joven que Mahler y tres años mayor que Schoenberg, su alumno y cuñado. Comparadas con Schoenberg, muchas de sus obras son, sin duda, las de un compositor del siglo XX, un moderno. Pero no lo suficiente para posmodernistas, ni tan conservador como para agradar a los que hubieran preferido que el siglo XX nunca hubiese existido. ¿Era, entonces, lo que se podría llamar “una interesante figura de transición”? En su primera etapa es fácil encontrar influencias de Brahms (a quien conoció y dejó impresionado por “la personalidad y el talento” de un Zemlinsky de 24 años) y de Wagner. En Viena, en esa época, eran considerados enemigos irreconciliables, pero Zemlinsky admiraba a los dos.

De la misma forma, su estilo de madurez presenta rasgos de Mahler (su Sinfonía lírica es un intento consciente de componer un Das Lied von Erde moderno) y de Schoenberg (el segundo cuarteto de cuerda de Zeminsky es una respuesta, no menos consciente, al primero de Schoenberg).

En 1913, mucho antes de la aceptación general de Mahler como un gran compositor, Zemlinsky escribió : “siento una admiración sin reservas por las obras de Mahler. No es de esos sobre los que pueda haber controversias. Su personalidad sobresaliente, la grandeza y profundidad de su calidad humana le sitúan sobre cualquier disputa partisana. Dentro de poco se le contará entre los incuestionables. No siento lo mismo por las últimas obras de Schoenberg, aunque siento por ellas un respeto ilimitado. Pero sé por experiencia que el día de mañana puedo enamorarme de obras que hoy por hoy parecen no tener nada que decirme. Así que estoy lleno de esperanza, ya que confío… en mí”. Esa habría sido una actitud admirable si Zemlinsky no hubiese sido más que un buen aficionado a los conciertos. Para un compositor es mucho más. Zemlinsky era un conservador de la mejor clase : de los que saben que las tradiciones mueren si no son renovadas. Y a la vez era un modernista de pura cepa : como maestro de Schoenberg sabía mejor que nadie lo arraigado que estaba su revolucionario discípulo en la tradición. Si alguien le hubiese dicho a la cara que su música era una mezcla de “no del todo como Mahler” y “no del todo como Schoenberg” se hubiera sentido muy halagado.

Decepcionado porque su voz no fuese reconocida de forma individual, si le hubiesen dado a elegir entre su reverenciado maestro y su admirado alumno, habría dicho : “¡Ambos!”.

AUDIOCLÁSICA.

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